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Ensayo sobre «Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948): La sociedad de control en los días del odio»

Fuentes: Rebelión

Ensayo presentado en el I Congreso Int. Literatura y Revolución – Los espectros de Marx y el realismo estético – Imperialismo e independencia nacional, en homenaje a los 200 años del nacimiento de Karl Marx, a los 128 años del nacimiento de Oswald de Andrade y a los 170 años del Manifiesto Comunista, Universidad Federal del Espíritu Santo (UFES), Vitória, Brasil (7/dic/2018)

El pueblo está separado por el odio en fracciones irreconciliables. ¿De dónde proviene ese odio?

Es un artificio creado por los especuladores de la fe pública y del trabajo humano.

¿Cómo puede odiarse el pueblo entre sí, si todos padecen la misma hambre y la misma desolación?

Pero conviene a los fines de los explotadores este odio, del cual se ríen, porque mientras ustedes se matan por la pasión política, ellos constituyen compañías, reparten dividendos y se apoderan de la tierra.

JOSÉ ANTONIO OSORIO L. EN EL DÍA DEL ODIO

Lo que me irrita y me incapacita para llevar una existencia política

no es la aversión a la violencia sino la aversión al poder. El poder,

en tanto puede permitirse convertir la violencia en ritual, consigue que

esta aparezca como la razonable. Mi repugnancia ante la violencia

razonable del poder es inconmensurable. Concibo a casi todos

los poderosos como hombres informes y faltos de vida.

PETER HANDKE

 

La finalidad de la neolengua no era aumentar,

sino disminuir el área del pensamiento,

objetivo que podía conseguirse reduciendo

el número de palabras al mínimo indispensable.

GEORGE ORWELL

 

A Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948) ** in memoriam…

 

Presentación Gaitán & El día del odio

Debido a la pésima edición de una versión anterior de este ensayo (que nunca termina), en revista Al Margen, preciso desde qué óptica veo el género. No hay para mí mejor definición, sobre el ensayo libre, en su concepto más contemporáneo, que la aportada por Pedro Aullón de Haro en revista Educación Estética No 2 2006-07, U. N. (63-64), dedicada a Th. Adorno:

«El discurso del ensayo, […] sólo es definible mediante la habilitación de una nueva categoría, la de libre discurso reflexivo. […] El ensayo no niega el arte ni la ciencia; ambas cosas conviven en él con especial propensión integradora al tiempo que necesariamente imperfectas e inacabadas o en mero grado de tendencia. […]Si se retoma la distinción de Schiller […], pudiérase considerar el ensayo en tanto realización de un proyecto de síntesis superador de la escisión histórica del espíritu reflejada en la poesía, como discurso reflexivo en cuanto modo sintético del sentimiento y la razón. El ensayo, accedería a ser interpretado como el modo de la simultaneidad, el encuentro de la tendencia estética y la tendencia teorética mediante la libre operación reflexiva» (1), concluye Aullón de Haro.

Ahora bien, hay que decir las cosas, antes de que otros, con menos buena intención, las digan por nosotros. En tiempos oscuros, solo se puede dar claridad si se es claro. Martí: «Un hombre que oculta lo que piensa o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado». En tercer lugar, aparte de a mis hijos S. & V:, dedico este trabajo al pintor y grabador Juan A. Roda, quien acerca de las reuniones con las familias de sus cinco hijos, decía «la vida es más fuerte que la vida de cada uno» y se reconocía pesimista por sabedor de «la condición humana, de sus ansias de poder, de su afán insaciable de riquezas» (2) ; a M. y a Ma. del R., sin cuya ayuda no estaría aquí. A Cristina de la T., por su respaldo en mi reto a los desafueros del poder, bajo la triste figura de un Gral. que solo con su m. dejó de mentirle al país, como mintió en 2008 al decir que le había entregado el cadáver de Camilo a su hermano Fernando, ya muerto (3) ; como mintió al hablar de Gaitán, culpándolo del 9/abr, y de arengar a las masas para atentar contra El Tiempo, EE, El Siglo… El Gral. Violencia Tovar, le decían y la voz del pueblo es: soy ateo, pretende falsear la historia poniendo al perseguido de perseguidor, cuando es al revés, como muestra este libre discurso reflexivo. Ahora al grano, siguiendo la idea de Adorno o, mejor, del Sr. Adorno: «El pensamiento tiene su profundidad en la profundidad con que penetra en la cosa, y no en lo profundamente que la reduzca a otra cosa».

Cuando se le debería admirar, a Gaitán se le acusa y persigue no por ser «el hombre que inventó un pueblo», dice con ironía A. Caballero (ningún aristócrata es cercano al pueblo), sino por la sentencia siguiente del propio Gaitán, en la que su único e involuntario error fue haber hecho énfasis en la salvación del pueblo a través de la política, medida sana pero pervertida por los políticos: «He dicho que la más alta misión de un hombre, la más elevada, la más desprendida, es intervenir en la política… yo he invitado el pueblo a intervenir en la política, y creo precisamente que la salvación de este país reside en que todos los hombres intervengan en la política». (1947) Y a los políticos no les ha interesado nunca la salvación del país, sino el sometimiento del pueblo paralelo al intemporal estado de sus bolsillos llenos.

Dice H. Braun, Mataron a Gaitán, Norma, 1998: 125 (reeditó Aguilar, 2008):

«A liberales y [godos] les era posible estar de acuerdo ideológicamente pero discrepar emocionalmente, con lo cual mantenían la farsa del partidismo». «Tal vez», les decía Gaitán, «por ese camino encontremos la explicación de por qué liberales y conservadores dirigentes tienen las mismas ideas, practican los mismos sistemas, aun cuando su denominación sea distinta y distintos sean los odios que los llevan a la controversia». «¿Cómo es posible, se preguntaba, que la política se haya convertido simplemente en una cuestión de temperamento? Para él la respuesta radicaba en la economía, que estaba alterando las relaciones entre política y clases sociales». […]: «El capitalismo lo había transformado todo. Aunque los partidos eran multiclasistas en su estructura, ambos estaban al servicio de ‘la irrupción de nuevos elementos capitalistas’ (Gaitán). «La política, concluía Gaitán desde la perspectiva de la Unir, se ha vuelto ‘una defensa de los intereses capitalistas y latifundistas'». Lo dicho: poder y codicia, única razón de ser de políticos corruptos y oportunistas.

El ensayo se centra en El día del odio sobre cinco asuntos básicos: la sociedad de control a la que Osorio, alude implícita y reiteradamente en su texto; el pensamiento político de Gaitán visto a la luz del suyo propio y de otros; una referencia al problema de la tierra, problema medular de cualquier país en toda época y lugar, tratado también por Osorio en su novela, como se colige del epígrafe citado; breve referencia a algo más que una hipótesis: Gaitán, víctima del oportunismo bipartidista; por último, el nexo conflictivo lenguaje/Poder, en el que este, en su violencia repugnantemente razonable, conduce a aquel de nuevo a la pobreza.

O bra de madurez, fue publicada primero en Argentina (López Negri, 1952), a cuatro años de asesinado Gaitán, y mucho después en Colombia por Carlos Valencia, 1979, y El Áncora, 1998. La tardanza sugiere algo oscuro detrás del hecho: un asunto político: invisibilizar la obra; un caso de envidia: ocultar su contenido; otro de ignorancia: para qué darlo a conocer. También, sugiere que para admirar se necesita grandeza pues ante los seres verdaderamente grandes no nos sentimos inferiores sino misteriosamente afines. Lo que no entienden ciertos editores que casi siempre se creen superiores a los autores y a las obras que de ellos publican.  Como si tomar los textos les otorgara facultades para deshacerse de lo incómodo, rehacer lo políticamente incorrecto, invisibilizar lo inconveniente o, por el contrario, hacer más visibles sus debilidades para tranquilizar al aparato hegemónico, contribuyendo de paso al aletargamiento, de por sí preocupante, de la conciencia colectiva.

Otros temas: primeros pasos literarios de Osorio; desentrañar la novela social y política, antes que de otro tipo de…; su valor como literatura que supera la estética de la violencia visceral; la lucha del autor, al margen de su vida personal y de posibles errores políticos, contra la injusticia, desde la apariencia inofensiva de la escritura; todo ello dentro del panóptico del que habló el economista (no f.) y seguidor (creador: H.) del utilitarismo, Bentham, en el que hoy se halla la sociedad globalizada por el pensamiento único. Visión total o, peor, vigilancia total que deviene del paso de la sociedad disciplinaria (MF), a la de control (WB), y aún más a ese nuevo tipo de poder, engañosamente sutil, que el mismo MF denominó biopoder, falso sistema de control ante el cual el concepto usual de autoridad evidencia su incapacidad para criticar/entender. En vez de reprimir, aunque también, este nuevo poder, en apariencia, realza la vida, exalta el nacionalismo, pregona la seguridad y para ello declara a toda oposición, terrorista. Mientras, el verdadero terrorismo anda suelto por ahí, a la vista (ciega) de todo el mundo y con su callada complacencia: el sistema asume lo que M. Littín, víctima del pinochetismo, esboza: «El alcohol, la religión, las sonrisas, la ley y la gentileza son parte de las herramientas que posee el sistema para disciplinar y dominar a los hombres». Y a las…

Una aclaración en torno a Helvetius y Bentham: como ya se dijo Helvetius es el real creador de la doctrina utilitarista. Él pensaba que la moral privada y las instituciones públicas deben buscar siempre aquello que suponga la mayor felicidad para el mayor número de ciudadanos… (si los hay); que todos los hombres están dotados de un vigor intelectual y de un poder de atención suficientes para poder llegar al nivel de los más ilustres; y que la causa de que los talentos sean tan desiguales es siempre «el efecto de la diferencia de situación en que la suerte los ha puesto»: diferentes ambientes, recursos económicos, educación e instrucción, etc.; mientras que para su seguidor, Bentham, torpe por demás, el utilitarismo era la base para emprender la sociedad auto vigilada… y feliz: sólo lo de la auto vigilancia se le cumplió y no por él ni por su panóptico, sino por Orwell, quien en 1984 prefiguró la vigilancia total a través del Big Brother, inoculada en los seres humanos a manera de supositorio mediante los llamados realitys. En 1789 se hizo famoso por su obra Introducción a los principios de la moral y la legislación, en la que dijo que felicidad era igual a placer; que mediante una especie de cálculo matemático-moral de los placeres y las penas, se podría llegar a decir qué era una acción buena o mala. Afirmó también, si los valores se basaban en los placeres y las penas, las teorías de los derechos naturales y de la ley natural no eran válidas. John Stuart Mill modificó algunos de los principios de Bentham, excepto, cómo no, su método para calcular las cantidades de felicidad o qué es una acción buena o mala y por qué. Además, no debe olvidarse al neurofisiólogo Rodolfo Llinás cuando dice: «Lo del bien y el mal son pendejadas nuestras. Todo lo que el hombre hace lo hace por conveniencia.

