«Es una coyuntura que abre la oportunidad de cambiar el país. A un año, Ayotzinapa es factor de unidad, porque puede ser un punto de no retorno, porque ha ido allí adonde no han ido otros, ha dicho lo que no han dicho otros. O sea, luchar por los desaparecidos es luchar por una transformación». […]
Significado y trascendencia de los hechos criminales
«Han desnudado la realidad del país» (antropólogo Abel Barrera)
Los brutales y sanguinarios sucesos contra los estudiantes normalistas de Ayotzinapa la noche/madrugada de 26/27 de septiembre de 2014 en la ciudad de Iguala, Guerrero, no solo son una tragedia o una atrocidad más perpetrada por las fuerzas represoras públicas y oscuras del Estado mexicano capitalista, son y representan una fortísima conmoción política y un sacudimiento de las conciencias, a nivel político, moral y emocional para todos los pobladores excluidos de México, y especialmente para los sectores populares que luchan en la resistencia y tratan de ser o convertirse en antisistémicos y/o antagónicos.
Revelaron y pusieron en evidencia atroz, el actuar no sólo de un Estado-gobierno ultra neoliberal, cínico y corrupto, sino la grave situación económica-política-social de una nación-pueblo, agobiados por los saqueos, la inseguridad, el narcotráfico, la criminalidad, la semiesclavitud, la pobreza, la precariedad, el sistema de partidos, los fraudes, la simulaciones, la clase política, la oligarquía, las instituciones podridas. En fin, la necropolítica (Arizmendi dixit, 2015) exudada por todos los poros del poder, desde el presidente en turno hasta las autoridades municipales, incluyendo el sistema judicial, el ejército, la marina y las policías de todo nivel. Además, como han demostrado con mayor crudeza y fuerza la actuación de autoridades durante los últimos años y, especialmente evidentes en los últimos 12 meses, el contubernio entre autoridades, intereses capitalistas (nacionales y trasnacionales, legales e ilegales) y grupos delincuenciales de todo tipo se ha convertido en sistémica. «Son lo mismo», se ha dicho en vox populi.
Por ello, con la masacre de Iguala y lo acontecido en los últimos 365 días desde el 26/27 de septiembre, hay un claro y decisivo antes y después, que marca indeleblemente la historia reciente de México; pues como se dijo, las repercusiones y los efectos en lo sociopolítico y en lo ideológico-moral conectado con lo demostrado con las movilizaciones, las protestas y la férrea persistencia de los familiares y normalistas (sus aliados y solidarios) son lo suficientemente contundentes para reconocer que no se trata de cualquier tipo de acontecimiento o sólo de una raya más del tigre narco-neoliberal, sino que, en sus profundidades y su contenidos se trata de acontecimientos topes, límites a los que ha llegado la necropolítica en su agravio al pueblo-nación, pues junto con Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato, significan y anudan ese vuelco a la coyuntura y a una naciente nueva ventana política y social.
Lo que cabe resaltar y que sigue vigente desde dichos acontecimientos de hace 12 meses, es que reiniciaron una nueva oleada de protestas, exigencias, movilizaciones, rebeldías y develaciones, que obligaron y han obligado a todas las organizaciones, movimientos, fuerzas y personas que participan en la política nacional (e inclusive mundial) a definirse desde un posicionamiento, desde una actuación, desde una decisión, o desde la indiferencia, la complicidad, la apatía o la incredulidad. Y como hemos dicho se trata de un parteaguas o, como ha dicho Adolfo Gilly [1] , de un rayo histórico del pasado reciente, que relampaguea en el presente y que marca lo que viene de resistencia y de antisistema masiva en el México de los próximos años. No sólo porque la masacre de Iguala-Ayotzinapa fue un crimen del Estado burgués mexicano, sino porque es un paradigma que condensa los crímenes y la atrocidades, las violencias y las explotaciones del régimen y del sistema capitalista mexicano y por tanto mundial.
