No sé si es algo casual pero en los últimos años la poesía que más me emociona, la que más me interesa, la que me resulta más original y en la que encuentro más fuerza lírica, en definitiva, la poesía que más me gusta, es la poesía escrita por mujeres. De esta manera, poetas como […]
No sé si es algo casual pero en los últimos años la poesía que más me emociona, la que más me interesa, la que me resulta más original y en la que encuentro más fuerza lírica, en definitiva, la poesía que más me gusta, es la poesía escrita por mujeres. De esta manera, poetas como Begoña Abad, Isabel Bono, Ana Pérez Cañamares, Eva Vaz, Isabel Pérez Montalbán, Carmen Maroto, Mari Ángeles Pérez López, Patricia Olascoaga, Silvia Delgado, Monserrat Villar o Sagrario Manrique, por citar sólo a algunas de ellas -la lista, como ya podéis imaginar, es mucho más amplia- se han convertido para mí en lecturas de referencia, con las que disfruto como no me ocurre con casi ningún poeta masculino. Desde hace unos años, la poesía escrita por mujeres en este país goza de una salud envidiable tanto cuantitativa como cualitativamente. Hay tantas y tan extraordinarias poetas, con unas poéticas tan ricas y variadas, que es difícil no sucumbir ante ellas.
Y entre todas estas poetas de primerísima calidad que están escribiendo aquí y ahora, hay una que me parece extraordinaria. Me estoy refiriendo a Berta Piñán, una poeta cuya poesía, en palabras del crítico literario José Luis García Martín, «canta y cuenta, celebra y denuncia.»
Berta Piñán es una poeta asturiana, nacida en la localidad de Cañu, en 1963, aunque por motivos profesionales -se gana la vida como profesora en un instituto de educación secundaria- en la actualidad reside en Madrid. Además de poesía, Berta Piñán ha cultivado otros géneros literarios, como el relato corto, la literatura infantil, el ensayo y la traducción poética, pero eso es materia para otro análisis. Nos centraremos en este artículo en su obra poética.
No deja de ser una paradoja -una más de las muchas que ofrece la literatura- que, la que para mí es, a día de hoy, la mejor poeta española contemporánea, no escriba en castellano. Porque, amigas y amigos, aún no lo hemos dicho, pero resulta que Berta Piñán escribe en asturiano. Y luego ella misma se encarga de traducir sus poemas al castellano. La propia poeta es consciente de que su opción a la hora de elegir idioma como vehículo para sus versos no es la más fácil, pero al mismo tiempo, no es ajena al privilegio que supone «formar parte de la magia común de construir una literatura propia». De esta manera, Berta nos dice:
Escribo en asturianu, una lengua fracturada por una realidad hostil pero que sobrevive como vehículo de una subjetividad colectiva que quizás tiene su máxima expresión en una literatura moderna y rica que busca su propia identidad en un mundo complejo y cambiante.
Hace unas semanas, Berta Piñán publicó su nuevo libro, titulado Trozos (en castellano; Cachos, en asturiano) una antología preparada por ella misma, en la que lleva a cabo un recorrido por sus más de treinta y dos años dedicados a la poesía y por sus cinco poemarios publicados hasta la fecha, más algunos poemas inéditos que formarán parte de su próxima obra y que nos avisan de la dirección que va a tomar la poesía de esta interesantísima autora en un futuro no muy lejano. Trozos ha sido publicada por la editorial Saltadera en su colección «oscuro dominio», y lleva un magnífico prólogo de la que probablemente sea la persona que más y mejor conoce la poesía femenina de este país, Noni Benegas, antóloga de esa magistral obra canónica titulada Ellas tienen la palabra, que publicara Hiperión a finales de la década de los noventa.
Berta Piñán es una autora a la que podríamos calificar de «contenida» en cuanto a su producción poética. Como decimos, hasta la fecha, la poeta asturiana ha publicado cinco poemarios, en algo más de dos décadas, dedicada a la poesía: Al abellu les besties (Al abrigo de las bestias) (1986), Vida privada( 1991), Temporada de pesca (1998), Un mes (2002) y El daño (2010).
Al abellu les besties (Al abrigo de las bestias) fue el primer libro de Piñán, publicado en 1986. Esta obra se había alzado con el primer Premio de Poesía de la Academia de la Lengua Asturiana un año antes. Un libro donde, como señala Álvaro Ruíz de la Peña, «Eliot, Andrade, Pessoa y la escritura pop se reorganizan en la poesía de Berta Piñán, que aporta a la literatura más reciente el eco personal de un erotismo raramente sosegado, matizadamente reflexivo.» Un libro en el que ya se atisbaba que, entre aquellos versos de iniciación, había una gran poeta en ciernes. Entre sus poemas de, referencias a la Grecia clásica, a la época medieval, pero también al mundo del jazz o a la novela negra, que lo entronca con el momento histórico en el que fue escrito.
Habría que esperar cinco años, hasta la publicación del segundo poemario, Vida privada, un libro con el que gana el premio Teodoro Cuesta, un premio que goza de un gran prestigio en Asturias. En estos cinco años, evidentemente, la autora ya no es la misma y su obra ha sufrido una profunda metamorfosis, que afecta sobre todo al lenguaje utilizado, que se vuelve más coloquial, más accesible, menos frondoso, y en el que lo cotidiano, juega un papel predominante, aunque siempre, como ella misma señalaba en una entrevista, «desde una simbología propia.» Los nuevos poemas abandonan la línea surrealista que predominaba en el libro anterior, y también se queda por el camino el gusto primigenio por la metáfora. Al mismo tiempo, como el propio título del libro indica, la vida privada de la autora cobra auge. En muchos de los poemas de este segundo libro, la propia autora se erige en sujeto y objeto, en muchos de estos poemas está la propia autora, aunque siempre de una manera sutil.
