1. A López Obrador no sólo le arrebataron su triunfo en las elecciones presidenciales de 2006 por el PAN y de 2012 por el PRI, los dos partidos de derecha y de los empresarios; ahora, en 2018 -cuando el triunfo electoral de AMLO fue abrumador e imparable- se ha reiniciado una gran campaña para desprestigiarlo, […]
1. A López Obrador no sólo le arrebataron su triunfo en las elecciones presidenciales de 2006 por el PAN y de 2012 por el PRI, los dos partidos de derecha y de los empresarios; ahora, en 2018 -cuando el triunfo electoral de AMLO fue abrumador e imparable- se ha reiniciado una gran campaña para desprestigiarlo, debilitarlo y obligarlo a cambiar puntos básicos de su programa de gobierno. Primero fue la batalla empresarial contra AMLO por plantear que exigirá la revisión de la construcción de un aeropuerto sobre un lago con un costo mil millonario; luego se desató la oposición por la reducción salarial a los más altos funcionarios y hoy están las rudas críticas contra el nombramiento de delegados en cada estado porque «serán una competencia a los gobernadores electos».
2. López Obrador no es un izquierdista y mucho menos será su gobierno. Es un personaje que durante 18 años se ha dedicado a recorrer los 32 estados de México, llegando hasta las poblaciones más pequeñas y lejanas y visitándolas varias veces. Su planteamiento es el de un socialdemócrata electoralista y pacífico que en miles de discurso ha dicho que el problema de México es la corrupción y que de allí se derivan los mil un problemas que aquejan al país entero por lo menos en los últimos 100 años. La derecha y los grandes empresarios, aunque conocen bien el pensamiento de López Obrador, le tienen una profunda desconfianza por todo lo que ha prometido transformar, por el tono en que lo ha dicho, porque nadie en México lo había hecho así y porque las condiciones son propicias.
3. López Obrador es un reformista pacifista. Personalmente me hubiese agradado más que fuera un marxista, un izquierdista radical, un enemigo del capitalismo; pero es un simple «demócrata» o como dicen otros un «progresista» que se ha comportado en política con más valía e inteligencia que la mayoría de mis amigos marxistas. López Obrador no es un ignorante pues además de político es un sociólogo que sabe de lucha de clases, de revolución, de «dictadura del proletariado», de imperialismo; pero su estrategia política es diferente y tenemos la obligación de observarla, criticarla, apoyarla o combatirla. Yo, entendiendo la estrategia de sus enemigos, lo apoyaría contra la derecha y el empresariado, pero lo combatiría con todo si me convenzo que va derechito a la traición.
4. El PRI gobernó México de 1929 al año 2000 como dictadura de partido que cada seis años hizo con su poder lo que quiso; luego en los 10 últimos años se debilitó y dejó que triunfara el PAN electoralmente durante dos sexenios. Los analistas políticos pensaron que como la dictadura de 71 años del PRI no podría haber nada peor; pero se encontraron en los 12 años de dos gobiernos del PAN (Fox 2000-06 y Calderón 2006-12) que el PAN y el PRI fue exactamente lo mismo. Luego regresó el PRI en 2012 con Peña Nieto en la Presidencia y en vez de componerse el PRI se pudrió. Todo ello benefició a López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018 consiguiendo un triunfo tan abrumador que ya la clase dominante no pudo hacerle maniobra alguna para despojarlo.
5. Si López Obrador como político y sociólogo comprende bien lo que son las clases sociales y los intereses que defienden; si sabe de la lucha de clases que se desarrolla para pelear desde la trinchera los intereses de clase y entiende bien que en el capitalismo una minoría de explotadores siempre oprime al 90 por ciento de la población, entonces -como lo ha demostrado en los últimos 18 años, va a preferir morir en la raya que dar un paso atrás. Pero también va a tener que practicar eso que se llama «centralismo democrático» en política; esto es reunirse con sus representantes, analizar y discutir los problemas; consensar o votar mayoritariamente los acuerdos y por madurez política llevarlos a la práctica. Muchas veces se pone el peso en el centralismo y otras veces en la democracia, dependiendo del momento.
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