Concepciones y caracterizaciones críticas de la economía política del Estado mexicano burgués y la sociedad en la coyuntura o «fase actual»
El Estado mexicano burgués responde y se inserta a una lógica capitalista mundial imperante, cumple un papel y se ajusta en esa lógica de acumulación y reproducción de capital como formación económico-social específica en la situación llamada «neoliberal».
a) El capitalismo planetario para resolver sus crisis profundamente decadentes y degradadoras, utiliza mecanismos sumamente violentos y destructivos para tratar de garantizar sus ganancias y detener sus caídas, hace violentas y dañinas todas las fuerzas productivas (tecnológicas, naturales y procreativas) y las relaciones humanas actuales. La llamada acumulación por despojo o desposesión no es novedosa de suyo, sólo es un redoblamiento de ella y se expresa más dramáticamente en las geografías, naciones y comunidades más sometidas por el imperialismo y más dependientes y vulnerables (precarizadas). Así las formaciones socio-económico-culturales latinoamericanas forman parte de esas naciones y regiones, algunas de ellas (Bolivia, Venezuela, Ecuador, Cuba, Brasil, Paraguay y Argentina [2] ) han puesto algunos diques y han resistido de la mejor manera que han podido a estos avasallamientos y estas dinámicas de la economía política del capitalismo mundial global (industriales, bio-ciber-tecnológicas, financieras, de mercados, militares y de espionajes, geopolíticas, geo-médicas, geoculturales, diplomáticas, etc. [3] ).
México participa dominado por el imperialismo yanqui, es decir, como Estado nacional fuertemente subordinado, por eso es que hay autores que lo denominan como un semiestado, pues no muestra signos o elementos mínimos de resistencia u oposición; así pues, no ha hecho valer, su soberanía ni su nacionalismo con su «neoliberalización» desde 1982. Por el contrario, se ha caracterizado por engendrar una dictadura neoliberal o un neoliberalismo cínico y extremo, que ha destruido la industria nacional y el mercado interno, ha mantenido una ofensiva de sometimiento hacia los trabajadores, sus condiciones de vida y sus conquistas, ha privatizado de manera extenuante, lo que ha permitido toda clase de saqueos con sus políticas entreguistas, narcopolíticas y necropolíticas. Ha utilizado todos sus aparatos de poder, oficial y fáctico, para dominar y controlar las contradicciones y oposiciones de su bloque de poder y las que hacen a la nación-pueblo con el fin de permitir y dar viabilidad macro regional-nacional-local a esas dinámicas del capitalismo imperialista mundial.
b) El debate teórico-político en torno a cómo caracterizar o categorizar al Estado mexicano en la «fase» o coyuntura actual, Luis Arizmendi (2014) lo denomina «capitalismo necropolítico» (y que según este autor deriva de otras dos: «cínico» entre 1982 y 1988 y «criminal o narcopolítico», entre 1988 y 2006), y, en general, el debate que se abrió desde 1982 aproximadamente, ha sido en los últimos 30 años amplio, controversial y hasta confuso, pues se han involucrado posturas y enfoques tanto de derecha, centro-izquierda, izquierda y ultraizquierda; en suma, todo el espectro político, y por cierto no sólo nacional. Cabe aclarar que el meollo del debate ha sido responder a la pregunta, del tipo de Estado que se constituyó y se impuso a partir de la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia de la República Mexicana; las respuestas también han llevado a referirse necesariamente al tipo de régimen político, a las formas de gobernar y de gobierno, a las políticas y procesos implementados y desplegados, a sus basamentos económicos y a sus vínculos internacionales, etc.
Ejemplos al respecto: la discusión sobre el cambio de régimen, con el fin de los gobiernos emanados de la posrevolución mexicana, la inserción de un presidencialismo tecnocrático y ya no caudillista, la ofensiva de las políticas neoliberales y la implementación de una asistencia social de «baja intensidad» como pseudoremedio a la pobreza y extrema pobreza. Asimismo, la llamada «transición democrática» con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) al Gobierno del Estado mexicano que no fue más que una alternancia cosmética; también la polémica sobre el «Estado fallido», «Estado faltante», el «achicamiento del Estado» o el «Semiestado». Igualmente, el manejo del concepto de «desvío de poder» para subrayar el incumplimiento estructural de las funciones «clásicas» del Estado como «mediador» entre las clases antagónicas y entre las clases y fracciones dominantes y/o bloque dominante, lo que tiene que ver con otro debate central: el del papel que cumple lo hegemónico, la ideología y los consensos, los controles tecno-mediáticos, electorales, de cooptación, corporativos y clientelares etc., sobre las masas y no sólo los aspectos coercitivos y represivos, etcétera.
