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Entrevista a Roger Mateos sobre Caso Cipriano Martos. Vida y muerte de un militante antifranquista (I)

«Cipriano Martos fue torturado, apaleado, ultrajado. El relato de algunos testigos es estremecedor»

Fuentes: El Viejo Topo

Roger Mateos (Barcelona, 1977) es periodista de la agencia EFE en Barcelona. Ha publicado reportajes sobre las actividades clandestinas de PCE (m-l) y el FRAP. Es autor de El país del presidente eterno, Crónica de un viaje a Corea del Norte y Soldados del gol. Fútbol, patria y líder en Corea del Norte. Ha coescrito […]

Roger Mateos (Barcelona, 1977) es periodista de la agencia EFE en Barcelona. Ha publicado reportajes sobre las actividades clandestinas de PCE (m-l) y el FRAP. Es autor de El país del presidente eterno, Crónica de un viaje a Corea del Norte y Soldados del gol. Fútbol, patria y líder en Corea del Norte.

Ha coescrito con Jelena Prokopljevic, Corea del Norte, utopía de hormigón. Arquitectura y urbanismo al servicio de una ideología.

Nuestra conversación se centra en su último libro. Publicado por Anagrama en su colección «Crónicas»

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Me gustaría centrarme en su último libro, el ensayo que ha publicado Anagrama en su colección «Crónicas». Déjeme dar cuenta del índice del libro para nuestros lectores: 0. Agradecimientos. 1. Hoz. 2. Martillo 3. Fusil. 4. Secretos. Notas. Fuentes. Bibliografía. En total, 354 páginas. Para situarnos, ¿quién fue Cipriano Martos?

Esa es precisamente la primera pregunta que me planteo responder en el libro. Los pocos que habían oído hablar hasta ahora sobre el caso Cipriano Martos conocían vagamente las circunstancias atroces que habían rodeado su muerte, pero apenas había información sobre quién era Cipriano Martos Jiménez. Al empezar la investigación, antes de intentar esclarecer todos los interrogantes del crimen, me propuse averiguar quién había sido la víctima, remontándome a sus orígenes. Cipriano provenía de una familia de campesinos muy pobres, que había sobrevivido a una infancia de penurias en un pueblecito de la Granada de la posguerra. Los testimonios de familiares, amigos y compañeros de partido consultados coinciden en describirlo como persona tímida, sensible, pacífica, un bonachón. Una vez politizado, sus camaradas lo recuerdan por su firmeza, su compromiso y su generosidad. Más allá de empatizar con el sufrimiento de la víctima, quienes lo conocieron le guardan un cariño extraordinario.

¿De dónde su interés por la vida y muerte de un trabajador militante del PCE (m-l)? No es la primera que usted escribe sobre este partido ni sobre el FRAP. No es frecuente hablar de estas organizaciones ni en el periodismo ni en la historiografía de estos últimos años.

Puede decirse que el PCE (ml) es una de mis obsesiones, uno de mis mayores objetos de interés periodístico. Me sorprende el escaso número de trabajos historiográficos dedicados al PCE (ml) y al FRAP. Este olvido se explica quizá porque, para una parte significativa de lo que fue la oposición antifranquista democrática, el PCE (ml) y el FRAP fueron siglas apestadas, para algunos resultaba incómodo aparecer al lado de una organización que reivindicaba a Stalin, que defendía el ejemplo de la Albania de Enver Hoxha y que, en verano de 1975, desencadenó una campaña de atentados que causaron varios muertos. Se puede estar en desacuerdo ideológicamente con el PCE (ml), como ocurre en mi caso, pero eso no quita que me parezca de indudable interés saber más sobre un partido que fue el primero en posicionarse en España a favor de la China de Mao frente al llamado «revisionismo» soviético y que, a principios de los años 70, cobró una relevancia notable en la clandestinidad antifranquista.

¿Cuántos años le ha llevado su investigación? ¿Qué archivos ha consultado? ¿Ha encontrado impedimentos en la administración?

La investigación me ha llevado más de tres años. La tarea más ardua ha sido localizar a la cincuentena de testimonios que de una manera u otra se cruzaron con Cipriano Martos y que han aportado información para reconstruir el caso. A nivel documental, tuve la suerte de acceder a una copia del sumario del TOP, conseguida por los activistas que han impulsado la querella por el caso presentada ante la justicia argentina. Con esta copia disponemos de atestados de la operación de desmantelamiento de la célula de Reus en la que militó Cipriano, sus declaraciones ante la Guardia Civil y el juez, documentos como el parte hospitalario del día de su ingreso tras la ingesta de ácido sulfúrico, la autopsia..

Una de sus fuentes, muy importante, ha sido la de antiguos militantes del PCE (m-l) que conocieron a Martos. ¿Cómo logró contactar con ellos? ¿Colaboraron sin problemas? ¿Y la dirección del Partido? Uno de sus dirigentes, Lorenzo Peña, creo que es un investigador del CSIC, en el ámbito de la lógica, o cuanto menos lo era hasta hace poco.

Sin el testimonio de los compañeros de partido de Cipriano que he conseguido localizar, este libro habría quedado cojo. Sus aportaciones, rompiendo el silencio que hasta ahora ha pesado sobre el caso, son fundamentales para arrojar luz sobre lo que pasó. Algunos siguen traumatizados por lo que vivieron aquellos días de finales de verano de 1973, les resulta muy doloroso recordar todo aquello, pero han accedido a hablar, en un gesto de responsabilidad y homenaje a Cipriano, para acabar con el olvido que se quiso imponer sobre el asunto. También los antiguos dirigentes del partido con los que contacté para recabar información me pusieron todas las facilidades.