«Osorio Lizarazo y su gateo literario

Osorio dio sus primeros pasos literarios en el periodismo, antes de llegar a convertirse en uno de los escritores y cronistas más importantes del Siglo XX, al lado de Luis Tejada, H. Téllez y (el clasista) G. Arciniegas, entre otros. En efecto, tras huir de la casa paterna al terminar su bachillerato en San Bartolomé, trabajó cuatro años como minero en Caldas y recolector de café en Quindío para luego regresar a Bogotá, donde aprendió el periodismo, como repórter de policía, cuenta Téllez mismo. Más tarde fue autor de comentarios ligeros y un muy vivaz editorialista político. Se le recuerda por su carácter frágil, existencia combativa, vigor intelectual poco común e ídem acidez crítica » de todo cuanto en la intolerable farsa social lo hería directamente o contravenía sus ideas y creencias, su noción de justicia, su código del honor, su concepto de la equidad, sus propósitos, sus adoraciones y sus abominaciones» . Muchos años Osorio paseó » su esquelética figura, su inteligencia y su mefistofélica sonrisa» , (Téllez), por las salas de redacción de diarios bogotanos y luego de la Costa: fue fundador de El Heraldo, de B/quilla, en 1933. Por su origen humilde fue acercándose a la tragedia cotidiana de humillados y ofendidos con simpatía/compasión tales que sus crónicas de crimen y asesinato, hurto y robo, mendicidad y prostitución, así como el melodrama de la picaresca bogotana, » adquirían bajo su pluma no sé qué acento vindicativo y, al tiempo, una firme pulsación literaria en la cual podía descubrirse ya la vocación del novelista». De tal caldo de cultivo surgieron crónicas como La cara de la miseria y novelas como La casa de vecindad , El criminal, Hombres sin presente, El día del odio, y El camino en la sombra (Premio Esso/63), obras en las que dejó su impronta vital transmutada en literatura sobre lo que también es la urbe: » Los grupos que se han clasificado por sí mismos o que han sido clasificados por las leyes que defienden a la sociedad. Lo mismo que todos los miserables y que todos los vagos». Esa ciudad, tragicómica, ofrece siempre nuevos aspectos, pintorescos, lastimosos, por los cuales dijo haber reído y llorado, añadiendo: » He visto que todos esos exponentes de la miseria tienen el dolor risueño de los clowns». Después de su periplo, por Bs. Aires, Santiago y S. Domingo, donde se dedicó a escribir por algo más que un salario a favor de las dictaduras de Perón y Trujillo, regresó a Colombia en 1960 para tratar de exorcizar sus culpas en la que sería su última novela, aún inédita, Barco a la deriva . Ya antes, en sus crónicas, como en sus novelas, intentó exorcizar sus demonios/temores y deseos. Tal vez tenga razón Unamuno cuando decía: «T oda novela, cuando es viva, es autobiográfica»; o, si se prefiere, la autoconfesión es el sucedáneo perfecto de la creatividad; o todo personaje de ficción es de algún modo un alter ego del autor; aspectos aplicables a dichas novelas.

¿La mejor de sus novelas? Quizás…

Tanto en El día del odio como en las novelas precedentes, hay un trasfondo social y político fuerte. Así, en La casa de vecindad , a través del relato de un tipógrafo desplazado de su trabajo por la llegada del linotipo al país, se relatan sus vicisitudes frente al abandono de la pareja, desempleo, hambre, fracaso, en medio de la pobreza. Incluyendo la dificultad para conseguir ocho pesos mensuales de arriendo, drama que significa vivir pensando en lo material para a su vez irse arruinando en lo espiritual. O el relato de la tentación, ante la adversidad, por degradarse mediante el robo, la prostitución o la mendicidad, en la ciudad devoradora, en la vorágine citadina. Contenido intrínsecamente social y político, como en Hombres sin presente (Novela de empleados públicos) , en la que (50 años antes de HRH en Celia se pudre ) , describe la vida de esos oscuros funcionarios que ayudan a construir un país, pero de los cuales nadie se acuerda salvo para el dicterio. Aunque, por contraste, muchos constituyan el principal flagelo de la democracia : la burocracia, bolsillo roto que alimenta a la impunidad, sobre todo en países sostenidos por lo ilícito. Y no se ha hecho especificación alguna que permita a la seguridad democrática de hoy realizar persecuciones gratuitas por desacato o por terrorismo.

Así es el antihéroe de Hombres sin presente , César Albarrán, quien para Osorio no es novelesco sino mecanismo en gris y símbolo/concreción de la clase media, perseguida e inerme. Él, que encarna la monotonía, el absurdo, de la vida doméstica cotidiana, ve pasar el tiempo obligado por tradición a llevar una vida artificial que constituye una perenne simulación en medio de la rutina burocrática. La novela representa el tono gris del tiempo uniforme equivalente al tono uniforme del hombre gris que, a la manera del Balder de Arlt, vive esperando en su intrascendencia que un suceso extraordinario se produzca. Esto en medio de enredos, dudas e incertidumbre, lo que, por causa de la debilidad que genera la aventura cotidiana de vivir en un medio hostil e injusto que no se comparte, pero del que hay que aceptar sus designios, le hará decir: » Mi propósito es evidenciar de qué manera busqué el conocimiento a través de una avalancha de tinieblas y mi propia potencia en la infinita debilidad que me acompañó hora tras hora» . De seguro, uno hubiera suscrito las palabras del otro pues ambos son parte de ese engranaje melancólico de la rutina, juguetes rabiosos en manos de poderes extraños, fichas inconscientes del juego implacable/mortal llamado sociedad de control . Sus vidas no les pertenecen; sus destinos están en manos ajenas; sus fracasos son ineluctables.

De El día del odio se dicen muchas cosas, en las que aflora irreflexión, si no ignorancia o atrevimiento. De la obra de Osorio en general, que ignora los experimentos formal/estilísticos de la novela europea y americana, no solo gringa, cercanos a su época; tiene una visión pesimista e irremediable; tiende a la gratuidad y al facilismo; trasluce una máscara individual y social de amargura, detrás de la cual está el propio rostro del autor; le tira la puerta a cualquier posible intromisión de la fantasía; está anclada en tercos andamiajes de verismo fotográfico y fidelidad documental (acusan sociólogos y antropólogos a los que Osorio acusa y denuncia por contribuir a disfrazar la horrenda hipocresía de la sociedad: 84); adopta el registro discursivo típico del desahogo personal, la queja social o la invectiva política; demuestra la paradoja de un autor que denota mucha insistencia pero poca consistencia al novelar a la Bogotá de entre 1920/ 50, en su afán de crear una novelística nacional , pero deja apenas un esbozo de la cartografía total: sus novelas son al cabo malogradas o fallidas.

https://www.youtube.com/watch?v=WYgY6RkOlBc   Hipocresía Rubén Blades, con letra: 4:52

Novelas malogradas o fallidas, para dicha crítica, salvo, cómo no, La casa de vecindad , » una obra casi perfecta» , según Téllez; El hombre bajo la tierra (hay un filme de Santiago García, Bajo la tierra , 1968) que » entraba en el territorio de lo excelente» , y El día del odio , » el mejor de sus libros y la mejor de sus novelas . (…) Jamás había escrito Osorio con tanto dominio intelectual del tema ni jamás logrado tampoco realizar una estructura novelesca tan completa como la de El día del odio «, sostiene Téllez en un texto parte del libro Novelas y crónicas , de Osorio L., con selección e introducción de Santiago Mutis (4) , uno de los pocos que emprende la defensa de su obra pero que, para algún sector de la crítica, no logra trasponer el umbral que separa al comentario del análisis textual (5) . Al margen de ello, he ahí un documento clave para conocer sus novelas, crónicas, críticas a su obra y bibliografía sobre esta última: en la que El día del odio es quizás la mejor de sus novelas, al lado de El criminal.

Tránsito: El dolor sin risa del clown

Para entender lo anterior, vale conocer el contenido de El día del odio , motivo de este análisis. Se trata del viaje iniciático, a la vez viacrucis, de la empleada doméstica Tránsito, proveniente de Lenguazaque, al oeste de Villapinzón, C/marca. La referencia al espacio es clave por cuanto alude al lugar de origen, al que anhela regresar ( leitmotiv que lleva a la idea terrible: ¿cómo desandar lo andado?) y al lugar de destino, del que no podrá salir. Destino que se puede antojar fatídico o trágico pero que hace parte de esa trama en la que ciertas criaturas sucumben sin haber hecho más que mostrar inocencia, ignorancia, desvalimiento. (Cap. XV): » No es que sobre la adolescencia de Tránsito se acumulara el infortunio con una saña excepcional. Tránsito no era sino la síntesis de un dolor humano hostilizado por todas las fuerzas morales y materiales que sostienen y estructuran la organización social y aseguran la tranquilidad de quienes puedan pagarla» (186) . Tránsito trabaja en una casa clase media, barrio Alfonso López. La casera, Alicia, la acoge al principio; le explota luego su fidelidad y sumisión; finalmente, la echa sin atenuantes por el hurto de una cadena que no cometió. Tránsito va hacia el centro de Bogotá; en medio de hambre e incertidumbre busca un hotel; aparece un policía… pero un policía es un policía y en consecuencia actúa: entonces viola a Tránsito; más tarde, otro la lleva a la inspección para que, tras inventarle un prontuario le cuelguen el Carné de Sanidad , el cual decreta su prostitución; luego, se degrada aún más; finalmente, como (no) es natural, muere. Y así, sin ambages, se ha perdido para la posteridad una vida condenada de antemano a la desidia, simplemente porque la inocencia perdida jamás se puede recuperar. Máxime si se ha sido víctima de la violencia razonable del Poder, a la cual, por más que se intente justificar, debe rechazarse siempre, por repugnante e intolerable.

