Desde hace unos días se ha despertado en Internet una viva polémica en torno a la enciclopedia libre Wikipedia (Wp). Aunque formalmente el debate parece centrarse en el rigor y la tendencia ideológica de Wikipedia, lo cierto es que hay mucho más fondo en las posiciones de partidarios y detractores de esta iniciativa. Una pequeña […]
Desde hace unos días se ha despertado en Internet una viva polémica en torno a la enciclopedia libre Wikipedia (Wp). Aunque formalmente el debate parece centrarse en el rigor y la tendencia ideológica de Wikipedia, lo cierto es que hay mucho más fondo en las posiciones de partidarios y detractores de esta iniciativa.
Una pequeña introducción
Wikipedia (Wp) comenzó a escribirse en enero de 2001 y es actualmente la enciclopedia más grande del mundo y la de crecimiento más rápido. Sus artículos se perfeccionan incesantemente en más de cien idiomas, y se agregan al ritmo de 2.500 nuevos cada día. Además de un número diez veces mayor de actualizaciones y correcciones a los artículos existentes.
La enciclopedia ha sido creada únicamente por voluntarios que aportan, actualizan y revisan artículos en un proceso colaborativo. «La idea de compartir el conocimiento es poderosa», según Jimmy Wales, fundador de Wp. El funcionamiento se rige por la política oficial del punto de vista neutral (PVN), que exige que los colaboradores procuren evitar sesgos al escribir artículos. Con este proceso se pueden producir artículos hasta sobre los temas más polémicos. Los colaboradores construyen sobre los cambios de otros y las modificaciones erróneas se arreglan rápidamente. «Todo es revisado por pares en tiempo real», asegura Wales.
Wp se encuentra actualmente entre las diez páginas web más visitadas de Internet, según Alexa. Es utilizada cada vez más como una fuente de información por estudiantes, periodistas e investigadores. Ha sido citada miles de veces en una larga serie de publicaciones, incluyendo noticieros, libros, estudios académicos e incluso documentos legales.
Debido a su dedicada comunidad de voluntarios, Wp ha ganado reconocimiento como un lugar privilegiado de interacción comunitaria. Por ello, Wp ha ganado dos premios internacionales en 2004: el Prix Ars Electronica 2004 por «Comunidades Digitales» y un premio Webby en la categoría «Mejor Comunidad». Recientemente un estudio de la revista Nature afirmó que, en asuntos científicos, no tiene nada que envidiar de la Enciclopedia Británica.
Objeciones previas
Pese a ello o, más bien, quizá por ello muchos son los críticos de esta enciclopedia libre cuyo objetivo principal es: «recopilar todo el conocimiento de la humanidad y ponerlo al mismo tiempo al alcance de todos como un derecho inalienable, tanto para su consulta como para su elaboración y mejora continuadas» [1]. Estos detractores tratan de argumentar su desagrado básicamente sobre dos pilares: la imposibilidad de determinar sobre quién recae la responsabilidad de lo publicado y el sesgo izquierdista de muchos de sus artículos.
Sobre lo primero baste decir que sólo un ignorante o alguien con mentalidad de Torquemada puede sostener tal afirmación. Dicen que eso es libertad sin responsabilidad, calificando a Wp como una herramienta de investigación fallida e irresponsable. Sin embargo, un simple vistazo a los principios de Wp basta para saber que «nadie es dueño de ningún artículo expuesto en Wikipedia» [2]. Y esto es así porque la enciclopedia está siendo creada bajo una licencia GFDL (licencia de documentación libre GNU) [3], una licencia copyleft que básicamente permite que el documento pueda ser copiado y redistribuido por todo el mundo, con o sin modificaciones, de manera comercial o no, y proporcionando al autor y al editor una manera de obtener reconocimiento por su trabajo, sin que se les considere responsables de las modificaciones realizadas por otros. De modo que sólo a quienes les produce aversión y bastante repelús el ‘conocimiento libre’, pueden seguir insistiendo machaconamente en buscar responsabilidades donde no las hay. Perfecto ejemplo de mentalidad cuartelera que contempla el ‘arresto’ de garitas o fusiles, llegado el caso.
Otra cosa diferente es debatir sobre la conveniencia o no del copyleft, y similares derechos de libre distribución, copia, modificación, etc. O sobre los límites de la llamada libertad de creación dentro del sistema capitalista. Donde, por cierto, resulta muy curioso observar cómo se ataca a los sistemas colectivos de publicación anónima (sic) (en lugar de sistemas de publicación colectiva), y cómo se exigen responsabilidades a una enciclopedia virtual pero no a medios de comunicación reales que incitan a la violencia, alimentan la xenofobia, llaman al magnicidio y financian golpes de estado.
Es decir, lo que estos ultras (ultraderechistas, ultraliberales, ultracatólicos) defienden es que su justicia pueda actuar contra los responsables de los contenidos de una página web (obviando el detalle de que no existen responsabilidades colectivas en el Código Penal), pero se oponen frenéticamente a que, por ejemplo, la justicia venezolana proceda contra quienes lejos de «promover el efectivo ejercicio y respeto de los derechos humanos, en particular, los que conciernen a la protección del honor, vida privada, intimidad, propia imagen, confidencialidad y reputación y al acceso a una información oportuna, veraz e imparcial, sin censura», hacen todo lo contrario. Atacando duramente a la «Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión» venezolana, paradójicamente, por exigir «responsabilidad» sobre los medios de comunicación del país [4]. Y esto, sin tener en cuenta que mientras Wp es una enciclopedia en la red sin apenas influencia sobre la sociedad, los medios masivos en Venezuela atentan diariamente contra la concordia civil y los principios básicos en una democracia.
Cuando estos apologetas del capitalismo citan la manida ‘libertad de expresión’, de lo que realmente están hablando es de la impunidad para expresar sus opiniones y salir indemnes. Su libertad, consiste en estar amparados y protegidos por sus periódicos, sus policías, sus jueces y sus políticos. Lo que quieren, es ser irresponsables ante ocurrencias tales como las expuestas por Jorge Valín (columnista de Libertad Digital) cuando afirma que «al prohibirle [a una prostituta infantil] su libre elección a trabajar y obligarla a estudiar, le estamos negando una fuente de financiación fundamental para ella y su familia. La prostituta infantil suele estar en países pobres donde apenas tiene alternativas», o por Murray N. Rothbard -uno de los ideólogos del neoliberalismo- cuando defiende «los inalienables derechos de la madre a decidir si amamanta o no a su hijo recién nacido, si lo retiene o lo vende, o si debe o no procurarle sus sustento hasta la edad adulta», porque según él «no pueden ser coartados por regulaciones o legislación alguna sin poner en riesgo el valor más sagrado de la vida humana: la libertad individual». Por ver sólo dos ejemplos de la ignominia intelectual en la que chapotean estos personajes.
Y ahí entramos en la segunda de las acusaciones a Wp: su ‘sesgo’ ideológico. Veamos primeramente qué es lo que dice la propia enciclopedia al respecto:
«Es común que algunas personas se vean en cierta forma ofendidas por alineamientos políticos o puntos de vista que contrastan o chocan contra sus opiniones formadas. Ese es el motivo por el que Wikipedia crece gracias al esfuerzo por mantener una neutralidad en los conocimientos» […]
«Ya que es imposible que el conocimiento sea absoluto y neutral en algunos artículos, debe dejarse el orgullo personal a un lado para dar paso al proyecto Wikipedia permitiendo la libertad de un pensamiento». […]
«Debido a la diversidad y número de participantes e ideologías, provenientes de todas partes del mundo, Wikipedia intenta construir sus artículos de la forma más exhaustiva posible. El objetivo no es escribir artículos desde un único punto de vista objetivo, sino presentar abiertamente cada postura sobre un determinado tema».
Pues pese a ello, estos iluminados tildan de manipulación el trabajo hecho en determinados artículos de la enciclopedia, tales como «terrorismo», «calentamiento global», o el hecho de que Fidel Castro sea denominado «estadista» y no ‘dictador’, o que se califique de «pésima» la gestión de Acebes tras los atentados del 11-M. Al menos Wp tiene la honestidad intelectual de advertir, en el encabezamiento del artículo sobre ‘terrorismo’, que «hay razones para creer que este articulo no respeta la neutralidad en el punto de vista«. ¡No estaría nada mal poder leer una aclaración similar, al inicio de los artículos con los que la prensa capitalista nos sorprende a diario!
