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20 de noviembre del 2006, una crónica a doce años

Fuentes: Rebelión

La Ciudad de México amaneció fría, el sol quedó oculto entre las nubes y el viento soplaba fuerte. Había que andar contra el viento, en contra como casi siempre, de las buenas consciencias, del cálculo político, de los medios de comunicación, de los intelectuales respetables y del propio cansancio. Desde la elección del 2 de […]

La Ciudad de México amaneció fría, el sol quedó oculto entre las nubes y el viento soplaba fuerte. Había que andar contra el viento, en contra como casi siempre, de las buenas consciencias, del cálculo político, de los medios de comunicación, de los intelectuales respetables y del propio cansancio. Desde la elección del 2 de julio habíamos pasados de la esperanza al enojo, a la lucha, al sacrificio, a la tristeza y de nuevo a la esperanza. De las grandes marchas, las mayores de la historia de este país, al plantón de Reforma, de ahí a la Convención Nacional Democrática dónde decidimos constituir el Gobierno Legítimo con Andrés Manuel López Obrador como presidente.

El día había llegado, 20 de noviembre, rememorando la gran gesta revolucionaria, en el Zócalo Andrés Manuel sería ungido como presidente legítimo de México. El movimiento contra la imposición de Calderón encontraba una salida para seguir la lucha, una figura de resistencia y de protesta, un mecanismo pacifico para continuar.

Se percibía ya un reflujo en el movimiento, parecía poco probable evitar de alguna manera la imposición de Felipe Calderón. A pesar de ello nos sentíamos invencibles, no por no perder sino por seguir a pesar de todo. El fraude del 2006 era una afrenta más a la larga lista de humillaciones al pueblo. Pero ahí estábamos, llegando poco a poco, acompañándonos entre todos.

El Zócalo, el espacio del movimiento, nuestra casa, se iba llenando, llegábamos muertos de frío y poco a poco hacíamos calor. Desde la lucha contra el desafuero la relación de AMLO con sus seguidores se había hecho más fuerte, se habían vuelto una relación de amor. «Andrés amigo, el pueblo está contigo» gritábamos. A las estructuras partidistas, principalmente del PRD, se agregaban ciudadanos que se definían como «lopezobradorista». Una nueva identidad política nacía, un movimiento social amplio y un nuevo líder popular, AMLO.

El célebre «los quiero desaforadamente» del 2005 era contestado con un multitudinario «no estás solo», y ante la más virulenta campaña negra mediática se respondía con un orgulloso «es un honor estar con Obrador». Honor y orgullo se sentía en la plaza aquel 20 de noviembre, estábamos los que teníamos que estar, enfrentando la burla mediática, a los adversarios que se imponían y ante la indiferencia de muchos.

La acción colectiva tiene un poder de transformación, los ánimos, la expresión y hasta el clima puede cambiar entre miles. Con un Zócalo lleno y ante la expectación de muchos, AMLO apareció en el templete. El grito de «presidente, presidente» inundaba la plaza, el candidato perdedor según las autoridades era ungido como presidente legítimo de México por nosotros. Rosario Ibarra de Piedra le colocaba la banda presidencial y AMLO frente al Zócalo hacia el juramento «de proteger los derechos del pueblo, defender el patrimonio y la soberanía nacional, e iniciar la transformación profunda del país».

Con el águila juarista, símbolo del movimiento, como fondo, AMLO pronunció su discurso, ante un Zócalo atento. Aquí estamos y aquí seguiremos, no hay más que seguir para hacer de nuestro ideal una realidad, ese era el fondo del mensaje. Iniciaba una nueva etapa de lucha, aunque la meta seguía siendo la misma, trasformar a México.

El 20 de noviembre del 2006 quedó conformado el movimiento lopezobradorista. Se constituía una incipiente organización que tomaba distancia frente a los partidos de la coalición, se reafirmaba la relación directa entre AMLO y los lopezobradorista, y frente al mayor ataque mediático ahí estábamos miles. Teníamos «presidente legítimo» por reclamación popular, una alegría entre tanto coraje y frustración acumulados. Seguía continuar la lucha, resistiendo tercamente, ser representante del gobierno legítimo, fundar comités, protestar, seguir. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre.

Regrese solo a casa, con mucho frío, pensando que no sería fácil vencer y que tal vez nunca veríamos el cambio anhelado. A escasos diez días de que asuma el cargo AMLO es bueno recordar los episodios estelares de un largo andar. En la lucha y producto de millones es como se conformó el lopezobradorismo. Están ahí los sueños, desvelos, corajes, frustraciones, trabajo y sacrificio de miles. Un recordatorio de que la historia no es asunto de unos pocos, sino de masas en movimiento. Después de doce años sabemos que la historia nunca acaba y que la lucha no termina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.