Phil Ochs decía que «en estos tiempos tan feos, la verdadera protesta es la belleza». Una frase muy bonita que podría muy bien referirse a la Liberation Music Orchestra del contrabajista Charlie Haden, una big band alternativa que, además de hacer música preciosa, utiliza la belleza rara e incómoda del free jazz para protestar. En estos tiempos tan feos, la protesta es muy necesaria.
- Haden proviene de una familia que, además de ser de izquierdas, era muy musical y tenía un grupo country. Ha tocado con Dexter Gordon, Ornette Coleman, Don Cherry, Keith Jarrett, John y Yoko, Pat Metheny y otros muchos del mismo calibre. Acaba de obtener un Grammy por su álbum con Gonzalo Rubalcaba. Un día de 1968, oyendo las noticias, decidió que había que hacer algo contra todas aquellas barbaridades y formó la Liberation Music Orchestra (LMO) con ayuda de la pianista, compositora y arreglista Carla Bley.
- Haden no cree en el arte por el arte y la LMO sólo se reúne cuando ocurre algo en el mundo que despierta la ira y la conciencia de su líder. En cerca de cuarenta años han grabado sólo cuatro discos: Liberation Music Orchestra (Impulse!, 1969), contra la guerra de Vietnam; The Ballad of the Fallen (ECM, 1982), contra la política exterior de Reagan en los países centroamericanos; Dream Keeper (Blue Note, 1990) cuando Bush Sr. hacía de las suyas en el Lejano Oriente; y ahora, cuando su hijo se dedica a seguir su ejemplo, ha editado Not In Our Name (Verve, 2005). Al contrario de lo que sucede con casi todos los músicos y cantantes contestatarios, para él la denuncia es una fuerza de inspiración musical. He tenido el placer de verle actuar con y sin la LMO, con y sin motivaciones políticas, y no se puede ni comparar. Quizá tuvo una mala noche cuando lo vi con su quinteto.
- Racismo, injusticia y opresión. Los sufrimientos de la gente son los mismos desde hace siglos y las canciones populares han tratado los mismos temas desde hace siglos. La LMO basa su repertorio en las canciones españolas de la guerra civil, los himnos revolucionarios sudamericanos y la música catalana y africana. Cuando se combinan esas melodías sencillas y honestas con la atonalidad y el desenfreno del free jazz resulta escalofriante. Fanfarrias de metales a tempo pesante y maestoso que te ponen los pelos de punta y acordes extraños que te dejan sin respiración. En Not In Our Name se suman las canciones tradicionales norteamericanas y los himnos patrióticos para decir al mundo que no todos los estadounidenses apoyan los abusos de Bush. Las mismas canciones que han llevado a los hombres a la guerra sirven ahora para lanzar al mundo un mensaje de justicia, dignidad y libertad.
- Precioso y muy emocionante.
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