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Política en tiempos de pandemia

Fuentes: Rebelión

La lucha contra la pandemia se desenvuelve en medio de grandes incertezas, contradicciones y disputas. Tanto para historiadores como para economistas se trata de una crisis de características inéditas que combina lo sanitario, lo económico/ambiental con lo social. Son esas múltiples dimensiones las que le dan ese carácter de inédito que redunda en la causante de la falta de certezas, las dudas y temores que hoy recorren buena parte del mundo.

En este contexto la política también parece puesta en cuarentena. Esto es particularmente notable en nuestro país donde todo parece discurrir por las (pocas) iniciativas del gobierno, y donde la figura presidencial ocupa el centro de la escena. La oposición derechista está sin rumbo solo espera un fallido del oficialismo para montarse sobre él, mientras que las críticas y/o iniciativas anticapitalistas no encuentran mayor eco. No es distinto para las voces más cuestionadoras que intentan presionar al oficialismo desde adentro. Todo transcurre por las redes, con sus ventajas y limitaciones, mientras las calles están vacías. Es necesario un replanteo general de las formas de la intervención política, porque aún cuando la pandemia logre controlarse el virus seguirá circulando al menos hasta lograr una vacuna, y aún cuando la cuarentena se flexibilice el distanciamiento social continuará.

Incertidumbre

El virus es nuevo, se desconoce aún su trayectoria y comportamiento, por lo tanto no es posible saber cuánto tiempo más durará la pandemia. El único recurso sanitario seguro hasta ahora es el distanciamiento social. Cuanto más estricta es la cuarentena mayor es el impacto económico. Si no podemos conocer cuánto durará la pandemia tampoco estimar la extensión y profundidad de la crisis económica en curso. Como lo explicara en nota anterior la relación entre economía y salud es, en esta coyuntura excepcional, el debate que recorre el mundo.

Para quienes intentan mirar más allá de la cuarentena se presentan otros interrogantes. ¿Qué estructura de poder mundial surgirá? Más cuando toda la arquitectura política-financiera surgida a la salida de la 2da. GM estaba ya dando signos de agotamiento. ¿Qué quedará de la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora? ¿Las cadenas de valor vectores de las multinacionales, volverán a ser lo que eran o veremos un resurgir de ciertas producciones nacionales? ¿Qué impactos psico-sociales quedarán luego del aislamiento social prolongado? ¿Volverán los abrazos y el apretón de manos? ¿Como se manifestará en las relaciones laborales, en las interpersonales, en los niños? ¿Qué pasará con el acostumbramiento al tiempo libre? No hay respuestas todavía, no las puede haber, solo especulaciones.

Paradojas

En principio el gobierno nacional ha tenido algunos aciertos: se ha rodeado de un Consejo Asesor de Científicos de primer nivel, bajo ese asesoramiento ha declarado en forma temprana –en relación a otros países- la cuarentena y ha volcado importantes (aunque no suficientes) recursos financieros al sistema de salud. En paralelo ha construido un consenso político –con gobernadores y al interior de su propia fuerza primero, con los sectores de la oposición con responsabilidades de gestión después. En ese consenso se apoya para llevar adelante su estrategia contra la pandemia.

El resultado es que con los datos disponibles hay serios indicios de que la curva de contagios ha ralentizado su crecimiento y por lo tanto se podría lograr el ansiado aplanamiento de la curva. Sin embargo este éxito parcial, que da tiempo a reforzar el sistema de salud, desliza para adelante el esperado pico de contagios (de mediados de abril se pasó a mediados de mayo, y ahora ya se habla de principios de junio) y su consecuencia paradojal: lleva a extender la cuarentena, por lo tanto a mantener una economía de muy baja densidad.

Es paradojal también que cuando el desarrollo científico y tecnológico domina nuestro tiempo el recurso más efectivo para combatir el COVID-19 es la cuarentena. Un recurso propio de los tiempos del Medioevo, surgido cuando la llamada Peste Negra en la primera mitad del siglo XIV.

De cal y de arena

El gobierno ha buscado atender las necesidades de los más vulnerables y atemperar la caída de la actividad económica con subsidios (Ingreso Familiar de Emergencia); reinstalación del REPRO (pagar parte de los salarios); políticas para las PYMES (créditos para el pago de sueldos, reducción o postergación de aportes patronales) entre otras medidas. Se estima que el costo fiscal todo el paquete supera los 2 puntos porcentuales del PBI. El monto por los distintos subsidios se financia con emisión y la ayuda a las PYMES rebajando los encajes bancarios y desarmando parte de la Leliq.

El consenso logrado le ha permitido sortear algunas pruebas: la falta de testeos; los errores no forzados de gestión –el “viernes negro”de los jubilados o el escándalo de los sobreprecios en alimentos; la represión a los trabajadores del frigorífico Penta; el ciberpatrullaje. ¿Soportará el derrumbe de la economía?

