El pasado 22 de enero se ha conmemorado en Bolivia el cuarto aniversario del Estado Plurinacional, así como el inicio del noveno año de gobierno del Presidente Evo Morales y el MAS. En estos ocho años de gobierno se ha construido un proyecto político desde y para las clases populares que durante el ciclo rebelde […]
El pasado 22 de enero se ha conmemorado en Bolivia el cuarto aniversario del Estado Plurinacional, así como el inicio del noveno año de gobierno del Presidente Evo Morales y el MAS.
En estos ocho años de gobierno se ha construido un proyecto político desde y para las clases populares que durante el ciclo rebelde 2000-2005 pasaron de la resistencia a la propuesta, y de la propuesta al gobierno.
Podemos caracterizar los primeros cuatro años de gobierno 2006-2009 como un segundo ciclo en que se paso del gobierno a la toma del poder, derrotando política, militar y electoralmente a la derecha racista que se atrevió a atacar la Asamblea Constituyente, quemar instituciones públicas en Santa Cruz o protagonizar atroces actos de racismo en Sucre; y consolidando las rupturas sociales, políticas y epistemológicas que de alguna manera cristalizaron en la nueva Constitución Política del Estado que dejaba atrás el Estado republicano para apostar por un modelo plurinacional.
Un tercer ciclo se acaba de cumplir con la celebración de los cuatro años de Estado Plurinacional 2010-2013 y la entrada en un año corto, de transición pero no menos importante, debido a la celebración de las elecciones presidenciales de octubre. Este ciclo de cuatro años podríamos calificarlo como el de la gestión, y en ese sentido hay que leer el discurso del Presidente Evo Morales ante la Asamblea Legislativa Plurinacional del 22 de enero.
Ampliación de la democracia y gestión
Junto a la gestión, estos cuatro años de Estado Plurinacional han sido los de la ampliación de la democracia. La democracia en Bolivia ha dejado de ser, como expresó el Vicepresidente Álvaro García Linera en su discurso el mismo 22 de enero, una democracia fosilizada; la democracia en Bolivia es ahora algo vivo. Frente a una derecha (y añadiría una nueva-vieja socialdemocracia) que ha pervertido el concepto de democracia, en Bolivia se están ampliando las fronteras de esa democracia. La acción colectiva, la gestión de lo común, la participación de los movimientos sociales en la toma de decisiones y elaboración de las leyes, la transparencia y el control social… en definitiva, en Bolivia se ha recuperado la política como bien común y los límites de la democracia están más allá de donde los colocó el liberalismo.
En Bolivia la democracia es algo más que ir a votar cada cuatro o cinco años, y también es algo más que la democratización de la gestión gubernamental, es la ampliación del campo de batalla que es el Estado con unas nuevas reglas de juego que surgen desde abajo y desde la izquierda. La democracia en Bolivia es algo más que el respeto a los Derechos Humanos, es la ampliación de los derechos colectivos. La democracia en Bolivia es en definitiva el gobierno del pueblo y para el pueblo.
Y para ese pueblo es que el Presidente Evo Morales, en un discurso complementario al del Vicepresidente, ofreció una serie de datos y cifras que demuestran con contundencia como el proceso avanza; como se democratiza la salud y educación ampliando el presupuesto y los ítems dedicados a estas áreas; como se da inicio a una segunda fase de la nacionalización de los hidrocarburos que es la de su industrialización, como el país se convierte, según la CEPAL de Naciones Unidas, en la tercera economía que más crece de América Latina (6’5% en 2013) a la vez que crece el peso del Estado en la economía, que ya suma el 35% del total; como el país se convierte en un referente internacional asumiendo la presidencia del G77+China, logrando una histórica readmisión en el en el seno de Convención Única de Naciones Unidas sobre Estupefacientes de 1961 de la ONU, en la que se acepta la reserva la reserva sobre el masticado y el uso medicinal de la hoja de la coca, logrando la aprobación en el plenario de la ONU el reconocimiento del Derecho al Agua Potable y el Saneamiento Básico como Derechos Humanos Esenciales o la Declaración del Día Internacional de la Madre Tierra además de la Declaración de 2013 como Año Internacional de la Quinua.