En 1998 se publica Temporada de pesca, un libro cuyos poemas giran, casi todos, en torno a uno de los temas eternos de la poesía, y uno de los favoritos de la autora: el paso del tiempo. Poemas como «In Memoriam», «Dos garzas», «Matanza» o el que da título al libro, recorren esta senda, y la nostalgia, la añoranza, la melancolía por lo que fue y ha dejado de ser -el amor, la amistad, el mundo rural de la infancia, la familia, las viejas amistades- se extiende imparable por todo el libro.
El nuevo siglo trae la publicación de Un mes (2002), un poemario que perfectamente podría haberse titulado Anatomía del dolor, como dos de sus poemas, pues exactamente eso es: una radiografía certera de los distintos tipos de dolor que atenazan al ser humano contemporáneo. En estos nuevos poemas hay un salto cualitativo muy, muy importante. Junto a los temas ya habituales en la poesía de Berta Piñán del paso del tiempo, el amor, o la perdida, ahora, la autora introduce los temas sociales, y lo hace abiertamente, sin rodeos, sin anestesia, como se puede observar en tres poemas soberbios, probablemente de lo mejor que se ha escrito en este país en lo que llevamos de siglo: «Playa de tarifa, Cádiz», «Senegalesa» y «Lección de gramática». El dolor de la inmigración multiplicado exponencialmente cuando se trata de mujeres no deja indiferente a la poeta. En este libro, aparecen algunos poemas en prosa, más cercanos al micro-relato que al poema entendido a la manera tradicional. Mención aparte merece esa joyita, breve e intensa, que es «Cerezas», un poema donde los ecos de Emily Dickinson resuenan con claridad. Un poema que justifica una carrera entera.
En el año 2010 se publica en edición bilingüe El daño / La mancadura, un libro que toma su título prestado de una canción del cantautor canadiense Neil Young escrita a principios de la década de los setenta, «The Needle and The Damage Done» («La aguja y el daño hecho»), en la que se hablaba de la muerte de varios amigos por consumo de heroína, entre ellos el guitarrista de su banda, Danny Whitten.
En los ocho años transcurridos entre la edición de Un mes y este nuevo poemario la poeta asturiana ha profundizado en las obras de importantes escritoras femeninas contemporáneas, sobre todo de aquellas que escriben en lengua inglesa, como Linda Pastan -el libro se abre con unos versos suyos- Tess Gallagher, Adrienne Rich, Margaret Atwood, Anne Sexton, Margaret Randall y otras. De la lectura detallada de la poesía escrita por estas y otras poetas, Berta Piñán concluye que «la biografía más común puede convertirse en materia poética.»
De esta manera, muchos de los poemas de El daño tienen como eje central la vida de la propia autora o la de personas cercanas a ella, como su padre, su madre, abuelos, amigas de la infancia, etc. Como señala José Luis Regojo, «gran parte de los poemas de este libro están sacados de historias familiares, reconstruidas, mezcladas y reinventadas desde la memoria poética. También los nombres y los paisajes que los acompañan hacen referencia a una Asturias rural con una historia, lengua y cultura propias.» Esto es fácilmente rastreable en poemas como «Naranjas», «Heridas», «Cuestión de números» y algunos más.
A grandes rasgos no es exagerado afirmar que El daño es un libro triste, pero no con una tristeza desagradable y dolorosa, de esa que es mejor mantener bien lejos. La tristeza que subyace en estos poemas deja al final un regusto en la boca como de niñez lejana, y te hace pensar en quién eres y porqué eres de una manera determinada.
Hay en este libro unos cuantos poemas memorables, de esos a los que el lector vuelve una y otra vez y cada lectura sorprende como la primera vez. Eso ocurre por ejemplo con el titulado «Genealogía», un poema-homenaje en el que Berta Piñán recorre la historia de la literatura femenina, reivindicando a todas esas grandes poetas con las que ella ha aprendido y ha disfrutado.
Y de esta manera llegamos hasta la publicación de Trozos, la nueva antología, en la que se hace un recorrido certero por toda la obra de la autora y anticipa algunos poemas de su próximo libro.
Me gustaría terminar este artículo con las palabras de la propia Berta. Preguntada en una entrevista para qué sirve la poesía, la poeta asturiana no dudó en responder:
Yo creo que ye l´actividá intelectual más satisfactoria qu´esiste. La llectura, la lliteratura, permítenos agrandar el mundu que nos arrodia, ponenos nel llugar del «otru», comprender el tiempu que nos toca vivir. En definitiva, dir más p´allá de la nuestra siempre- e inevitablemente- limitada esistencia.
Decía T. S. Eliot que el gran objetivo de un poema es que los lectores usen las palabras del poeta para explicarse su propia existencia, para apropiarse de algo que ya, de antemano, les pertenecía. Eso es algo que, como lector, me ha ocurrido muchas veces con los poemas de esta poeta. Así que Berta Piñán puede sentirse más que satisfecha, pues ha conseguido el objetivo que marcaba el autor de La tierra baldía con creces. Y eso no está nada mal.
Fuente: http://lagigantadigital.es/berta-pinan-ampliando-los-limites-del-mundo/