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63: El complot. Objetivos: JFK y Fidel.

Fuentes: La Jiribilla

El mayor mérito de este libro, y en ello reside su inconmensurable valor, estriba en atravesar el sendero irreversible que prueba las ligaduras entre el magnicidio de Dallas y los planes para asesinar a Fidel Castro, con la certeza de que legajos hoy secretos, aportarán algún día los elementos definitivos para la validación de esta tesis.

1963: EL COMPLOT

Una vez más asisto al privilegio de presentar una obra de Fabián Escalante. En esta ocasión, 1963: El complot. Objetivos: JFK y Fidel, título que da cierre a la trilogía La Guerra Secreta, la cual ha servido de cobertura al autor para develar interioridades en torno al proyecto de EE.UU. por quebrar el proceso revolucionario cubano desde su nacimiento.

De la referida serie deriva como inmanencia el enfrentamiento pertinaz entre el dominio imperial y la Nación que se le opone. Durante el período comprendido entre 1959 y 1963 (años abarcados en la trilogía) se manifestaron, en estrecho vínculo con el contexto de la Guerra Fría, las formas más agresivas, variadas, ampliadas y obsesivas de la embestida norteamericana contra la bisoña Revolución.

Por tanto, y como primera sugerencia en mi función de presentador, resulta pertinente una lectura de la serie, integrada además por «Operación Mangosta» y «Acción Ejecutiva», la que brinda de conjunto la magnitud de tales hechos que, por solo enunciarlos, refieren hitos como la Crisis de los Misiles y ofusques como los intentos de magnicidio contra el líder cubano Fidel Castro.

El tercer volumen, que nos convoca hoy acá, indaga en uno de los capítulos más drásticos de este proceso: el asesinato del presidente John Fitzgeral Kennedy.

Años después del crimen de Dallas, rondó la idea de la relación de los exiliados cubanos con el hecho. La copiosa información generada por el enfrentamiento de los Órganos de Seguridad cubanos a los planes de desestabilización, así como los resultados de investigaciones diversas sobre el asesinato de Kennedy, incluyendo de manera especial los referidos a la Comisión Warren; la Comisión Church y el Comité Selecto de la Cámara de Representantes de los EE.UU.; han permitido a Fabián Escalante desentrañar algunas incógnitas, organizar y cotejar algunas informaciones, para luego situar la visión sobre el hecho en derroteros inconclusos o no indagados con la rigurosidad que las evidencias sugieren.

LAS RAZONES

En la comparecencia televisiva de Fidel Castro, la noche del 23 de noviembre de 1963, para alertar sobre la campaña en la que se intentó inculpar a Cuba por la muerte de Kennedy, destacó, entre otras, dos ideas significativas. Por una parte, apuntó que dentro de los EE.UU. se estaba desarrollando una guerra sin cuartel entre la extrema derecha reaccionaria y los sectores más moderados; de lo cual se derivaba como interrogante, ¿quiénes fueron los beneficiarios de este asesinato?

«El Complot…» nos entrega un sugerente glosario de probables móviles y escudriña en ellos para dar basamento sólido a las tesis presentadas.

Por una parte, el fracaso de la Operación Mangosta, y el resultado de la Crisis de octubre auparon el descontento y sentimiento de frustración que produjo la derrota de Girón en el sector más radical del exilio cubano (distante del pragmatismo Kennedyano).

Vinculado a esto, el Presidente norteamericano orientó a principios de 1963 una nueva estrategia denominada de «doble vía», la que estableció dos líneas de acción: 1) incrementar el bloqueo político y económico y las acciones subversivas; 2) explorar las posibilidades de negociación con Cuba en el momento en que La Habana no tuviera más remedio que aceptar las condiciones que se le impusieran. Un componente esencial del plan era el distanciamiento de la URSS respecto a Cuba.

Esta posición fue asumida por los cubanos del exilio como elemento de una supuesta incapacidad de Kennedy para lidiar con la Isla. Por tanto, en el primer trimestre de 1963, las relaciones entre estos y el Ejecutivo norteamericano se hicieron antagónicas.

Por otro lado, el cierre de los casinos, el comienzo de un programa contra la corrupción, y la detención y expulsión del país de todos los representantes del Sindicato del Juego, puesto en práctica por las autoridades cubanas, fue un golpe sensible para la Mafia. Años después, durante los primeros seis meses de 1961, en los propios EE.UU., fueron condenados cientos mafiosos, y muchas organizaciones ilegales de juego fueron cerradas. Para importantes grupos de la Mafia Kennedy y Fidel eran estorbos obvios para su expansión.

En abril de 1962, Kennedy declaró que al pueblo americano le sería difícil aceptar la situación en la cual se encontraba un pequeñísimo grupo de directivos industriales del acero, cuyos deseos de beneficios y de poder privado excedían su sentido de responsabilidad pública. Sin duda, el gobierno de Kennedy se granjeó peligrosos y poderosos oponentes.

Siguiendo esta lógica, no fue casual entonces que los cubanos del exilio y la Mafia hicieran arreglos para asesinar al líder cubano. La Mafia anticipó millones de dólares, los que financiaban algunas de las acciones contra Cuba, a cambio de la recuperación de sus casinos cuando el gobierno cubano fuera removido.

