Alfredo Iglesias Diéguez (Vigo, 1966) es discípulo de Gibert, con quien trabajó en Orce y Cueva Victoria desde 1984. Doctor en Historia, es profesor de Ciencias Sociales en el IES Maruxa Mallo de Ordes. Desde su juventud está vinculado a movimientos sociales, sindicales y políticos de izquierdas. Es colaborador habitual de la prensa y autor […]
Alfredo Iglesias Diéguez (Vigo, 1966) es discípulo de Gibert, con quien trabajó en Orce y Cueva Victoria desde 1984. Doctor en Historia, es profesor de Ciencias Sociales en el IES Maruxa Mallo de Ordes. Desde su juventud está vinculado a movimientos sociales, sindicales y políticos de izquierdas. Es colaborador habitual de la prensa y autor de numerosos artículos y libros sobre algunos de sus temas de interés: evolución humana, historia desde abajo, historia de la ciencia,…
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Sigo con la entrevista y vuelvo a citarte: «su modelo fue hacer ciencia en el Institut Paleontòlogic de Sabadell, enseñarnos a estudiantes no universitarios (estaba en 3º de BUP cuando empecé a trabajar con él) cómo se hace ciencia y difundirla en medios científicos propios (Paleontologia i Evoluciò) y extranjeros pero firmando siempre el equipo, sin permitir que lo hiciesen autoridades de prestigio que no aportaban nada más que el nombre». Dos preguntas: ¿fuiste alumno de él entonces? ¿Colaborador más tarde?
Bueno, creo que maticé sin darme cuenta algunas de estas observaciones en la pregunta anterior.
Tienes razón.
Pero te responderé a lo que me preguntas. Yo estudiaba en Vigo, como te dije antes, y el era profesor en Terrassa; obviamente, no fui alumno suyo. No obstante, en 1984 me acerque a él en Madrid y desde aquel verano en que fui a excavar a Orce, permanecí en su equipo hasta el día que murió. Con él empecé a publicar artículos en monografías científicas en 1989, cuando todavía era estudiante universitario. Posteriormente, aunque no fue el titular de mi tesis de licenciatura, sin su colaboración no hubiese podido redactarla y, finalmente, fue mi director de Tesis de doctorado. Con él investigué sobre tres temáticas para mí complementarias: el registro arqueológico encontrado en los yacimientos de Orce, la evolución tecno-cultural de la humanidad (sobre todo, un tema que nos interesaba mucho era la evolución tecnológica, la formación del pensamiento y el lenguaje…) y la historia de la ciencia, particularmente, la paleoantropología, que fue el tema de mi Tesis.
¿Por qué tiene importancia la firma en equipo a la que hacías referencia anteriormente?
Con esto yo tengo mis más y mis menos con otros compañeros y otras compañeras que se dedican a la investigación. El modelo actual tiende a que únicamente firma un artículo aquella persona que haya redactado algo de ese artículo, incluso hay que hacer referencia a qué parte escribió cada uno… Me parece legítimo, es una forma de difundir los resultados científicos; el problema es que yo no creo que vivamos en un aislamiento social… Mis ideas, lo que yo escribo, la forma en que redacto -incluso-, es el resultado de un aprendizaje colectivo: yo hablé, me cartee… con Gibert, en más de una ocasión me dijo que tenía plenamente interiorizado su pensamiento… ¿Acaso es legítimo decir que cuando yo escribo una reflexión sobre algo que estuvimos debatiendo durante el verano, yo, como redactor del artículo, soy el único responsable intelectual? ¿No es lógico que reconozca la coautoría? En este sentido, para mí era más importante que firmasen un artículo todas las personas que estábamos en el tema -tomando medidas, dibujando, debatiendo los resultados…-, aunque luego el trabajo de redacción lo hiciésemos una o dos personas.
¿Nos explicas algunos detalles de ese ninguneo al que has hecho referencia?