c) Los análisis de las diferentes dimensiones coadyuvantes y concomitantes, de las manifestaciones estructurales del poder político estatal y gubernamental, también son muy importantes en tanto que son dialécticamente causas y efectos de la nueva época abierta con la llamada «dictadura neoliberal». Destaca la cuestión de la violencia y de las violencias en plural (Adame, 2013b), dimensión estructural incorporada en todos los poros de la sociedad capitalista, tanto en sus procesos de acumulación, como en todo los niveles de la reproducción sociocultural (Adame, 2013b); y que en México, y otros países latinoamericanos (como Colombia) se ha generalizado, atrozmente comandada por las fuerzas capitalistas, estatales-gubernamentales, paraestatales y semiclandestinas-clandestinas. Nos referimos principalmente a las guerras de baja intensidad contra los rebeldes y/u opositores (matanzas, desapariciones, encarcelamientos, etc.), al terrorismo y al terror que causan intencionadamente, a la presencia de militares y policías de los territorios del país, al uso de la represiones masivas y selectivas, a la propia existencia organizada y armada de las bandas de criminales, narcos, traficantes, golpeadores, secuestradores, etcétera. Además de todas las expresiones y formas de manifestarse en la vida cotidiana y en las relaciones intersubjetivas, la violencia (violencia de género, violencia simbólica, acosos e intimidaciones, etc.).
Aunada a la violencia como un reflejo matizado de ella, está la corrupción, también estructural al sistema y particularmente al Estado-nación mexicano en todos los niveles y venas de las instituciones gubernamentales (robos, desvíos dinerarios, redes de complicidades, ocultamientos, sobornos, compra y venta de servicios y lealtades, lazos entre poderes institucionales y fácticos: funcionarios, oficiales, traficantes, empresarios y comerciantes, etc.), pero también extendida a otros espacios de la reproducción y de las esferas socioculturales como áreas de trabajo, unidades domésticas, espectáculos y diversiones/entretenimiento.
Otra esfera vinculada a las dos anteriores, lastimosa y temeraria a nivel mundial y especialmente en México, es la de las desigualdades y polarizaciones socioeconómicas: la pobreza, la desnutrición, las enfermedades de todo tipo, el hambre y la falta de oportunidades de satisfacción de las necesidades básicas y los deseos, lo que tiene por consecuencia efectos nefastos para el 80-90% de la población en lo económico-social, en lo biofísico y en lo psíquico, una total deshumanización y carencia de realización de las personas.
d) Todo ello ha propiciado que las caracterizaciones críticas de la coyuntura actual del capitalismo mexicano y sus aparatos de estado y de gobierno, en relación a las situaciones sociales, tiendan a poner el acento en esos aspectos arriba señalados, porque han sido preponderantes, han actuado como áreas y factores dominantes y agravantes de la crisis y las transformaciones degradantes, podridas y vergonzantes y nocivas. No porque los factores de lo «hegemónico-ideológico» no sean importantes y no funcionen, sino porque aquellos ligados a la violencia y al control por miedo, se han hecho cada vez más importantes para garantizar el estatus quo (nivel social) del Estado nacional mexicano. La gente sigue votando por el PRI, el INE sigue recibiendo altos presupuestos, la televisión, el internet y los celulares van en aumento, los sindicatos y sus líderes charros no se han exterminado, el consumismo neurótico no se detiene, etcétera. ¡Claro!, entre lo hegemónico y el uso de fuerzas oficiales y no oficiales del Estado existe una recursividad, ambos ejes se alimentan unos a otros. La fase necropolítica del capitalismo extiende lo tanático, las fosas clandestinas, la criminalización y la militarización que respalda las políticas capitalistas, oligárquicas y fórbicas, tanto de los Forbes internacionales como de los Forbes nacionales amalgamados y dispuestos a operar, en conjunto con violencias gubernamentales y violencias no gubernamentales (llevadas a cabo por otros agentes), las acumulaciones por despojos, saqueos, rapiñas, extractivismo y neoextractivismo.
