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Otro aniversario del diario mexicano La Jornada

26 años

Fuentes: La Jornada

El 19 de septiembre de 1984 circularon los primeros ejemplares de La Jornada. Para bien y para mal, de entonces a la fecha han cambiado muchas cosas en México y en el mundo. Este proyecto editorial surgió para incidir, desde el quehacer periodístico, en una realidad nacional cerrada, inercial, excluyente y sofocante en la que […]

El 19 de septiembre de 1984 circularon los primeros ejemplares de La Jornada. Para bien y para mal, de entonces a la fecha han cambiado muchas cosas en México y en el mundo. Este proyecto editorial surgió para incidir, desde el quehacer periodístico, en una realidad nacional cerrada, inercial, excluyente y sofocante en la que ya se prefiguraban, como peligros, lo que hoy son tragedias para el país y sus habitantes: la pérdida de soberanía nacional, la profundización de las desigualdades sociales, la descomposición institucional, la dislocación económica, social y demográfica del agro, el divorcio entre la sociedad y sus representaciones políticas formales y la abdicación del Estado a algunas de sus responsabilidades constitucionales más básicas. En tal circunstancia, un grupo plural compuesto por informadores, académicos, artistas y dirigentes políticos y sociales convocó a la ciudadanía a participar en la construcción de un diario que diera cuenta de los aspectos del acontecer nacional que no aparecían en el conjunto de los medios, que informara con puntualidad y veracidad, sin buscar propósitos políticos inconfesables o de lucro, y que diera voz a quienes carecían de ella.

La convicción de los convocantes, la solidaridad de diversos sectores sociales y de la comunidad artística, encabezada por Rufino Tamayo y Francisco Toledo, así como el entusiasmo de los trabajadores, hizo posible un suceso insólito: la fundación y la sobrevivencia de una institución que prácticamente no tenía capital, ni crédito, ni imprenta, ni local propios, ni mercado publicitario. A las duras condiciones en las que apareció el primer número de La Jornada se agregó la animadversión del poder público, de las cúpulas empresariales y de las corporaciones sectoriales, por entonces todopoderosas.

Desde entonces, y a lo largo de nueve mil 375 ediciones, incluida la presente, este diario se ha consolidado como una opción informativa fundamental para comprender los acontecimientos y los fenómenos que tienen lugar en México, y como punto de referencia del país para los lectores del extranjero. La Jornada ha buscado cubrir la evolución política, económica y social que ha tenido lugar en ese tiempo sin rehuir el posicionamiento editorial pero sin contaminar la información, ha procurado presentar los acontecimientos con la contextualización y el análisis y, sobre todo, se ha mantenido fiel a la línea establecida desde su fundación, lo que significa, en última instancia, fidelidad a sus lectores y a la sociedad a la cual se debe.

La robusta y opresiva normalidad institucional que vivía México en 1984 se ha convertido, en 2010, en una delgada cáscara que amenaza con fracturarse en cualquier momento. Impulsada por los postulados neoliberales -máxima rentabilidad, supervivencia de los más fuertes, sustitución de la solidaridad por la competencia desenfrenada, transferencia masiva de propiedades y atribuciones de la autoridad pública a instancias privadas, depauperación programada del grueso de la población en beneficio de unos cuantos-, la barbarie avanza en forma perceptible en detrimento de la civilización y de la convivencia.

Ante semejante involución, los valores fundacionales de este diario no sólo no resultan desfasados sino que son más actuales y necesarios que nunca: pugnar por una información independiente de los poderes políticos y económicos; preconizar el respeto a la legalidad vigente -respeto al cual tendrían que atenerse, en primer lugar, las propias autoridades-; abogar por la restitución de los filones de soberanía perdidos -soberanía política y diplomática, energética, económica, monetaria, alimentaria y militar-; preservar los principios de separación de poderes, Estado laico, federalismo, municipio libre y certidumbre de los procesos electorales; demandar una política económica que no esté al servicio de las corporaciones financieras e industriales sino, en primer lugar, de los intereses y necesidades de la población; reclamar la observancia de los derechos humanos por las autoridades de todos los niveles y el combate a la impunidad; buscar la expansión, y no la contracción, de las garantías individuales y de los derechos colectivos; propugnar la protección de sectores desprotegidos, agraviados o minoritarios: asalariados y campesinos, mujeres, indígenas, minorías sexuales y religiosas.

En la perspectiva oficial, enunciar la realidad suele tomarse como pecado de enorme pesimismo. En la lógica de la línea editorial de La Jornada, en cambio, el reconocimiento y el recuento de las circunstancias adversas constituye un paso indispensable para salir de ellas, no para alentar la zozobra y la desesperanza. Este diario apostó desde un principio por la inteligencia, el civismo y el sentido crítico de sus lectoras y lectores; ha comprobado, a lo largo de 26 años, que tal cálculo era correcto, y se congratula de haber conformado, con base en la confianza mutua, un acuerdo de largo plazo que hoy refrenda y agradece.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/09/19/index.php?section=edito

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