Te explico, aunque no quiero entrar en demasiados matices administrativos-burocráticos. A pesar de los esfuerzos para sacar siempre adelante su proyecto de investigación principal: la investigación de la presencia humana en el sector nororiental de la depresión de Guadix Baza, vamos, para entendernos, en Orce; siempre hubo alguien que conseguía reabrir la vieja polémica de 1984 -por eso titulé un artículo sobre el tema ‘una polémica recurrente’-, en diferentes momentos que coincidían con éxitos científicos del equipo dirigido por Gibert. El del año 1995 fue el más sangrante: después de un Congreso Internacional celebrado en Orce, al que habían asistido más de 200 científicos y científicas de todo el mundo y una vez que la comunidad científica internacional reconociera la validez de las tesis defendidas por Gibert, dos antiguos colaboradores de Gibert hicieron que todo volviese a empezar; no obstante, las consecuencias de esa nueva polémica -que era la misma de siempre, pero bajo otros envoltorios-, fueron muy dolorosas para todos nosotros: en unos pocos años se nos apartó de Orce -si la administración no te concede un permiso de excavación no tienes nada que hacer- y se entregó a otro equipo de trabajo -en el que estaban la mayoría de nuestros críticos-, los yacimientos que Gibert y sus colaboradores habíamos descubierto. En definitiva: se nos apartó de Orce para entregarle el ‘Olduvai español’ -así fue como lo describieron algunos investigadores que participaron en el Congreso de Orce-, a un equipo de trabajo que hasta ese momento poco había hecho por producir conocimiento científico objetivo en relación con la ‘cuna de la humanidad europea’, como se empezó a reconocer a partir de ese momento: Orce ya estaba en manos de quien tenía que estar: un equipo serio y ortodoxo. Y me voy a ‘autocensurar’ y no sigo respondiendo.
¿La misma tesis que vosotros defendíais hace más de 30 años? ¿Y qué tesis es esa? Perdona que insista.
Bueno, en parte ya contesté. Se trata de demostrar la presencia humana en el suroeste de la península Ibérica hace 1,5 millones de años. En la actualidad, de los restos humanos que nosotros descubrimos en Orce, el actual grupo investigador no dice nada, pero sobre las industrias lítica y las edades, se aproximan peligrosamente a lo que nosotros habíamos defendido a partir de 1983 y que, en su momento, para esa gente o para sus maestros, era imposible, era inaceptable. Por eso había que desmontar nuestras tesis… y nada mejor que atacar la mayor: el fragmento humano descubierto en Venta Micena en 1983 y que se dio a conocer como Hombre de Orce.
¿Hubo reconocimientos posteriores? ¿Tuvo algún premio Gibert? No sé, el Instituto d’Estudis Catalans ha tenido algún detalle con su figura. ¿La Generalitat tal vez?
Bueno, a nivel institucional el reconocimiento se movía a favor de los vientos. Tuvo reconocimientos en Orce, donde pasó la mayor parte de su vida científica -aunque con sus más y sus menos-; en Valls, su ciudad natal, y en Castellar, la localidad en la que vivió y en la que aun vive su mujer, la pintora Pepa Beotas; y después de su muerte, la diputación de Granada mandó una comitiva oficial al acto en el que esparcimos al viento de Venta Micena sus cenizas; y algunas otras instituciones, como el ayuntamiento de Cartagena, en donde se encontraba la Cueva Victoria, en la que también había trabajado muchos años.
La Generalitat, en un momento que parecía que la situación iba a mejorar, le otorgó la medalla Narcís Monturiol al mérito científico y tecnológico en 2005, dos años antes de su muerte.
¿Gibert estuvo afiliado al PSUC? ¿En qué momento?
La verdad, es que no puedo precisar con exactitud los años de militancia de Gibert en el PSUC, aunque me puedo imaginar que las tensiones generadas por los debates sobre el eurocomunismo, la crisis del socialismo real, la transición…, debieron de motivar su abandono del PSUC, del que siempre mantuvo un buen recuerdo y al que a menudo aludía para responder a cuestiones en las que yo me estaba formando en aquellos años (80): federalismo, republicanismo, laicismo… Siempre recuerdo que citaba a menudo la tesis, que si no estoy equivocado era una de los principios del PSUC, ‘cada uno es de donde trabaja’.
Más o menos creo que era así. Después de un breve paso por el PCPC, eres mi fuente de nuevo, estuvo afiliado al PCC. ¿Hasta cuándo fue eso? ¿Por qué esa evolución político?
Que yo sepa después de un paso que creo que fue muy breve por el PCPC, estuvo afiliado en el PCC hasta que murió, en el año 2007.