Su errancia es intensa pero fugaz. Cae en los calabozos de la policía; duerme en las faldas ocultas de Monserrate con indigentes innombrados; alterna en las chicherías de la Perse…; comparte con sujetos de toda pelambre y baja estofa; es expulsada de casas y casuchas de mala reputación ; sobrevive en medio de gente cada vez más envilecida por el vicio, vapuleada por la miseria, defraudada por los políticos que tantas promesas le han hecho y tantas tristezas le han dejado: «La verdad es que todos los que detentan el poder sienten un hondo desprecio por todo lo que prometen, por todo lo que han jurado», reza En busca de Ricardo III (1996), de Al Pacino . La novela termina con la chispa del 9/abril, cuando la turba furiosa desciende de los sectores aledaños a Monserrate y Guadalupe o trepa por las cloacas del San Fco. y del San Agustín. En medio de saqueo, destrucción e incendio en donde ahora solo cabe odio, se precipita con su amante a la expropiación, a la venganza, a la procacidad. Ambos beben un whisky jamás soñado y comen manjares nunca ingeridos. Enceguecida por ese amor insatisfecho que es el odio, cree ser depositaria de toda humillación y ofensa que desde siempre se han cernido sobre las campesinas llegadas a la ciudad. Entonces, siente ya no el ansia de morir sino la sed de matar a quien encarna el origen de sus desventuras y sobre quien previamente ha lanzado duras imprecaciones, producto de la desolación: » -¡Ah! ¡Gran guaricha mi señora Alicia! ¡Hast’ onde m’ hizo cáir!» ( 209 ). Luego dirá: » ¡Ah! Malaya toparme pu’ aquí con mi señora Alicia pa’ ver cómo tiene las tripas por dentro» (233).

Como en el jazz, el tema es lo de menos en la obra . Lo crucial no es el qué de la música o los sucesos sino cómo se interpretan: la muerte de Gaitán, es prueba de ello. Así, al finalizar el penúltimo cap. de la novela se hace una síntesis acerada e implacable sobre los desafueros del poder encarnados por la policía; la necesidad de realizar una limpieza social (221-24) para poder mostrar una ciudad digna de la IX Conf. Pan. ya referida en el Cap. XII: «Alguna vez las urgencias del espacio impondrían el rescate de la barriada y entonces los maleantes y los indeseables serían eliminados como piojos: y la obra de limpieza no tendría un objeto de dignificación humana sino un fin de exterminio» (155) . Y como ahora, se alude a la ilimitada autonomía de los funcionarios para juzgar la peligrosidad de los malhechores , muchas veces seres inermes que no han cometido delito alguno . La sociedad de control se hace presente luego de los presagios de la catástrofe patentes en un ambiente similar al de las señales de percusión en las selvas africanas. Así, en el cap. 18, final, de intensidad literaria inusitada, se narra que entre breñales y cañadas del centro/oriente se ocultaban aquellos vagos que » lograron eludir la intensidad de la persecución policial desarrollada con motivo de la asamblea internacional» . Cual si se tratara de la Bogotá de Peñalosa/Mockus/Garzón/Moreno (menos, Petro: con los pobres) o de Kike 2: » La ciudad quería ufanarse de su opulencia, como los nuevos ricos, y construía su prestigio y su fausto sobre una caudalosa falsía y sobre un deliberado encubrimiento» (221) , sentencia el narrador omnisciente de El día del odio.

Desde todos los puntos de la urbe convergieron las pasiones en aquel odio suscitado por el crimen. En medio de una sociedad que, como la de hoy, confiaba más que nada en los efectos represivos del terror sembrado por vía de las armas oficiales, surgen las metáforas que proyectan tales ánimos exacerbados: » fue el cataclismo plutónico» ; «las vibraciones convocadoras arrancaban a los proscritos de sus escondites, súbitamente sedientos de sangre» (227) . Antes de la orgía final de alcohol y comida, sangre y muerte, insólitos presagios impregnaban el ambiente » y el aire mismo anunciaba la catástrofe» . En medio del dominio impuesto por la locura, los policías recordaron algo que deben considerar los de ahora: que también son pueblo y que han sido sacados de los más bajos estratos, » para ser amaestrados contra los suyos como viles perros de presa» (229) (6) . Entonces, deciden dejar sus fusiles e insignias en manos del que los quiera. En medio del caos, Tránsito y su amante, el Alacrán , claman un odio contra todo y todos. Éste vocifera: » Tóos tienen qué tragar y nosotros ni an una aguapanela. ¿No es pa’ matar más de un guache de estos de l’alta?» , mientras aquélla, víctima del furor homicida, lanza un metafísico aullido, trémulo y estentóreo, contra ese extraño y espantoso monstruo que le impide subsistir: » ¡Muera!» , grita con toda su última e impotente potencia. Pero como, a diferencia del cine, en la vida no hay finales felices (pues la muerte es su muerte), es ella la que muere. Y lo peor de todo es que, exponente de la miseria, carece de la risa del clown . Para ella solo hay el inefable dolor del payaso que aparenta reír para no llorar pues se le ha secado el llanto, acabado la risa: en esta sociedad excluyente, que da tristeza y sobre todo asco, sabe que a nadie le importa su pobre existencia.

https://www.youtube.com/watch?v=W-h1qriuAuo Cambalache, autor/letra/música E. Santos D.: 3:04

El día del odio: Novela subversiva

Si se considera que El día del odio asume el espacio como habla y su tono está basado en el lenguaje conversacional, que lo hace vivo y presente, ya se debe ir pensando en la sustancia política de su narrativa, antes que histórica, sociográfica o de tesis, como sostiene algún crítico (7) , particularmente en cuanto al enfrentamiento entre lenguaje y Poder establecido. En efecto, el lenguaje hablado y más que eso jergal cotidiano, salpicado de dificultad, inconformidad e irreverencia, le confiere de entrada un carácter al menos potencialmente subversivo, desde la perspectiva interna del relato, lo que en sí mismo implica político . Entendiendo subversión como la versión debajo de la establecida, pero no ilegal, sino que no desea ser oída por aquéllos a quienes no conviene o a quienes, por obvias razones, hay que escamoteársela para evitar la persecución oficial; entendiéndola sin tintes peyorativos ni penales como sí la captan ciertos estados o gobiernos que ven en su régimen implantado el único posible y justo. Y como para cada gobierno hay un único orden posible, cualquier otro que se desee implantar es irregular, sospechoso o virtualmente atentatorio para el statu quo.

La potencialidad subversiva se manifiesta desde el comienzo: La Cachetada le advierte a Tránsito que no podrá librarse jamás de las mil manos (terrible metáfora del panóptico de Bentham: 55 y 72) de la policía, en cualquier momento dispuestas a capturarla. Asunto que se refuerza luego, cuando se dice que todos sus movimientos eran vigilados, » porque se consideraban sospechosos» . Por si quedan dudas, cabe citar en este punto el horror de Tránsito ante la amenaza incierta pero indudable de la jauría (81), por autoridad, que la acosa sin remedio: » Por todas partes veía gente al acecho de su paso, zarpas tendidas que se alargaban para desgarrar sus carnes, muecas horribles que se burlaban de su terror, como si se hubiese extraviado para siempre en una selva poblada de monstruos». El crítico Robert L. Sims, señala que la novela, por ser dominio de la diversidad de lenguajes, voces, discursos, por su propia naturaleza, se presenta como un género subversivo frente a la historia: que, se agrega, sólo parece tener una voz, la del Poder: omnímodo, prepotente e irreflexivo.

El habla jergal, con fuerte acento campesino de Tránsito, el Alacrán (alias Teódulo Peralta), Manueseda (alias Alfredo Pineda), El Asoliao, El Inacio, La Cachetada, Catalina, Vaselina, doña Eduviges, Forge Olmos, la señorita Julia y demás personajes que pueblan la fauna humana -dicho con estricto rigor documental, ajeno a sesgo alguno: Osorio recurre, entre otras, a la figura retórica de la personificación al revés: no personifica a los animales sino animaliza a las personas- dotan al texto de un lenguaje que sin reparo posible es vida, acción, tiempo presente. Así, se va forjando un relato de carencia, marginalidad, exclusión, a todas luces político, en cuanto a lo que afecta a los ciudadanos de un país; a la libertad de que debe disponer cada uno de ellos para examinar el tema según sus propios pensamientos e intereses; a la inviolable opción personal de armonizar conceptos de política teórico práctica que permitan la aplicación de un modelo, si no correcto, distinto del establecido.

Samir Amin, a propósito de los 170 años del Manifiesto Comunista recuerda algo muy pertinente al respecto: «Solo el pueblo hace su propia historia. Ni los animales ni los objetos inanimados controlan su propia evolución; están sujetos a ella. El concepto de praxis es propio de la sociedad, como una expresión de la síntesis de determinismo e intervención humana. La relación dialéctica de infraestructura y superestructura es también propia de la sociedad y no tiene equivalente en la naturaleza. Esta relación no es unilateral. La superestructura no es el reflejo de las necesidades de la infraestructura. Si fuera así, la sociedad estaría siempre alienada y no sería posible ver cómo se podría conseguir liberarse».

Todo eso, transferible a los personajes que pueblan su universo, si se tiene en cuenta que la novela se abre con una violación de DD.HH, asunto preocupante en Colombia mientras subsista la guerra; continúa con alusiones permanentes a la sociedad de control : » Ora tendrás encima a la policía» , le suelta La Cachetada a Tránsito no sin antes lanzarle un laconismo inexorable: » ¡Se acabó tu vida!»; más tarde, tras ser registrada en el Dispensario de Mujeres Públicas, alguien le dice sin titubeos: » Tiene que venir todos los jueves al examen. Y cuidado con perder la tarjeta del registro» , aunque ya antes, para sosiego de la decente y sumisa sociedad, se dice: » El orden estaba defendido sólidamente contra las mujeres perdidas como Tránsito» , lo que a su vez significa: orden es la palabra preferida en el diccionario de la tiranía, como se puede colegir desde que a Tránsito la registran en el Dispensario; y termina con una recreación del 9/abr, en la que aflora la sensibilidad del cronista literato, que no oculta su ideología, sino que, antes, la pone encima del historicismo, como quien conoce su objetivo: despertar la conciencia dormida de un pueblo sometido, vilipendiado y cuyos habitantes ahora son objetos pasivos, de la historia: «No concebían una modificación en sus vidas atemorizadas. Jamás tuvieron oportunidad de concebir algo distinto. Probablemente en la hora decisiva serían héroes, pero entre tanto eran unos pobres objetos pasivos» (147-148).

