Las cenizas de Salvochea David Franco Monthiel Baile del Sol, 2008 100 páginas ISBN: 978-84-92528-15-8 «Cuando el enemigo nos aplaude: / ¿Qué tontería habremos dicho? / ¿Por cuánto querrá comprarla?». Desde esa perspectiva, teniendo en cuenta ese enfoque, no podemos permitirnos bajar la guardia ni desarrollar discursos complacientes y plausibles. La literatura y la […]
Las cenizas de Salvochea
David Franco Monthiel
Baile del Sol, 2008
100 páginas
ISBN: 978-84-92528-15-8
«Cuando el enemigo nos aplaude: / ¿Qué tontería habremos dicho? / ¿Por cuánto querrá comprarla?». Desde esa perspectiva, teniendo en cuenta ese enfoque, no podemos permitirnos bajar la guardia ni desarrollar discursos complacientes y plausibles. La literatura y la poesía en demasiadas ocasiones ha buscado más el chisporroteo de la alabanza que el compromiso con la lucha por la dignidad. Su indiferencia resulta cómplice con el estado de las cosas.
David Franco Monthiel nunca lo ha antepuesto, y siempre ha dejado constancia de su dedicación a la transformación social en su escritura y en su vida. Así, en esta nueva obra, Las cenizas de Salvochea, presenta un poemario directo, poderoso, sin concesiones. Con un verso vigoroso («Hemos venido para no hacernos los sordos…»), desde la firmeza de sus convicciones y la absoluta seguridad del que no renunciará, de quien no claudicará, publica una serie de piezas de estudiada elaboración y lúcida denuncia.
Frente a un poesía hueca, compinche, concretamente frente al aforismo puramente intrascendente, Monthiel utiliza su ingenio y su capacidad de síntesis para elaborar versos basados en juegos de palabras (posiblemente lo más llamativo a primera vista del libro) pero con un condensado contenido; crítico, por otra parte.
Mediante la ironía, que es la herramienta más poderosa y que quizá mejor emplea, desbroza las contradicciones del entorno laboral capitalista, precario, incidiendo en su hipocresía, en su doble moral y la maquinaria represiva del Poder. Éste es, por otro lado, el hilo conductor que confiere unidad a la obra.
Los títulos de los poemas están tomados de otras obras literarias, con lo que aumenta la sensación en la recepción, pues ya parte de una base emocional al arrancar desde esos referentes.
El autor ya había trabajado anteriormente con el aforismo, pero en esta ocasión consigue un conjunto más cohesionado, orientado e incisivos (espléndidas las consignas de la serie «El logo feroz», como «Introducción a la empresa: Haced el mal / bien» o «Todos para unos / y / todos ). Abundan, además, los poemas breves, de tres o cuatro versos, que mantienen esa pugna con el lenguaje. Sin embargo, también tiene el poeta la capacidad para elaborar piezas más extensas, en las que destaca la tensión dramática conseguida y la fuerza de sus aseveraciones.
De esta manera, cuando Monthiel hace figurar a la insurrección, esa meta que es el principio de todo, ésta aparece con una gran potencia. De hecho, se encuentra respaldada por una fuerte contundencia debido a que aprovecha la atmósfera ya creada y preparada para la conmoción de los aforismos (que, por otra parte, dotan al poemario de una notable musicalidad). Esa electricidad también se pone de manifiesto al contrastar la vida, la voluntad hacia ella y el deseo de exprimirla, con los ejecutores de la muerte y del capital.
Por todo ello, Las cenizas de Salvochea es la mejor muestra de que los juegos retóricos pueden ser utilizados bien para satisfacer el hedonismo (y mantener valores propios del statu quo) o como herramienta comunicativa, para lograr una mayor y mejor recepción del mensaje. Esto es así, además, porque Monthiel obliga a reflexionar al lector, a detenerse, recapacitar sobre el propio lenguaje, sobre las posibilidades del significante, salir del letargo del público pasivo y, finalmente, cuestionarse lo referido, el significado. Su poesía resulta, por tanto, un espolón que no puede pasar desapercibido.