No por esperado es menos espeluznante el triunfo electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el reciente proceso electoral. Con una representación cercana a 237 diputados, de un total de 500, el PRI se convierte en la primera minoría y si le agregamos los casi 21 diputados que obtendrá su satélite, el «Verde Ecologista», […]
No por esperado es menos espeluznante el triunfo electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el reciente proceso electoral. Con una representación cercana a 237 diputados, de un total de 500, el PRI se convierte en la primera minoría y si le agregamos los casi 21 diputados que obtendrá su satélite, el «Verde Ecologista», se asegura una cómoda mayoría. Este triunfo se complementa con cinco de las seis gobernaturas en juego, además de otros resonantes triunfos en importantes bastiones panistas y perredistas.
El principal derrotado es el Partido Acción Nacional (PAN), que ha recibido un fuerte castigo por parte de sus electores al reducir su participación parlamentaria a 143 diputados, de los 206 con los que cuenta actualmente. Así el presidente «espurio» ha visto acotar aún más su mandato y se convierte en rehén de la mayoría priísta en la Cámara de Diputados. El PAN también ha perdido los estados de Querétaro y San Luis Potosí, además de muchas otras notables derrotas. El voto de castigo es producto de la crisis económica y del fracaso de la campaña en contra del narcotráfico como elemento propagandístico. Es decir, estamos ante un cambio drástico en la correlación de fuerzas al interior del actual grupo gobernante, lo cual no significa ningún beneficio para la clase trabajadora, ya que ambos partidos, PRI y PAN, se las arreglarán para continuar las reformas neoliberales en las cuales están comprometidos.
El otro gran perdedor es el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que por el alineamiento de su dirección (los «Chuchos»), con el gobierno federal y su confrontación con López Obrador, han visto reducir su participación parlamentaria en casi un 40 por ciento (con alrededor de 73 diputados). El amplio descontento popular en contra del gobierno panista no encontró en el PRD (ni en la llamada «izquierda radical», «otra campaña», etc.), el cause político que lo representara, una parte se integró al Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular , el Petróleo y la Soberanía y otra volvió a votar por el PRI, como aconteció en las zonas proletarias de Netzahualcoyotl y Ecatepec.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), obtuvo una resonante victoria política al lograr que su candidato en la Delegación Iztapalapa del Distrito Federal, abanderado por el PT (Partido del Trabajo), obtuviera holgado triunfo sobre la candidata del PRD impuesta por la dirección de dicho partido y el gobierno panista. Este triunfo volvió a demostrar que la movilización y la organización, desde abajo, es la mejor forma para confrontar la ofensiva mediática desatada en su contra por el gobierno y sus aliados..
En relación al abstencionismo, retomo la información vertida en el periódico La Jornada del 6 de julio «A pesar de los augurios que proyectaban abstencionismo histórico, y del vacío que las cadenas televisivas hicieron a la elección (como expresión de inconformidad con la reforma electoral), la participación ciudadana detuvo su caída en las elecciones intermedias y se ubicó en 43.74 por ciento, dos puntos más con respecto a 2003, cuando se registró 41.1 por ciento, la más baja desde la creación del Instituto Federal Electoral (IFE)».
El voto nulo sí registró un sustancial incremento al pasar del 2.51 por ciento en 2006, al 6.04 por ciento en las actuales elecciones. En la campaña por el voto nulo participaron lo mismo importantes comunicadores y personalidades de derecha, que marginales grupos de izquierda. Es obvio a quién pertenece y a qué intereses sirve la amplia mayoría de este voto.
La primera lección de estos comicios es la evidencia de que aún permea, en amplias capas de la sociedad mexicana, un fuerte conservadurismo. Este sector no solo vota porque tiene confianza en las instituciones, también confía en partidos que son sus enemigos. No existe otra forma de sustraer a estos sectores de esa confianza, que a través del trabajo político paciente y que, por experiencia propia, comprendan la superioridad de la movilización y de la autoorganización sobre la participación electoral…
Otra lección, es la verificación del enorme peso con que cuentan los medos de comunicación televisivos, en un amplio sector de la llamada «opinión pública». Gracias a dicha influencia, los bribones del Partido Verde lograron una votación histórica, llevando a la cámara a un grupo de diputados representante de los intereses del duopolio televisivo.
Finalmente es importante constatar el enorme peso con que aún cuentan los diversos aparatos corporativos en la definición política de sus integrantes. Tanto es así, que ahora no solo el PRI recurre a éste mecanismo de control, ahora también el PAN y el PRD, que antaño tanto lo criticaron, recurren a él para defender sus respectivos intereses.
Debemos reconocer que el resultado de este proceso electoral es sumamente benéfico para los intereses de la mafia oligárquica que controla todos los resortes del poder. El sistema, en su conjunto, ha logrado relegitimarse. La burguesía mexicana acaricia, como nunca antes, la posibilidad de establecer un sistema bipartidista de derecha. Ahora el PRI, el PAN y sus aliados cuentan con la mayoría necesaria para reformar la Constitución. El terreno, piensan, se encuentra abonado para iniciar reformas que completen la privatización del sector energético, eliminar conquistas plasmadas en las leyes laborales y una reforma fiscal lesiva, como aplicar IVA a alimentos y medicinas.
El resultado de estas elecciones es una llamada de alerta para todos los movimientos sociales del país. Antes de que la mafia que nos mal gobierna inicie su ofensiva, todos los movimientos sociales deberían de hacer a un lado las diferencias que los separan, construir nuevas propuestas de unidad y relanzar un programa emergente para enfrentar la crisis. Debemos de retomar la lucha para que los costos de la crisis la paguen los que la generaron.
Este escenario demuestra que existe un amplio espacio para construir una izquierda realmente comprometida con los intereses de los de abajo, radical, feminista, anticapitalista, congruente entre lo que dice y lo que hace y que nunca subordine su apoyo a los movimientos sociales a su proyecto político. Debemos superar toda forma de falso radicalismo, sectarismo y también de oportunismo. Hay que regresar a Lenin. Vale la pena intentarlo.