Como se nota, un discurso político en el que el aspecto histórico, aunque no irrelevante dado el rigor documental, queda en segundo plano. Por si quedan dudas, valdría volver sobre la voz novela , según la crítica (8) . Así podrá dilucidarse a cuál tipo pertenece El día del odio… Novela, en su acepción primigenia, es aquella obra literaria extensa y en prosa en la que se describen sucesos imaginarios o reales, caracteres, costumbres, situaciones, etc. Significa también ficción o mentira , en sentido figurado. Más allá, la novela , como función literaria, se identifica desde los griegos con la épica y con la crónica: así, los poemas la IIíada y la Odisea se acercan al concepto actual de novela porque muestran el carácter de los personajes, sin descuidar el aspecto narrativo ni el ambiente que da vida a la historia. No es posible trazar límites entre novela y épica/ crónica pues los caracteres de estas pueden aparecer en aquella.

La novela, hoy, se distingue por haber tomado nuevos desarrollos, enfoques, direcciones y por hacer uso casi exclusivo de la prosa como forma (8) . Aun así, habría que decir, con Rojas H., la novela es indefinible: furia, por las limitaciones que atenazan y asustan a quien escribe; vehículo intercomunicante de las múltiples soledades humanas; herramienta de la compasión; una nueva religión (no institucionalizada), en tanto quiere que el hombre alcance la redención de todo error con que, aupado al absurdo, se ha obstaculizado a sí mismo. Por eso, hoy, el género más ambicioso y candente, más liberador y menos definible, por razones tan sencillas como complejas: abundancia de concursos, demanda inconsciente de la industria, incremento en la basura que se publica día a día. Hoy, cualquier cosa es novela… tres ejemplos, para qué atiborrarlos, dirían mis hijos: La virgen de los sicarios, Rosario Tijeras, M(a)lodrama.

No hay novela sin historia, debe reconocerse (10) . Pero los procesos son distintos pues mientras la segunda procede por representación fiel (en lo ideal: usualmente se manipula) unida a una exégesis, la primera lo hace por hipótesis: a ciertas condiciones, ciertos resultados o viceversa. La historia, por comprensiva y amplia que sea, por más avidez de conocimiento que haya en su búsqueda, no puede permitirse las dudas ni las ambigüedades de la ficción. Y Osorio no se aparta nunca de unas ni otras pues conoce muy bien aquellos senderos que se bifurcan y reconoce que la historia opera por adición: a hechos ya sucedidos, suma otros nuevos que no los desmienten, sino los complementan. La ficción, en cambio, vive en el asombro permanente ante el acoso de la sorpresa. Lo que se escribe puede ser distinto al voltear la página o distinto con la relectura, como sugiere el otro autor de El Quijote, Pierre Menard. Cuenta lo histórico según sus propias leyes, otorga a la historia y a la imaginación una jerarquía similar dentro de lo narrado y se resiste a los dogmas del poder, subrayando que no hay ni puede haber dogma pues el rostro cambiante de la verdad impide que lo haya. Así, no deja de resultar extraño que el carácter en apariencia verista de su obra le impida ver a la crítica lo que en ella hay de imaginación, también en cuanto al hecho político que es vivir en comunidad: recrear la vida de seres anónimos, no célebres, en torno al 9/abril; ofrecer una mirada crítica no oficial sobre eventos paralelos, como la IX Conf.; realizar tan portentosa síntesis sobre el ideario de Gaitán (140-45); presentar la caída de Tránsito con tal dramatismo e intensidad, implica imaginación. Esta y el lenguaje, indispensables a la novela y a la sociedad y presentes en una o bra cuyo discurso histórico se supedita a la excursión literaria, ajena a los condicionamientos que los hechos dictan a la historia, pues ellos no afectan a la imaginación ni al lenguaje, tampoco a lo que este tiene de aventura. El viaje iniciático de un ser que no tiene que ver con el Poder, asunto caro a la Historia, escrita por los poderosos, esos hombres informes y faltos de vida. Si bien es novela sobre el 9/abril, no sobre Gaitán, lo relevante es la tragedia de esos desafortunados que reclaman justicia sin obtenerla jamás.

https://www.youtube.com/watch?v=ByvabeuGpLA Eddie Palmieri & Ismael Quintana Justicia: 5:57 

La actitud humano/literaria de Osorio no es sino la de » amar al pueblo sobre todas las cosas» , en parodia bíblica que habla de su compromiso social y político al margen de eventuales fardos panfletarios o de tendenciosos libelos literarios -de paso prueba no desconocer los experimentos de las novelas europea y gringa: entre sus afectos mayores estaban Dostoievski y Gorki; las suyas, de corte social/realista, evidencian aspectos que caracterizan las de los célebres John Dos Passos, John Steinbeck, Theodore Dreisser; y no condicionadas a historia/sociología o psicología, aunque tengan no poco de tales ciencias. Ya se dijo por qué El día… no es histórica; tampoco sociográfica, sino social, en tanto cuidado del Otro. Y de tesis, menos: su interés no era graduarse ni participar en concursos, sino reflejar la sociedad de su tiempo sin argucias, con carácter. Simplemente, novela en tanto obra enigmática, no dogmática, como sí lo es la política si carece del tratamiento artístico; en fin, novela política como denuncia en la lucha contra el conformismo y lo que ha sido rebajado por la desidia, la injusticia, el odio (= miedo). «Insisto en que ningún libro está libre de matiz político», decía Orwell, autor de 1984 , texto que Osorio debió conocer y en el que se cita los Dos Minutos del Odio (anagrama de oído = vigilancia), y por la Policía del Pensamiento (a la que el crimental , no se le podía ocultar mucho tiempo), en la sociedad de control… retomada en El día del odio con pasión y vitalidad sin caer en lo escandaloso ni, mucho menos, en lo visceral. sorio

El rechazo a la estética de la violencia visceral

Aquí ya se siente El día del odio como literatura que supera la estética de la violencia visceral. La jerga campesina es asimilable. El narrador emplea un correcto español y cuando los personajes hablan, los hace oír en su expresión vernácula , nativa, auténtica. De traducirlos al castellano puro, los habría desvirtuado. Cargarlos de mala retórica sería como echarle pintura a una casa en piedra. Las limitaciones del idioma académico los habría hecho trastabillar, negándoles a la vez su portentoso aliento de verdad humana. La radicalización del habla regional oral es virtud y no debilidad: he ahí el discurso que, con la estrategia de la máscara, se camufla para que no sea detectado ni intervenido. Igual, presentar seres creíbles, activos, vivos, a pesar de las presiones adversas y ajenas a su condición de libres; o mostrar una narración ágil e intensa, sin concesiones a un presunto intelectualismo que hubiera abortado su argumento como novela literaria. Los protagonistas son del común, olvidados por el centralismo, lo que muestra que la misión del novelista es «hacer interesantes los pequeños, no relatar grandes hechos» y evidenciarlos. Así, Tránsito es una niña cuya » vida había sido elemental y plana, matizada por primitivas emociones de temor o de júbilo» y quien desde que » estuvo en edad de servir, a los 15 años» , fue llevada por su madre a la ciudad para ubicarla en alguna casa. Así, lo humano salta a la vista y asalta a los sentidos con su estilo directo, la descripción de personajes, el tratamiento de situaciones y la creación de atmósferas en las que tensión e intensidad, cobran una alta cuota de expresión en la literatura nacional, tan dada a poner la anécdota sobre el proceso, la pedantería sobre la inteligencia, la furia panfletaria sobre la fidelidad a sí mismo, único compromiso del verdadero artista (11).

Marea de ratas, La casa grande y El día del odio constituyen, en Colombia, tres de los aciertos literarios más dramáticos/conmovedores en la ruta hacia la superación de la estética de la violencia visceral. Lo que lleva a su vez a superar los conflictos por vía de diálogo, entendimiento, tolerancia, para que se pueda abrigar la utopía camusiana de un universalismo compatible con las diferencias; a oponer el pensamiento complejo a la estulticia del pensamiento único, que dicta el neoliberalismo globalizado y ahora su hiperautoritarismo; y a dejar en claro que la única manera de acabar la guerra es liquidar los medios que posibilitan su existencia, para que haya una vida digna, con vivienda, salud y educación y menos cuarteles, cárceles, cementerios. Por subvertir el cómo de los sucesos mediante un discurso literario que instaura la polifonía textual, las ya citadas no son novelas históricas sino literarias , en tanto transcreación de mitos y de textos preexistentes, recreación de eventos sucedidos o no, cambiados o apócrifos, que permiten darle mayor solidez a su verdad literaria. Además, la objetividad histórica es el sucedáneo de una quimera (lo que no niega a la historia su posible cuota de verdad o hecho ) y con mayor frecuencia la versión histórica deviene más apócrifa que la literaria y esta, por el contrario, más verosímil que la histórica.

