Cuando se cumple un año del peor derrame accidental de petróleo en el mar, el de British Petroleum (BP) en el Golfo de México, la búsqueda de daños en territorio mexicano todavía no es concluyente, mientras los científicos siguen recolectando y analizando pruebas. Entre el 20 de abril y el 15 de julio de 2010 […]
Cuando se cumple un año del peor derrame accidental de petróleo en el mar, el de British Petroleum (BP) en el Golfo de México, la búsqueda de daños en territorio mexicano todavía no es concluyente, mientras los científicos siguen recolectando y analizando pruebas.
Entre el 20 de abril y el 15 de julio de 2010 casi cinco millones de barriles de crudo se escaparon del yacimiento de BP en aguas estadounidenses del Golfo, según la medición de agencias federales de ese país. Fue el peor accidente de este tipo en la historia de la industria petrolera. Y del derrame sólo se recogieron 800.000 barriles (de 159 litros).
Al contrario de los daños aún son visibles en aguas y costas de Estados Unidos, «no observamos evidencia directa de altos niveles de hidrocarburos o de sus residuos en la zona de trabajo. No ha habido reportes del arribo de hidrocarburos asociados al derrame a aguas mexicanas», dijo a Tierramérica la doctora en ecología marina Sharon Herzka, del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese).
Esto «probablemente se debe a que el punto más cercano entre el pozo y las aguas mexicanas es de alrededor de 400 kilómetros», agregó la investigadora del Cicese, con sede en el noroccidental estado de Baja California, sobre el océano Pacífico.
Herzka coordina una investigación sobre los efectos del derrame, de la que participan entre otros la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) y los gubernamentales Instituto Mexicano del Petróleo e Instituto Nacional de Ecología.
En la primera etapa, entre el 6 y el 22 de noviembre, un equipo a bordo del crucero oceanográfico Xiximi-1 recogió más de 1.000 muestras de agua y cientos de sedimentos a profundidades de entre 1.000 y 3.500 metros.
La segunda fase es el análisis químico y biológico de las muestras y la definición de las características del agua, como salinidad y temperatura, en la zona central del Golfo. Los resultados estarán listos en junio.
Pero Herzka advierte que en «los siguientes años puede haber efectos negativos indirectos», por ejemplo en la reproducción de «mamíferos y tortugas marinas y en especies de peces grandes que sustentan pesquerías importantes».
El Golfo de México es una región del océano Atlántico que en sus 1,55 millones de kilómetros cuadrados contiene una importante cuenca petrolera, compartida por los países costeros: Estados Unidos en el norte y noroeste, México en el oeste y el sur y Cuba en el este.
La actividad petrolera ha competido con una biodiversidad cuyos recursos pesqueros son vitales para muchas poblaciones litoraleñas.
El segundo peor derrame marino también ocurrió en el Golfo de México, cuando explotó en 1979 la plataforma petrolera mexicana de Ixtoc y se fueron al agua 3,3 millones de barriles de crudo.
«El Golfo tiene una alta capacidad natural de degradación de hidrocarburos. Esto quiere decir que, al parecer, se ha ‘consumido’ mucho de lo que estaba en el agua, que no se evaporó o recolectó cerca del pozo», infirió Herzka.
El 20 de abril de 2010 la plataforma de perforación Deepwater Horizon, que BP arrendaba a la firma suiza Transocean, estalló frente a las costas del sudoriental estado estadounidense de Louisiana y se hundió dos días después.
«Manejamos la alerta sobre especies migratorias, como la tortuga lora, el atún de aleta azul y los pelícanos, que fueron afectados y que llegan a costas de Veracruz y Yucatán», dijo a Tierramérica el coordinador de la campaña de Océanos y Costas de Greenpeace, Alejandro Olivera.
El ecologista integró una expedición de Greenpeace de 32 expertos que recorrió en octubre y noviembre la zona contaminada por el accidente y cuyos resultados serán difundidos en unas semanas.
En la porción de mar estadounidense, la excursión identificó una franja de agua de varios kilómetros con baja concentración de oxígeno, síntoma de contaminación, y que, según Olivera, podría aparecer en Tamaulipas, el estado mexicano más cercano.
Además de sus manglares, que juegan un papel biológico importante y son barreras contra huracanes y la erosión de las playas, Tamaulipas es el principal productor de camarón café (Farfantepenaeus aztecus), con unas 10.784 toneladas por año.
«A mediano y largo plazo, el derrame puede afectar la reproducción del atún aleta amarilla y aleta azul», dijo a Tierramérica el investigador de la UABC, Rafael Solana.
El atún de aleta amarilla (Thunnus albacares) y el de aleta azul (Thunnus thynnus) están sobreexplotados en aguas mexicanas del océano Pacífico y del Golfo de México. La producción anual en esta última zona es de unas 1.000 toneladas, según la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico.
Entre septiembre y noviembre del año pasado, los gobiernos estaduales de Tamaulipas, Veracruz y Quintana Roo interpusieron dos demandas en tribunales estadounidenses contra BP, Transocean y otras empresas por posibles daños al ambiente marino, las costas y los estuarios.
Las demandas pasaron a formar parte del litigio multidistrital MDL-2179, a cargo de un tribunal de Louisiana, con otros cientos de casos consolidados de miles de reclamantes, entre los que se encuentran causas por 11 personas muertas, daños personales, daños ambientales y económicos. Se estima que podrían llegar a juicio en febrero de 2012.
Un aspecto que preocupa a los científicos son las bolas de crudo depositadas en el lecho marino, que se formaron al aplicar sustancias químicas tóxicas para diluir el hidrocarburo que flotaba en el agua. Algunas especies podrían ingerirlas, ingresándolas a la cadena alimenticia. BP reconoció haber arrojado 6,8 millones de litros del solvente Corexit.
Los «contaminantes químicos afectan seriamente la fisiología de los peces, lo que repercute de manera directa en la propia dinámica poblacional, en el ciclo reproductor. Esto se reflejará en los rendimientos de la pesca, en lo económico y en la conservación del recurso», explicó Solana.
El gobierno mexicano apoya la investigación del Cicese y vigiló las aguas nacionales del Golfo, sin hallar rastros de crudo. Además, activó el Plan Nacional de Contingencia para Combatir y Controlar Derrames de Hidrocarburos y otras Substancias Nocivas en el Mar, diseñado a fines de la década de 1990.
«Los especialistas (…) calculan que habrá que esperar incluso décadas para conocer las consecuencias reales del vertido», afirma el último reporte oficial mexicano publicado el 5 de agosto en la web.
Determinar el impacto ambiental del derrame es crucial ante el apetito de los países de la cuenca por explotar sus yacimientos.
México y Estados Unidos acordaron en 2000, en el Tratado sobre la Delimitación de la Plataforma Continental en la Región Occidental del Golfo de México Más Allá de las 200 Millas Náuticas, suspender por 10 años el aprovechamiento de los yacimientos transfronterizos en esa porción, mientras negociaban un régimen de exploración y explotación.
La moratoria vencía en enero de este año, pero en 2010 los dos gobiernos la prorrogaron hasta 2014.
Ante la evidencia de lo avanzadas que están las concesiones estadounidenses en aguas profundas, la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) intenta ponerse a tiro.
En enero, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, formada en 2008, emitió normas sobre uso de tecnología, protección ambiental, seguridad industrial y contratación de seguros contra accidentes como el de Deepwater Horizon.
* Este artículo fue publicado originalmente el 16 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.