La semilla la puso hace más de 20 años un grupo de mujeres indígenas que empezó a reunirse para intentar recuperar memorias de sus pueblos. Hoy también son las mujeres las grandes protagonistas de La Voz Indígena, una radio única, en el norte de Argentina, que transmite todos los días en siete lenguas. «Al principio […]
La semilla la puso hace más de 20 años un grupo de mujeres indígenas que empezó a reunirse para intentar recuperar memorias de sus pueblos. Hoy también son las mujeres las grandes protagonistas de La Voz Indígena, una radio única, en el norte de Argentina, que transmite todos los días en siete lenguas.
«Al principio los dirigentes nos preguntaban por qué no nos quedábamos en casa, cuidando los hijos y a los nietos. Hoy esos hombres vienen a refugiarse bajo el techo de estas mujeres», contó a IPS la guaraní Felisa Mendoza, en una de los amplios y coloridos salones de la emisora, decorados con murales pintados por artistas indígenas.
El edificio de dos plantas está a unos pocos metros de la terminal de buses de Tartagal, una ciudad de unos 80.000 habitantes de la provincia de Salta, a solo 50 kilómetros de la frontera boliviana.
En el borde occidental de la llanura del Gran Chaco americano, donde comienzan las sierras que anuncian que no está lejos la cordillera de los Andes, Tartagal fue fundada hace menos de 100 años en una tierra caliente, tanto en cuanto al clima como a la realidad social.
El descubrimiento de yacimientos de petróleo y gas marcó el auge y el ocaso de esta ciudad y su vecina General Mosconi, cuyos nombres remiten en Argentina al violento conflicto social de los años 90, disparado por los despidos masivos en la petrolera nacional YPF, en el contexto de las políticas neoliberales del presidente Carlos Menem (1989-1999).
Siete pueblos indígenas habitan en esta zona: guaraní, wichí, chané, toba, chulupi, tapiete y chorote. Si durante décadas los indígenas eran desplazados de sus territorios por la actividad petrolera, forestal, ganadera o la expansión urbana, en los últimos 20 años el disparador ha sido la ampliación de la frontera agrícola.
La lucha cotidiana por las tierras está reflejada en la camiseta que viste Aída Valdez, integrante de la comisión de mujeres que gestiona la emisora, donde se lee: «No a los desalojos de las comunidades indígenas».
Valdez trae, para vender en la puerta de la emisora, algunas verduras de la huerta que tiene a pocos metros de su casa: vive en Yariguarenda, una comunidad guaraní ubicada a 13 kilómetros de Tartagal, que actualmente enfrenta un juicio de desalojo de una porción de sus tierras.
«Hace muchos años que estamos allí. Ya en 1904 se puso la cruz del cementerio de Yariguarenda, porque hasta ese momento los guaraníes enterraban a sus muertos en las casas. Y necesitamos espacio para sembrar», contó a IPS más tarde durante una visita a su vivienda.
El proceso de ocupación militar de las tierras indígenas cerca de Tartagal, en los Siglos XIX y XX, y los sufrimientos de los indígenas fueron contados en un radioteatro de 13 capítulos, que se grabó en wichí y español y se llamó «Ocasos del pasado (Woko tenek)».
«Las comunidades periurbanas, en su mayor parte, han sido desplazadas de sus lugares de origen en el bosque por ocupantes que buscaban lugar para el pastoreo de sus animales, y últimamente por los intereses del agro», explicó a IPS el antropólogo inglés John Palmer, quien llegó hace 35 años para estudiar las comunidades indígenas de la zona, se casó con una wichí y hoy vive en Tartagal con ella y sus cinco hijos.
El último censo argentino, de 2010, arrojó que hay 955.032 indígenas, 2,38 por ciento de la población total, divididos en 31 pueblos originarios, según cifras que especialistas consideran un subregistro. En la provincia de Salta, esa proporción se triplica, con 6,5 por ciento de la población que se autoreconoce como indígena.