Lo contestaba, más o menos, en la pregunta anterior. Gibert fue un comunista, como nos gustaba decir en broma, químicamente puro -él lo decía de mí-… y creo que a lo largo de su vida mantuvo de forma bastante coherente sus ideas y convicciones más profundas, su forma de actuar en familia y con los amigos y su actividad científica y política. En resumen, se puede decir que, al margen de su afiliación, allí donde se defendiese la pluralidad nacional de España, el republicanismo federal, el ateísmo y el laicismo, la solidaridad entre los pueblos, la emancipación de la humanidad y el fin de la opresión, el carácter emancipador del conocimiento científico…, estaba él.
Resumiendo un poco: ¿qué destacarías entonces de su figura como científico comprometido nada próximo a los mandarines y al poder?
Creo sinceramente que fue su actitud coherente con sus principios la que le trajo todos los problemas con la burocracia y con el clientelismo científico. En este sentido, del mismo modo que Castelao ilustró con su ‘derradeira lección do mestre’ a donde nos lleva la coherencia en tiempos de terror y nos anima, a pesar de todo, a ser coherentes si queremos transformar la sociedad; Gibert, nos ofrece una gran lección de coherencia y honestidad científica, a pesar de que quizás por haber mantenido sus principios no gozó de los privilegios de que pudo haber gozado.
A veces hablamos de poetas malditos. ¿Fue Gibert un científico maldito?
Si por científico maldito entendemos algo exactamente parecido a lo que entendemos por poetas malditos, aquellos a quienes su propia genialidad poética condujo a una especie de maldición social, Gibert podría ser un científico maldito. No tengo ninguna duda de que Gibert fue un científico con una genialidad excepcional, en parte por algunas de las cosas que fui comentando en esta entrevista. Gibert fue un científico que dijo cosas en un momento que no ‘tocaba’, abriendo caminos que hoy son transitados con normalidad…, pero además de abrir nuevos caminos, lo hizo de una forma y desde una postura vital que no fue comprendida en su momento y que hoy ya no es posible. En ese sentido, más que maldito, fue un científico molesto.
Desgraciadamente, en España, esta historia que viví en primera persona, es menos extraordinaria de lo que parece. Ahí está, salvando las distancias, el caso de Faustino Cordón.
Caso Faustino Cordón…, ¿qué caso es ese? También es bastante desconocido.
Sin pretender motivar una nueva entrevista sobre Faustino Cordón, te diré que su caso es muy interesante. A Faustino Cordón lo empecé a tratar en 199 6 , unos pocos años antes de su muerte, en 1999 ; en su caso se mezclan, de nuevo, genialidad científica, militancia comunista y marginación del mundo de la academia oficial, agravada por el hecho de que Faustino Cordón fue militante comunista durante la guerra, siendo ya químico y teniendo las puertas de la universidad española abiertas de par en par en 1933.
Apartado de la universidad, tras la guerra d esarrolló su carrera profesional en la industria privada dedicado a la investigación experimental, que le llevó a elaborar una de las teorías biológicas, dentro de la ortodoxia darwinista, más lúcidas de la segunda mitad del siglo XX, conocida como ‘teoría de unidades de nivel de integración de lo viviente’, con la que supera algunas de las insuficiencias teóricas del reduccionismo y del holismo y explica, empleando los conceptos de unidades de integración (proteína, célula y animal) y asociaciones de unidades de nivel inferior (las plantas, por ejemplo, no son, de acuerdo con esa teoría, una unidad de integración, sino una asociación de células), el origen de la vida (definido por medio de la selección natural actuando sobre la materia inorgánica para producir ‘basibiones’, las bases moleculares de la vida); el origen y la evolución de la célula, incluyendo un modelo de desarrollo del metabolismo; un modelo de origen de la célula eucariota y, finalmente, un modelo de génesis del animal, incluyendo una aproximación bastante original al funcionamiento de la conciencia.
P or otra parte, igual que Gibert, Faustino Cordón gozó de unos años de ‘gloria’, al término de la dictadura, cuando libros suyos como Cocinar hizo al hombre (1980) o, sobre todo, La naturaleza del hombre a la luz de su origen biológico (1981), gozaron de gran difusión.
¡ Tienes razón, si yo mismo me aproximé a esos libros cuando estudiaba Filosofía…!
