Recomiendo:
0

Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre "Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo liberal"

«Las ideas, el pensamiento de las personas, no es «sobrestructura ideológica», sino razón práctica que guía nuestra acción, sin la que el mundo no se produciría tal cual es»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. *** -Estábamos en la noción de despliegue, que es propiamente una noción filosófica. -Es una noción filosófica que procede, también, de Hegel, […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

***

-Estábamos en la noción de despliegue, que es propiamente una noción filosófica.

-Es una noción filosófica que procede, también, de Hegel, y que le sirve a Hegel, como a Marx, para pensar la razón práctica, el pensamiento que orienta la acción y genera el ethos o cultura material de vida. Que le sirve para señalar y estudiar su historicidad, para indicar que todo ethos, y dentro de él toda praxis económica, todo saber práctico, una y otra vez, parte de la nada. Se autocrea o se auto origina, a cada vez, desde sí mismo, y como consecuencia de la situación histórica de desorden a la que ha llegado el ethos histórico anterior. El ethos previo ha llegado a su agotamiento y ya solo produce caos, sufrimiento; es un ethos que ha llegado a un punto de auto desarrollo que hace que resulte invivible y ponga en peligro a la humanidad. El ethos histórico nuevo, que posee un orden o coherencia nuevo, es auto generado por la comunidad humana histórica. Este nuevo ethos, o «cultura material» de vida, o «espíritu objetivo», o sistema ordenado de costumbres, se desarrolla y despliega a su vez. Alcanza a su vez un punto o estadio histórico en el que se agota en sí mismo como impulso creador, positivo; ya no resulta adecuado para orientar el hacer práctico que posibilita una vida comunitaria posible. Comienza su disgregación como proyecto civil viable, sin ser, por ello, la causa determinante del siguiente, sin que haya relación causa efecto predeterminada entre cada etapa de desarrollo de civilización práctica. En Hegel, el «despliegue» es una característica del «concepto».

El «concepto», que no es una categoría analítica sobre lenguaje sino ontológica, sobre la realidad, sobre la actividad humana, es inherente a todo proyecto práxico humano. Denomina, da nombre a la capacidad característica del ser humano -el «espíritu»- que le posibilita crearse, autocrearse a sí mismo, ponerse como realidad concreta, como cultura material histórica. Es decir, como creación histórica nueva de la nueva razón práctica comunitaria, la cual incluye la capacidad de crear un nuevo telos o finalidad que ordena ese nuevo ethos. Un nuevo fin que posibilita el vivir social, que genera sus propias condiciones históricas de realización práctica. El «concepto» es histórico, es construcción histórica comunitaria humana y, repito, abarca el conjunto de fines que ordena la nueva praxis humana. A cada realización histórica concreta del «concepto» o capacidad creadora indefinida pero material, a cada realización ética, de cultura material, ordenada y orientada por fines históricos, Hegel le denomina la «idea», otra noción teórica que le posibilita analizar la razón práxica en su autogeneración o autogénesis histórica.

-Y esta idea…

-La idea articula en concreto el proyecto de vida, a partir de las condiciones históricas dadas, subsumiendo y modificando el saber hacer anterior, etc. Pero lo dejamos aquí. Por tanto, el «concepto» y su característica, el «desplegarse» es noción hegeliana radicalmente antiteleológica, porque rechaza la existencia de una dinámica histórica según la cual, cada nueva etapa es resultante, o efecto consecuencial de una causa que existe en la etapa previa y que predetermina la siguiente. Es noción radicalmente antiteleológica porque el historicismo, y Hegel es su padre, es teoría sobre la perpetua, radical, autocreación humana ex novo, desde el comienzo: un ser que constitutivamente es una nada, y que para existir debe ponerse creándose. La libertad nos ha constituido ontológicamente siempre como característica real nuestra, una libertad de la que el espíritu -el ser humano- debe hacer uso una y otra vez, para auto elegir y auto crear el mundo cultural-material, sin el que el ser humano no puede existir. Historicidad es eso. A lo largo de la historia, no acrece en absoluto la capacidad ontológica constitutiva del ser humano, del «espíritu», la capacidad de auto creación que siempre ha existido en el mismo grado, la Libertad ontológica de ese ser.