De igual modo, con mediación de la CIA, el enorme operativo de subversión contra la Isla comenzó a proporcionar grandes dividendos desde el inicio. Los aviones que viajaban de EE.UU. a Centroamérica cargados con suministros para las acciones de desestabilización, regresaban cargados de las más diversas mercancías, descargaban en aeropuertos militares norteamericanos y luego eran comercializados por un trust integrado por oficiales de la CIA, miembros de la Mafia y exiliados cubanos. Lógicamente, cualquier fuerza que atentara contra este «arreglo» de facto sería un estorbo.

LOS HECHOS

Entre los meses de mayo y septiembre de 1963, se comenzó a gestar un complot de dimensiones internacionales que se apoyaba en tres ejes: asesinar a Fidel Castro, invadir a Cuba y eliminar «por todos los medios posibles» la política recién diseñada por la administración Kennedy hacia Cuba. Por primera vez, el exilio, la Mafia, y la CIA que los dirigía, se decidieron a actuar solos, independientes del gobierno, en pos de objetivos propios.

Con estos fines se urdió la Operación AM/LASH; probablemente, como nos describe el autor, el complot más elaborado hasta entonces por la CIA contra la Revolución. Se trataba de combinar el asesinato de Fidel Castro con un golpe interno provocado por disidentes dentro del Ejército Rebelde y las filas revolucionarias. Posteriormente, al proyecto se le añadió una invasión de exiliados que tomarían una cabeza de playa y pedirían el apoyo de las tropas norteamericanas. Esta operación estaba vigente en el momento del magnicidio de Dallas, y se pretendió que la muerte de Fidel Castro fuera una consecuencia de este. Por su significación, en el texto se le dedica especial atención a esta Operación.

Desde el momento mismo del asesinato de Kennedy, las hipótesis de Oswald como el asesino solitario y la implicación de Fidel Castro, como venganza a los planes homicidas contra él, fueron los hilos enredados en la madeja que oculta el rostro de los verdaderos responsables.

La principal conclusión a la que llega el autor explica que Oswald tenía asignado un lugar fundamental en el complot, relacionado con inculpar a Cuba en el crimen.

El intento de involucrar a Cuba estuvo concebido para varias etapas, abarcando países como EE.UU., México y Cuba; respecto a las cuales Escalante realiza una minuciosa descripción, desarmando cualquier duda sobre las tesis sustentadas. Dichas etapas incluían:

1) Dotar a Oswald de antecedentes como simpatizante de la Revolución cubana;

2) evidenciar que Oswald era un enemigo acérrimo de Kennedy;

3) involucrar a Oswald con la Embajada Cubana en México;

4) lograr que Oswald viajara a La Habana;

5) documentar las relaciones de Oswald con los servicios de inteligencia cubanos;

6) utilizar esos elementos para intoxicar a la opinión pública, con la utilización de los medios masivos de información, y con el fin de demostrar la implicación de Cuba en el magnicidio.

LOS IMPLICADOS

«1963: el complot…..» nos brinda un pormenorizado cúmulo de evidencias que conducen al lector a las conclusiones antes enunciadas. El texto resulta un escrupuloso ejercicio de desentrañar dudas y deshabilitar falsedades.

Las implicaciones directas del exilio cubano, la CIA y la Mafia, en el magnicidio se revelan en los nombres de: Eladio del Valle Gutiérrez; Sandalio Herminio Díaz García, Carlos Veciana Blanch, Manuel Oscarberro, Fermín Goicochea Sánchez, Manuel Salvat Roque, Carlos José Bringuier Expósito, Víctor Hernández Espinosa, y Sergio Arcacha Smith; respecto a estos hombres el autor presenta sustanciales puntos de contacto con los sucesos del 22 de noviembre de 1963 y un glosario de sus trayectorias contrarias al proceso de la Isla y de relación tanto con la CIA como con grupos mafiosos.

A los anteriores nombres se añaden, como el principal sospechoso de la CIA a Richard Helms, así como a cuatro de los jefes más importantes de la mafia Norteamérica: Santo Traficante Jr., Jimmy Hoffa, Carlos Marcello y Sam Giancana. Escalante recurre a un sugerente pasaje del libro «Fuegos cruzados», escrito por el hermano y el hijo de Giancana, que abre el abanico de las conjeturas, a la vez que valida algunas de las hipótesis propuestas por él.

Según opinión del autor, la CIA no ha estado ajena a la publicación de materiales, artículos y entrevistas que han pretendido inundar de pistas falsas las investigaciones relacionadas con el crimen de Dallas.

En el texto que hoy ponemos a disposición de todos ustedes, se examinan las circunstancias del asesinato de modo lúcido y objetivo; y sin más pretensión que avanzar en el desgaje del complicado amasijo de tergiversaciones y falsas señas tejidas alrededor de la verdad. Por tanto, ― como se encarga de destacar el autor en la introducción ― no es su pretensión revelar los rincones ocultos del complot, sino narrar los elementos conocidos, los análisis realizados y brindar elementos que quizás otros, con más posibilidades, puedan utilizar para orientarse en el laberinto que a propósito han creado los asesinos.

El mayor mérito de estas páginas, y en ello reside su inconmensurable valor, estriba en atravesar el sendero irreversible que prueba las ligaduras entre el magnicidio de Dallas y los planes para asesinar a Fidel Castro, con la certeza de que legajos hoy secretos, aportarán algún día los elementos definitivos para la validación de esta tesis.