Todos los gobiernos, también el nuestro, están emitiendo y volcando dinero al mercado en una reacción similar a la de la crisis del 2008/09. Pero ocurre que esta no es, como aquella, una crisis originada en el sector financiero. En aquella crisis de hablaba de salvar a los bancos, ahora a las empresas. En este 2020 una economía ya muy debilitada (tanto nacional como internacionalmente) está frenada (tanto en la oferta como en la demanda) por la cuarentena. Es una crisis de oferta –no se produce y los comercios están cerrados- y de demanda –el dinero en el bolsillo de la gente alcanza para muy poco. Es que la emisión para solventar el aumento del gasto público no compensa la caída de la actividad. Así las cosas la recuperación la economía no será rápida.

En este contexto acaba de conocerse la propuesta del gobierno a los bonistas privados con títulos bajo legislación extranjera (solo un 20% de la deuda total). Período de gracia para capital e intereses de tres años (se esperaban cuatro o cinco), quita de capital del 5.24 % (inferior a la que pedía el FMI) y del 62% en intereses (mucho mayor a la esperada), con el adicional de que en los primeros años solo se pagaría el 0.5%, que iría en aumento, lo que arrojaría un promedio del 2.33% para todo el período que abarque la nueva deuda. Al momento de escribir este artículo no se conoce por cuantos años serán los nuevos bonos a ofrecer, si se capitalizarán los intereses no pagados durante el período de gracia por o que no es posible calcular el valor presente de la oferta, dato decisivo para los prestamistas. Tampoco como se armará la oferta por grupo de bonos para alcanzar los porcentajes (65-75%) que exigen las clausulas de Acción Colectiva.

Esta propuesta, en caso de ser aprobada, ¿será sustentable o en algunos años más tendremos una nueva crisis de deuda? ¿El cronograma de pagos que surja de los nuevos bonos, permitirá una política distributiva progresiva, el desarrollo de las fuerzas productivas? ¿Cuánto tendría que crecer la economía para que esto se hiciera realidad?

Pareciera que el gobierno hace suya la estimación del FMI de que nuestra economía caería 5.7% este año, con una recuperación que iniciaría en el segundo semestre. Está por verse y sobre todo de cuanto sería ese posible rebote.

Presiones

Los empresarios presionan para que se limite la cuarentena y se vuelva a producir y a comerciar. El gobierno resiste presiones y chantajes: prohíbe despidos y suspensiones, pone precios máximos, financia líneas de réditos blandas a través del sistema bancario para las PYMES. Nada se cumple. Los precios máximos se vulneran, los despidos y suspensiones acompañadas de rebajas salariales se suceden día tras día, la declaración de utilidad pública de todo el sistema de salud fue rechazada por el sector privado y dejada de lado; los bancos dan los créditos con cuenta gotas, a pesar de tener una liquidez que hoy supera 440.000 millones de pesos. Y ahora la corrida cambiaria…

Todo se financia con emisión, pero es evidente que se necesitarán más recursos que solo pueden provenir de las riquezas concentradas. En esta orientación van las propuestas que desde distintos sectores anticapitalistas se han elaborado (el más acabado el proyecto presentado por el FIT en diputados) también el que está elaborando el oficialismo, pero por los trascendidos es tan cuidados en no afectar demasiados intereses que lo estimado a recaudar si se aprobara (entre 3000 y 3800 millones de dólares) parece muy pobre para las necesidades reales.

El gobierno logró un fuerte consenso político, y goza de un buen apoyo popular, pero muestra debilidades frente a los poderosos, quienes como siempre buscan hacer recaer la crisis en los más débiles. Es obvio que flexibilizar la cuarentena antes del pico es criminal y el gobierno se resiste, pero que se consideren actividades esenciales a la megaminería o que en esta situación se hayan pagado intereses de la deuda (unos 5000 millones de dólares en lo que va del año), es una muestra más de esta relación asimétrica histórica entre el poder político y el poder real.

Otro camino

La política está en cuarentena, poco y nada se discute, en medio de este vacío comienza a escucharse la voz de los trabajadores. Esta semana hubo varios pronunciamientos, de la Federación de Aceiteros y Desmotadores, acompañados por más de 50 organizaciones sindicales; de la Corriente Federal de los Trabajadores; del Plenario Sindical de Combativo y de la Corriente Político Sindical“Rompiendo Cadenas”. Coinciden en rechazar la flexibilización de la cuarentena en los términos exigidos por los empresarios y en que “Sus vidas valen más que sus ganancias”. Afirman“Que nadie se salva solo” que “solo el pueblo salvará al pueblo”; que “La crisis no debe devorar vidas ni derechos” y se pronuncian“En defensa de la salud, los salarios y el empleo” y en recuperar el manejo del comercio exterior y bancario.

En definitiva promueven otro camino para salir de la crisis.

Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda)