La semana de la matemática. El reglamento está a punto de cerrar su puerta. Ya ha consumido un cuarto del tiempo previsto. Han pasado más de tres meses para determinar las reglas del juego, y solo resta definir el criterio de votación. ¿Cómo votamos? Esta semana se deberá votar el sistema de votación dentro de […]
La semana de la matemática. El reglamento está a punto de cerrar su puerta. Ya ha consumido un cuarto del tiempo previsto. Han pasado más de tres meses para determinar las reglas del juego, y solo resta definir el criterio de votación. ¿Cómo votamos? Esta semana se deberá votar el sistema de votación dentro de la Asamblea Constituyente en Bolivia.
Una vez aprobado el carácter originario, que no derivado, la Asamblea Constituyente sigue ensimismada en buscar una regla de votación que permita a unos aprobar lo que quieren, y a otros rechazar todo lo que venga del equipo contrario. Puede que la aritmética goce de una rejuvenecida y buena salud, porque hacía mucho tiempo que no escuchaba tanto cálculo aritmético en el ambiente tan supuestamente revolucionario. Si mayoría absoluta, dos tercios, tres cuarto,… Me recuerda aquellos momentos donde mis amigos y yo teníamos que decidir a qué boliche ir. Cuando existía diversidad de opiniones, casi siempre, pues llegaban las propuestas de los diferentes boliches, con sus pertinentes argumentos mas o menos acertados. Después, tocaban las votaciones. Eso sí, nunca discutimos qué regla de votación era la más adecuada, en cuyo caso, hubiéramos discutido sobre las múltiples combinaciones aritméticas posibles, y jamás habríamos pisado un boliche. Adoptábamos el criterio de la mayoría simple sin saber ni como ni por qué, pero esto nos permitía agilizar el proceso, y no perdernos en el camino cuando el destino era arribar al boliche más votado. Quizás ahora, y después de la influencia constituyente, que no constituida, el día que toque decidir a que boliche tenemos que ir, apelaré a mi experiencia derivada, que no originaria, y propondré un feroz debate respecto a la regla de votación. Ojalá mis amigos sean más comprensivos conmigo de lo que actualmente soy con este inocuo debate.
Volviendo a la asamblea originaria, que no derivada ni tampoco la de mis amigos, me sorprende el interés desmesurado por la matemática política, supuestamente revolucionaria. Lo más curioso de todo es que el debate matemático no recae sobre ninguna propuesta en particular, ni tampoco en general. No están claros los boliches propuestos, incluso así, se discute sobre la norma matemática de elección. Entre el conjunto de tentativas, hay para todos los gustos. La derecha (PODEMOS), ahora en minoría, se enroca en los dos tercios para ganar el protagonismo que perdieron en las elecciones. Otros grupos aún menos presente (MNR, MIR, UN, APB, y otros…) apuestan por «los dos tercios» para aumentar su presencia. El MAS solo cede su mayoría absoluta por la fórmula mixta de aprobar algunos artículos por dos tercios y otros por mayoría absoluta, salvo para la aprobación del texto final. Si éste no se aprobara por dos tercios después de tres votaciones consecutivas, la Carta Magna sería aprobada por mayoría absoluta. ¿Y por qué tres vueltas a la misma cosa? ¿Qué sentido tiene esto? ¿Alguien piensa que los asambleístas cambiarían de voto de una votación a otra?
Así viene la semana entrante. Los asambleístas continuarán su disputa matemática-política. Un poco de acá y otro de allá. Esto se somete a mayoría absoluta, lo otro a dos tercios, y lo que sobre que se acepte por consenso, o por ocho decimos, yo que sé. Es entonces donde aparece la siguiente pregunta del millón: ¿Qué se vota por acá y qué otra cosa por allá? Respuesta inmediata: aquello que sea más importante por dos tercios, y lo menos importante, por mayoría absoluta. Siguiente cuestión de otro millón de bolivianos (no será de dólares para no globalizar el debate), ¿y que es lo importante? Podríamos filosofear sobre el concepto de «importancia» para discernir qué le viene bien a quién. Tú eres importante, pues para ti, dos tercios, y tu no lo eres tanto, pues mayoría absoluta. A partir de ahí, vendrán los justificados celos. ¿A quien le gustará ser «no-tan-importante? Y, ¿quién y como se decide la importancia del asunto para asignar uno u otro estilo de votación? A ver, me estoy perdiendo. ¿Qué sistema de elección adoptamos para decidir la importancia del asunto? ¿Por dos tercios o mayoría absoluta?. La eternización del dilema. Parece que la elección del criterio nos persigue. La asamblea no se escapa de esta circulo vicioso, tan derivado como originario. Evidentemente, el conflicto de indecisión racional argumenta a favor de la elección de un criterio aunque sea por sorteo. O en su defecto, sigamos apostando por la aritmética como objeto de discusión. La resabida etimología nos permite conocer que este concepto proviene del griego, arithmos y techne, que quieren decir respectivamente números y habilidad. Mejor imposible. En el fondo de este debate, ya originario sin ser original, está la habilidad de los números. Esta controversia anda descuidando el arte de la política. Los porqués de esta situación son tan diversos como posibles: intención, desidia, holgazanería, zancadilla-política, olvido, miedo, incapacidad, desgana o abulia. Cualquiera sabe. También me gustaría saber que hay detrás de este entramado pitagórico: ¿será la revolución de los números? ¿se están des-revolucionando los revolucionarios? ¿será que la derecha ahora desea consensos? ¿será que las reglas democráticas no son aptas para la revolución? Hay otra cosa que no termino de entender, y parece no ser ni la primera ni la última. El MAS obtiene mayoría absoluta tanto en las elecciones de Diciembre del año pasado como en la confección de la Asamblea Constituyente (ya originaria), ¿cuáles son los motivos para permitir el debate de los dos tercios? ¿por qué están negociando ante la presión de los dos tercios? La derecha siempre gobernó con mayorías procedentes de infinitas trampas, y ¿por qué ahora la minoría histórica y actual mayoría democrática cede ante la opción engañosa de los dos tercios? Ya se ganaron las elecciones para la Asamblea Constituyente por mayoría absoluta, no creo que sea lógico tener ahora que ganar otras elecciones por dos tercios para llevar adelante un nuevo proyecto político originario. Además, el apasionante y reiterado discurso descolonizador debe abandonar las reglas más colonizadas. La creación de un Estado originario implica alejarse de la práctica plagiada de la búsqueda de consensos a través de los dichosos dos tercios. Dejen de marear la perdiz, y mientras se inventan o se retoman otros criterios originarios para decidir, utilicen las sospechosas reglas democráticas para llevar adelante este nuevo proyecto político. No quieran ser más papistas que el Papa. No quieran ser mas «dos-terciadores» que mayoritarios. La mayoría absoluta es un criterio legitimo, y suficientemente liberal, para convencer a los defensores de la democracia liberal.
Veremos cuál es el desenlace de esta trama en los próximos días. Por lo pronto, ayer lunes, nadie sesionó porque siguen sin llegar a acuerdos. Parece que después del congreso nacional del MAS, cobra de nuevo fuerza la posición de la mayoría absoluta si no existe acuerdo. El MAS anuncia que, si hasta el miércoles no se logran consensos con la oposición, usarán su legitima y democrática mayoría para terminar de aprobar el reglamento de debates de la Constituyente. Ojalá sea así.