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Yucatán y los otros datos

Fuentes: Rebelión

Antes y durante la pandemia del COVID-19 se ha podido observar en Yucatán el comportamiento megalómano del gobernador Mauricio Vila Dosal, el juego implementado desde los primeros días de su gobierno se ha extendido hasta las fechas actuales sin importar la crisis humanitaria que vivimos, su proyección mediante la colaboración de diversos medios de comunicación públicos y privados con la imagen de preocupación e interés social por el bienestar de la población yucateca, se desmorona cuando se pone en tela de juicio algunas de sus acciones, como por ejemplo, la actual complicidad y servilismo frente a los empresarios, quienes desesperados por conservar sus fortunas impulsan la reapertura de la mal llamada “nueva normalidad”, poniendo en riesgo de contagio a miles de trabajadores y trabajadoras. Únicamente se preocupan por mantener privilegios y seguir viviendo a costa de la explotación laboral.

Puede notarse que en la reapertura de puertos como Progreso el carácter elitista y racista del hecho, pues se posibilita la apertura de las “marinas” para que los burgueses disfruten de sus yates, motos acuáticas y demás vehículos marinos, pero se impide a la población el acceso a las playas, y si bien es cierto que las aglomeraciones comunes en el puerto mencionado serían un factor de contagio, también lo es el privilegio secundado para el deleite burgués, también en los puertos, se reabren restaurantes para el consumo (y lógica ganancia del empresario) pero no se garantiza la seguridad de la clase trabajadoras que sin más opción regresa a emplearse de meseros, cocineros y demás formas. Durante la primera Ola de reactivación económica (pronto decretarán la segunda Ola) acontece lo mismo que se vio antes de decretarse la cuarentena; una serie de flagrantes violaciones a los derechos humanos y laborales de la clase trabajadora. No hay garantías verdaderas en los centros de trabajo para evitar los contagios, a los trabajadores y a las trabajadoras se les ha puesto entre la espada y la pared, pues o deciden cuidar su salud o mantener su trabajo corriendo el riesgo de enfermedad. ¿Por qué? Primero por el desinterés a la vida humana, esto claro está, no es nuevo, es arrastrado desde mucho atrás, manifestado en la desarticulación de los servicios públicos de salud y la violación de los derechos laborales, la reducción de prestaciones sociales y el incremento de la subcontratación, la indefensión para la tercera edad por las modificaciones a las leyes y reglamentos de jubilación, junto a la condena que pesa ahora sobre las nuevas generaciones ante trabajos con salarios precarios y la ausencia total o casi total de garantías mínimas de derechos. El tan elogiado trabajo en casa (lo dicen en inglés para creer que con eso ya se moderniza el asunto) no es otra cosa que la consumación de la individualidad capitalista y la celebración de los sueños empresariales-burgueses pues no genera ningún tipo de responsabilidad social para el patrón, si bien hay trabajadores bajo esquemas legales antiguos que sí les posibilita el disfrute de derechos, la tendencia es aumentar la auto-explotación en aras de la “modernidad”.

Los trabajadores y trabajadoras del sector salud han demostrado su gallardía e importantísimo papel para el porvenir humano, lo hacen en condiciones extremas, trabajan mucho más horas de lo común en verdaderas condiciones extremas, sin comer y descansar adecuadamente, arriesgándose por nosotros, muchos y muchas a través diversos medios han hecho patente la situación que viven al interior de los hospitales y clínicas, carecen de la gran mayoría de recursos materiales para su labor, no gozan de derechos miles de ellos por ser de nuevas generaciones o por arrastrarse sobre su condición legal un sinfín de injusticias que los someten a aceptar contrataciones a modo para los patrones, además, muchas de las denuncias que se pueden leer, ver y escuchar en redes sociales y medios no dependientes del Estado, hacen saber a la sociedad las condiciones sumamente preocupantes que se viven, pues el colapso de los servicios médicos está a la vuelta de la esquina y el gobierno megalómano continua con la reapertura jurando tener otros datos para avalar sus decisiones, llegando al extremo de criminalizar con el apoyo medios vendidos a los trabajadores y trabajadoras de la salud que denuncian la situación y reclaman medidas realmente humanitarias, puede más en Yucatán y otras partes del mundo la soberbia del poder que la razón humana por el bienestar.

El gobierno actual empeñado en el saqueo (este gobierno es parte de los megaproyectos neocoloniales) y el endeudamiento (no olvidar los prestamos ya realizados que el pueblo termina pagando), con obras inservibles como la nueva sección del Siglo XXI, los fraudes a la ciudadanía de diversas secretarias como las de turismo y educación, que niegan el pago a maestros o generan eventos falsos para usurpar en convenios con empresas a modo, sin olvidar los despidos efectuados por el gobierno desde su inicio, dejando a miles de yucatecos en la total precariedad, para luego jugando al bueno, diga que se preocupa por ellos generando empleos precarios y sobre-explotadores en favor de los empresarios burgueses.

Naturalmente la sociedad debe actuar con cautela y cuidarse, tampoco podemos eliminar la parte social e individual que sí nos corresponde para evitar contagios y agravar la pandemia, pero no es posible que se culpe al pueblo criminalizándolo mientras el gobierno se lava las manos de sus responsabilidades. Vivimos tiempos muy complejos para el futuro de la humanidad, desde estas condiciones debemos repesar y reestructurar nuestras sociedades, ponderando por encima de todo, el real bienestar humano y el fin del descarado circo de los otros datos y la megalomanía.