El patrimonio artístico de un pueblo, es parte de su memoria y es una herramienta para su reconocimiento. Su función va más allá de la contemplación gozosa. De ahí la importancia de su resguardo y su conservación. México es un país con una riqueza artística y cultural impresionante, es también el arte un campo de […]
El patrimonio artístico de un pueblo, es parte de su memoria y es una herramienta para su reconocimiento. Su función va más allá de la contemplación gozosa. De ahí la importancia de su resguardo y su conservación. México es un país con una riqueza artística y cultural impresionante, es también el arte un campo de lucha, sobre el lugar del arte en la sociedad, sobre utopías, sobre alternativas y sobre el país que queremos.
El arte neutro, o arte por el arte, es una invención, un mito sin fundamento. El arte se produce, distribuye y gestiona, desde la sociedad, con sus conflictos y problemáticas. No es casual que los procesos de resistencia y trasformación, así como los de dominación y decadencia, repercutan en la elaboración y gestión del arte.
Hoy en México hay diversas tendencias con respecto al arte que se cruzan y chocan. Un arte dominante instituido (ligado a las modas internacionales y al poder cultural), las corrientes replicantes-críticas en su diversidad y una visión del arte hedonista, entre otras tendencias que muestran la complejidad del campo artístico. Estas tendencias se ligan a proyectos políticos y visiones de la sociedad particulares.
El arte está ahí para pensarnos, es huella del pasado, ideas vivas. Es esta la importancia de preservarlo, de redescubrirlo, de respetarlo. Hoy la decadencia y la crisis nacional se expresan en el arte también. La injusticia social se expresa, entre otras cosas, en desigualdad en el acceso a la cultura y el arte, es más, el arte y la cultura en lugar de ser un derecho, está convertido en un mecanismo de diferenciación social. El imperialismo cultural marca una tendencia a borrar otras expresiones artísticas que no se acomodan a sus valores y aspiraciones. No existe una política con respecto al arte seria y democrática, el arte se piensa como un lujo o como decoración.
El 24 de marzo fue destruido el mural Necesitamos la técnica del reconocido muralista Daniel Manrique (1939-2010) que se encontraba en el la entrada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. La destrucción se dio en el marco del Festival CONSTRUCTO que interviene muros con arte urbano. Este festival contó con el apoyo de las autoridades de la FCPyS y estuvo financiadas por marcas como Vans y Playboy. Al festival CONSTRUCTO se les otorgó el permiso de decorar once fachadas de los edificios de la facultad, entre ellos un muro a la entrada donde se encontraba el mural del maestro Manrique, mismo que fue borrado y en su lugar se decoró con arte urbano.
No importó que Daniel Manrique, fundador de Tepito Arte Acá, sea uno de las figuras más importantes del arte mexicano y con reconocimiento internacional (seguramente ignorado por las «ilustres» autoridades de la FCPyS). En un acto lleno de ignorancia y autoritarismo se decidió borrarlo de un plumazo burocrático. No hay justificación de este acto que podemos calificar de vandalismo institucional.
Más allá de la incomprensión, de las preferencias artísticas de cada quien, el patrimonio artístico está ahí para hablarnos, para mirarnos. La «novedad» del arte urbano, no puede establecerse a costa de la destrucción de otro arte. Las diversas propuestas pueden convivir, no suplantar una a otras. La destrucción del mural de Daniel Manrique es un acto lamentable, por la pérdida irreparable del patrimonio.
Vandalizar el patrimonio artístico y cultural de México es un síntoma de la decadencia, una muestra de autoritarismo y mediocridad por parte de las autoridades en México.
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