Fotografías de Roberto Meriño
Debajo de un sol que se colaba entre las nubes grises de lluvia, cientos de personas escucharon al trovador Silvio Rodríguez cantar que ama «a esta expedición/ a un loco, a un albañil», como sabio que aprendió a mirar siempre más lejos y que, al igual que José Martí, cree en el mejoramiento humano.
Se repiten los personajes de esta aventura que ha dejado su toque de color, música y literatura en la mayoría de las instalaciones penales del país; esta vez en el Centro penitenciario Combinado del Este, ubicado en el municipio de Guanabacoa:
Su líder incuestionable, Silvio; Niurka González y su flauta conmovedora; Amaury Pérez y su tan cubana manera de crear sonrisas; el cantautor Vicente Feliú; las muchachas de Sexto Sentido, cautivadoras de todas las miradas agradecidas; Alexis Días Pimienta, el «sabor guajiro» que complementó la tarde; y trazos de Ernesto Rancaño, acompañado de un grupo de jóvenes pintores y artistas del penal.
En esta ocasión el Premio Nacional de Literatura, Reynaldo González, acompañó a los integrantes de un proyecto crecido a la sombra de la nobleza. También lo hicieron el ministro de Cultura, Abel Prieto; Pedro Sáez Montejo, primer secretario del Partido Comunista de Cuba y Miguel Barnet, presidente de la Comisión Organizadora del Congreso de la UNEAC.
Reynaldo, quien ha considerado como «un baño de humanidad» a esta expedición, entregó algunos libros al director del centro, teniente coronel Carlos Alberto Pérez Rosabal, como símbolo de una colección de más de 300 títulos de la Literatura Universal para la biblioteca del reclusorio.
A coro se escuchó cantar Quién fuera en la voz del «calvo maravilloso», como llamó a Silvio un muchacho sentado cerca. El cantautor habló de amor y respeto: «Ustedes son parte del pueblo, y si somos solidarios con el pueblo, también somos solidarios con ustedes».
Después de las no menos sinceras interpretaciones de Amaury y Vicente, le tocó el turno a Alexis Díaz, escritor y repentista, quien fascinó con su gran imaginación al público de reclusos, al pedirles pies forzados para incluirlos en sus décimas. Entre ellos a Pablo, que fue complacido con la única palabra que pidió al poeta: reeducación.
Eso es lo que se respira allí. La posibilidad de sistematizar el trabajo cultural en los penales y de repetir momentos como este, además del cambio de conducta y de ánimo que, al decir de Abel Prieto, se ha experimentado en muchos centros después del paso de «esta expedición maravillosa».
En los minutos finales fueron reconocidos como «Hijos Adoptivos» de Ciudad de La Habana algunos navegantes de esta travesía: su capitán, Silvio Rodríguez; y otros integrantes de la numerosa tripulación como Niurka, Vicente, Amaury, Alexis, Rancaño y Lester Hamlet.
Una de las huellas que deja la iniciativa es que, como el arte de sus pintores, llama a la esperanza. Pero esta vez no solo permanece como obra de arte, sino en todos los que merecen otra oportunidad.