Si bien desde 1994 la Constitución argentina reconoce a los pueblos indígenas la propiedad comunitaria de las tierras que ocupan ancestralmente, ese derecho en contadas ocasiones ha sido llevado hasta ahora a la realidad.
La problemática de las tierras, por supuesto, ocupa un lugar fundamental en la programación de La Voz Indígena, que solía transmitir durante 12 horas, de 8:00 a 20:00, pero que ahora solo lo hace de 7:30 a 15:00, debido a las restricciones presupuestarias que sufren la mayoría de los argentinos, por los aumentos de las tarifas de los servicios públicos y la inflación.
Pero la radio también se ocupa de otras cuestiones que tienen que ver con la defensa de las culturas y las lenguas indígenas, la historia de sus pueblos y la vida y derechos de las mujeres, en programas que generalmente se emiten en vivo y que en las primeras horas de la mañana se dedican a la actualidad.
María Miranda, de la comunidad guaraní 9 de Julio, dijo a IPS que la radio cumple una tarea fundamental, porque «hoy hay muchos indígenas que niegan su etnia, porque han sufrido discriminación. Los chicos ya no saben de la historia de los abuelos y nosotras tratamos que no se pierda».
Ella reveló que su abuelo llegó en la década de los años 30 a la zona de Tartagal, caminando desde Bolivia: «Era sobreviviente de la Guerra del Chaco», contó, en referencia al cruento conflicto que enfrentó a Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935.
La emisora tiene actualmente tres directoras que pertenecen a pueblos distintos: Lidia Maraz (toba), Nancy López (wichí) y Felisa Mendoza (guaraní). No es un emprendimiento comercial y se sostiene con fondos de programas de cooperación y, a veces, con dinero del bolsillo de sus oyentes.
Para las y los indígenas que realizan los programas, a veces resulta un enorme esfuerzo llegar hasta la radio por el costo del pasaje en el transporte público, que sale el doble que en Buenos Aires, a 1.746 kilómetros al sureste de Tartagal.
La radio surgió a partir de encuentros iniciales sostenidos por mujeres indígenas a fines de la década de los 90 en la casa de Leda Kantor, una antropóloga llegada de Buenos Aires para trabajar en programas oficiales de apoyo a la agricultura familiar.
«Se trataba de hacer una actividad de recuperación de la memoria colectiva. Pensamos en grabar o en registrar en papel lo que surgiera, pero nos dimos cuenta que era un grupo muy motivado y que no había ningún medio de comunicación que los registrara», contó a IPS.
Como Kantor era docente de Antropología en la carrera de Comunicación Social en la sede Tartagal de la Universidad Nacional de Salta, luego de un tiempo de trasladaron allí sus encuentros y distintos docentes se involucraron en el proyecto.
«En realidad comenzamos a juntarnos en la universidad porque mi casa quedó chica. Y empezamos hacer talleres y capacitaciones sobre cuestiones básicas de comunicación popular», dijo Kantor.
En 2000, las mujeres indígenas comenzaron a hacer un programa en Radio Nacional Tartagal, la filial local de la emisora estatal argentina. Pero fue en 2006 cuando pudieron, gracias a programas de financiamiento estatales, comprar un terreno, construir el edificio y lanzar La Voz Indígena, que desde entonces está en el aire.
«La mujer indígena es fuerte. Es la que trae a la casa el agua o la leña. Y tradicionalmente, los hombres que se casaban iban a vivir a las comunidades de sus esposas. Han sido los desalojos de los territorios los que han hecho que la mujer quede un poco a expensas del hombre», afirmó Kantor.
Hoy, dice la antropóloga, «la radio sigue siendo un espacio de resistencia al avasallamiento cultural, en una ciudad en la que los indígenas nunca tuvieron un espacio para hacerse escuchar».
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2018/11/las-mujeres-hacen-escuchar-la-voz-indigena-en-argentina/