Aunque es una novela sobre el 9/abril, Osorio realiza una potente síntesis del pensamiento político del caudillo liberal, lo mismo que un somero análisis sobre el problema de la tierra, fundamental en su programa de la UNIR, cuya sigla es nota precisa para una perdurable campaña, como la que en Perú liderara Raúl Haya de la Torre: APRA, a la que Gaitán se remitió para crear su movimiento que en síntesis defendía una política indígena-americanista, antiimperialista y reformista. La UNIR, sería el arma ideológica de Gaitán para demoler el imperio de la injusticia y la mentira. Para demostrar que, como lo expresó en su tesis de grado Las ideas socialistas en Colombia , en el país de ayer (y de hoy) había un problema social que liberales y conservadores, convivialistas , negaban sin vergüenza. Su programa se basaba en los mismos proyectos de ley y reforma que en 1934 le rechazó el Congreso, por maniobras de Olaya H., quien por un lado respaldaba sus iniciativas y por otro las frustraba, igual que López P. Así, éste, lo llevó a la Alcaldía, para ponerle una trampa, y luego lo presionó para que renunciara; aquél, lo envió a Centroamérica como emisario del Gobierno y luego de los éxitos recogidos no para él sino para el partido, Olaya los capitalizó no para el partido sino para él. En fin, cuando presentó a la Cámara y a la Asamblea de C/marca el punto esencial del unirismo, sus proyectos fueron rechazados/archivados por la confabulación bipartidista.

Aquí no se da el caso de la revolución burguesa que, en Francia, dio tierra a los campesinos y los convirtió en sus aliados, a la vez en defensores de la sagrada propiedad privada y, por contraste, en enemigos del proletariado obrero/campesino llegado a las ciudades, sino que hoy tiene a Colombia con un doble récord: el del mayor número de desplazados forzados del mundo, con 7.2 millones; y el de los mayores despojadores de tierras: Álvaro Uribe, el subpte. Duque y el amo de ambos, LCSA, sin hablar del socio/s u cio legal/ilegal de los tres, NHMN. Creo, con Samir Amin, que «Marx y Engels nunca creyeron, ni al editar el Manifiesto ni después, en el espontáneo potencial revolucionario de las clases trabajadoras, puesto que ‘Las ideas dominantes en cualquier época siempre han sido las ideas de la clase dominante’.» (12)

A propósito de ella, para Gaitán la función electoral no puede seguir siendo una farsa/engaño /negocio, que ejecutan sagaces electoreros y encumbra a gente inmoral o irresponsable, sino la más perfecta y sincera manifestación de la democracia, que consiste en que sólo sean elegidos los más dignos y los más capaces. (2003: 161) Ideas, muchas de ellas, retomadas (sin crédito) por Alfonso López Pumarejo (175). Ahora, un breve relato sobre Gaitán y su sentir en la novela basado en lo que le diría al pueblo sobre su miseria, indignidad, odio:

«Uds. tienen la culpa de su miseria. Han renunciado cobardemente a su condición humana. Se han dejado arrebatar por los potentados, por los defraudadores, por los enriquecidos, lo más precioso que tiene un hombre: su propia dignidad. Han sido convertidos en despojos por esa codicia insaciable que se vanagloria en salones y clubes, se acrecienta en la bolsa, obtiene en los bancos inmensas ganancias arrancadas a los trabajadores, se ha organizado en contubernio con políticos y politiqueros en una poderosa oligarquía para explotar a la patria y es exclusivista y feroz. Pero esta usurpación toca a su fin, porque ustedes se disponen a restaurar la moral pisoteada por los vividores y a reivindicar la democracia explotada por los traficantes. […] «Y le diría también: -Ustedes son las víctimas de la organización social que hicieron los de arriba para aplastar a los de abajo. Ustedes trabajan y sufren y otros les arrebatan el fruto de su trabajo, les tiran unas migajas, y gozan y se regocijan. Para ustedes no se hace el progreso, ni trabaja la ciencia, ni florece la civilización. Para ustedes, la oligarquía político-económica ha organizado las chicherías como suprema compensación de su sacrificio.

El hecho de que su programa político se haya desvirtuado y pervertido con el tiempo, debe achacarse, básicamente, a ciertos políticos, enemigos, más que de Gaitán, del pueblo: Enrique Santos M., Calibán (anagrama de Caníbal), G. Arciniegas, J. Lozano y L., C. Lleras, E. Olaya, A. López P., Gabriel Turbay. Calibán , desde El Tiempo atacó todo proyecto gaitanista y lo hizo con una de las más arteras armas: la calumnia. Así, lo acusó de traicionar al partido en beneficio del socialismo; luego, en jun/1932, lo atacó por hacer recaer todos los males del pueblo en los liberales y, más allá, por tratar de invertir la pirámide social; más tarde, lo señaló de dejarse llevar por su temperamento hiper fogoso, carácter inadecuado para «todo un alcalde de Bogotá» (Braun: 134). G. Arciniegas, quien atacaba a la UNIR como movimiento de derecha, para crear confusión, lo descalificaba a partir del clasismo/racismo:

«Desde el […] momento en que Gaitán comienza su discurso inicia una gimnasia constante, se recoge y se estira, hunde el pecho, maneja las manos como si fueran atados de nervios, frunce la frente, afila la nariz, poniendo en esto tanto rigor que se le soplan las venas del cuello y a los 30 minutos de hablar ya está bañado de sudor, el cabello se le empapa, se le entrapa el cuello de la camisa»… Hasta ahí una inofensiva y aguda observación; sigue, con una perversa y no tan inconsciente asociación hitlerista: «…y materialmente puede decirse que salpica. Habla dos, tres horas, en un crescendo wagneriano. Hacia el final, revuelve contra la frente, con furia, los cabellos que el sudor tiene pegados en haces; la garganta se le inflama, le abre el cuello de la camisa, le afloja el nudo de la corbata… Se dirá que es exageración, pero he visto a Gaitán echar espumilla por la boca, espumilla que le forma dos menudos copos en los rinconcillos que forman los extremos de los labios». Juan Lozano también lo criticaba por cuestiones personales: primero lo fustigó por preferir desviarse «por los caminos ásperos» (B: 127) y añadía que «su vanidad era impertinente porque en Bogotá no había lugar para las emociones». La ciudad, «ha perdonado ya a Gaitán su talento, su voluntad, sus triunfos. Mucho tiempo tardará todavía en perdonarle sus autógrafos, los italicismos [sic] de su lenguaje, sus camisas de intenso azul marino».

Lleras R., Olaya H., López P., Gabriel Turbay son, baste decir, artífices de un trabajo oscuro, paciente y constante que culminará en uno de los más execrables crímenes represivos que haya tenido el país, solo comparable al que se dio con Camilo Torres R. Crimen represivo: voz criminalística que figura en la ley penal europea y no opera en Colombia: consiste en que al cerrarle los canales de movilidad/expresión/opinión a una persona se le lleve al desespero o al suicidio o, en fin, se le convierta en víctima (no oficial) del sistema. Jorge E. y Camilo fueron dos de las mejores opciones políticas que tuvo Colombia y que bipartidismo, Iglesia, FF.AA, comunistas (13) se encargaron de cercenarle al pueblo. También, que estos son candidatos que un país merece, no los que a diario venden los medios o el merchandising político; mi padre tenía razón respecto al talante político de Gaitán: el que se encargaron de desvirtuar, pervertir, traicionar, siniestros personajes de la vida política, religiosa y militar, envidiosos, no sólo de él sino del pueblo colombiano. El bipartidismo confundió a este y por ello es responsable de lo que Osorio llamó el día del odio , al filo del tiempo, los días del odio. Así, no es aventurado esgrimir algo más que una hipótesis: liberales/conservadores, mataron a Gaitán (lo que no exime a los otros autores) pero ese abstracto mataron es lícito modificarlo.

Podría agregarse lo que ni los más conspicuos analistas del crimen se han atrevido a decir, pese a las evidencias, más que en forma de símbolo aparente: el 9/abril/48, al chivo expiatorio Juan Roa, le fueron halladas en su vestido dos corbatas en vez de una: una roja, otra azul; una azul, otra roja/ Adivina, adivinador, qué significa/, en este caso, el color. Dos colores que/, en este caso, no son dos; son un solo color/ Adivina, adiv… Urge decirlo: se habla de símbolo aparente: el asesino siempre se confiesa… (14) Por testigos del 9/abr se sabe, con Roa iba un segundo hombre, según el recepcionista del edificio Agustín Nieto, una de las últimas personas que vio a Gaitán caminar vivo. Carlos F. Álvarez lo cuenta así en su libro A Gaitán también lo chuzaron (2018): «Resulta que este hombre se identificó como Evaristo Helí Sarmiento Arenas y confesó ser el compañero de Roa». Y suelta algo que hace no solo ir al pasado sino volver al futuro, al 22/nov/1963 en que, se dice, Lee H. Oswald mató a JFK y luego (esto ya no se dice, se sabe) apareció Jack Ruby y lo mató frente a la policía: «El segundo hombre fue identificado como Marco Tulio Hernández, alias el Pájaro, quien mató a Evaristo dentro de la cárcel porque ‘sabía demasiado’.» (15) Cual Alfred Hitchcock, já.

Gaitán y la sociedad de control, fue escrita para el I Congreso Int. Literatura y Revolución – Los espectros de Marx y el realismo estético – Imperialismo e independencia nacional, en homenaje a los 200 años del nacimiento de Karl Marx y a los 128 años del nacimiento de Oswald de Andrade, aunque, podría agregar, a los 170 años del Manifiesto Comunista, por la UFES, en Vitória, Brasil, como libre discurso reflexivo, aunque por el golpe de Temer y su camarilla criminal, la de Moro, Cunha, Mendes y CIA (que aquí no es Cía, ni en ninguna otra parte, je), hasta ahora se realizó. La mía fue la tercera conferencia, dentro del módulo «Realismo literario en América Latina y la independencia de ‘nuestra América'», como la llamaba Martí y con ello no se refería solo a los gringos. Un paréntesis: me siento como Pancho Villa, con una mujer a cada orilla, aunque a más de 6.000 kms., porque en el panel me correspondió al lado de Ana Aguiar Cotrim, a la izq., y Roberta Traspadini, no a la der. sino a la otra izq., con la moderación de Marcelo Burmann, puente para esta conferencia.

