El 2017 llegó con un gasolinazo y con él las justificaciones de los funcionarios y de los intelectuales del poder. José Antonio Meade, secretario transexenal hoy de hacienda y crédito público, llegó a decir que es un aumento que no tendrá mayores afectaciones a la población y en un alarde de cinismo señaló que era […]
El 2017 llegó con un gasolinazo y con él las justificaciones de los funcionarios y de los intelectuales del poder. José Antonio Meade, secretario transexenal hoy de hacienda y crédito público, llegó a decir que es un aumento que no tendrá mayores afectaciones a la población y en un alarde de cinismo señaló que era una medida por el bien «de nuestros hijos y nietos». Es importante analizar las justificaciones a esta medida, que son un concentrado de ortodoxia neoliberal, más algo de cinismo. Estas justificaciones buscan ocultar el desmantelamiento intencional una industria nacional y la entrega del sector energético a intereses extranjeros y del gran capital.
Entre las justificaciones del gasolinazo se señala la imposibilidad de seguir manteniendo un precio «falso» de las gasolinas, a partir de un millonario subsidio. Sin embargo, se pasa por alto cómo fue que pasamos de ser un país petrolero y productor de gasolinas, a ser exportadores de petróleo e importadores de gasolina. La situación en la que nos encontramos es fruto de la política neoliberal (y sus dogmas) aplicados a lo largo de 30 años. La situación actual hay que entenderla en perspectiva histórica.
La ultima refinería que se construyó en México fue en 1979, desde entonces se abandonó la refinación y nos consagramos a la extracción del petróleo para exportarlo. Se cerró la refinería de Azcapotzalco, se han privatizado plantas petroquímicas, es más, hoy en día el Estado mexicano es incapaz de garantizar la seguridad de ductos petroleros, proliferan tomas clandestinas desde hace años y no se hace mucho por eliminarlas. El desmantelamiento de una industria como política pública es lo que nos ha llevado a esta situación, que pinta como un callejón sin salida. Hoy se produce en México menos gasolina que hace 30 años, mientras las necesidades del combustible han aumentado, obligándonos a satisfacer la demanda por medio de la importación de gasolinas, principalmente a EUA. Actualmente México importa el 40% de la demanda interna de gasolinas, al tiempo que irresponsablemente se sub-utilizan las pocas refinerías que tenemos.
La justificación ideológica de esta política, son los dogmas neoliberales, la necesidad de que la mano invisible del mercado defina los precios, la no intervención del Estado en la economía, el estado como promotor del mercado y, un sinsentido muy usado actualmente, que postula que hay que consagrarnos en lo que mejor sabemos hacer y beneficiarnos de lo que otros países hacen mejor. Bajo esta lógica es muy caro y un mal negocio pretender refinar nuestro petróleo, mejor comprar la gasolina a otros países. Aunque ello conlleve tener una balanza comercial petrolera negativa (ya dos años consecutivos), destruir una industria, perder empleos y malgastar nuestras reservas. Consagrarnos a lo que «mejo sabemos hacer» es consolidarnos como país dependiente, es reafirmar los lugares ya establecidos en el capitalismo mundial dónde unos se especializan en ganar y nosotros en perder.
En el país del derroche, de los aviones lujosos, de los nuevos aeropuertos, de las casas blancas, de los privilegios de la alta burocracia, de las condonaciones de impuestos, resulta que es un mal negocio construir refinerías. Curiosamente para los privados y otros países es un jugoso negocio, el barril de petróleo crudo se vende en 45 dólares mientras que el barril de gasolina se nos vende a 140 dólares. Solamente en el sexenio de Calderón se destinaron 120 mil millones de dólares a la importación de gasolina, que se pudieron producir aquí.
La ideología neoliberal funciona como discurso legitimador de la política actual, la irresponsabilidad y el poco compromiso con el país también son parte de la ecuación. Sin embargo, no se explica del todo la política irresponsable de los últimos 30 años, están las presiones y compromisos con organismos internacionales, el sometimiento hacia EUA y su política energética, y, por supuesto, asociaciones corruptas entre empresarios y gobierno. No es casual que prominentes tecnócratas, funcionarios de alto nivel, acaben trabajando en trasnacionales del sector energético. El Estado se ha vuelto garante de los negocios de unos cuantos, acosta del bienestar de la mayoría y del interés nacional, esa es el principio de nuestra tragedia.
Publicado por primera vez en: http://www.blackmagazine.
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