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El poder de las GAFAM

Fuentes: Rebelión

¿Pero quiénes son las GAFAM (en expresión acrónima de Ignacio Ramonet)? Responden a las iniciales de sus empresas respectivas, es decir, Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft, y representan al macroconjunto de las mayores empresas mundiales de tecnología, para las cuales el negocio no sólo está en sus ventas, sino en la venta de la […]

¿Pero quiénes son las GAFAM (en expresión acrónima de Ignacio Ramonet)? Responden a las iniciales de sus empresas respectivas, es decir, Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft, y representan al macroconjunto de las mayores empresas mundiales de tecnología, para las cuales el negocio no sólo está en sus ventas, sino en la venta de la información procedente de todos nosotros. Y detrás de las GAFAM no están solamente ellas, sino toda la pléyade de grandes empresas tecnológicas, en última instancia el complejo industrial-tecnológico, cuya máxima expresión son las aplicaciones que se encuadran en lo que conocemos bajo la coloquial denominación de «Redes Sociales». La vigilancia a la que estamos expuestos por mediación de todas estas herramientas, tecnologías y aplicaciones es inmensa, pues no sólo se trata de que gran parte de nuestra información personal, privada y confidencial viaje por la red, sino que estas grandes empresas transnacionales están detrás de la implantación progresiva de nuevas pautas de conducta, de nuevos comportamientos sociales, y de nuevas costumbres colectivas. Según Ramonet, estas empresas nos vigilan ya mejor que los propios Estados.

Este megaentramado industrial-tecnológico compuesto por los Estados, las grandes empresas que dominan Internet y los sistemas actuales de procesamiento de la información personal, unidos a las laxas políticas globales sobre privacidad y confidencialidad, arrojan un sombrío panorama. Y bajo el mantra de estar «conectados al mundo» y otros eslóganes parecidos, las posibilidades de la vigilancia global avanzan a pasos agigantados.

Y así, nos vigilan por Twitter (en este medio hemos de tener especial cuidado con lo que se dice, pues tenemos detrás a todo el aparato del Estado en vigilancia mediante nuevas herramientas legales como la llamada «Ley Mordaza»), nos vigilan por Whatsapp (últimamente se ha incorporado la actualización de esta aplicación que envía paquetes de información cifrada), nos vigilan por Google y sus herramientas asociadas (sobre todo en el sentido del posible rastreo de nuestro historial de navegación), nos vigilan a través de los perfiles de compra de artículos y productos (las cookies o pequeñas «galletitas» de información personal son cada vez más completas), nos vigilan a través de Youtube (a través del perfil de los vídeos visitados), nos vigilan por nuestros perfiles y actividades publicadas en Facebook, en LinkedIn, en Instagram, en Flickr, y en fin, nos vigilan por los metadatos de toda nuestra actividad en Internet. Quizá un aspecto novedoso donde se han introducido las Redes Sociales, y que ofrece un especial peligro, es el mundo del empleo. Y así, bajo la máxima social-tecnológica de que «si no existes en las redes sociales, simplemente no existes», el asunto está tomando ya un cariz ciertamente preocupante.

En efecto, tampoco existirás en el mundo profesional sin la presencia en este tipo de redes sociales, ya que muchas de ellas, como LinkedIn, están especializadas en este ámbito (de hecho, su publicidad nos habla de «La mayor red profesional del mundo, que gestiona más de 400 millones de miembros«). Absolutamente gratuita y presente en más de 200 países, LinkedIn está pensada fundamentalmente para construir tu identidad profesional en Internet, mantenerte en contacto con compañeros de clase y de trabajo, y encontrar nuevas oportunidades profesionales. Y de esta forma y básicamente, tu Currículum es lo que aparece en Internet, habiendo quedado obsoleto el antiguo Currículum en papel. Hasta aquí muy bien.

