Hace unos días, el director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), Juan José Suárez Coppel, expresó ante los medios de comunicación su parecer sobre la conveniencia de privatizar esa empresa pública. Las palabras de Suárez Coppel no parecen las de un gerente eficaz y preocupado por lograr una mejor gestión de la empresa nacional puesta en […]
Hace unos días, el director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), Juan José Suárez Coppel, expresó ante los medios de comunicación su parecer sobre la conveniencia de privatizar esa empresa pública. Las palabras de Suárez Coppel no parecen las de un gerente eficaz y preocupado por lograr una mejor gestión de la empresa nacional puesta en mala hora a su pérfido cargo, sino una palabrería verdaderamente inexplicable.
Pero todo, hasta la propuesta más absurda, tiene su explicación. Aunque esta explicación se encuentre oculta en una maraña de intereses personales y de grupo sencillamente inconfesables. Como, por ejemplo, vender la empresa y al mismo tiempo comprarla. Por cuenta propia o por encargo de terceros. Y en cualquiera de ambos casos proceder con extrema y punible deslealtad hacia la nación. De esta forma de actuar existen en México tremendas y tristísimas experiencias. Ya alguna vez Porfirio Muñoz Ledo denunció a otros Suárez Coppel que en épocas pasadas «en parte han vendido el país y en parte lo han comprado».
Más allá, sin embargo, del mezquino interés del vendedor-comprador llamado Suárez Coppel, la idea de la privatización de Pemex es notoriamente contraria al interés de la inmensa mayoría de los mexicanos. Y en esto de la inmensa mayoría de los mexicanos no hay la menor exageración. Veamos los datos duros.
Se sabe que Pemex es una especie de caja chica (pero grandota, gigantesca, inmensa) del gobierno federal. Esta empresa pública aporta al erario más de un tercio de los ingresos del Estado. Si Pemex se privatizara, ¿de dónde obtendría el gobierno esos inmensos recursos?
La respuesta es tan sencilla que hasta asusta. La solución a la pérdida de ingresos por la venta de Pemex sería un aumento de impuestos. De entrada al impuesto sobre la renta (ISR) y al IVA (impuesto al valor agregado).
Por lo que toca al IVA, algunos calificados analistas económico-financieros calculan que la tasa de este gravamen pasaría del actual 16 por ciento a por lo menos 26 por ciento, es decir, un incremento de diez puntos porcentuales que tendrían que pagar los consumidores, esto es, la inmensa, por no decir la totalidad, de los mexicanos.
En cuanto al impuesto sobre la renta, la tasa promedio actual es de más o menos 20 por ciento. El necesario aumento impositivo a que obligaría la privatización de Pemex sería de al menos diez puntos. Este incremento llevaría la tasa promedio del ISR al 30 por ciento.
Mas si se reconoce que una significativa parte de la población paga tasas que, entre pitos y flautas, llega a más del 40 por ciento, el obligado incremento del ISR haría que millones de mexicanos cubrieran tasas de 50 por ciento. Frente a estas cifras no queda sino reconocer la genialidad de la propuesta privatizadora de Pemex del estupendo vendedor-comprador que resultó ser Suárez Coppel. Y, ojo, IVA e ISR no son los únicos impuestos. Existen muchos más que también se verían incrementados. Y no debe descartarse la posibilidad de la creación de nuevos y originales gravámenes. Recuérdese a este respecto la más o menos reciente creación (cinco o seis años) del tristemente célebre IETU (Impuesto Empresarial a Tasa Única).
Habrá quien diga, desde luego, que una vía alternativa al incremento impositivo podría ser la reducción del gasto público. Por ejemplo en educación, en salud, en agua potable, en el empleo, en cultura y en muchas otras áreas que inciden decisivamente en el bienestar o en el malestar de la población. Algo así como lo que está poniendo en práctica el ultrarreaccionario presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, con evidentes, públicas y catastróficas consecuencias en el nivel y en la calidad de vida de la inmensa mayoría de los españoles.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.