Epílogo: Ser libre es tener autonomía

¿ El día del odio abunda en sentidos estériles, tiende al facilismo, trasluce amargura, detrás de la cual está el autor, es de un pesimismo incurable? Saramago: La peor percepción del mundo que pueda tener cada uno de Uds., siempre será mejor que la mía. No que la de Osorio, quien al pesimismo final opone la fuerza vital/amorosa del epígrafe. ¿Es cierto que cierra la puerta a la fantasía, está anclada en fidelidad documental, es desahogo personal/ queja social/diatriba política? No, tras su aire inofensivo se esconde la nuez narrativa útil a una sociedad, cuyos miembros son torturados emocional y físicamente, perseguidos sin piedad y muchas veces siendo inocentes (127), condenados sin haber sido juzgados, por el simple aserto legal de que la falta es siempre indudable , ironía kafkiana . Los sospechosos de siempre son llevados del panóptico externo, la calle, al interno, la cárcel, por los responsables de nunca, bajo presunción de terrorismo : raro vocablo que el hiperautoritario neoliberalismo esgrime para argüir la muerte de la historia, la ideología, la filosofía: menos, su muerte, la del sistema/serpiente que aún no cree morderse la cola, con los dientes del consumo, la competencia, el éxito: valores supremos de un patético american way of… death, ya no life.

Al leer El día del odio se siente un placer que reconforta: saber que, hace menos de un siglo, un escritor desafió la potencialidad fascista oculta en la entraña del capitalismo. Y en su obra plasmó la impronta de rebeldía e insatisfacción frente a sociedades que aprueban y justifican el Poder. El que al sentirse plenamente justificado/aprobado «no puede resistir la tentación del fascismo» (Buñuel). Vergonzoso que, a tantos años de publicada , sus alegatos sigan teniendo vigencia, sus denuncias continúen ocultadas u olvidadas, sus páginas ciegas a incautos lectores estupefactos frente a la TV e Internet, vigilados por la estulticia de un big brother pirateado del disco duro de Orwell y víctimas de la incitación al voyerismo o de consentidas intromisiones en la vida privada, so pretexto de inofensivos reality-shows , variantes de un panóptico que Bentham jamás imaginó. Big Brother que vigila la intimidad, mientras afuera el panóptico , lograda la vigilancia mutua pero eso sí lejos de una pretendida felicidad , sigue desatando la furia de un Estado con lengua cada vez más precaria e incapaz de controlar su antigua serenidad cuando sus abusos y tropelías, trasladados a códigos, esos sí de mala reputación, los desacata un país escindido por una ley que se pretende universal a base de temores inoculados, amenazas y castigos; por los de una ciudad sumida en el odio a causa de alcaldes que nada hacen para remediarlo. ¿Esperan, muera el último infeliz para no tener que mirar nunca más el show ofrecido a sus haraganes ojos burocráticos? No se olvide: el pueblo es «la fuerza latente, el poderío cataclísmico que ha hecho las más trascendentales transformaciones de la historia » (107): de ahí novela subversiva, en tanto opción, latente, de una revuelta popular. Pero que no muera, como debiera, el monstruo del terrorismo que cierto tiranuelo echó a andar bajo la égida de la venganza personal, la guerra injustificada, el odio indiferenciado. Odio condenado a no dormir bajo la mesa de ningún criollo, hasta tanto un átomo de voluntad política deshaga prejuicios, intolerancia y miedo frente al Otro y se acabe la guerra » por todos los medios que sirven para crearla»: Malcolm X, cuyo magnicidio jamás reconoció ese Estado para el que la guerra es el mejor negocio y que monopoliza la injusticia, cuya principal fuente es la impunidad, cuyo principal alimento sigue siendo el silencio.

Hasta tanto el Tirano y los tristes poderosos que secundan a tal Estado no reconozcan su mezquindad e ignominia, los tambores ancestrales y presentes seguirán reclamando justicia por ofendidos, escindidos y humillados: todos, esforzándose en desarrollar el lenguaje vivo, para contrarrestar los efectos perversos, nocivos y devastadores del pobre lenguaje del poder. El que elimina a aquellos muchas veces sin tener que mandarlos a matar: sólo con mandarlos a callar, que es como… Lyotard sostiene que al matar a un semejante, no se mata a un homo sapiens sino a la comunidad humana presente en él como capacidad y promesa que, en el hombre, se expresan en lo esencial gracias al lenguaje, que se enriquece en la diversidad y en la diferencia, al margen y en contra de los condicionamientos del poder. Pues la voz incondicionada hace un país de seres libres que cuando quieran pueden acudir a la imaginación, a la memoria y al deseo. La aspiración máxima del hombre que se presuma libre es el gobierno de sí mismo. Las normas gramaticales no pueden imponerse y el lenguaje es un hecho complejo en el que participan pueblo, universidad, periodismo, ciencia, cortes; nadie puede regirlo, siendo el resultado de fuerzas que actúan anárquica y simultáneamente, al margen de la influencia directa del Poder. Hecho que ahora parece estar revirtiéndose pues el poder, a través de la fuerza, no de la justicia, lleva al mundo hacia una neolengua cada vez más procaz y precaria… ante lo cual solo cabe resistir a políticos, medios y jueces corruptos.

Conclusión: El pueblo debe alzarse a la libertad

En tiempos oscuros hay que buscar claridad para poder avanzar. Política no es solo cuestión de temple: la respuesta radica en la economía, que altera los nexos política/clases sociales. Política se ha vuelto una defensa de intereses latifundistas/capitalistas/empresariales que manipulan medios y jueces corruptos, bajo el diktat gringo del Lawfare. El problema social determinó la intervención de EE.UU en el crimen de Gaitán. Tras el 9/abr el agente CIA John Meckpless S. declaró ante el Procurador de la época, que él fue a Colombia «con la misión exclusiva de eliminar a Gaitán», pero el asunto se desestimó en la investigación: el Absolvedor, Ricardo Jordán J., fue premiado luego como Registrador, cargo desde el cual el 19/abr/70 declaró ganador de las elecciones no al Gral. Rojas, sino a quien ahora perdía, pero triunfaba, Pastrana B. Luego, se supo, Gurropín fue sobornado, igual que Marroquín por entregar a Panamá, por lo cual, además, el país solo recibió la mitad: la otra se esfumó. Para Gaitán, con alma socialista no socialista en sí, la tierra debe ser de/para quien la trabaja; el latifundio improductivo es un crimen contra la economía y la sociedad; solo el capital ganado con el trabajo es justo y lucrarse con la especulación/explotación es ilícito y criminal. El obrero debe intervenir en la producción/administración de las fábricas. No hay diferencia entre capital y trabajo para conformar la economía, pues uno no marcha sin el otro y el Estado debe dirigirla: darla a su inercia engendra monopolio y opresión por los más hábiles; la labor electoral no debe ser un negocio que ejecutan pillos y encumbra a inmorales/irresponsables, sino una cabal democracia que solo elige a los más capaces. Así, Osorio plantea una revolución liberal en Gaitán: Vida, muerte y permanente presencia, al remitirse al 9/abril:

«Una y otra vez la multitud se lanzó infructuosamente sobre el palacio presidencial, mientras otras turbas seguían incendiando y bombardeando. En la tarde nebulosa, la ciudad se teñía de púrpura y el cielo gris plomo se manchaba de escarlata, como si la sangre del mártir lo hubiese inundado todo. El Pte. tenía confianza en los altos comandantes del ejército. Pero éstos no la tenían plenamente en la tropa, que también era pueblo, y temían que al ponerse en contacto con el caos, sería arrastrada por la vorágine, y que todas las normas disciplinarias se hundirían para ensanchar el caudal de la revolución. ¿Podía ser aquella desesperada demolición una revolución liberal, en el clásico sentido de la palabra? Gaitán había transformado el sentimiento liberal y, respetando la denominación, introdujo en la sensibilidad popular otras aspiraciones, anhelos siempre experimentados pero nunca definidos, una profunda ambición de justicia. Durante mucho tiempo el pueblo esperó en vano que Gaitán lo lanzase ‘a la carga’ para restaurar la justicia y realizar una revaluación humana de los humildes. Pero, vaciló y vaciló hasta que llegaron tres proyectiles y cerraron el paréntesis. Entonces subsistió solamente el alarido ‘a la carga’ y ya no estaba la voluntad predominante para refrenar los ímpetus ni las represalias.» (2003: 297/98)

Revaluación, reivindicación, que es a la vez la de los pobres, a los que se deben los políticos, y la de la voz del pueblo contra el ruido de la metralla, como lo dijera, con paternalismo insoportable, eso sí, otra víctima del Estado, el ultragodo y, no obstante, marxista, Á. Gómez H. (1919-1995), quien señaló, para su propio fin, «hay que tumbar al régimen»:

«Nos debemos a los pobres, el Estado se debe a los pobres. Son nuestros amigos, esperanzados, casi impotentes. Con mucha voluntad y pocos medios, siempre amigos, soportando privaciones indecibles, pero sonrientes: es una imagen de miseria bondadosa que, si no provocara el llanto, nos debería llenar de orgullo. Esa es la gente buena, con la que tenemos el compromiso, con esa gente. Son los pobres, que nos dan el ejemplo de la paz. La revolución social tenemos que hacerla, porque ellos son pacíficos, precisamente por ellos, porque no amenazan, porque sus derechos son palpables, porque sus reivindicaciones son la expresión de la justicia. Esa es la voz del pueblo, la divina voz del pueblo, que debemos oír y no la de las subametralladoras.»

https://www.youtube.com/watch?v=KC8BbfKxJgQ Álvaro Gómez Hurtado «La pobreza»: 1:49

Gaitán y Camilo fueron las dos mejores opciones políticas que hasta ahora tuvo Colombia y que diversas fuerzas se encargaron de cercenarle al pueblo, más por acción que omisión. El bipartidismo confundió a la opinión en torno a Gaitán y por ello es responsable de lo que Osorio llamó el día del odio: al cabo, los días del odio. Se aclara, ese odio no es endógeno sino exógeno, inoculado por los políticos en los mal llamados pobres, vía injusticia social, inequidad, maltrato, violencia y muerte. Como sostenía el propio Gaitán: «Nos sentimos muy orgullosos de esta vieja raza indígena y odiamos estas oligarquías que nos ignoran y detestamos a esta gente que odia al pueblo y creen que a la raza colombiana se le pueden volver las espaldas y que el país político puede jugar con los dados de su actividad». Por eso, resulta inaceptable la tesis de Myriam Luque, sobre Tránsito en El día del odio (16) : «En la última etapa de su vida, toda una vida en pocas semanas, llega a la conclusión y, con ella, el pueblo entero, de que el odio era la única fuerza capaz de producir el cambio.» No, porque ese odio la describe solo a ella, no al autor y el odio no produce ningún cambio, salvo confusión y caos. Así, puede esgrimirse algo que es más que una hipótesis: liberales y godos, mataron a Gaitán, pero esa voz abstracta puede modificarse: el bipartidismo lo mató, con ayuda de EE.UU: «A mi padre lo mató la CIA», dice Gloria Gaitán, hija del caudillo (17). https://www.youtube.com/watch?v=0r5pU8PGv5s «A mi padre lo mató la CIA»: Gloria Gaitán 5:30 

Porque es el Imperio el que fomentó el odio en Colombia y lo sigue fomentando en todas partes: ha invadido, bombardeado o saboteado 52 países, desde la II GM (18) ; o ha asesinado entre 20 y 30 millones de personas en 37 países durante los últimos 70 años (19) , lo que de hecho lo convierte en el mayor violador de los DDHH en el mundo, tanto ayer como hoy.