Pero para demostrar la falacia del ‘conocimiento neutral’ baste recordar el silencio sepulcral de estos mismos críticos ante denuncias a la Enciclopedia Encarta (de Microsoft) por la omisión, falsedad y manipulación de los datos referentes a las guerras en Iraq [5], o ante acusaciones a los actuales libros de texto (en el estado español) cuyos contenidos tienen la función de legitimar el insostenible sistema económico capitalista, ocultando y tergiversando la realidad que vivimos [6].
O su indiferencia ante el caso del científico colombiano Manuel Patarroyo. Tras 25 años de investigación sobre la vacuna de la malaria, y cuando más avanzado tenía el trabajo, bastó su negativa a vender la patente de su vacuna a las multinacionales farmacéuticas y su deseo de donarla a la Organización Mundial de Salud para que fuera distribuida gratuitamente, para ser asfixiado económicamente por sus, hasta entonces, mecenas y encontrarse en la actualidad en el más absoluto ostracismo y sin posibilidad de finalizar sus investigaciones.
En este sentido, al menos, es de agradecer que alguno de estos integristas del capitalismo reconozca que para él el mercado es superior a la democracia, porque de ese modo ya se va centrando el debate, trasladándolo a su verdadero dominio. Lo que subyace aquí es si el ‘conocimiento’ tiene que acompañar y legitimar el actual sistema dominante o si, por el contrario, debe ser independiente y crítico, cuestionando los dogmas y la propaganda del poder.
Lo que avizoran con peligro los neoliberales es la posibilidad de que una obra colectiva y libre argumente con datos y no con adjetivos (aunque les pese) las falacias de la ‘historia oficial’. Y por ello no escatiman acusaciones contra el mecanismo de construcción de Wikipedia, que difícilmente puede ser una forma de acercarse a la verdad, por cuanto el proceso por el que Wikipedia se nutre de información favorece la fácil y rápida ampliación de información por encima de la calidad de ésta. Intentando desacreditar, bajo el paraguas de la ‘técnica’, un trabajo que amenaza el actual statu quo.
Un debate escamoteado
Dice Daniel Rodríguez (otro columnista de Libertad Digital) que «aunque la Wikipedia no sea un orden espontáneo, comparte con éstos su papel de centralización de información dispersa y todo sistema de este tipo necesita un mecanismo claro que le permita discriminar entre información buena y mala». Rodríguez considera como Friedrich Hayek que la sociedad de mercado es un entramado social que evolucionó espontáneamente sin que nadie fuera responsable de su creación y por ello un estado de cosas que nadie puede cambiar puede ser bueno o malo pero no justo o injusto. Razón por la cual no tiene ningún sentido tratar de integrar el término ‘justicia social’ en el sistema capitalista, puesto que éste no puede ser calificado ni de justo ni de injusto al no haber responsables. Tan absurdo como calificar un terremoto o una inundación. De este modo el capitalismo aparece como el remate natural de la evolución del espíritu humano y de su talante irremisiblemente adquisitivo y egoísta.
Nada más lejos de la realidad. «Si la democracia política reposa sobre una plataforma mínima de justicia social se convierte en una ficción, o en una mentira piadosa. Y si bien la justicia social es términos absolutos es imposible de alcanzar, un cierto mínimo de la misma -históricamente variable, por cierto- es absolutamente imprescindible para que un determinado orden político pueda proclamarse democrático» [7]. Un argumento éste, situado en las antípodas de quienes defienden el mercado, marginando y mancillando con ello la democracia.
Además, el tal Rodríguez arremete contra intelectuales de la talla de Noam Chomsky, al legitimar la concentración financiera y la publicidad en los medios de comunicación capitalistas, presentándolo como un síntoma de independencia y honestidad periodística. Sin comentarios.