No obstante, a pesar de ese reconocimiento tardío…, la academia nunca lo aceptó. Hoy es el día en que sus teorías son, a menudo, rechazadas sin ningún tipo de argumentos; de hecho, únicamente vio reconocido su gran trabajo científico en un congreso internacional que se celebró en París en 1997 bajo los auspicios del filósofo Patrick Tort y gracias a la obra de difusión que realizó Chomín Cunchillos, recientemente fallecido, y su hija, Teresa Cordón.
Sé que abusó de ti pero me quedo mal si no te pregunto por Miquel Crusafont, «el gran evolucionista catalán de los años sesenta». ¿Quién fue? ¿Cuáles fueron sus aportaciones?
Miquel Crusafont es, quizás, el polo opuesto de lo que estamos viendo con Gibert y Cordón…, y eso que su pasado republicano -según me contaba Gibert había sido, si no recuerdo mal, teniente de aviación-, quizás no le permitió ocupar una cátedra universitaria, como sus pares Bermudo Meléndez y Emiliano Aguirre.
De todos modos, a pesar de no haber sido catedrático de universidad, desde su feudo de Sabadell, donde fundó en el año 1969 el Institut Paleontològic -que desde 1983 lleva su nombre- y donde celebraba anualmente unos mundialmente famosos coloquios de paleontología, fue quien ‘administró’ el saber evolucionista en la España de los últimos años del franquismo. Él, en un momento en que la obra de Darwin no estaba muy bien considerada -hago un alto en la argumentación: en el año 1959 hubo una tímida celebración del aniversario de la publicación del Origin, de Darwin-, consiguió, de la mano de la obra del paleontólogo jesuita Teilhard de Chardin, construir un pensamiento evolucionista de carácter finalista en que combinaba evolución y Creación. Quizás la obra emblemática de Crusafont fue La evolución, un libro coeditado junto con Bermudo Meléndez y Emiliano Aguirre y publicado en el año 1966 por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).
En este sentido, su gran aportación a la ciencia española fue su contribución a la normalización del debate evolucionista; de hecho, muchas de sus contribuciones en el marco de lo que podríamos llamar actividad científica normativa (definición del Mesiniense, caracterización de algunas especies…), siguen vigentes; no obstante, en la medida en que en su actividad científica se confundía sin solución de continuidad con su pensamiento teleológico cristiano, algunas de sus contribuciones, tanto en el nivel descriptivo (definición de algunos géneros), como en el teórico (ley de la complejidad consciencia…), están hoy completamente abandonadas.
También me quedo mal si no te pregunto por tu tesis doctoral. ¿Cuál fue el tema? ¿Qué asunto investigaste? ¿La has publicado?
Supongo que por estas últimas respuestas se va intuyendo cuál fue mi objeto de investigación
Supones bien.
Fue la historia de las investigaciones y debates que sobre el tema del ‘origen del hombre’ se realizaron en España entre 1936 y 1976, los años del franquismo. Nuestro objetivo, la Tesis me la dirigió Gibert, era estudiar como se relacionan el discurso sancionado de la ciencia y el discurso ideológico en la producción de conocimiento científico relacionado con algo tan fundamental en nuestras cosmovisiones como es la plaza que ocupamos en el mundo.
Obviamente, el franquismo era un buen período histórico para estudiar como se mezclan en un complejo discursivo las reflexiones del científico, del teólogo, del filósofo y del erudito común con la práctica objetiva de la ciencia. Ni que decir tiene que ese trabajo intelectual nos ofreció una herramienta extraordinaria con la que trazar una línea de demarcación entre el discurso científico y el discurso ideológico, condición necesaria para producir conocimiento científico liberado de la tutela religiosa y de los intereses de las clases dominantes, lo que, en consecuencia, nos restituye la moral y nos sitúa en un espacio para la libertad y la acción.
Desgraciadamente, una vez leída la tesis en 1999 con el título de ‘A investigación en España sobre o evolucionismo humano (1936-1976)‘, intenté publicarla en alguna editorial española que le pudiese interesar, incluso me ofrecía a reescribir la Tesis para hacer un libro más atractivo… No conseguí nada. Finalmente, un organismo oficial de la Xunta me la editó en forma de libro, con otro título y ampliada a momentos anteriores a Galicia; el resultado fue el libro Historia do pensamento antropolóxico en Galicia (1999), que tuvo escasa difusión.
Lástima, lástima. ¿Quieres añadir algo más?
Nada, simplemente darte las gracias por darme la oportunidad de difundir en esta comunidad rebelde la figura y la obra de Josep Gibert.
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