Propuesta vía Foucault: desarrollar una ética individual en la que cada ser lleve su vida de tal forma que los demás no puedan sentir por ella más que respeto, tolerancia y admiración. El resto es desembocar en las distintas formas político/religiosas estatales, de la sacralización policiva o de la sociedad de control (y, ahora, sociedad del desempeño, en la que los hombres son a la vez amos y esclavos en el mismo cuerpo, como dice la brasileña Eliane Brum al citar al filósofo surcoreano Byung-Chul Han) (20) , mostradas en El día del odio a través de una soberbia mezcla de literatura e historia, de arte y política. De un relato directo, sincero, eficaz, que recuerda a Orwell de nuevo: «La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es, en sí misma, una actitud política». Para terminar, una síntesis sobre literatura y revolución, en tiempos en que los espectros de Marx acechan al neoliberalismo hiperautoritario y el realismo estético resiste al imperialismo con la estrategia de la máscara, para entrar en la vía de la independencia nacional, y al tiempo abandonar la dependencia foránea, léase/óigase gringa, como se ha verificado a lo largo de este ensayo: el que reitera, el pueblo debe alzarse a la libertad, toda vez que esta no descenderá al pueblo por vía de los políticos, como ya dijeran Emma Goldman y Karl Marx. Así que prohibido olvidar, recuerda el ambiguo ser político Rubén Blades, primero a favor de Venezuela y luego contra ella. Prohibido olvidar, R. Blades: 4:55 https://www.youtube.com/watch?v=7rYIw96wJ10

P. S. u Oración Final (expresión que no tiene que ver con la religión, ya no el opio sino la cocaína del pueblo, en tanto generadora de violencia una vez institucionalizada como Iglesia): «El más hermoso y perfecto de los mandamientos, al cual he procurado ceñir los actos de mi vida, es éste: amar al pueblo sobre todas las cosas. Y no amarlo con intención utilitarista, para especular con su fe ni para exigirle recompensas. Amarlo sincera y profundamente, aun cuando se obstine en crucificar a sus apóstoles y en exaltar a quienes le humillan o le engañan. Amarlo intensa y deliberadamente, aunque lleve en las manos las piedras con que ha de lapidarnos, porque es el pueblo, porque es el resumen del hombre escarnecido, despojado, laborioso y puro; porque es el constructor de toda riqueza y el autor de todo progreso; cuyos frutos acaparan unos cuantos privilegiados, los cuales le mantienen hundido en la abyección, aplastado por la miseria, cubierto de llagas, víctima de la injusticia y del egoísmo social. Y amarlo especialmente porque siempre, en el fondo de su corazón, se agita una fuerza prodigiosa de odio vindicativo, cuya explosión hará al fin encender antorchas de justicia y de reivindicación capaces de iluminar al mundo. Bajo la inspiración de ese inmarcesible mandamiento de amar se ha escrito esta novela.» (21) Y también este ensayo, queridos amigos de Brasil y de Colombia.

Bill Evans solo piano Peace Piece: 6:43 https://www.youtube.com/watch?v=ONMdHbtgcNM  

Como siempre, dedicado a mis hijos, Santiago & Valentina, sin cuya lección, compañía y respaldo anímico no hubiera sido posible escribirlo. También, a mis padres, Luis J. y Cecilia, no a su memoria, por justos, liberales y éticos.

** Correo electrónico enviado al autor por la señora Gloria Gaitán Jaramillo, el día 9/ene/2013, 1:54 p.m., en el que aclara el año de nacimiento de Jorge Eliécer Gaitán, entre otros delicados asuntos.

Estimado Luis Carlos: Mi papá nació en 1903. Los que afirman que nació en el siglo XIX lo hacen con base en unos datos apócrifos y en un documento deliberadamente adulterado. El centenario de su nacimiento fue en 2003 cuando Álvaro Uribe cerró el Centro Gaitán y entregó la Casa-Museo a manos de Moisés Wasserman, informante del Mossad, a fin de adelantar la campaña sistemática (en compañía de Herbert Braun -no es una casualidad que fuera en la Casa de Nariño donde lanzaron la segunda edición, perversa y malintencionada de ese malintencionado uribista) para cumplir con la sentencia de sepultar la memoria de mi padre, mostrándole a la opinión pública que lo MATARON, está muerto y enterrado. Es una tarea que habían emprendido soterradamente pero que Luis Carlos Restrepo lanzó abiertamente con la publicación de su ensayo La Sangre de Gaitán, que fue acogida por Álvaro Uribe incorporándola sistemática y deliberadamente a la política de seguridad democrática, bajo el principio de que hay que enterrar la memoria del líder popular para que cese la guerra… Ha sido tan dura y fuerte esa campaña que fue imposible conmemorar el centenario de su natalicio en el año 2003 y yo juré que, más temprano que tarde, haría una celebración de esa fecha, que debe sustituir al 9 de abril. Pero la guerrilla, en La Habana, no atendió mi pedido y respondieron como contesta la gente que siente que detenta poder: con el silencio. De tal manera que no podré llevar su ensayo, que aún no he leído (lo haré esta noche). El título, como comprenderá, no me gusta, ya que me enardece que al 9 de abril lo llamen el bogotazo o el día del odio, cuando en realidad fue una fecha en que el pueblo, en forma heroica, intentó tomarse el poder al precio de su vida. Esa fecha debería llamarse «día del pueblo heroico». Ya le escribiré cuando haya leído su ensayo. Reciba mi cordial saludo, Gloria Gaitán

Respuesta a Gloria Gaitán Jaramillo, del 9/ene/2013, 10:15 p.m.

Estimada Gloria: Muchas gracias por todas sus aclaraciones, que de inmediato incorporaré a mi ensayo. Ya conocía por usted, los avatares ajenos por los que ha pasado su querido padre. Estoy de acuerdo con lo que dice sobre Wasserman, el hipócrita de Tico Braun, el Dr. Tortura Restrepo y su apócrifo texto La sangre de Gaitán, sobre el enano energúmeno…
Lamento lo que me cuenta acerca de las dificultades para celebrar el natalicio y ahora los 110 años del Caudillo, la actitud displicente de quien se siente poderoso porque no lo es y, lo que es de momento triste para mí, el no poder llevar mi ensayo a La Habana. Por mi lado, seguiré intentándolo. En cuanto al título, por un lado, responde al de la novela de Osorio, base de mi trabajo, y por otro, está implícita la ironía sobre quienes, como Violencia Tovar, aún creen que fue Gaitán el inspirador de «el día del odio», que yo, por vía de los políticos, transformo en «los días del odio». Y no estoy intentando justificarme: el ensayo es suficientemente explícito en lo que plantea, como Usted sabrá inferirlo. En algún lugar del mismo, podrá encontrar alusiones al Día del Pueblo Heroico del que Usted, con mucha razón, habla. Muchas gracias de antemano por leer mi ensayo. Reciba un cordial saludo,

(Texto inédito de la conferencia presentada en la Biblioteca Nacional y grabada para el Archivo de la Palabra, el 10/sept/2003, en el marco de la XVIII FILBO, el 28/abr/2005, de nuevo, en la Biblioteca Nacional, el 14/abr/2008 y en el Gimnasio Moderno, de Bogotá, Ciclo Literatura y Violencia, el 14/nov/2018)

Notas:

(1) Pedro Aullón de Haro en revista Educación Estética No 2 2006-07, U. N. (pp. 63-64), dedicada a la obra de Theodor Adorno: «El discurso del ensayo, y subsiguientemente la entidad constitutiva del género mismo, sólo es definible mediante la habilitación de una nueva categoría, la de libre discurso reflexivo. La condición del discurso reflexivo del ensayo habrá de consistir en la libre operación reflexiva, esto es, la operación articulada libremente por el juicio. En todo ello se produce la indeterminación filosófica del tipo de juicio y la contemplación de un horizonte que oscila desde la sensación y la impresión hasta la opinión y el juicio lógico. Por tanto, el libre discurso reflexivo del ensayo es fundamentalmente el discurso sintético de la pluralidad discursiva unificada por la consideración crítica de la libre singularidad del sujeto. El ensayo posee, por otra parte, la muy libre posibilidad de tratar acerca de todo aquello susceptible de ser tomado por objeto conveniente o interesante de la reflexión, incluyendo privilegiadamente ahí toda la literatura misma, el arte y los productos culturales. La libertad del ensayo es atinente, pues, tanto a su organización discursiva y textual como al horizonte de la elección temática. Es de advertir que el ensayo no niega el arte ni la ciencia; es ambas cosas, que conviven en él con especial propensión integradora al tiempo que necesariamente imperfectas e inacabadas o en mero grado de tendencia. Por ello el género del ensayo se muestra como forma poliédrica, síntesis cambiante, diríamos, para un libre intento utópico del conocimiento originalmente perfecto por medio de la imperfección de lo indeterminado. Si retomásemos la distinción de Schiller de los géneros poéticos como ‘modos del sentimiento’ y añadiésemos la de los géneros científicos como ‘modos de la razón’, pudiérase considerar el género del ensayo en tanto que realización de un proyecto de síntesis superador de la escisión histórica del espíritu reflejada en la poesía, como discurso reflexivo en cuanto modo sintético del sentimiento y la razón. El ensayo, entonces, accedería a ser interpretado como el modo de la simultaneidad, el encuentro de la tendencia estética y la tendencia teorética mediante la libre operación reflexiva» (1), concluye Pedro Aullón del Haro, PHD, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la U. de Alicante y director de la colección Verbum Mayor.

