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Homenaje al escritor y militante “Paco” Urondo, asesinado hace 39 años

«Paco fue un gran jefe que eligió morir para que nosotras nos salváramos»

Fuentes: Rebelión

M.H.: Estamos en comunicación con Renée Ahualli, la Turca, quien compartió con Paco Urondo sus últimos momentos de vida en Mendoza, cuando fuera asesinado el 17 de junio de 1976. Te pido que revivas ese momento para nuestros oyentes. R.A.: A pesar de los años me cuesta bastante recordar ese momento. Fue una cita de […]

M.H.: Estamos en comunicación con Renée Ahualli, la Turca, quien compartió con Paco Urondo sus últimos momentos de vida en Mendoza, cuando fuera asesinado el 17 de junio de 1976. Te pido que revivas ese momento para nuestros oyentes.

R.A.: A pesar de los años me cuesta bastante recordar ese momento. Fue una cita de control que hacíamos para ver si necesitábamos algo, si estábamos bien, si había alguna novedad en la célula a la que pertenecíamos. Él era el responsable de Mendoza y yo llegué a la cita a las 18 en punto y un auto que yo no conocía se paró en la esquina, era Paco, venía con su esposa y su beba de 11 meses. Me dijo que no le gustaba lo que estaba viendo en la cita, y me pidió que como yo conocía más la zona me fijara, porque él hacía solo dos o tres semanas que había llegado a Mendoza.

El error fue volver a pasar por donde él aparentemente ya había pasado dos veces según lo que dice el parte policial que vi posteriormente. O sea que pasó tres veces por el mismo lugar. Apenas entramos en la cita me di cuenta de que había personas disfrazadas, producidas para parecer vecinos, gente barriendo la vereda, parejas y además vi un auto que era nuestro y que la cana se había apoderado, ahí sin duda le dije «está cantada, rajá». Así nos empezaron a seguir los del auto rojo y empezaron a tirar, yo estaba sin arma, Paco me pasó una pistola y él con un revólver tiraba sobre la mano del volante, así que yo tuve que tirar con la izquierda, cosa que nunca había hecho, pero las circunstancias no permitían otra cosa, aunque el cargador se terminó enseguida.

No pudimos zafar, seguimos dando vueltas hasta que Paco choca contra una camioneta rastrojera que quedó en medio de la calle. Nosotros seguimos, pensé que habíamos zafado pero los tipos seguían atrás nuestro y ahí fue donde Paco nos puenteó. Ahora, después de tantos años, sé que no se había tomado la pastilla, en ese momento preguntó si alguien estaba herido, yo le dije que sí, porque había sentido un impacto en mi pierna.

A pesar de saber que yo estaba herida cuando paró el auto dijo «me tomé la pastilla, me siento mal, bájense y váyanse». Alicia salió con la nena por la puerta de adelante, yo por la de atrás, me fui por la calle perpendicular a la que veníamos, no supe por dónde escapó Alicia. Conseguí que me ayudaran, una persona me ayudó a trepar por una tapia hacia una vecindad donde no había casas, de ahí caminé tres cuadras hasta una parada de trolebús que era el único medio de transporte que había en ese lugar para salir de la zona.

M.H.: Aclaremos que «la pastilla» a la que hace mención la Turca es la pastilla de cianuro que portaban en aquel momento los oficiales montoneros para no caer vivos y tener que soportar la tortura y la posibilidad de dar algún dato que comprometiera a la organización. Siempre se planteó que Paco Urondo, en el momento de ser abatido, había tomado la pastilla de cianuro y vos después pudiste comprobar lo contrario, por la autopsia que se conoció en el juicio de sus asesinos.

R.A.: Ahí está la reivindicación al gran jefe que fue Paco, porque él sabiendo que yo estaba herida me podría haber hecho quedar y aguantar, pero decidió quedarse él y que nosotras nos fuéramos, eso le da un plus más como ser humano y compañero. Esa es la verdadera historia que se va aclarando a través de los juicios, que costó años de armar rompecabezas, finalmente nos damos cuenta de que no estábamos tan errados.

Los militares mataron a toda una generación de intelectuales y creadores de la época

M.H.: Un testimonio de gran valor, Turca. Un pequeño corte y seguimos recordando a Paco Urondo en «Ciudad Cultural» porque no solo fue un gran jefe político sino también un grande de la literatura nacional.

Héctor Freire (HF): De la literatura y del cine también, según consta en un libro que se editó hace tiempo que se llama «La razón ardiente», donde se recopila la obra de autores víctimas de la dictadura militar del ´76 al ´83, es una edición bilingüe, mucho más leída en inglés que en castellano y quien escribe y hace la antología es Mario Goloboff.