¿Y sus familiares? ¿Han colaborado sus familiares?

También han colaborado. Antonio, su hermano, ha sido fundamental para desenterrar el caso. Fue él quien en 2014 se puso al frente de la querella presentada ante la jueza argentina que instruye la causa. Otro de sus hermanos, Juan José, me ayudó a reconstruir los orígenes de Cipriano en Loja y Huétor Tájar, en la Granada rural. Y Dolores, su prima, aportó datos sobre los primeros tiempos de Cipriano tras emigrar a Sabadell y convertirse en obrero.

¿Nos puede describir brevemente la muerte de este luchador antifascista?

Todo arranca de una acción en Igualada. Cipriano y dos de sus camaradas en Reus acudieron a repartir material de propaganda a las puertas de una fábrica textil. En el libro se revive aquella escena clave, en la que los protagonistas tuvieron deslices que acabaron resultando fatales. Su detención posterior en Reus podría haberse evitado, pero de nuevo Cipriano cometió un error que le costó muy caro. En las 50 horas que permaneció detenido, hay razones para pensar, como demuestra el libro, que Cipriano vivió un calvario. Fue sometido a torturas, hasta que ingirió unos tragos de ácido sulfúrico. Uno de los objetivos de la investigación era aclarar qué ocurrió a continuación, durante esos 21 días en que permaneció en el hospital, hasta que murió. La autopsia aporta pistas interesantes.

Permítame unas preguntas sobre lo que acaba de señalar. La acción desencadenante de toda esta tragedia es el reparto de unas octavillas a las puertas de una fábrica. ¿Es así o lo he entendido mal?  

Gracias a la documentación de que disponemos, ahora sabemos que el origen de las detenciones fue justamente ese reparto de material del partido entre los obreros que salían del turno de tarde de una fábrica en Igualada. Un confidente observó la escena, tomó nota y transmitió la información a la Guardia Civil.  

¿Cómo es que un militante entonces ya experimentado como Cipriano cometió esos errores a los que alude?  

Cipriano conocía de arriba abajo las normas de clandestinidad del partido, él mismo había llegado a imprimirlas en un librito cuando estuvo en el aparato de propaganda de Barcelona. Pero la precariedad con la que tenía que desenvolverse la célula de Reus y la generosidad de Cipriano a la hora de cargar con más riesgos que sus camaradas lo situó en una posición extremadamente frágil, hasta que finalmente ocurrió lo peor.  

¿Por quién o quiénes fue cuidado, si fue el caso, durante esos 21 días que permaneció en el hospital? ¿En qué hospital por cierto? ¿Estuvo vigilado durante esos días? ¿Pudieron visitarle sus familiares?

Fue ingresado en el Hospital de Sant Joan de Reus, permaneció en la sala de beneficencia masculina, pero no era un paciente cualquiera, estaba allí en calidad de detenido. Las 24 horas del día era vigilado por una pareja de agentes de la Guardia Civil. No se permitió que fuera visitado por nadie de su entorno, ni tan siquiera su abogado pudo verlo. Tampoco lo logró el vicario de una parroquia de Reus a quien le llegaron rumores de lo que había pasado y se dirigió al hospital para interesarse por él. Nadie pudo verlo. Menos aún su familia, que ni siquiera fue avisada de que había sido detenido, y mucho menos hospitalizado.

En su opinión, ¿fue asesinado por sus torturadores o cabe cualquier otra explicación? ¿Sigue siendo una muerte no aclarada?

Es una cuestión capital, a la que he dedicado gran parte del tiempo. La versión oficiosa decía que Cipriano había bebido voluntariamente el corrosivo para suicidarse. Pero los argumentos para sustentar esta tesis son clamorosamente frágiles. Una de las claves era saber si Cipriano había sido tratado con respeto en el cuartel de Reus o, por el contrario, había vivido una pesadilla. No hay pruebas documentales que puedan ayudar a responder a esta pregunta. Pero en cambio sí he encontrado testimonios impagables para poder llegar a una conclusión: Cipriano Martos fue torturado, apaleado, ultrajado. El relato de algunos testigos es estremecedor.

Y estas torturas a las que fue sometido y que usted explica con detalle y dolor, ¿eran frecuentes en aquellos años? ¿Fueron más salvajes en su caso, si cabe, por tratarse de un militante de un grupo partidario de la lucha armada?

Hay infinidad de militantes antifranquistas que sufrieron la tortura en centros de detención. Los malos tratos podían ser más o menos brutales, pero en todo caso eran una práctica habitual en esos años. Se aplicaba la tortura como método para obtener confesiones, para arrancar delaciones y poder multiplicar el número de detenidos hasta desmantelar las células y los comités clandestinos. Hay casos que sobresalen por su crueldad. El de Cipriano Martos es uno de ellos. Y eso viene agravado por el manto de silencio que impuso sobre él el régimen. Todo apunta a que fue un crimen atroz y, además, fue decretado el secreto para evitar un escándalo nacional e internacional.

Entre los libros que cita en la bibliografía hay uno escrito por Alejandro Diz, La sombra del FRAP, editado en 1977 por Ediciones actuales. Si me memoria no me falla, el autor presenta al FRAP como un grupo muy infiltrado por la policía y los servicios secretos franquistas. ¿Fue así en su opinión?

Es probable que, en algunos momentos de su trayectoria, el PCE (ml) estuviera infiltrado. Sin asumir esta hipótesis es difícil explicarse, por ejemplo, la desarticulación en cadena de comités del partido que sucedieron al acuchillamiento de un policía en la manifestación del 1 de mayo de 1973 en Madrid.

Tomemos un descanso si le parece.

De acuerdo.

Fuente: El Viejo Topo, julio-agosto de 2018.