(2) Ma. C. Laverde, Nómadas No 15, oct./01, p. 208.

(3) https://web.archive.org/web/20090302075901/http://www.cyemh.org/resource/camilo.htm Miente aquí Gustavo Páez Escobar.

(4) Eso sostuvo en el Foro de la U. Javeriana, tras el estreno del documental Gaitán, el Bogotazo, la historia de una ilusión , de Mauricio Acosta, con guión del dramaturgo e historiador Carlos José Reyes. Cuando a través del micrófono de Caracol el autor de este ensayo desafió al Gral. Valencia a decir la verdad por haber mentido doblemente a los colombianos, guardó sepulcral silencio.

(5) Osorio L., José A. Novelas y crónicas . Biblioteca Básica Colombiana. Inst. Col. de Cultura (Colcultura), Bogotá, 1978, 709 pp.

(6) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=249245

(7) Vélez Upegui, Mauricio. Novelas y no-velaciones. Editorial U. Eafit, Medellín, 1999, p. 86. Por su parte, Carlos Sánchez L., en Memoria Impresa (Volumen 2, pp. 137-47), Editorial Magisterio / Editorial U. de Antioquia (1998) , sostiene: … en 1977, Cobo Borda ubicó la obra de Osorio Lizarazo dentro de lo que él llamó, muy a lo Octavio Paz, la tradición de la pobreza nacional (de la que el mismo Cobo, por supuesto, debe hacer parte) y Santiago Mutis le dedicó un pobre prólogo que al menos tenía la buena intención de recoger los pocos y pequeños comentarios que había suscitado el trabajo de Osorio durante cuarenta años. (p. 145)

(8) Vélez Upegui, Mauricio. 1999, obra citada.

(9) Dos cosas fundamentales unen a los escritores modernos en torno a la novela: la imaginación y el lenguaje. Imaginación desbordante por un lado y lenguaje vivo que se opone al académico y al del Poder por el otro. Así se otorga realidad a la parte no escrita del mundo o a la escrita de una forma deliberadamente manipulada y manipuladora. Estos escritores son conscientes de que la palabra no dicha por ellos, el lenguaje no utilizado por ellos, serán dichos y utilizados por otros o sepultados para siempre en el silencio o en el olvido. Y no se olvide que el olvido es en gran parte la causa del rencor: de ahí la importancia de la memoria, como de todo lo que tenga que ver con ella.

(10) Posada Carbó, Eduardo. Boletín Cultural BLAA, Vol. XXXV * No 48 * 1998 ( Novela e Historia).

(11) Tarkovski, Andrei. Esculpir en el tiempo . Ediciones Rialp, Madrid, 2005, 273 pp.: 59 a 76.

(12) https://www.rebelion.org/noticia.php?id=248128

(13) El PCC, v. gr., alegaba: «Gaitán es un aventurero peligroso con rasgos fascistas»: por eso apoyaba, como la CTC, a Gabriel Turbay: Diario Popular , 11/abr/46: p. 1. En: Braun, Herbert. Mataron a Gaitán , 2004: p. 207. Para Juan Lozano y L., Gaitán «era un socialista que nada tenía que hacer en el partido», liberal, claro. Al unir la opinión del PCC y la de Lozano, resalta la del embajador gringo de la época, John C. Wiley, quien, entre 1946 y 48 envió cables al Dpto. de Estado y habló, por un lado, de los dirigentes que, temporalmente, quizás «sientan atracción por esa agitada mímica fascista», la de Gaitán, claro, y, por otro, refirió su talante socialista: «Se ha declarado partidario de nacionalizar la banca, las cervecerías y las empresas de servicios públicos, y ha propuesto otras formas de socialismo de Estado que, con el tiempo, podrían abarcar la industria petrolera». Galvis, Silvia, Así veían a Gaitán en Washington . En: El saqueo de una ilusión , Ediciones Revista Número, 2002: p. 34.

(14) Caballero, Antonio. El hombre que inventó un pueblo en El saqueo de una ilusión – El 9 de abril: 50 años después . Ediciones Revista Número, Bogotá, 2002, 214 pp. Íbidem : p. 77: «Y por eso lo mataron, fuera quien fuera su asesino material: ese insignificante Roa Sierra cuyo cadáver descuartizado llevaba dos corbatas al cuello: una conservadora, la otra liberal».

(15) https://www.elespectador.com/entretenimiento/un-chat-con/gaitan-tambien-lo-chuzaron-articulo-751562

(16) En: Jaramillo, María M., Osorio Betty, Robledo, Ángela I., Compiladoras. Literatura y Cultura – Narrativa colombiana del siglo XX, Vol. II, Diseminación, cambios, desplazamientos , MinCultura, Bogotá, 2000B, 646 pp.: 174.

(17) https://www.youtube.com/watch?v=0r5pU8PGv5s «A mi padre lo mató la CIA»: Gloria Gaitán

https://www.youtube.com/watch?v=lrLsFwVawaQ Gloria Gaitán (segunda parte) 20:46

(18) http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/04/30/lista-de-paises-bombardeados-por-estados-unidos-desde-el-final-de-la-ii-guerra-mundial-hasta-el-momento-actual/#.W9y16tVKgdU

(19) http://www.annurtv.com/nota/51776-norteamerica-eeuu-ha-asesinado-a-mas-de-20-millones-de-personas-en-37-paises.html?fbclid=IwAR3jmqW4i5ywkheFXyYgYBijMmtmSe2n-BZmiegXb9JHtQNz8PP5D7h_2rg#.W9_NnTxBtwB.facebook

(20) https://elpais.com/internacional/2016/07/05/america/1467744562_472863.html

(21) Osorio Lizarazo, José Antonio. El día del odio , El Áncora Editores, Bogotá, 2000A, 239 pp.: 7.

 

Otras notas:

http://www.elespectador.com/noticias/cultura/libros/bogota-no-mataban-nadie-mucho-menos-un-politico-gaitan-articulo-660050

https://www.las2orillas.co/el-cura-que-beatificaran-decia-que-mi-papa-habia-que-matarlo-para-que-se-fuera-al-infierno-gloria-gaitan/

https://www.las2orillas.co/la-cia-presidente-mariano-ospina-perez-planearon-asesinato-padre-jorge-eliecer-gaitan/

https://www.elespectador.com/entretenimiento/un-chat-con/gaitan-tambien-lo-chuzaron-articulo-751562

http://www.buquedepapel.com/cronicas/2379-2018-04-08-23-42-49

https://www.elespectador.com/noticias/cultura/de-la-vida-en-un-mundo-aparente-mutable-misterioso-articulo-820998

Sentado sobre los muertos (1936), poema del libro Viento del pueblo (1937) – Miguel Hernández

Sentado sobre los muertos / que se han callado en dos meses, / beso zapatos vacíos / y empuño rabiosamente/ la mano del corazón / y el alma que lo sostiene.

Que mi voz suba a los montes / y baje a la tierra y truene, / eso pide mi garganta / desde ahora y desde siempre.

Acércate a mi clamor, / pueblo de mi misma leche, / árbol que con tus raíces / encarcelado me tienes, / que aquí estoy yo para amarte / y estoy para defenderte / con la sangre y con la boca / como dos fusiles fieles.

Si yo salí de la tierra, / si yo he nacido de un vientre / desdichado y con pobreza, / no fue sino para hacerme/ ruiseñor de las desdichas, / eco de la mala suerte, / y cantar y repetir / a quien escucharme debe / cuanto a penas, cuanto a pobres, / cuanto a tierra se refiere.
Ayer amaneció el pueblo / desnudo y sin qué comer, / y el día de hoy amanece / justamente aborrascado / y sangriento justamente. / En su mano los fusiles/ leones quieren volverse: / para acabar con las fieras / que lo han sido tantas veces.
Aunque le faltan las armas, / pueblo de cien mil poderes, / no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere / mientras que te queden puños, / uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas, / cosas de varón y dientes. / Bravo como el viento bravo, / leve como el aire leve, / asesina al que asesina, / aborrece al que aborrece / la paz de tu corazón / y el vientre de tus mujeres. / No te hieran por la espalda, / vive cara a cara y muere / con el pecho ante las balas, / ancho como las paredes.
Canto con la voz de luto, / pueblo de mí, por tus héroes: / tus ansias como las mías, /
tus desventuras que tienen / del mismo metal el llanto, / las penas del mismo temple,
y de la misma madera / tu pensamiento y mi frente, / tu corazón y mi sangre, / tu dolor y mis laureles. / Antemuro de la nada / esta vida me parece.
Aquí estoy para vivir/ mientras el alma me suene, / y aquí estoy para morir, / cuando la hora me llegue, / en los veneros del pueblo / desde ahora y desde siempre. / Varios tragos es la vida / y un solo trago es la muerte.

Bibliografía:

Braun, Herbert. Mataron a Gaitán – Vida pública y violencia urbana en Colombia . Bogotá, Norma, 2004, 440 pp.

Caballero, Antonio. El hombre que inventó un pueblo , en: El saqueo de una ilusión – El 9 de abril: 50 años después . Bogotá, Ediciones Revista Número, 2002, 214 pp.

Jaramillo, María M., Osorio, Betty, Robledo Ángela I. Literatura y Cultura – Narrativa colombiana del siglo XX, Vol. II, Diseminación, cambios, desplazamientos (MinCultura, 2000B, 646 pp.)

Memoria Impresa. Antología del Magazín Dominical de El Espectador. Volumen 2. Sánchez Lozano, Carlos. La aventura de un gaitanista: J. A. Osorio Lizarazo , pp. 137-147 .

Osorio Lizarazo, José Antonio. El día del odio , El Áncora Editores, Bogotá, 2000, 239 pp.: todas las citas, de esta edición; Gaitán. Vida, muerte y permanente presencia . El Áncora Editores, Bogotá, 2003, 313 páginas.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento, (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de El Espectador (EE). Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo y dos Antologías, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por su trabajo sobre Martin Luther King, en el XV Premio Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Autor, traductor y coautor de ensayos para Rebelión y desde el 23/mar/2018, columnista de EE.

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