«Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano» Lucio Cabañas Leyó en voz alta el folleto que tenía entre manos con la frase «Resistir o morir» y su vena marxista salto de inmediato para desestimar el sentido de aquella propaganda. Resistir no -espetó […]
y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano»
Lucio Cabañas
Leyó en voz alta el folleto que tenía entre manos con la frase «Resistir o morir» y su vena marxista salto de inmediato para desestimar el sentido de aquella propaganda. Resistir no -espetó tajante- porque la resistencia implica sumisión, implica que sigue habiendo un opresor, y en cierta manera, una fantasmal resignación ante esos mecanismos sistemáticos. La frase tendría que decir, «luchar o morir» -concluyó, suscitando el asentimiento de los allí presentes-. Le conozco poco, y aunque algunos lo tachan de radical sin sentido, en esa ocasión reconozco que también le di la razón.
Es verdad que las connotaciones y los marcos de referencia los construimos nosotros y nuestras circunstancias. También es verdad que restituir ciertas connotaciones o resignificar ideas tan arraigadas en nuestras versiones de la realidad, es un proceso largo y muy complicado.
De allí la recriminación y deslegitimación constante hacia los movimientos -no de resistencia- de lucha social que se han mantenido a contracorriente a lo largo de la historia de México, pues se sostienen en relaciones de dominación basadas en el histórico criterio de la pobreza material, calificada bajo los parámetros de quienes ostentan el poder.
Y quienes se erigen como jueces, absueltos de la represión, resultan ser quienes temen volver a su pasado de pobreza material, o quienes nunca han padecido ciertas carencias y temen descender de su mediana escala económica. La denominada clase media, amante de la tecnocracia, el esnobismo, pero sobre todo defensora del establishment apolítico, ascéptico.
«Lo que cambia es el modo de dominación que en lugar de ser políticamente por la violencia se ejerce por la explotación y el despojo económico en razón de una versión, no ya política, sino sobre todo económica y administrativa del «bien común» o «interés común»: el bienestar»1.
Así tenemos un sector mayoritario de la población que clama, como la historia se lo ha enseñado (y porque la historia se ha ensañado), por sus derechos más elementales consciente de la opresión y el expolio al que ha sido sometido sistemáticamente. Por otro, una mínima parte de la población que tiene todo un «arsenal» ideológico para salvaguardar sus intereses económicos y políticos con ese argumento eufemístico del bienestar.
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La memoria clama a gritos no sólo atender ese presente que se diluye en nuestras manos en medio de hechos violentos que han hecho sangrar a México durante décadas y de los que todas las personas mexicanas somos víctimas, clama también porque nos impliquemos y hagamos nuestras esas causas.
¿Cómo sensibilizar a toda esa masa expectante, apolítica y aséptica que no hace más que criminalizar a quienes luchan contra la exclusión, la opresión y el olvido?¿Tan interiorizada tenemos esa inercia absurda de que sólo ahogado el niño, se tapa el pozo?¿O es entonces que hemos normalizado ya la violencia en nuestra cultura?¿Qué nos hace falta para razonar, reflexionar y reaccionar?
Con hechos tan deleznables como lo ocurrido en Ayotzinapa, no hacemos más que demostrar que la frase de que «el mal existe no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa» es una realidad evidente.
Aquí algunos retazos de nuestro presente desmesuradamente violento e impune, donde el olvido teje a intervalos su telaraña:
1997, Acteal, Chiapas. Masacre a manos de paramilitares de 45 indígenas tzotziles, varios niños y mujeres.
2006, Atenco, Estado de México. Detención arbitraria de unos 200 manifestantes, violaciones y vejaciones a 26 mujeres tras las protestas por la intención de despojarlos de sus tierras para construir el aeropuerto.
2006. Oaxaca. Rebelión de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) liderea una huelga de maestros que duró siete meses, con un saldo de 26 asesinatos, 500 detenidos y unos 380 casos de tortura.
2006. San Luis Potosí. Protestas por la violación de la sentencia que prohibía la instalación de la minera San Xavier en SLP. A estas alturas el daño ecológico es irreparable.
2008. San Juan Copala, Oaxaca. Asesinato de dos locutoras indígenas triquis, Felicitas Martínez y Teresa Bautista, en San Juan Copala.
2010. San Juan Copala, Oaxaca. Asesinato de la activista Alberta Cariño y Jyri Antero, cooperante finlandés tras una emboscada paramilitar.
2012. Michoacán. Operativo simultáneo para desalojar las Normales Rurales de Cherán, Arteaga y Tiripetío que estaban ocupadas por los estudiantes. El saldo oficial es de 178 detenidos y un número de heridos sin cuantificar.