Un personaje cuya mentalidad le lleva a asociar comunismo=robo=malo y mercado=compra=bueno difícilmente podrá llegar a entender el siguiente texto de Wp [8]:
Nosotros (en Wikipedia) no tratamos individualmente de «poseer» nuestras aportaciones a Wikipedia. Estamos trabajando juntos para contar lo que se sabe (lo que constituye el conocimiento humano) sobre diversos temas. Cada uno de nosotros individualmente se beneficia de esta forma de hacer las cosas. Es dificil escribir por ti mismo el artículo perfecto, pero es más fácil si trabajamos juntos. Hemos experimentado esto repetidas veces en Wikipedia. Considera el ejemplo siguiente:
Pensaba que entendía la Teoría de Incompletos de Gödel bastante bien, y ya que el articulo existente en su momento era corto e incompleto, decidí reescribirlo. Desde entonces, varias personas han hecho aportaciones, a veces reescribiendo un párrafo, a veces criticando una omisión, a veces borrando partes. No estaba de acuerdo con todos los cambios, pero sí con la mayoría. Ningún material se pierde, porque Wikipedia almacena todas las versiones anteriores de todos los artículos. Así que, deshice unos cuantos cambios. En conjunto, el artículo es ahora mucho mejor de lo que yo podría haberlo escrito solo.
Para alguien acostumbrado a escribir a sueldo debe de ser lamentable que una obra colectiva sea fruto del trabajo voluntario de miles de personas. O que un periódico como Rebelión, también hecho por voluntarios sin sueldo, no tenga publicidad. Pero lo realmente lamentable es confundir valor con precio, y pensar que todo lo que se hace sin esperar beneficio económico o es malo o es propaganda.
Ritualización de la cultura burguesa
James Petras asegura que «la hegemonía burguesa es un producto de numerosos factores incluyendo los medios de comunicación y las instituciones culturales del estado. Sin embargo, es también el resultado del pensamiento y los métodos de trabajo de los intelectuales de izquierda, que buscan legitimar su producción intelectual en el mundo burgués». Muchos de ellos «toman prestados, y han asimilado para su análisis del mundo contemporáneo, los conceptos claves y el lenguaje de teóricos burgueses y publicistas», y permanecen subordinados a la cultura burguesa, mirando «hacia la cultura dominante como fuente de veracidad, objetividad, prestigio y reconocimiento» [9].
Durante años la izquierda ha estado acomplejada, pensando sin autonomía y siempre pendiente de la cultura burguesa. Actuando de acuerdo a patrones y métodos de trabajo impuestos, que le ha llevado a reconocerse, entre otras cosas, en lo que ha dado en llamarse el lenguaje ‘políticamente correcto’. Un lenguaje del que se apropió la cultura dominante para vaciar de contenido sus más preciados términos. Y así, han llegado a convertirse en desagradables para la izquierda real palabras como democracia, libertad o tolerancia, pues instintivamente se asocian a su acepción burguesa.
Por eso es tan importante el trabajo de Wp, porque trata de restituir lo robado utilizando para ello un mecanismo propio y novedoso, una herramienta que el sistema no controla. Razón por la cual los defensores del pensamiento dominante comienzan a mostrar su nerviosismo.
Pero más allá de este pequeño detalle sobre el lenguaje, interesa resaltar la conclusión a la que llega Rafael Sánchez Ferlosio en su artículo El rito y la cultura [10].
En la ya clásica Teoría de la clase ociosa, Thornstein Veblen señaló agudamente, desde el panorama de las universidades norteamericanas de hace un siglo, estos tres rasgos: 1º) ritualización, tanto en liturgia externa como en la formalidad de la enseñanza misma; 2º) inutilidad de los saberes cultivados; y 3º) prestigio social ostentatorio de los títulos y los conocimientos académicos.