Por eso, tan acto de libertad es el mundo de El Persa, en el que solo uno era libre y todos los demás esclavos, como el mundo de la polis democrática griega. Lo que sí acrece es la consciencia de ese hecho inherente a nuestra «naturaleza», a nuestra falta de naturaleza, que es siempre la misma. No hay progreso histórico «material» o aumento de la libertad, que es característica originaria, pues somos un ser que no tiene naturaleza, carece de formas innatas de organizar su hacer y vivir. Solo que ahora percibimos cuál es nuestra sustancia: la capacidad de autoproducirnos en comunidad. Sólo ha aumentado, a través del «calvario» de la historia, la consciencia de ser lo que somos, la consciencia de libertad: la consciencia de libertad de auto elección comunitaria que se ha hecho experiencia «fenoménica», antropomórfica, histórica, en la Revolución Francesa. En las páginas de El Capital a las que me he referido, Marx elabora, precisamente, en esta línea, y explica que es con el capitalismo, cuando adquirimos esta consciencia plena de ser esa fuerza autocreadora que nos ha constituido siempre desde el origen; pero se adquiere de forma enajenada.

-¿Enajenada? ¿Por qué?

-Descubrimos ser la capacidad que objetiva el mundo, el valor trabajo, que se hace fenoménica en el capitalismo, pero lo hacemos cosificándolo, lo vemos, nos vemos, como «mercancía», como mercancía que se «despliega»… No sé cuántos «Hegel» habrá en la guía telefónica, pero, como se puede ver, el Hegel que leyó Popper, si es que leyó alguno, no es el Hegel, Hegel. Por cierto que «concepto» como elemento guía del ethos, de la razón práctica, es una noción construida desde una estricta consciencia praxeológica aristotélica. «Concepto» significa lo mismo que -palabra griega que usa Aristóteles- «telos» o fin. Como sabemos, el fin de la actividad es, para Aristóteles, el buen vivir. Y tal como, también, dice Aristóteles, el telos, «el fin está en el principio», está en nuestras mentes, orientando nuestro hacer, el uso práctico que le damos a nuestro saber hacer; dirigiéndolo a la consecución de ese fin. El fin es, al comienzo, un proyecto falto de realidad, abstracto, y va hacia su ejecución, que es concreta. Aristóteles es el que crea la idea del ir de lo abstracto a lo concreto. Pero esta idea, que está en Hegel y en Marx, que es muy potente, solo tiene sentido referida a la reflexión sobre la razón práctica, sobre la actividad, y cuando lo que se pretende es dar cuenta de la creación de una totalidad social resultante de la actividad; no sirve para juzgar sobre lenguajes, sobre ciencia, no es categoría analítica, bueno, dejo esto.

-Como te parezca mejor.

-Hegel construye esta otra noción de «concepto» porque es consciente de que el proyecto o conjunto de fines compartidos que orienta la actividad en un ethos es histórico, porque los ethos son históricos. Es consciente de que existen diversos fines en la historia, inherentes a los diversos ethos históricos, a cada ethos histórico particular. Esto es algo que Aristóteles no ve, porque para él solo existe un fin o conjunto de fines y un ethos posible ordenado por los mismos; bueno dejo todo esto, también.

-Sí, tal vez mejor, nos llevaría muy lejos.

-Pero solo el «concepto» se «despliega» y esto es una noción filosófica hegeliana. Si pensamos la «mercancía» desde esta categoría de «despliegue», la que usa Marx al referirse a la mercancía, ésta queda definida como una realidad resultante de la creatividad histórica humana. Una realidad que, en primer lugar, es consecuencia de un ethos, un saber hacer o cultura material que guía la actividad común, y que pone la noción práctica e interpretativa de «mercancía» como fin de ese mismo hacer; la mercancía es, a la vez, realidad objetivada y saber hacer interior nuestro -la doble explicación hegeliana- mercancía. Saber hacer interno nuestro que, pues por ejemplo, nos hace concebir que el resultado de la actividad de los seres humanos, incluido el nuestro, y que la propia capacidad de poder hacer de los seres humanos, incluida la nuestra, es «mercancía», y que nuestro fin es lograr hacernos con la mayor cantidad de la misma y, a ser posible, de una determinada mercancía, la mercancía valor trabajo, y, a poder ser, bajo su forma dineraria -«D prima»-.

