Tras la escalada de represión a la que se ha asistido en fechas recientes, particularmente en el marco de las dos conmemoraciones patrias recién transcurridas, a saber, 16 de septiembre y 2 de octubre, no pocos comentaristas de la política han especulado en torno a la creciente virulencia confrontacionista del Estado mexicano. Las voces ciudadanas […]
Tras la escalada de represión a la que se ha asistido en fechas recientes, particularmente en el marco de las dos conmemoraciones patrias recién transcurridas, a saber, 16 de septiembre y 2 de octubre, no pocos comentaristas de la política han especulado en torno a la creciente virulencia confrontacionista del Estado mexicano. Las voces ciudadanas también se han sumado a esta preocupación, casi todas coincidiendo en un punto crucial: que la imposición de la tríada de reformas en puerta combinará la represión en sus múltiples dimensiones, llámese simbólica o física-material, con una licenciosa manipulación mediática.
Aunque el oficialismo continuamente invoque el mismo canturreo para legitimar la represión (disturbios, perturbación del orden público, transgresión de la ley), cabe notar que el principio único, real, empírico, que rige el comportamiento coactivo del Estado es el de apuntalar o reafirmar su propia vigencia. Tan sólo adviértase el doble rasero del gobierno en su conducta hacia los dos aniversarios referidos (uno que promueve la imaginaria noción de una comunidad autónoma e independiente, y el otro que evoca precisamente el carácter falsario de esta noción de comunidad horizontal): en el primer caso -16 de septiembre-, el Estado acudió a la violencia para la habilitación de la conmemoración (desalojo de los recintos clave, específicamente el zócalo); en el segundo escenario -2 de octubre-, reprimió otra vez pero con el propósito exactamente opuesto, es decir, con el fin de inhabilitar las actividades conmemorativas (agresión policial a las marchas). Nótese que el único interés que prima en la actuación del Estado, es la reproducción misma del Estado. Esto resulta cierto aún cuando las estructuras estatales actúen siempre lacayunamente, esto es, irrenunciablemente receptivas o complacientes con las demandas-necesidades de los mercados. El Estado tiene una actuación propia, aunque no autónoma. Y en esa actuación o despliegue la represión ocupa un lugar central, acaso primario: la represión es la operacionalización del Estado. La cuestión tan sólo radica en descubrir, con base en la evidencia empírica, en función de qué grupos, agentes e intereses se reprime.
Ni los analistas ni las voces ciudadanas se equivocan en la predicción o diagnóstico. El paquete de reformas que impulsa el Estado mexicano, con poco o nulo respaldo ciudadano, se desahogará con base en una táctica de represión multidimensional. Sólo resta ver cuán firme es el músculo ciudadano opositor.
Frente a la confusión que reina cuando se da tratamiento a la noción de Estado, se ha convenido reproducir, a modo de recordatorio (que no de progenitora), las tres definiciones clásicas que a nuestro juicio desarticulan los contenidos real, simbólico e imaginario que impregnan peligrosamente el concepto de Estado. (Desconocemos si es mera coincidencia que los tres autores mencionados sean de origen alemán) s operacionalizaiesencial demandas-necesidades de los mercados. e la pol
Noción jurídica de Estado
Hermann Heller, jurista alemán, consigna: «Unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo, con medios de poder propios, y claramente delimitado en lo personal y territorial».
Noción sociológica de Estado
Max Weber, sociólogo alemán, inaugura acaso la definición más clásica de Estado: «Asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, a este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los funcionarios estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas».
Noción económico-política de Estado
Acaso la definición de Estado más teóricamente puntual e incisiva se la debemos a Karl Marx, a saber: «El Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder; no es la salida del estado de naturaleza, sino su continuación bajo otra forma. Antes al contrario, la salida del estado de naturaleza coincidirá con el fin del Estado. De aquí la tendencia a considerar todo Estado una dictadura y a calificar como relevante sólo el problema de quién gobierna (burguesía o proletariado)…»
Glosa marginal
Existe una característica en la variante moderna de Estado, que no muta ni se reorienta, que a todas luces adquiere la condición de constante. A partir del reconocimiento de esta constante, nos aventuramos a lanzar una definición de Estado, que aunque concisa, se antoja acertada: a saber, brazo armado de los mercados.
Fuente: http://lavoznet.blogspot.mx/2013/10/estado-y-represion.html