1. Pensé que Miguel Mancera -el heredero de Cárdenas, López Obrador y Ebrard en el gobierno del DF- era manso por conservar algunos principios de la ideología progresista. Pensé que el único represor aquel primero de diciembre era el ejército y la marina disfrazada de policía federal, todos entrenados por los EEUU, para golpear, aprehender […]
1. Pensé que Miguel Mancera -el heredero de Cárdenas, López Obrador y Ebrard en el gobierno del DF- era manso por conservar algunos principios de la ideología progresista. Pensé que el único represor aquel primero de diciembre era el ejército y la marina disfrazada de policía federal, todos entrenados por los EEUU, para golpear, aprehender y matar si es necesario. Pero ahora escucho que también la policía del DF, al mando del centrista Ebrard, intervino contra los muchachos y me entero que el tal Mancera pide investigar a cada quien para que reciban su castigo. ¿Pero qué castigo pide este señor si los verdaderos delincuentes, los que han mantenido a México en estas condiciones de enorme descontento y odio, son los mismos gobernantes que están libres gozando de los millones que saquearon y que les entregan como expresidentes?
2. Mancera -en el lenguaje político- debería responder así: «Ni madres, no queremos un pinche preso político en ningún momento de mi gobierno porque la ruptura de cualquier vidrio o adorno, en un momento de persecución, son sólo efecto de causas profundas que son necesarios remediar». ¿No es acaso una obligación de los llamados gobiernos progresistas entender las causas de los problemas (que se encuentran en todo el país) y poner las bases para solucionarlos? Todos los encarcelados deben quedar en libertad y el gobierno debe indemnizarlos por el mal trato que recibieron de la policía militarizada; por bloquear el congreso, por lanzar gases lacrimógenos, por maltratos y tortura en la cárcel, por difundir calumnias. Estos gobernantes hablan y actúan como si fueran policías militarizados que sólo reciben órdenes de arriba.
3. No hablaré de los jefes policiacos en particular porque me dan miedo hasta en el tono de su voz. Por el contenido de lo que expresan y la soberbia con que responden, puede uno pensar que tienen permiso y están dispuestos a golpear, encarcelar o matar, y puede demostrarse a lo largo de la historia mundial. Pienso que los jefes policiacos son seres humanos, pero muy listos a obedecer las órdenes del poder. Personalmente no son malos -sobre todo con su familia- pero su trabajo por represivo es muy funesto. Imagínate nada más: ¡Defender a un gobierno o a un poder, aunque haya dado muestras de estar contra el pueblo! Mientras un pueblo sale a protestar a la calle porque se revuelca al sufrir hambre y miseria, a la policía le dan órdenes de reprimir. Al iniciarse le duele, pero luego se acostumbra porque es su trabajo y además le dicen que es un deber.
4. ¿Puede un jefe militar o un jefe policíaco actuar o investigar en algún momento de manera imparcial, independiente o con limpieza? ¡Nunca!, y sería una bobada siquiera pensarlo. Basta con que en cada momento diga: «estoy al servicio del señor presidente, yo como funcionario no puedo decir o hacer esto». Nunca olvidaré que cuando asesinaron al cardenal Posadas en Guadalajara en 1993, a los dos minutos el presidente Salinas dijo que había sido un cruce de balas entre los narcotraficantes. Desde entonces la llamada investigación de meses y años fue para demostrar que lo que dijo Salinas era la verdad. Todo el aparato de justicia mexicana -seguramente desde antes del Porfiriato- funciona a través de lo que desee el señor presidente. Por eso en México cuando el presidente pregunta: ¿»qué hora es?: responden de inmediato: «La que usted desee señor presidente».
5. «En México -dicen aquí- la Constitución y las leyes se las pasan los gobiernos y empresarios por el arco del triunfo» o sea entre las piernas, o también que sus hojas «sirven de papel higiénico para el excusado». Dicen esas leyes -como todas en el mundo- que las cárceles fueron construidas para encerrar a los que delinquen; pero la realidad es muy otra: han servido las cárceles a través de la historia, para encerrar a los miserables y a los luchadores sociales que ponen en peligro de poder de la clase dominante. Lo saben priístas, panistas, perredistas y todos, pero personajes como Ebrard, Mancera, cuando hablan de delincuencia se olvidan de los políticos, los empresarios, los medios de información porque son ellos los que apuntalan al poder. Espero, démosle un chance, para que el Mancera rectifique; si no lo hace pongámosle el San Benito en la espalda.
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