El 22 de diciembre de 1997, en Acteal, municipio de Chenalhó, Chiapas, 45 indígenas (un bebé, 14 niños, 21 mujeres y nueve hombres) pertenecientes a la organización Las Abejas Sociedad Civil fueron asesinadas, asesinados, por paramilitares de extracción priísta que la mañana de ése día se movieron desde la comunidad Los Chorros con apoyo del […]
El 22 de diciembre de 1997, en Acteal, municipio de Chenalhó, Chiapas, 45 indígenas (un bebé, 14 niños, 21 mujeres y nueve hombres) pertenecientes a la organización Las Abejas Sociedad Civil fueron asesinadas, asesinados, por paramilitares de extracción priísta que la mañana de ése día se movieron desde la comunidad Los Chorros con apoyo del presidente municipal, también priísta, Jacinto Arias Cruz, quien contó a su vez con una red de complicidades que abarcó a los gobiernos estatal y federal; priístas también.
La preparación de los trágicos acontecimientos en aquella víspera navideña habían sido denunciados con anticipación por periodistas, religiosos, defensores de derechos humanos y sociedad civil en general en medios de comunicación electrónicos e impresos, de modo que nadie podía llamarse a sorpresa de lo que sin duda fue, parafraseando a García Márquez, la crónica de una masacre anunciada.
Sin embargo, la mañana del 23 de diciembre, cuando estando preparándonos para un festival cultural en las calles de la ciudad de Querétaro nos enteramos de lo sucedido a través de la prensa escrita, la noticia cayó como un balde de agua helada en el que la impotencia pronto se acompañó de la indignación y la rabia contenidas a lo largo de los casi cuatro años de contrainsurgencia en Chiapas.
Aún así, la masacre, en la que resultaron también heridas unas 25 personas y otras cinco desaparecidas, no frustró las posadas, ni las cenas, ni las fiestas que despidieron al año y dieron la bienvenida al 1998 en que, ahora sí, la multimentada sociedad civil salió a las calles para «demandar» justicia, esclarecimiento del crimen, deslinde de responsabilidades, indemnización a las víctimas sobrevivientes y a los familiares de las víctimas mortales y castigo a los responsables intelectuales y materiales del homicidio que pronto fue considerado más bien un acto genocida.
A diez años de todo aquello sabemos que muy poco de lo poco que ya de por sí era lo anterior se logró. Los intelectuales que desde siempre han trabajado para «limpiar» las cloacas del poder no han dejado de tender velos de mentiras sobre lo que hizo posible que la masacre ocurriera y que se mantenga impune, lo que ha servido de espaldarazo a los «informes» y supuestos peritajes de las «autoridades» que debiendo arrojar luz para entender lo que pasó sólo han proyectado la sombra de la impunidad.
Libres han quedado entonces los principales responsables de lo que, por sus puestos, sabemos ya como un crimen de Estado: Ernesto Zedillo, expresidente de la República; Emilio Chauffet, exsecretario de Gobernación; Miguel Ángel Godínez, exsecretario de Defensa Nacional; José Ángel Gurría, exsecretario de Relaciones Exteriores; Mario Renán Castillo, exmando de la Séptima Región Militar; Julio César Ruiz Ferro, exgobernador de Chiapas; Homero Tovilla, exsecretario de Gobierno del estado de Chiapas; Uriel Jarquín, exsubsecretario de Gobierno del estado; Marco Antonio Besares, exprocurador general de Justicia del estado; David Gómez, exsubprocurador de Justicia indígena; José Luis Rodríguez, exdirector de Seguridad Pública estatal; Jorge Gamboa, excoordinador de las policías del estado, o Jorge Enrique Hernández, exsecretario técnico del Consejo Estatal de Seguridad Pública.
Como ninguno de estos personajes han sido siquiera llevados ante los tribunales y muchos de quienes sí han sido inclusive encarcelados por el crimen de lesa humanidad en Acteal son, al parecer, inocentes, no se puede hablar de una verdera indemnización a familiares de las personas asesinadas ni a sobrevivientes ni, mucho menos, de castigo a los responsables: sin justicia verdadera no hay restitución del daño que valga. Más aún, a la impunidad con que gozan estos hombres se sumó la repetición de esta misma historia sine talione por sus sucesores: los presidentes (perdón por el eufemismo) constitucional, de facto y legítimo, Vicente Fox Quesada, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador; los gobernadores priísta, perrede-panista y perredista de Chiapas, Roberto Albores Guillén, Pablo Salazar Mendiguchía y Juan Sabines Guerrero, y la cauda de disfuncionales funcionarios públicos e impúdicos que legal, ilegal, espuria o legítimamente les acompañaron y acompañan.
Algo ha cambiado, sin embargo, en medio de todo. Hace diez años usted y yo compartíamos una indignación común, salíamos a las calles y protestábamos porque el acta de defunción dictada desde los centros del poder contra la autonomía y la resistencia de los pueblos indígenas no se viera cumplida. Hace díez años usted y yo llenábamos los diarios, revistas, programas de radio y telenoticieros con sesudas declaraciones «exigiendo» justicia o escribíamos canciones, poemas, cuentos o montábamos obras de teatro para que el olvido no hiciera mella.
Hoy, usted y yo, saludamos los megaplantones lopezobradoristas que bloquearon Reforma durante semanas y el desalojo de adherentes de La otra campaña que hicieron lento el tránsito en calles y avenidas por unos minutos. Hoy, usted y yo, acudimos a los mítines de AMLO en Tlaxcala para denunciar el fraude electoral mientras trabajadoras sexuales son reprimidas por el gobierno municipal petista, es decir, frenteampliopositor, de Apizaco, sin que usted ni yo digamos nada.
Hoy, usted y yo, vemos cómo el gobierno perredista de Chiapas reconoce al gobierno espurio federal panista y recicla a los funcionarios priístas que cubrieron las espaldas a los asesinos en Acteal, no nada más sin que el presidente legítimo diga nada, sino hasta dándole su respectivo abrazo navideño y compartiendo sus coronas de flores, y, usted y yo, nos quedamos de brazos cruzados… bueno, casi, porque eso no nos impide acusar a los zapatistas de reaccionarios (aunque usted y yo seamos quienes saludamos la llegada de un rector priísta a la UNAM) o de hacerle el juego a la derecha (aunque usted y yo hubiéramos sonreído por las veces que comieron juntos Carlos Slim y Norberto Rivera con AMLO).
Hoy, los familiares del bebé, los niños, las mujeres y los hombres en su mayoría ancianos asesinadas, asesinados, siguen esperando que se haga justicia, y los asesinos preparan, con la complicidad panista y perredista de los gobiernos espurio y legítimo, la nueva celada; mientras tanto, usted y yo…
— LA OTRA CHILANGA, nodo virtual de cambalache chorero sobre política y sus derivados lácteos, ultra & light, abajo y a la izquierda. http://laotrachilanga.blogspot