El escritor británico David Yallop siguió a pie juntillas el consejo que el papa Juan Pablo II dio a los reporteros acreditados ante el Vaticano en 2002: «Un periodista debe tener el valor de buscar y decir la verdad, aun cuando sea incómoda o no se considere políticamente correcta». Yallop, quien desentrañó la historia del […]
El escritor británico David Yallop siguió a pie juntillas el consejo que el papa Juan Pablo II dio a los reporteros acreditados ante el Vaticano en 2002: «Un periodista debe tener el valor de buscar y decir la verdad, aun cuando sea incómoda o no se considere políticamente correcta».
Yallop, quien desentrañó la historia del convicto Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como «Carlos El Chacal», y reveló los secretos de la muerte del efímero papa Juan Pablo I, se propuso relatar el lado oculto de la vida de su sucesor, el polaco Karol Wojtyla (1978-2005), una tarea polémica para un católico como él.
«Desde el día en que Karol Wojtyla fue elegido como el nuevo Papa, el departamento de prensa del Vaticano emitió un comunicado sobre su vida lleno de mentiras acerca de su relación con los nazis y su papel respecto a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. La prensa consumió ese material sin cuestionarlo y lo repitió tantas veces que se convirtió en verdad», dijo Yallop, entrevistado por IPS durante su visita a Lima.
Ni siquiera la noticia de que Juan Pablo II sería beatificado en tiempo récord, desanimó a Yallop.
Todo lo que no se había contado del «Papa viajero» aparece en las 700 páginas de «El poder y la gloria: Juan Pablo II, ¿santo o político?», publicado este año en español por la editorial Planeta.
«He escuchado y leído que el objetivo del libro es impedir la beatificación de Juan Pablo II. Eso no es correcto», sostuvo Yallop, quien antes de aceptar la entrevista preguntó a este cronista si había leído su libro, porque le fastidia hablar con un interlocutor desinformado.
«Además, el movimiento hacia su canonización es imposible de resistir. Ahora, el hecho de que deba ser canonizado es otro tema. En enero de 2006, cuando estaba escribiendo el libro, el Vaticano había recibido más de dos millones de cartas que acreditaban las virtudes del Papa», dijo.
La biografía oficial del Vaticano señala que Wojtyla «cuando era joven, en la Segunda Guerra Mundial, participó en un movimiento clandestino que asistía a los judíos» perseguidos por la Alemania nazi.
Pero Yallop descubrió que esta referencia no se ajustaba a la verdad. Wojtyla «trabajó para la compañía East German Chemical Works, lo que le había merecido la especial protección del Tercer Reich porque se le consideraba vital para el esfuerzo bélico». Por lo tanto, no es verdad que «fue incluido en la lista negra por los nazis por socorrer a los judíos», como sostiene la versión vaticana.
Juan Pablo II no se preocupó de corregir éstos y otros «errores» de su oficina de prensa, afirma el autor.
Yallop también documentó que Wojtyla ascendió en la jerarquía eclesiástica polaca con el beneplácito del régimen socialista que gobernaba su país.
Según Yallop, Juan Pablo II apañó al cuestionado cardenal de Chicago, John Patrick Cody, acusado de corrupción, no cumplió con lo dispuesto por su antecesor de remover a los altos funcionarios del Banco del Vaticano comprometidos en operaciones ilegales, ni expulsó a notorios mafiosos italianos que tenían cuentas en esa entidad creada para fines píos.
La exposición de estos hechos que contradicen la imagen de Wojtyla podría eventualmente motivar la excomunión de Yallop. «Dada la forma en que se maneja el Vaticano, no me quita el sueño que me expulsen de la Iglesia», dijo.
«Juan Pablo II sabía de todo lo que ocurría en el Banco del Vaticano porque era su banco. Todos los años, el encargado le informaba de los hechos. Era vox populi lo que sucedía, los periódicos publicaban los escándalos financieros. Y su actitud fue siempre la misma. Preguntaba: ‘¿Hemos perdido dinero?’. Y si la respuesta era no, entonces miraba para otro lado».