En segundo lugar, la noción de «despliegue» nos presenta el orden social que genera la universalización de la mercancía, ese orden social consecuencia de esa universalización de un determinado saber práctico orientador de la praxis, como un saber hacer que surge «desde sí mismo» -historicidad, no determinismo- y que invade la actividad humana organizándola ex novo, universalizando esa forma de organizar el hacer, de cuyo autoorigen dará Marx posteriormente su explicación. Pero esa posición de fines que ordena la cultura y el hacer, está llamada a «agotarse», a acabar desordenando el mundo humano y a ser substituida por otra, sin que la siguiente forma social esté determinada causalmente por la anterior, porque eso es inherente a la noción de «despliegue» de Hegel, el padre de la categoría. Como vemos, esta noción de «despliegue» aplicada a la mercancía, por parte de Marx, en el primer capítulo de El Capital, habla de una fortísima teoría heurística que da cuenta de la historicidad del proyecto civilizatorio que ordena el capital, una teoría altísimamente explicativa, eminentemente no causal determinista, del hacer histórico. Sugestiva, potente, pero poco «economística», pues la ciencia económica, como toda disciplina científica, reduce la realidad, esto es, selecciona una serie de datos parciales propios de la actividad humana y los estudia con independencia de las demás actividades constitutivas del hacer social humano, y los estudia

 -Es decir…

-Es decir, como si siempre hubieran de ser así, con independencia de su historicidad. Una explicación en la que la mercancía, tal como he tratado de explicar, es considerada «fenoménica», es decir, parte de la consciencia práctica del trabajador, forma mediante la que el trabajador interpreta la realidad que él contribuye a crear, y mediante la que orienta conscientemente su hacer. Noción mediante la que el trabajador, antes de entrar en la fábrica, se autointerpreta a sí mismo, y por eso se vende, conscientemente, por horas, mediante contrato, al capitalista.

Una explicación así, es una explicación según la cual no puede existir mercancías sin que concibamos las cosas como tales, incluidos nosotros mismos, según ya he dicho, y con independencia de las consecuencias que esto acarree para nosotros «a nuestras espaldas» (también «con independencia de» como se haya llegado a tal situación)-

Reitero explicación porque quiero destacar aquí otro asunto que Marx deja muy claro.

-¿Qué asunto deja claro Marx?

-Queda claro que las ideas, el pensamiento de las personas, no es «sobrestructura ideológica»; sino razón práctica que guía nuestra acción, sin la que el mundo no se produciría tal cual es; el pensamiento, el interpretar la noción «mercancía», y el aplicárnosla a nosotros mismos para orientar nuestro propio hacer, que produce el mundo, está en «la base». Se ha discutido muy a menudo, con muy buenos argumentos, el asunto del pensamiento como «sobrestructura», y se lo ha criticado, y estoy de acuerdo con ello. Lo que me llama la atención es que pocas veces se recurre a estos pasos de Marx en El Capital para combatirlo. Queda claro que no se acaba de ver que no estamos ante un libro de economía. Cuando el lector se encuentra con términos como «fenoménico», «despliegue», «forma» (o, en otros asuntos, con «subsunción») los desecha porque no sabe cómo interpretarlos. Una vez se interpreta la obra de Marx como libro ricardiano de economía, y se desmonta el «mecano Marx», sobran piezas con las que no se sabe qué hacer. Se las considera meras jaculatorias de viejo pedante.

-Está muy bien visto esto que acabas de decir.

-Por cierto, que, tal como también he dicho ya, el origen del «despliegue» del núcleo impulsor del nuevo proyecto civilizatorio que es el capital, su génesis, su inicio a partir de sí mismo o auto génesis, y no como consecuencia de una racionalidad causal previa anterior, que generaría determinístamente la nueva etapa cultural, viene explicado admirablemente en el ya referido penúltimo capítulo del libro, el capítulo sobre la denominada acumulación originaria del capital, el 24, que termina en realidad en el último, el 25, breve apéndice del anterior.

-Has hecho referencia anteriormente.

-El capítulo en el que trata del «despliegue», o historicidad de la mercancía y en el que la define como un modo histórico de intercambio inherente al capital, definido por el capital, que considera mercancía, tierra, capacidad productiva humana, moneda, todo, y no solo los objetos y servicios producidos por los seres humanos, el capítulo uno, y estos otros dos últimos, son capítulos «nuevos», como nos lo explican los estudiosos de la obra.

-¿Nuevos?

-Son textos reescritos drásticamente -en el caso del capítulo 24, muy desarrollado y a la vez, cambiado de lugar. Proceden de la segunda edición, reelaborada por Marx, la de 1873, que además de estos dos nuevos capítulos que alteran el plan de la obra del 67, incluye otros múltiples retoques en el cuerpo de texto; la traducción española de Scaron incluye como apéndice el redactado del capítulo primero de la primera edición. En esta obra por la que me preguntas, en El Capital, y como ya lo había enunciado en los Manuscritos económicos y filosóficos de París de 1844, el capital, la propiedad privada de los medios de producción que posibilita la explotación de la fuerza de trabajo, no es un hecho natural, tiene un origen histórico, y este origen está en la violencia histórica, la «violencia partera» de la historia, «terrorismo», «hierros candentes», «látigos»…, todo lo que dice Marx en el capítulo 24.

