El neoliberalismo del siglo XXI ha aprendido de sus propios errores en el pasado. Aquello que se decía con descaro en la década de los ochenta y noventa, hoy se esconde, se disimula. Las propuestas se envuelven de otro lenguaje económico. No tan directo. Menos diáfano. Se abusa de los eufemismos. Si antes se anunciaba […]
El neoliberalismo del siglo XXI ha aprendido de sus propios errores en el pasado. Aquello que se decía con descaro en la década de los ochenta y noventa, hoy se esconde, se disimula. Las propuestas se envuelven de otro lenguaje económico. No tan directo. Menos diáfano. Se abusa de los eufemismos. Si antes se anunciaba sin complejos que el Estado debía achicarse, ahora es completamente inimaginable afirmarlo tal cual. La privatización de los sectores estratégicos es otro mandamiento desaparecido de los libretos económicos actuales de la derecha regional. No se atreven ni con esto ni con un sinfín de medidas económicas que provocaron demasiado malestar en las mayorías. La versión moderna del neoliberalismo juega a cuidar lo que propone, a disfrazarse, a hacer invisible aquello que realmente sabe que no gusta a la ciudadanía.
En esta faena, Macri, es el rey de la mano invisible. Es la versión más mejorada de la nueva etapa neoliberal para afrontar la disputa de los próximos años en América latina. En Argentina, lo han conseguido. Con un Macri de plastilina han sabido ganar las elecciones. Apenas ha hablado de economía. Ha rehuido cualquier debate acerca de cuáles eran las directrices económicas de su propuesta de cambio. Supo regatear cada pregunta que implicase descubrir su modelo económico. Es mas, hubo meses en que se dedicó a realizar un copiar-pegar de todo aquello que el kirchnerismo había hecho en materia económica con un impacto muy favorable para el pueblo argentino. Nada que decir sobre privatizaciones (ni de Aerolíneas Argentinas, ni YPF, ni las jubilaciones); nada acerca de la posibilidad de eliminar las políticas de asignación universal por hijos ni todas las políticas económicas y sociales que se han implementado en la última década. Absolutamente nada de esto apareció en el discurso económico electoral de Macri. Siguiendo los consejos de su asesor, Durán Barba, ha preferido esquivar el debate contra las políticas sociales y económicas que trajeron consigo efectos positivos, directos y visibles para la ciudadanía. El neoliberalismo se viene reinventando al mismo tiempo que se reinventa la derecha política del siglo XXI. Y no hay duda que esto le ha dado sus resultados.
Sin embargo, a partir de ahora, a Macri le toca gobernar, esto es, tomar medidas, llevar a cabo políticas económicas que serán objeto del debate, de la crítica. Por ello, Macri se ha apresurado a afirmar que se tratará de un proceso gradual en lo económico. Nada de cambios bruscos. Nada de virajes que incendien el país. Seguramente no tocará nada, al menos en los primeros años, de aquello que afecte cotidianamente a la población. Ni eliminación de subsidios ni de otros derechos sociales. Es más, seguro que no hará ninguna devaluación violenta que impacte inmediatamente en el poder adquisitivo de los argentinos. Todo lo que sea económica y socialmente visible estará fuera de las acciones que se tomarán en el corto plazo.
La estrategia económica estará más basada en la idea acuñada por Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales: la mano invisible. Este es el dogma neoliberal por excelencia. Se trata de una suerte de capacidad autorreguladora del libre mercado como fórmula para determinar el equilibrio en las diferentes variables económicas (precios, tipo de cambio, tasa de interés, salarios). Los poderes económicos, que sostienen al nuevo Presidente argentino, creen en ese dogma por encima de todas las cosas, y Macri y Durán Barba, no serán quienes les lleven la contraria.
¿Y cuáles son las próximas medidas económicas fabricadas por Macri y su mano invisible? La primera regla es centrarse en aquellas políticas económicas menos palpable directamente para la gente de a pie. Tal es así que Macri ha iniciado por un cambio de la arquitectura institucional: en lugar de un ministerio de economía, ha preferido un gabinete amplio, de seis ministerios diferentes, porque de esta manera es más fácil diluir responsabilidades directas, hacer todo más invisible. En lo que sí ha tomado partida inmediatamente ha sido en la eliminación de las retenciones para los exportadores de soja. ¿Por qué esto? Porque aparentemente esto no afecta directamente a la mayoría ciudadana. Eso se hará ipso facto porque así marca la cancha desde el principio favoreciendo al gran poder económico nacional. Así los dólares estarán en manos de unos pocos privilegiados sin apenas control del Estado. Eso implica que serán ellos los que puedan determinar la política cambiaria a su antojo, según su propia tasa de ganancia. A eso, los defensores de la mano invisible, le llaman independencia del Banco Central, esto es, un Banco Central que no se mete en lo que manipula una docena de grandes empresarios del campo con sus dólares. Al sector financiero también hay que dejarlo que haga lo que le de la gana. Esto es, más independencia del Banco Central o libre mercado, según los cánones de la economía hegemónica neoliberal.
Esta misma lógica también será aplicada para eliminar el «cepo» cambiario: todo el mundo libre para tener los dólares que desee. Este será el eslogan. Detrás de ello, lo que sucederá es que serán muy pocos los que concentren la mayoría de dólares del país; de facto se bimonetizará la economía (en pesos y en dólares), y habrá ciudadanos de primera o de segunda, según tengan capacidad real de adquirir dólares o no. Además, esto limitará la posibilidad de que el Estado continúe dándole al dólar un uso productivo. Aunque esto es lo que menos preocupa a Macri porque nunca creyó en una verdadera política económica industrializadora. Así, perezosamente, el nuevo gobierno hará la vista gorda a una devaluación progresiva, siempre bajo la tutela del «libre mercado», esto es, bajo la dirección de muy pocos poderes económicos. En consecuencia, la dependencia importadora se irá imponiendo a fuego lento (de nuevo, como a fines del siglo XX) en el metabolismo económico. Así, como buen mago, sin que nadie se haya dado cuenta, luego de un tiempo prudente, el modelo económico irá tomando forma por sí mismo: Argentina insertada en el mundo desigualmente, bajo el modelo primario exportador concentrando la riqueza en pocas manos, con un patrón de crecimiento empobrecedor de mayorías (desempleo, bajos salarios). Es decir, el ajuste no será como el que se aplica en Europa; lo que vendrá será un desajuste en el medio plazo.
En definitiva, Macri apuesta por un contorsionismo inviable: el modelo social que promete es incompatible e insostenible con el modelo económico invisible que trae bajo el brazo. Es el momento, por tanto, de desenmascarar los trucos económicos que esta nueva derecha procura hacer invisible a los ojos de la mayoría, pero cuyos efectos irán siendo visibles lentamente, y sin anestesia.
Alfredo Serrano Mancilla. Doctor en Economía, Director CELAG.
@alfreserramanci
Fuente: http://www.celag.org/macri-y-
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