Las empresas y sus seleccionadores de personal (internos o externos) consultan estas redes permanentemente. Pero el peligro es que este tipo de redes «unen» los perfiles personales, los perfiles sociales y los perfiles profesionales, todos en uno. Se tiende por tanto hacia que nuestra identidad en este tipo de redes englobe todas nuestras manifestaciones, desde las más públicas y profesionales hasta las más íntimas y personales. La idea que persiguen es que un consultor empresarial que vea nuestro perfil no sólo pueda conocer datos profesionales de su interés, sino también a qué nos dedicamos en nuestro tiempo libre, qué aficiones tenemos, qué gustos, comportamientos, pensamientos y actitudes poseemos.

Por tanto, el consultor de fuera que consulta en una red como LinkedIn tu perfil profesional para un posible empleo, no está viendo únicamente tu Currículum Vitae, sino que también está consultando tus preferencias de cine o de música, el perfil de tus amistades, tus pronunciamientos políticos (si los hubiere), tus aficiones o hobbies, qué haces en tu tiempo libre, cómo reaccionas o te manifiestas ante determinados eventos sociales, políticos o económicos, y un largo etcétera de tu actividad social. Por ello, un perfil social «completo» en cualquiera de estas redes, que puede ser consultado por personas que van a decidir tu posible incorporación a una determinada empresa, es evaluado desde los criterios de «selección» particulares de las empresas que van a decidir (o no) tu posible incorporación, de tal manera que la conclusión está muy clara: los gestores sólo accederán a incorporar a sus empresas a personas que no solamente posean un currículum profesional acorde al puesto de trabajo demandado, sino que también posean todo un «perfil social adecuado» a los requerimientos de la empresa. Es lógico pensar que sólo las personas imbuidas del espíritu, la filosofía y los valores empresariales serán considerados, digamos, «buenos candidatos».

En mi caso, por ejemplo, si determinadas empresas sólo conocieran mi perfil profesional docente, y mi historial de actividades y experiencias profesionales, seguramente sería muy buen candidato, pero si además de todo ello también tuvieran acceso a información anexa, por ejemplo a que soy el titular, creador, editor y publicador de este Blog sobre «Actualidad Política y Cultural», y leyeran algunos de mis artículos para conocer mi «línea editorial», seguramente ya dejaría de ser tan buen candidato. Evidentemente, estamos ante otro paso más en el control que el gran capital efectúa sobre la clase trabajadora, para (al igual que por ejemplo se intenta hacer con el sistema educativo bajo la LOMCE) cultivar y seleccionar únicamente los perfiles de las personas «bien vistas» ante el sistema, poco críticas frente al mismo, y para el caso que nos ocupa, los trabajadores seleccionados serían aquéllos que no ofrecieran lo que pudiéramos llamar «perfiles peligrosos o conflictivos» para la empresa. Al final del todo, en el último eslabón de la cadena, tenemos a las GAFAM y sus adláteres trabajando para ese «Imperio de la Vigilancia» al que nos tienen sometidos.

En nuestras manos está poner fin, mediante las leyes apropiadas a nivel globalizado (lo cual es inmensamente más complicado que hacerlo a niveles locales), a la inmensa capacidad de control que estas empresas proyectan sobre todos nosotros, y dejar de mirar para otro lado, siendo partícipes activos o pasivos de esta deriva hacia la que el gran capital nos conduce. Debemos poner fin a todo tipo de espionaje social bajo cualquier pretexto, estableciendo marcos de limitación al uso ilícito de nuestros datos, rastreos e informaciones personales que estas empresas realizan. En caso contrario, llegará un momento en que estemos demasiado controlados como para reaccionar. Y más específicamente, sólo desde un contexto de mayor soberanía tecnológica, donde las TIC sean implementadas por empresas de software libre, a ser posible de proximidad, y donde el control democrático sobre la información que manejan sea mayor, será posible revertir todo este andamiaje del espionaje tecnológico global, y caminar hacia senderos de mayor respeto hacia la intimidad de las personas, y hacia el pensamiento crítico y libre.

(http://rafaelsilva.over-blog.es)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.