Quizás una de las actitudes más controvertidas de Juan Pablo II, meticulosamente investigada por Yallop, fue su condena a la Teología de la Liberación, una corriente progresista nacida en el seno de la iglesia latinoamericana.
Según el autor de «El poder y la gloria», la postura de Wojtyla constituyó una suerte de sentencia de muerte a miles de fieles y religiosos en una región dominada en los años 70 y 80 por dictaduras militares abocadas al exterminio de la oposición.
En su primera visita a América, iniciada en México en 1979, le preguntaron: «¿Y la Teología de la Liberación?». Y contestó: «Depende de qué Teología de la Liberación. Si hablamos de la Teología de la Liberación de Cristo, no de (Karl) Marx, estoy totalmente a favor de ella».
En una reunión reservada con los obispos de la región, celebrada en Puebla, advirtió: «Hay personas que pretenden describir a Jesús como un activista político, como un luchador contra la dominación romana y las autoridades, e incluso como alguien implicado en la lucha de clases. Esta concepción de Cristo como figura política, como revolucionario, como el subversivo de Nazareth, no concuerda con el catecismo de la Iglesia».
Según Yallop, esa declaración y virtual condena de la Teología de la Liberación deleitó al (tirano chileno) Augusto Pinochet (1973-1990) y a los demás dictadores militares y sus escuadrones de la muerte en América Latina».
Yallop reconstruye la entrevista entre el arzobispo salvadoreño Arnulfo Romero y Juan Pablo II, el 7 de mayo de 1979, en la que el primero le entregó evidencias del asesinato sistemático de sacerdotes defensores de los pobres.
«En El Salvador la Iglesia es perseguida», le dijo Romero. «Bueno, ya no exagere», le contestó el Papa. «Es importante que se ponga a dialogar con el gobierno. (…) No sólo debe interesarnos defender la justicia social y el amor a los pobres, también debe preocuparnos el peligro de que los comunistas exploten la situación. Eso sería malo para la Iglesia», recomendó Juan Pablo, según la reconstrucción de Yallop.
En enero de 1980, en un nuevo encuentro, Romero no consiguió del pontífice una condena pública al régimen de El Salvador. Sicarios del gobierno ultraderechista asesinaron al arzobispo poco después, el 24 de marzo de 1980.
Al hacerse públicas numerosas denuncias de pedofilia contra sacerdotes, Juan Pablo II intentó inicialmente manejar el asunto en secreto y lo redujo a «un problema esencialmente estadounidense».
Cuando las denuncias crecieron y parecía que los casos de abuso sexual de menores cometidos por religiosos alcanzaban la dimensión de una plaga, el Papa prefirió callar, según el libro.
«El silencio del Papa era deliberado», escribió Yallop. «Le tenía un intenso odio patológico a cualquier indicio de que la Iglesia Católica no fuera una institución perfecta. Todo desacuerdo debía mantenerse detrás de las puertas cerradas, ya fuese en torno a la política de la Iglesia, una conducta escandalosa o una actividad criminal».
Wojtyla creyó hasta el final de su vida que había obrado con corrección.
«Definitivamente, se fue a la tumba muy feliz de lo que había logrado», dijo Yallop a IPS.
«Si tuviera oportunidad de verlo en el otro mundo, le preguntaría: ¿Cómo puedes estar tan tranquilo con todo el daño que le has hecho al mundo? ¿Cómo puedes mirarme a los ojos después de haber despreciado la Teología de la Liberación, lo que condenó a cientos de miles de latinoamericanos a la muerte?», añadió.
Yallop recordó que en 2004, en la celebración de su cumpleaños 84, el pontífice pareció presa de algún arrepentimiento al escribir: «Tal vez debí ser más duro con algunas personas», para luego retractarse: «No, pensándolo bien, hice todo lo que debía hacer».
En opinión de Yallop, su culpa fue «haber pecado por omisión antes que por acción».
Un católico como el autor no debería temer al infierno por publicar lo que considera la verdad, pero ante la pregunta, contestó citando una reseña de su libro aparecida en un periódico escocés: «Es probable que Yallop vaya al infierno por lo que ha escrito, pero sus revelaciones bien valen la pena».