Ferlosio considera que estos tres aspectos no son, como pretendía Veblen, expresiones de un mismo fenómeno sino consecuencias unos de otros. En su artículo, demuestra a partir de ejemplos históricos que la ritualización de la cultura es «una especie de tratamiento ortopédico al que el saber es sometido por los intereses del poder constituido», siendo este conocimiento asimilado por el sistema, desvirtuado o exorcizado ante la eventual amenaza de demonios exteriores. «Entonces -dice Ferlosio- la relación entre la ritualidad y la inutilidad no sería una connivencia originaria, sino que la inutilidad resultaría ser efecto o resultado de la ritualización». Y es el tercer factor, el del prestigio social ostentatorio con que se honra actualmente a los intelectuales sumisos, el que más fuertes sospechas despierta en nuestro autor. Pues esos premios y recompensas ofrecidos por el poder son otorgados «a quienes han aceptado someterse al rito, o sea, a la castración del pensamiento y del saber», reduciendo a la nada el potencial subversivo que porta el conocimiento, y que no conviene en absoluto a la seguridad y la permanencia del sistema [11].
Ahora bien, ¿por qué entonces los saberes llamados «humanísticos«, reducidos a esa ociosa función puramente ornamental, reciben en palacio o en los salones de la buena sociedad –y aunque sea con consciente o inconsciente hipocresía– los más altos tributos de admiración y prestigio?
A lo que Ferlosio responde:
Mi conjetura es que –si bien quizá ya, desgraciadamente, con cierto atraso de percepción histórica– sobrevive la convicción de que son justamente esos saberes –aunque hoy felizmente mantenidos en la impotencia y en la ociosidad– los únicos de los que el sistema podría tener, o por lo menos cree todavía poder tener, en todo caso, alguna cosa que temer, los únicos que contienen, o por lo menos antaño contenían, la amenaza del «más–allá–del–límite«, o en fin los únicos que, en una palabra, a semejanza del niño de la antigua fábula, serían capaces de gritar: «El emperador está desnudo«.
Y hablando de emperadores, ¿alguien ha leido la biografía de Juan Carlos de Borbón en Wikipedia?
Notas:
[1] Objetivo principal. http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia
[2] Neutralidad de contenidos. http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia
[3] http://gugs.sindominio.net/licencias/gfdl-1.2-es.html
[4] Ver: Ley de responsabilidad social en radio y televisión: un análisis necesario frente a la desinformación de falsimedia (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=8790)
[5] Ver: La «libertad» de Iraq según Encarta (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=21092)
[6] Ver: Libros de texto para rematar el planeta (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20961)
[7] Atilio Borón, Tras el Búho de Minerva. Página 190.
[8] http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Respuestas_a_objeciones_comunes
[9] James Petras, Los intelectuales de izquierda y su desesperada búsqueda de respetabilidad (http://www.rebelion.org/petras/alai130301.htm)
[10] Rafael Sánchez Ferlosio, El rito y la cultura (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24512)
[11] En una espléndida y, como es de justicia, sumamente encomiástica introducción a una reedición moderna de La teoría de la clase ociosa, John Kenneth Galbraith, evocando el ambiente y los condicionamientos culturales que en la época de Veblen imperaban en las relaciones entre la Universidad de Chicago y la plutocracia local, recuerda un caso de 1895: el del profesor de economía, Edward W. Bemis. Éste se había atrevido a atacar a la empresa de transportes urbanos, que, «mediante sobornos a gran escala», había logrado alzarse con el monopolio, y el contrato de Bemis no fue renovado. Las autoridades universitarias y otros hombres de bien disimularon y mintieron lo mejor que pudieron, ignoro con qué grado de crédito ante el público. Pero lo más llamativo fue la actitud de la prensa, que, lejos de ocultar la relación de causa-efecto entre el ataque de Bemis a la empresa de transportes y su expulsión de la universidad, no sólo la reconoció paladinamente, sino que, además, la aprobó: y de un artículo al respecto, aparecido en el Journal de Chicago, el propio Galbraith entresaca el siguiente pasaje literal: «El deber de un profesor que acepta el dinero de una universidad por su trabajo es enseñar la verdad establecida, no meterse en la búsqueda de la verdad«. Este es, sin embargo, un ejemplo anómalo y excepcional, porque los condicionamientos que sufre el saber que le llegan por vías mucho más mediatas y genéricas y, por lo tanto, difícilmente localizables; rarísimas veces de un modo tan directo y tan descaradamente transparente.