La crisis es la característica central de nuestro tiempo. Es una crisis global, con características nuevas que hay que estudiar, por ejemplo el problema ecológico es un aspecto que no pude pasarse por alto. El sistema capitalista pone en riesgo la vida humana como la conocemos, en el corto plazo. En el caso de México, […]
La crisis es la característica central de nuestro tiempo. Es una crisis global, con características nuevas que hay que estudiar, por ejemplo el problema ecológico es un aspecto que no pude pasarse por alto. El sistema capitalista pone en riesgo la vida humana como la conocemos, en el corto plazo. En el caso de México, parte del sur del mundo, la crisis se vuelve desgarradora y total.
La crisis en México se expresa en todos los órdenes de la vida social. En lo económico, llevamos décadas de casi nulo crecimiento económico, los salarios han perdido 75% de su poder adquisitivo en 25 años, la economía se ligó por completo a los EUA y a los mercados internacionales, no hay soberanía en alimentos ni en energéticos. La maquila como proyecto económico nacional es incapaz de garantizar empleo, bienestar y estabilidad.
En el ámbito social, se ha extendido la pobreza a más de la mitad de la población, millones de jóvenes no tienen escuela superior ni oportunidades de trabajo, millones de mexicanos fueron expulsados de su país en busca de oportunidades en el trágico fenómeno de la migración; la mayoría de los adultos mayores no tienen una pensión, el desempleo y empleo informal son las opciones para la mayoría. A esto hay que sumarle una crisis política, descredito de las instituciones, corrupción del poder político en todos sus niveles. Hoy el proyecto dominante no inspira adhesión, recurre a la compra de voluntades como mecanismo central de mantenimiento del poder y la represión- violencia política es una constante.
En términos culturales hay un avasallamiento de la cultura nacional por la cultura neoliberal-capitalista y sus valores, el individualismo, el éxito en su forma de acumulación y el consumismo. Al tiempo que el imperialismo cultural desplaza a nuestros artistas y a nuestro arte, hoy muy pocos mexicanos pueden ver cine nacional, por ejemplo. Por último, la violencia extendida y doliente, las cifras de muerte y desapariciones son propias de un país en guerra, 200,000 asesinados y 60,000 desaparecidos, un millón de desplazados, miles de torturados y miles de encarcelados, 14,000 mujeres son violadas al año, es esta la realidad de nuestro país.
El Estado mexicano es incapaz de garantizar la seguridad de su población, responsabilidad primera. No es capaz de evitar el robo de petróleo y gasolinas de su propia infraestructura, no es capaz de juzgar y castigar a los delincuentes más importantes, por lo que los extradita a los EUA. Esta crisis, tiene forma en ocasiones de un Estado fallido, de un fracaso. Sin embargo, es una idea que hay tomar con cuidado.
En medio de la profunda crisis, las riquezas se acrecientan, aparecen nuevos Forbes mexicanos, la inversión extranjera llega, las maquilas florecen, la minería se expande y la especulación inmobiliaria y bursátil hace jugosos negocios. Se reforman leyes y se hacen grandes contratos de obra pública con privados. Esta crisis total, no se puede comprender sin esta otra parte. Es la dialéctica de la crisis, lo que unos pierden otros lo ganan. Pensar la crisis de manera correcta es mostrar cómo esta situación extrema es funcional para la reproducción del gran capital y para la consolidación de la clase dominante.
En la tradición marxista el Estado es una relación de clase, su función tendrá que ver con la reproducción de capital y con el mantenimiento del orden capitalista. Se hace necesario pensar el papel del Estado mexicano en la actual crisis, con sus rasgos de clase y en su relación de dependencia con las potencias extranjeras y con el capital trasnacional. La actual crisis vista con su contexto es parte de un proceso de reconfiguración del mundo, como un proyecto de dominio por parte de la clase dominante mundial y sus socios nacionales. La crisis es consecuencia del sistema neoliberal.
La militarización, el éxodo de millones, los desplazados, el miedo como política de control, la extracción salvaje de plusvalía al pueblo, los megaproyectos de muerte y el saqueo de los recursos naturales estratégicos para el capitalismo mundial, parece más que aspectos de una crisis, una política de conquista. La gran crisis puede verse como una guerra contra el pueblo, contra su cultura, contra sus bienes, contra su vida misma.
Publicada por primera vez en Black Magazine: http://www.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.