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500 años de resistencia y circos oficiales

Fuentes: Rebelión

Con una pirámide de triplay escala del Templo Mayor, continuidad del mexican curious, se proyectó un Quetzalcoatl que serpentea como el mítico dragón chino, entre colores electrizantes y luces neón en una animación o videomapping característica de la sociedad del espectáculo carente de creatividad y como un deja vu de las cuentas de vidrio convertidas en halos de luz y muy acorde a la mediocridad de la Secretaría de Cultura. También, entre otras curiosidades de la edición digital, un collage de imágenes tomadas del muralismo mexicano –a 100 año de su nacimiento solo para eso sí le sirve el muralismo a la 4T–, para regodearse con un arte que en la práctica humillan y que los muralistas seguimos creando y construyendo por en encima de sus inútiles políticas culturales y para el engrandecimiento de nuestro pueblo y nuestra Patria.

Para finalizar con broche de oro el “emocionante” espectáculo en castellano, imágenes de rostros alegres y contentos de “indígenas” que son el “rostro y corazón de México”, de la resistencia, entre los que por supuesto nunca vimos a ninguno de los indígenas asesinados ni presos políticos ni perseguidos ni traicionados por el gobierno de la cuarta transformación ni por los gobiernos anteriores. Así es como se conmemoraron “500 años de resistencia indígena”. Un título que se sacó de la manga el gobierno para curarse en salud por los despojos actuales a los pueblos originarios con megaproyectos de muerte y reconfigurar la memoria histórica de la caída de Tenochtitlan. Ni Porfirio Díaz en aquel emblemático desfile por el Centenario de la Independencia de México, con indígenas disfrazados de indígenas ancestrales, cayó tan bajo.

La ceremonia oficial, sobria y austera consecuente con la ruta oficial, pero acéfala e incongruente, donde la ausencia de representantes de pueblos originarios en territorio mexicano, fue más que evidente y volvió a dejar claro que para este gobierno, siguen siendo objetos para utilizar en las parafernalias discursivas y morales sobre indígenas, y no sujetos de derecho en sus propios territorios ancestrales. Al igual que los gobiernos anteriores para la 4T, el indígena reconocido es el indígena muerto, el indígena vivo les sirve para alimentar discursos de “inclusión”, “reconocimiento”, “cultura”, “memoria” y utilizar a los pueblos para justificar políticas clientelares y neocolonialistas en su contra.

La controvertida reproducción a escala del Huey Teocalli (fea como ella sola) estuvo a cargo de la empresa Ocesa –el gobierno justifica que no hubo gasto oficial, que el gasto es de la empresa privada– una empresa monopólica dedicada al espectáculo en México señalada por explotación laboral y violaciones a derechos de autor y culturales entre otras cosas y que ahora resulta que tiene ¡privilegios fiscales! otorgados por el gobierno de la 4T. ¿Por qué motivo no se le ha pedido a la empresa de usureros, que a cambio de sus privilegios destine su dinero a las investigaciones y restauración del Templo Mayor? Ya que los millonarios recursos que se le han quitado a la cultura, la educación y la ciencia en este país, ahora están en manos de los militares y de la Guardia Nacional que acosan a los pueblos originarios y a la ciudadanía en este país.

La participación de Ocesa en una conmemoración de esta naturaleza vuelve a dejar en claro la incapacidad del gobierno mexicano en atender al arte y la cultura y sus comunidades artísticas y culturales, operando con una visión burguesa y neoliberal sobre la cultura del espectáculo como herramienta de control, cirquera y vulgar frente a la cultura como poder de transformación intrínseco a la naturaleza humana, los habitantes de este país y a todos los pueblos originarios y comunidades indígenas de este territorio que incluso trasgrede las fronteras geográficas. Se le olvida que también la resistencia es cultural y que esta vinculada al territorio. Y sí, tal cual, la conmemoración de los “500 años de resistencia indígena” en manos de un baluarte del capitalismo, con la venia del gobierno y claro, los grandes ausentes, los pueblos originarios.

Según el Coneval casi el 70% de la población indígena vive en la pobreza, además hay que sumarle la persecución, encarcelamiento, asesinato y desaparición forzada a los defensores de la tierra; acoso a las comunidades autónomas y no autónomas por parte de paramilitares, el ejército y ahora también por el capricho del presidente, el bodrio inútil y descerebrado de la Guardia Nacional.

No se puede dejar de mencionar el circo montado por cualquier cantidad de especialistas de la represión días previos al rededor del Zócalo y en el que una vez más es violentada la ciudadanía, con los cercos policiacos que ya son habituales ordenados por las huestes de Palacio Nacional para quienes el Zócalo de la Ciudad de México se ha convertido en su patio de eventos a discreción y no la plaza pública y democrática que hemos construido a lo largo de 500 años.

Si el Presidente de la República quiere conmemorar los 500 años de la resistencia indígena, que pregone con el ejemplo y detenga inmediatamente el despojo y la persecución a los pueblos originarios, el Tren Maya, las termoeléctricas, el Corredor Transístmico y los megaproyectos de muerte que son la continuidad del colonialismo orquestado también de su puño y letra y con acciones que contradicen sus discursos en Palacio Nacional y ahora también desde el Zócalo de Tenochtitlan a 500 años de lucha.