2012. Morelia, Michoacán. Policías federales y municipales irrumpen tres casas de estudiante de la UMSNH con un saldo oficial de siete estudiantes golpeados por las fuerzas policiales y 194 detenidos.
2014. Oaxaca. Durante una serie de protestas para exigir el incremento de plazas en las normales, fuero detenidos 162 normalistas.
2014. Ayotzinapa, Guerrero. Policías municipales abren fuego contra autobuses «tomados» por normalistas. El saldo es de 6 muertos, 17 heridos y 43 normalistas desaparecidos. Las autoridades aún no confirman que los restos de las fosas de Iguala, el lugar del enfrentamiento, son de los desaparecidos.
La lista es mucho más larga de lo que recordamos.
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Las normales rurales en México
México ocupa el quinto lugar entre los países que peor pagan a sus profesores, según un estudio de 2012 de la OCDE. Sin embargo, lo más preocupante no es sólo el paupérrimo salario y la desproporcionada distribución de los ingresos destinados al gremio magisterial. Lo es también la reestructuración educativa que al día de hoy ha tecnificado la educación y vaciado de contenido reflexivo, humanístico e histórico los programas formativos.
¿Cómo surgieron las normales rurales?
A principios del siglo pasado, una de las políticas vasconcelistas para alfabetizar las zonas rurales fue la creación de este tipo de escuelas normales. Desde sus inicios, las escuelas normales rurales funcionaron no sólo para la enseñanza del conocimiento tradicional a indígenas y campesinos, sino también a la organización para su emancipación.
¿Quiénes estudian allí?
Especialmente personas oriundas del campo y comunidades indígenas.
¿Cómo se accede a estudiar a las normales rurales?
El principal requisito para ingresar a las normales rurales es no contar con recursos suficientes para estudiar en las universidades estatales. En otras palabras, «ser pobre».
¿Por qué son limitadas las plazas para matricularse en las normales rurales?
El gobierno ha emprendido desde el sexenio ordacista el cierre sistemático y arbitrario de las normales rurales por considerarse «semilleros de guerrilleros».
¿Cuántas normales había y cuántas quedan?
De 46 normales rurales que había en el país en tiempos de Lázaro Cárdenas, quedan ahora 16 en todo el territorio nacional.
¿Cuáles son las reivindicaciones históricas de los normalistas?
Planes formativos orientados a la transformación social, adaptados a las circunstancias de cada comunidad, basados en los ejes político, cultural, productivo, deportivo y académico, más plazas y más recursos para mantenimiento y para los comedores estudiantiles.
¿Por qué murieron Genaro Vázquez y Lucio Cabañas?
El primero líder de la Unión Cívica Guerrerense, el segundo líder de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, ambos asesinados bajo el mandato de Luis Echeverría Álvarez, víctimas de la Guerra Sucia en el país.
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Sin duda, la represión se ha agudizado en contra de los estudiantes más pobres, los de origen proletario y campesino; en los últimos años, se han registrado un sinnúmero de agresiones en contra de los estudiantes de las Normales Rurales, como ya se ha señalado anteriormente. Con miras a implementar el neoliberalismo en todas las esferas de la vida económica y política, se ha desarrollado una política de Estado destinada a legitimar el asesinato y desaparición de estudiantes, así como el descrédito a cualquier brote de inconformidad.
El odio, el exterminio, el desplazamiento, el destierro y la exclusión de los pobres sigue siendo política pública. Los gobiernos tienen interiorizado el discurso del clasismo y el racismo, por más progresistas que parezcan ante la mirada del resto de la población.
Reproduzco aquí las palabras de Mardonio Carballo que en su columna «Las Plumas de la Serpiente» ironiza la sentencia de la lidereza «vitalicia» del magisterio, Elba Esther Gordillo, cuando dijo que las normales rurales tenían que desaparecer, porque «allí se forman guerrilleros». A esa mujer y a la población en general se nos olvida que es la desigualdad social es la que forma guerrilleros.
NORMALES RURALES EN LA ACTUALIDAD
Aguilera, Durango
Amilcingo, Morelos
Atequiza, Jalisco
Ayotzinapa, Guerrero
Cañada Honda, Aguascalientes
El Cedral, San Luis Potosí
El Quinto, Sonora
Hecelchakán, Campeche
Mactumatzá, Chiapas
Panotla, Tlaxcala
San José de Tenería, Estado de México
San Marcos, Loreto Zacatecas
Saucillo, Chihuahua
Teteles, Puebla
Tiripetío, Michoacán
Villa de Tamazulapan, Oaxaca
Nota:
1 SÁNCHEZ Parga, José (2003) Razón de Estado, razón de Mercado. Revista Nueva Sociedad 188.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.