En México se han volcado en contra de los salarios, el fondo de consumo de las masas, las resistencias, los movimientos antisistémicos, antagónicos, anticapitalistas y antineoliberales, contra las comunidades y sus formas de autodefensa, contra las propias condiciones de trabajo de sectores proletarios que habían sido ganadas en el anterior periodo del estado keynesiano (trabajadores de la educación, del sector salud, de la cultura, de la investigación y la ciencia, etc.), las privatizaciones llamadas «reformas estructurales» se imponen a capa y espada, entregando con ellos los recursos de la nación-pueblo a la iniciativa privada internacional y nacional (petróleo, minerales, semillas, biodiversidad, patrimonio, etcétera)
Este es el punto clave, así es como se está manifestando tanto la subordinación formal y real del proletariado bajo el capitalismo mundial-nacional (Veraza, 2011), como la lucha de clases en México, donde la burguesía mexicana amalgamada con la global, domina por los métodos y formas señaladas. El Estado mexicano, sus aparatos, bloques, mecanismos de operación y funcionamiento cumplen esos roles, porque sus partidos, instancias y agentes han hecho su labor no como Estado «fallido» (¿fallido para quién?) sino como Estado burgués debilitado a nivel internacional y formal, dócil con el imperialismo pero poderoso y exitoso a nivel interno en sus labores de contención, dominio y represión (uso de la fuerza el Estado y de los poderes fácticos); facilitador, pues, de la acumulación y de mercado mundial. También porque no ha habido suficiente oposición y resistencia desde la burguesía nacionalista, sus organizaciones y sus personajes, ni desde las izquierdas socialistas, anarquistas, revolucionarias o anticapitalistas, para hacerle contrapeso y tratar de detener sus dictados apabullantes y ominosos contra la inmensa mayoría de los mexicanos. Sólo focos de resistencia, algunos importantes (como los neo zapatistas, los municipios o pueblos con democracia autonómica, las autodefensas y policías comunitarias, las organizaciones regionales o nacionales como asambleas, Frentes, partidos, movimientos, etc. Adame, 2013), relativamente apoyados, aislados, más o menos articulados o desarticulados, pero insuficientes para detener y tratar de impedir de forma coordinada y cohesionada el embate de las fuerzas capitalistas y estatistas.
Así tenemos categorizaciones y terminologías que se cruzan y se emparentan tratando de captar esas modalidades en que se presenta El Estado-gobierno, las dinámicas económicas y sociopolíticas, las coyunturas y especialmente la develada por los criminales sucesos de Iguala-Ayotzinapa. Se habla de Estado cínico, de Estado mafioso, de Estado forbesiano, de Estado necropolítico, de Estado totalitario, de Estado protofascista o terrorista, de Estado militarizado; se habla de narco Estado, de sicariato, Estado de militarización, de criminalización, de degradación y podredumbre de las instituciones y políticas de Estado-gobierno (presidencia, secretarías, INE y elecciones, tribunales y jueces, ejército, marina, policías, partidos, cámaras, organizaciones empresariales, oligopolios de los medios de comunicación, etcétera, etcétera).
Recuento: A manera de conclusión
La noche/madrugada del 26/27 de septiembre de 2014 fue, en efecto, un relámpago/rayo fulgurante de sangre y represión, pero también de descubrimiento, donde como ha dicho Kosik, la esencia se mostró en las superficies y escenarios ominosos y nefastos; no se trató de una esencia positiva sino de claroscuros. En los meses siguientes (Adame, 2015), efectivamente, se mostró lo siguiente:
a) La gravísima situación económico-político-social de una nación-pueblo muy lastimada.
b) Las amalgamas de la criminalización, de degradación y de podredrumbre antes señaladas. Pero también:
c) Las posibilidades para resarcir agravios y las dignidades de la nación mexicana de la lucha de los agrupados y por aglutinar en «Todos somos Ayotzinapa»; es decir, la fundamental importancia de enlazar e impulsar las luchas, movilizaciones y movimientos antisistémicos y antagonistas mexicanos (y potencialmente internacionales) en el contexto de una nueva fase o ventana de la lucha de clases en México (y su influjo para Latinoamérica y otras latitudes).