M.H.: Mario Goloboff que es uno de los biógrafos de Cortázar.

H.F.: Sí, y ahora milita con Carta Abierta y escribe en Página 12 . Lo interesante de este libro es la recopilación de muchos autores, no están todos, por ejemplo falta Tilo Wenner.

M.H.: A quien secuestraron en Escobar y el responsable fue el ex comisario Patti.

H.F.: Los que sí están son: Miguel Angel Bustos, Roberto Carri, Haroldo Conti, Hector Germán Oesterheld, Roberto Santoro y Francisco Urondo. La obra completa de poemas de Paco Urondo está editada por Adriana Hidalgo, directora de una editorial muy importante del mismo nombre.

Algunos datos interesantes de Paco Urondo son que fue Director general de cultura de la provincia de Santa Fe, durante el gobierno de Silvestre Begnis, en 1958. Otro dato es que en 1973 fue Director de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, un hombre muy formado. Es muy interesante su obra como guionista de cine, de televisión, por ejemplo, fue guionista de Rodolfo Kuhn, un gran director de cine que hizo «Señor Galíndez» y «Los jóvenes viejos». Trabajó para muchas revistas importantes, como Tía Vicenta (de humor político) y también para la nueva ola del cine argentino en la década del ´60, fue el guionista de «Pajarito Gómez. Una vida feliz», una parodia de Palito Ortega y del fenómeno comercial del Club del Clan, lo escribió junto a Carlos del Peral, conocido como Landrú.

Urondo pertenecía a la vanguardia de la literatura y del cine argentino de la época. Como me dijo el actor Daniel Ritto la última vez que vino a este programa: «si hubiera vivido en Estados Unidos no lo mataban, los yanquis no son tan animales», o sea, mataron a toda una generación de intelectuales y creadores de la época: Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo, Oesterheld, Bustos, Santoro, Gleyzer.

Otra cosa importante es que adaptó obras literarias para la televisión argentina, hubo una época en la que en la TV había películas y series que valían la pena, esas que ahora uno de casualidad a veces encuentra en Canal Encuentro. Una de sus adaptaciones fue para el llamado «El clan Stivel».

Paco Urondo estuvo casado con la que fue la esposa de Stivel, una gran actriz que terminó en Estados Unidos, que se llamaba Zulema Katz.

También adaptó «Rojo y Negro» y «Madame Bovary» de Stendhal, y a José María Eça de Queirós.

Estaba muy relacionado al mundo del cine y la televisión. Yo lo incluí en la antología que hice de cine y poesía argentina. Adoraba el cine negro norteamericano, el western, por ejemplo, tiene un poema que le dedica a John Wayne y se llama «Saludo a John Wayne» que está en su libro que lleva el nombre de «Todos los poemas» del año ´72. En 1967 escribe «Del otro lado», su otro gran libro donde también le dedica poemas a los desesperados que van al cine para evitar la terrible realidad cotidiana.

SALUDO A JOHN WAYNE

Gordo y pesado, viene saltando entre pistoletazos, el
Último cowboy, como si fuera el vientre de pólvora
Del último tranvía. Caramba, señores vaqueros,
Jineteando y mascando coca,
Al parecer, ha corrido mucho agua estrepitosa bajo
El Winchester, ha pasado
El tiempo, Hopalong Cassidy; hacías de muchacho, pero
No de Bueno, porque eras Ladrón y nos ponías
Un poco nerviosillos cuando caías para morir como
Cualquier Malo que se precie; y operábamos
Torpemente / al revés / la manijita del proyector y
Volvías a levantarte de atrás para adelante: aleluya
Hopalong Cassidy, milagrosamente
Incorporado para desafiar al tiempo que, parece
Mentira, cómo ha pasado de rápido, deteriorando
Sus itacas, convirtiendo a sus valientes en dipsómanos
Barrigones, padres
Incestuosos de jovencitas intrépidas, sin mujeres cuákeras
Siquiera, con
Un pasado de relativo interés, más bien embretados / oh
Viejos
Buscadores de catangas de oro calibre
44 como otrora /en argumentos chistosos, que ya no
Pueden brindar mayores caballos de plata, esperanzas
Al fuego o satisfacciones enmascaradas solitarias. Sioux y
Heroínas
Que ya no sirven porque los tiempos han
Cambiado, ‘Mamita mía’, y las cabelleras ensangrentadas
Y los actos
Se han puesto mañeros como charros y desiertos de tuna
Que bostezan abriendo el paso, todavía, al tren
Correo, diligencias inútiles, achacosas
Manos rápidas en las cartucheras de cuero crudo,
Como las costuras de Dios, que es el aderezo,
Amigo, de vidas y también
De aquellas desgastadas por
El galope corto y el latido perdurable, amén.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.