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Biografía de Léopold Weis escrita por Florence Heymans (Editorial Stocke)

El orientalista que se hizo oriental

Fuentes: Rebelión

No puedo olvidar la vehemencia con que el Profesor Pedro Martínez Montavez se negaba a aceptar el calificativo de «orientalista» y, en cambio, se identificaba como «arabista». Y aclaraba que su actitud responde al desgaste, el deterioro y el desprestigio que conlleva hoy en día el término orientalista debido principalmente a las funciones enajenantes que, […]

No puedo olvidar la vehemencia con que el Profesor Pedro Martínez Montavez se negaba a aceptar el calificativo de «orientalista» y, en cambio, se identificaba como «arabista». Y aclaraba que su actitud responde al desgaste, el deterioro y el desprestigio que conlleva hoy en día el término orientalista debido principalmente a las funciones enajenantes que, en general, los orientalistas cumplieron a favor del mejor funcionamiento del sistema de dominación sobre los pueblos que estudiaron e investigaron. De hecho esta visión es una parte de los aspectos fundamentales que Edward Said expone brillantemente en su libro «Orientalismo». Comprendo y me parece pertinente el planteamiento, pero en el caso de Léopold Weis (1900 – 1992), no es aplicable. Weis va más lejos y trasciende el término «arabista» en la medida en que sus actividades abarcaron más pueblos como el caso de afganos, pakistaníes, etíopes, iraníes, etc. Así que no hubo más remedio que volver al termino «orientalista», aunque la vida de Weis y sus múltiples actividades le dan una dimensión muy particular entre los orientalistas.

 

La biografía que recién ha publicado Florence Heymans (Editorial Stocke) añade una novedad al escaso material sobre el gran orientalista austriaco Léopold Weis. El trabajo de Heymans nos proyecta no solo los acontecimientos y condiciones que marcaron la vida de Weis, sino también hace un repaso de sus obras y la variada actividad que realizó a lo largo de su vida y que dejó claras huellas en la conformación del pensamiento musulmán actual.

 

La autora nos traslada a Limberg, la ciudad natal de Weis, donde nace en el seno de una familia judía integrada en su medio social. Esto es una referencia a un ambiente abierto y tolerante en el aspecto religioso como el social. Weis a partir de los trece años empieza a sentir el vació espiritual que quiso llenar abocándose al estudio de la Tora y el Talmud, pero las concepciones de la Cábala judía centrada en la vida y el futuro de un solo grupo humano no le satisficieron y las percibía como contradictorias con su concepción de un solo Creador del género humano entero. El traslado de su familia a Viena le permite ingresar en la Universidad para estudiar la Historia del Arte, y lo hace no del todo convencido. Solía criticar a sus profesores los esfuerzos por explicar las leyes de la estética de la creación artística dejando a un lado las motivaciones internas y espirituales. Su búsqueda repartida entre Viena y Berlín le hace alejarse de los círculos académicos y literarios para conducirle, más tarde, hacia otros lugares fuera de su continente europeo. No obstante, Weis fue habitual cliente de los muchos cafés literarios de las dos capitales. Permitiéndole conocer desde dentro las variadas corrientes predominantes en aquél entonces como el expresionismo, el dadaísmo, etc.

 

Weis, trabaja cierto tiempo como adjunto del gran director de cine alemán Morno durante el cual escribe dos conocidos guiones antes de terminar trabajando en la prensa. Pero la Viena posterior a la 1º Guerra Mundial, con su vacío espiritual, la constante y frustrada búsqueda de un sistema de valores y sus corrientes teosóficas, espiritualistas, el consumo de drogas, etc., no le llenaban y como tantos otros del viejo continente, anhelaba iniciar su búsqueda más allá de Europa.

 

A Weis, la oportunidad le llaga con la invitación, en 1922, que le mandó su tío que residía en Palestina. Parecía que aquello era el horizonte que esperaba. Allá, le atrajo la vida de la población nativa, sus costumbres, su folklore, etc. Pasaba largo tiempo en Jerusalém, contemplando la ciudad y la vida en sus mercados. Desde el principio fue claro en sus percepciones al afirmar que «fueron los palestinos quienes me dieron la impresión de que son los verdaderos dueños de ésta tierra, por su intima relación con la tierra, con la historia del lugar y su integración con su clima». De igual modo espontáneo toma una inequívoca posición de solidaridad con ellos y en contraposición al proyecto colonial sionista. Sus amistades en el medio palestino eran bastante más abundantes que las que estableció en el medio de los colonizadores. Con el fin de alargar su estancia en estas tierras logra firmar un acuerdo con el periódico Frankfurt como corresponsal y con el compromiso de editar, al final de su estancia, un libro sobre sus viajes. De este modo nace su libro «Oriente Medio sin romanticismo» que en forma de un diario, Weis transmite sus vivencias en Palestina, Jordania, Egipto, El Líbano y Turquía. En esta labor no recurre a la alienación habitual en la labor de los orientalistas y en cambio aporta, con un estilo objetivo y bello, un cúmulo de conocimientos sobre las costumbres locales con un análisis sociológico profundo pero sobre todo con una precisa lectura de la historia de la región que le lleva a una posición crítica a las políticas coloniales de Gran Bretaña, de Francia y del Movimiento Sionista acusándoles de traspasar a la región los problemas de la sociedad europea occidental sin tener en cuenta ni una mínima consideración a los intereses de los pueblos de la región.