Pero incluso más allá de las cifras, datos y avances conseguidos, entre los meses de diciembre y enero se han dado una serie de acontecimientos que han hecho que se apuntale lo simbólico, que se recupere el sentimiento nacional de un pueblo acostumbrado a la derrota. La puesta en órbita del satélite boliviano fabricado en China Tupac Katari con el objetivo de democratizar las telecomunicaciones, especialmente en el medio rural, la presidencia junto con el anuncio de la celebración de la Cumbre por los 50 años del G77+China en Santa Cruz, o el paso del Rally Dakar por territorio boliviano, han recuperado un sentimiento nacional que agradece al Presidente Evo por haber posicionado a Bolivia como referente internacional. Si a lo anterior le sumamos el decreto del «doble aguinaldo» que recibirán todos los trabajadores del sector público y privado cada año que la economía boliviana (su Producto Interior Bruto) crezca por encima del 4’5%, se puede entender porque la popularidad de Evo Morales se sitúa en el 60%.
Horizonte 2014
Y mientras la intención de voto oficialista se sitúa en torno a ese 60%, la oposición boliviana ni está ni se la espera, encontrándose dividida entre tres candidatos/partidos que agrupan aproximadamente el 30% de los votos en contra del proceso de cambio; el Movimiento Sin Miedo de Juan del Granado (centro-izquierda), el Frente Amplio de Samuel Doria Medina (derecha neoliberal), empresario dueño de las franquicias de Burguer King y de la principal cementera del país y el Movimiento Demócrata Social del Gobernador de Santa Cruz Rubén Costas (derecha regionalista).
Es tal la hegemonía que ha construido el proceso de cambio, el sentido común de época, que toda la oposición se tiene que reivindicar de centro izquierda, izquierda no-doctrinaria o izquierda-democrática, pero ya nadie se reivindica ni de derecha ni defiende el neoliberalismo en Bolivia, mucho menos en época electoral.
Por lo tanto, con una oposición fraccionada y sin proyecto frente a un oficialismo que ha transformado la revolución política y descolonizadora en gestión que desmonta el neoliberalismo mejorando las condiciones de vida de las clases populares y recupera la nación para las y los bolivianos, el principal reto es seguir profundizando el proceso de cambio. Para eso será necesario reforzar el proyecto político, buscando un equilibrio entre procesos de formación y profundización política, y el inmediatismo de las políticas públicas; buscando un equilibrio entre mantener el apoyo electoral en el occidente del país, y expandirse al oriente buscando incluso una victoria electoral en Santa Cruz; buscando un equilibrio entre seguir incorporando a otros sectores para ampliar su base social y a la vez mantener la cohesión en el núcleo duro de los movimientos sociales y pueblos indígenas que han dado forma a este proceso. Si todos estos equilibrios se dan, es más que segura tanto la victoria electoral, como la radicalización del proceso.
En cualquier caso y precisamente por la debilidad de un proyecto de país de la oposición, hay que estar prevenidos ante un escenario de desestabilización para desgastar la figura del Presidente Evo Morales de cara a las elecciones de octubre, bien por la generación de conflictos, bien por la posibilidad una guerra económica siguiendo la metodología contrainsurgente aplicada en Venezuela.
Porque en Bolivia lo que se vive es una insurgencia emancipadora, que va tomando forma y nombrándose en el proyecto político del socialismo comunitario del Vivir Bien; un Vivir Bien que es como la utopía de Saramago, avanzas dos pasos y el horizonte se mueve otros diez más allá, un Vivir Bien que sirve por lo tanto para caminar, y seguir construyendo proyecto político.
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