Bueno, pues, se dice que Marx no tiene una teoría de la política; que trabajó la economía, pero no la política.

-No es esa tu opinión

-Yo creo que nos negamos a aceptar otra interpretación de la política que no sea la habitual, la de la elección de concejales y ministros. Porque, de lo contrario, ¿cómo no ver que estamos ante una ontología histórica que explica la economía como resultante o consecuencia histórica de la violencia, precisamente de la violencia histórica, de una «voluntas» autoconstituyente, que consiste en el uso del poder violento que posee una minoría y le permite estatuir unas nuevas relaciones sociales, y que es «política» en consecuencia? La dialéctica histórica del amo y el esclavo, de la fuerza como elemento que otorga a una minoría la capacidad de constituir un ethos nuevo y una economía, un orden económico, dentro del mismo… eso, que está en El Capital, en la parte del mismo publicada por el autor, en los Manuscritos de París del 44, eso es política, aparte, claro está, de los miles de páginas que Marx escribió sobre política, sin más. Sin ir más lejos, la edición que yo tengo de los escritos políticos de Marx publicados por él durante la revolución del 48 al 50 en la Nueva Gaceta Renana, la edición francesa -yo no sé leer alemán- solo la producción política de Marx para ese periodo, solo ésa, que excluye todos sus posteriores trabajos periodísticos para la prensa estadounidense elaborados en los años cincuenta y sesenta, incluido El dieciocho brumario de Luis Napoleón Bonaparte, sus escritos sobre España, sobre América, etc.,  y sus textos posteriores sobre la AIT, incluido La Guerra civil en Francia, o lo que escribe contra el engendro político que es, según él, el partido socialdemócrata alemán recién creado –Crítica al programa de Gotha– etc., sólo esa producción del 48 al 50, en la Nueva Gaceta tiene mil quinientas páginas en tres tomos.

-Pero la crítica al programa de Gotha es posterior.

 -Sí, posterior incluso a los textos del periodo de la AIT, posterior a los años sesenta. De hecho, este texto, de 1875, critica un tipo de organización, el partido socialdemócrata alemán, que surge tras la AIT, o «Primera Internacional», y que rompe con la tradición demo revolucionaria anterior, la de Marx. Esta separación respecto de la cultura política de la democracia revolucionaria, que surge en la Revolución Francesa, se sostiene en la Revolución del 48, e inspira aún la AIT, a Marx no le parece bien en absoluto. El texto era una declaración de ruptura. Engels intervino para evitar que se publicase y se «conjuró» la ruptura entre Marx y el partido socialdemócrata alemán. Por ello, aún es más tardío el conocimiento público del texto, que permaneció ocultado durante decenios.

-Prosigue, te he interrumpido de nuevo.

-Pensemos en la obra de los considerados grandes politólogos actuales: Robert Dahl, o Philip Pettit. Mil quinientas páginas sobre política: la obra íntegra de estos prestigiosos autores no creo que supere este número de páginas….Claro, hay que haberlas leído; antes, hay que saber que existen. Es cierto que la reflexión política de Marx, como la económica, es praxeológica, y va al hilo del hacer, eso sí. No es un conjunto de prescripciones ahistóricas, abstractas, more geométrico, neopositivistas, eso que los politólogos creen que es la política. En su engreimiento, «se lo han creído».

Me he apartado mucho de tu pregunta, pero creo que no resulta impertinente del todo…

-El desarrollo no ha sido breve. Pero eso que hemos ganado.

-Lo que he tratado de explicar implica que en la obra El Capital no estamos ante un solo género literario, la economía, sino ante múltiples géneros literarios integrados coherentemente en un discurso de intencionalidad filosófica. En esa obra, encontramos múltiples desarrollo s intelectuales que son investigación científica sustantiva; en primer lugar, de economía, y también de otras disciplinas. Y lo dejo aquí.

-De acuerdo. También Sacristán escribió en su momento sobre el genero literario al que pertenecía El Capital. Insistiré a continuación en estos temas. ¿Por qué tiene tanta relevancia en Marx la palabra-concepto «crítica»? ¿Hay que tomarla en sentido kantiano en paralelo, por ejemplo, a la crítica de la razón pura? Pero nos tomamos un descanso si te parece.

-De acuerdo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.