 

Ya de vuelta a Europa Weis profundiza sus conocimientos de la cultura árabe, hecho que le aleja tanto de su sociedad como de su comunidad. En 1924 y a petición del periódico Frankfurt vuelve a viajar por los mismos países anteriores además de Etiopía, Hijaz (parte de la actual Arabia Saudita), Irán, Afganistán y Asia menor. En éste segundo viaje aprende el idioma árabe y profundiza su interés por la religión islámica. El proceso hace que Weis se pasa de un interés por una civilización extraña pero atrayente a un vuelta a su original búsqueda de la verdad, tal y como expresó en sus artículos. Para Weis lo más atrayente del Islam era su creación de una civilización donde no caben ni estrechos nacionalismos ni el concepto de estamentos que separe los humanos de la jerarquía religiosa.

 

Al tiempo que se hace uno de los más conocidos corresponsales europeos en el exterior, su deseo de volver a la región va en aumento. En 1927 deja Europa para permanecer en Oriente unos 25 años. Sobre los cambios que él mismo desarrolla en esa época de su vida escribe «Sin previo aviso mi antiguo mundo llegó a su fin. La puerta detrás de mí se cerro en silencio sin que yo tuviera conciencia de nada». Al llegar a Arabia Saudita, se dedica a estudiar su nueva religión, el Islam y mejorar su árabe, tareas que desarrolla con mayor dedicación, especialmente después de la muerte de su esposa. También se dedica a escribir sus artículos que se publican en periódicos europeos y estadounidenses antes de que sean traducidos al árabe. El acercamiento entre Weis y el rey de Arabia Saudita, Abdel Aziz Ben Saud, era inevitable y pragmática. Abdel Aziz encuentra en Weis un interlocutor sobre los temas del Mundo Árabe y su relación con Occidente y el Imperialismo y le nombra como consejero personal hasta que en 1932 Weis viaja a la India, China e Indonesia.

 

Fue en la ciudad pakistaní, Lahore, donde tuvo su encuentro con Mohammad Ikbal, el poeta y filosofo pakistaní. Ikbal le persuadió y tentó de quedarse y participar con él en sus actividades intelectuales. Weis aceptó de inmediato y se olvidó por el momento de sus inclinaciones trashumantes. En corto tiempo aprendió el Urdu el idioma de la mayoría de la población de Pakistán. Su actividad no tarda en dar sus frutos y en 1934 publica «El Islam en la encrucijada» su primer libro dedicado exclusivamente sobre temáticas del Islam. El libro tuvo una excelente acogida, fue traducido y publicado en varios idiomas hasta que en 1946 fue traducido y publicado en árabe.

 

«El Islam en la encrucijada» insta a los musulmanes a preservar la herencia islámica y no imitar a la civilización occidental. En ello Weis se apoyo en su enfoque de que ambas civilizaciones se basan en actitudes vitales totalmente opuestas pero sobre todo critica la glorificación, por parte de los musulmanes, de un brillante pasado en las ciencias, las artes y la cultura olvidándose de la miseria del presente tanto en ideas como en realidades. Cabe destacar que el libro al ser publicado en árabe tuvo marcada influencia en el teórico de la Hermandad Musulmana Sayed Kutub, pero no en su tardía etapa de dogmático fundamentalista, sino en la primera etapa de su vida.

 

El estallido de la 2ª Guerra mundial le trae acontecimientos desagradables. Siendo ciudadano austriaco residente en Pakistán, que estaba bajo el dominio colonial británico es arrestado como ciudadano «enemigo» por estas autoridades y llevado a la cárcel donde pasó todos los años de la guerra. Pero los años de la cárcel no fueron improductivos, junto con los demás dirigentes musulmanes encarcelados inicia la larga discusión sobre los cimientos de un estado musulmán en Pakistán. A su salida de la cárcel se establece en Lahore y se dedica a la labor que junto con los demás dirigentes pakistaníes termina con la redacción, en 1956, de la Constitución pakistaní.

 

Después de dos años en Nueva York como representante pakistaní en las NN.UU. vuelve a Pakistán y frente a la actitud de sospecha e envidia de parte de ciertos responsables pakistaníes dimite y se dedica a escribir. En 1954 publica en forma de novela «El camino a Meca», reflejo de su trayectoria personal en la búsqueda de la verdad y su encuentro final con el Islam. En 1960 publica «El Islam y Occidente, estudio comparativo de dos mundos». «Principios del Estado y del Gobierno en el Islam» es publicado en 1961 aportando un estudio analítico de la Shariàa islámica respecto a estos dos temas.

 

Cabe destacar que Weis se ha caracterizado por una dialéctica compleja y particular en su concepto de la relación entre el «yo» y el «otro» como entre la tradición y la modernidad. Sus últimos años los vivió en España, y en su testamento pidió que sea enterrado en el cementerio musulmán de Granada. Comparativamente con los demás orientalistas que conocemos, Weis es un prototipo único tanto en su trabajo como orientalista como en sus actitudes como persona humana que como tal pone en entredicho la concepción de confrontación entre civilizaciones que nos trajeron los últimos años del siglo pasado y los del actual.