Para lograr detener y posteriormente revertir la furia capitalista, violenta, tanática y oponerle la furia orgánicamente unificada de los despojados y violentados en vistas a reconstruir la nación-pueblo, sus tejidos, recursos, organizaciones, poderes e implantar una nueva gobernabilidad, un nuevo gobierno nacional (y no sólo gobiernos locales o municipales), mayoritariamente proletario-popular. Para lograr tal reconstrucción, necesitamos de manera prioritaria, decidida e inteligente, unir sólidamente las confluencias y articulaciones de todos los rostros (sintetizados en esos 43 en los que íntimamente nos reflejamos), de todos los focos, de todas las resistencias, de todas las luchas y oposiciones, contra este Estado antinacionalista y narco/necropolítico. Estado-gobierno facilitador e impulsor de la acumulación y del mercado mundial capitalista imperialista y su terribles expresiones globalizadoras y nacionales expoliadoras, narcomafiosas y terroristas.
Sí no lo hacemos así (la urgente necesidad organizada de las convergencias y unidades antineoliberales) y dejamos pasar esta coyuntura, manteniendo las trincheras relativamente aisladas o desarticuladas, perderemos una de las oportunidades más valiosas que nos da la historia del presente: la lucha de «Todos somos Ayotzinapa» que concentra todas esas luchas y todas nuestras potencialidades como nación, pueblo proletario que construye su emancipación como gran fuerza productiva de una nueva historia.
Bibliografía
ADAME CERÓN, Miguel Ángel. 2013. Movimientos sociales, políticos, culturales y populares. La disputa por la democracia y el poder en México (1982-2013) , Editorial Ítaca, México, 2013.
2013b. Violencias, bullying y juegos de la muerte, Editorial Navarra, México, D. F.
2014. Ébola y la mundialización epidémica, ecocrisis, geopolítica y medicina dominante, Editorial Navarra, México.
2015. (Editor y compilador). Iguala-Ayotzinapa y el nuevo despertar antisistémico.
ARIZMENDI ROSALES, Luis. 2014. «Capitalismo necropolítico y Ayotzinapa», en Rebelión, 28 de noviembre
ALMEYRA, Guillermo. 2015. «La tozudez de los hechos y la ceguera suicida», en La Jornada, 30 de agosto de 2015, p. 16.
GILLY, Adolfo. 2015. Ayotzinapa, el rayo que no cesa», http://www.jornada.unam.mx/2015/04/27/opinion/005a1pol
VERAZA, Jorge (2011). Subsunción real del planeta bajo el capital, Editorial Itaca, México, D. F.
Notas
[1] «Este pueblo no olvida ni olvidará el crimen de Ayotzinapa, así pasen días, años, vivan seguros de ello los jefes de este Estado. En el alma y la vida del pueblo mexicano esta tragedia seguirá presente, irreductible, dolorosa y viva.» Véase Adolfo Gilly: «Ayotzinapa, el rayo que no cesa», http://www.jornada.unam.mx/2015/04/27/opinion/005a1pol
[2] Con gobiernos «progresistas» o «populistas», a los cuales -desgraciadamente- al parecer se les está acabando su ciclo de vigencia, pues las condiciones geoeconómicas y geopolíticas que impone el capitalismo imperialista (por ejemplo: están haciendo mella a sus políticas reguladoras e intervencionistas) los está ahogando, semejante a lo que pasó con la URSS y el bloque llamado «soviético». Véase Almeyra (2015: 16). Sin embargo, esta tendencia hacia al «ahorcamiento» de las economías políticas de dichos gobiernos, que va acompañada con toda una parafernalia imperialista que incluye cuestiones propagandísticas, ideológicas, diplomáticas e intervencionistas, está abierta, pues depende de condiciones y circunstancias tanto objetivas como subjetivas.
[3] Véase Adame, 2014.
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