El kapital argentino, ha recuperado el poder ejecutivo del Estado tras el triunfo electoral de candidato presidencial Mauricio Macri en la ballotage argentina de este domingo 22 de noviembre de 2015. El candidato de las fuerzas capitalistas y de derecha pero también de importantes sectores medios y populares vinculados al peronismo de derecha, triunfo con […]
El kapital argentino, ha recuperado el poder ejecutivo del Estado tras el triunfo electoral de candidato presidencial Mauricio Macri en la ballotage argentina de este domingo 22 de noviembre de 2015. El candidato de las fuerzas capitalistas y de derecha pero también de importantes sectores medios y populares vinculados al peronismo de derecha, triunfo con el 51.42% de las preferencias ciudadanas. Derrotando por escasos dos puntos al candidato oficialista Daniel Scioli quien obtuvo el 48,58% de los votos. Se trata del primer triunfo de la derecha argentina en las urnas desde 1916. Hubo de pasar un siglo para que una alianza partidista de partidos del orden obtuviera el gobierno. A lo largo del siglo XX, la derecha argentina siempre había asaltado al Estado por medio de la fuerza armada. Es la primera vez que lo conquista por medios «democráticos», o sea, por decisión ciudadana. Bien, por la democracia capitalista argentina.
El triunfo de la derecha argentina es el triunfo del capital. Este triunfo le permitirá afianzar, extender y profundizar su poder infraestructural por todos los espacios de la sociedad civil y, sobre todo, iniciara la extensión y profundización del mercado. De esa forma, la dominación neoliberal iniciara una nueva etapa dirigida a recomponer, la perdida relativa de su hegemonía, agrietada y golpeada por los gobiernos kirchneristas en los últimos 12 años (2003-2015).
Ahora bien, al momento de explicar el triunfo electoral del «macrismo», sostendré que dicho resultado es, por un lado, producto del éxito máximo y más rotundo del «kirchnerismo» y, por otro lado, de su mayor fracaso histórico político. Me explico.
El principal objetivo de los gobiernos de los kirchner (Néstor Kirchner, 2003-2007 y Cristina Fernández, 2007-2015) fue «normalizar al capitalismo» corrigiendo los excesos del neoliberalismo y de ninguna manera buscaba su transformación radical. Su gestión restauró y normalizó el capitalismo en la Argentina, ese fue su mayor éxito. Al mismo tiempo su fracaso, dado que el kirchnerismo no tuvo la capacidad ni la intención política e histórica de construir una alternativa viable al neoliberalismo ni menos al capitalismo.
Luego de 12 años de gobierno progresista y popular la sociedad argentina opta por retomar la senda del neoliberalismo golpeado en los años 2001-2003; pero, no derrotado completamente. Por cierto, que hubo avances sociales y económicos significativos y necesarios para sectores trabajadores y populares argentinos. Se ampliaron los derechos ciudadanos de cuarta y quinta generación como fue el matrimonio igualitario, entre otros. Pero no abandono, por ejemplo, la devastación de la naturaleza a través del extractivismo minero o de la producción de soya, etcétera. Todos sabemos, que con medidas de esa naturaleza no se puede derrotar al capitalismo. La derrota de kirchnerismo es la derrota del reformismo social, ecnómico y cultural de carácter populista de orientación laclaudiana. Es decir, llena de significantes vacíos. Pero, inútiles para diseñar y construir una alternativa la explotación capitalista.
Esperemos que la memoria de las luchas de los años 2001-2003 impulse y potencien la resistencia social y política al naciente «macrismo». De esa forma la sociedad popular argentina logre superar «este amargo y oscuro momento» y que «más temprano que tarde las grandes alamedas» vuelvan abrirse para el movimiento social y popular argentino pueda transitarlas de manera libre y autónoma. Para ello, no le queda más que abandonar las formas reformistas y populistas engendradas por el peronismo y avance por la senda de una alternativa social y revolucionaria. De lo contrario capitalismo normalizado continuara su desenvolvimiento histórico de devastación y explotación tanto humana como de la naturaleza.
La ciudadanía argentina en un 51.42%, se ha pronunciado en favor de esa devastación. Ello no quiere decir que el 48,59% que lo hizo en favor del Frente para la Victoria de Daniel Scioli tuviera una forma de administración capitalista distinta a la ofrecida por Macri. Se trataba de una devastación capitalista con rostro humano. Tan solo, tal vez, los más de seis millones de argentinos y argentinas que dejaron el voto en blanco o simplemente no concurrieron a votar tuvieron la consciencia social y política de que elegir a uno u otro de los candidatos enfrentados en la primera ballattoge, no ofrecían nada nuevo que dar inicio a la etapa superior y final de la normalización del capitalismo argentino iniciada por Néstor Kirchner en el año 2003.
Argentina al igual que Chile, Colombia, Perú, México, Paraguay, Costa Rica, Guatemala, Honduras, entre otros países de la región, iniciara el reforzamiento de las estructuras del poder infraestructural del capital neoliberal. Este reforzamiento, alentara las oposiciones de derecha en Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay y, sobre todo, incrementara la presión política estadounidense sobre el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Las fuerzas reaccionarias internas venezolanas recibirán el triunfo de Mauricio Macri como un bálsamo y un aliciente para enfrentar, sonrientes y esperanzadoramente, las elecciones del 6 próximo 6 de diciembre.
La derrota del kirchnerismo, por último, debe abrir una estructura política de oportunidades para que la izquierda argentina anticapitalista abandone sus posturas aislacionistas, fragmentarias y marginales e inicie un proceso de construcción popular de una alternativa que busque superar no solo al neoliberalismo, al macrismo, al justicialismo sino también sus propias tradicionales e inútiles formulas políticas de larga data.
Lo anterior también es válido para las izquierdas de los otros países latinoamericanos y caribeños. La tarea de frenar el avance de la derecha capitalista neoliberal no es tarea de los partidos y movimientos políticos de orientación progresistas sino de una izquierda que recupere con fuerza y decisión posturas anticapitalistas.
Juan Carlos Gómez Leyton. Doctor en Ciencia Política. Académico Universitario
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