La historia y el pueblo boliviano saben que Mesa representa el fracaso de todos los esquemas de la derecha; saben que la propuesta de Mesa no será exitosa en las actuales condiciones de crisis estructural; saben que Mesa fallará porque es un ser inferior al reto que plantea en este momento la historia, entonces la pregunta urgente es ¿por qué la derecha y la embajada apuestan por Mesa? ¿por qué todas las empresas encuestadoras (sobornadas por la embajada) poco a poco nos han llevado a este imaginario del empate entre Lucho y Mesa? ¿por qué nos quieren llevar a una segunda vuelta?
Desde octubre del año pasado ha corrido mucha agua, la realidad económica, política, social ha cambiado tanto, que esos cambios han creado otras condiciones subjetivas en la derecha y el pueblo boliviano; la conciencia, la organización, la dirección de ambos bandos han sufrido transformaciones. La derecha ha visto reducirse su base política y cada vez se ha ido encerrándose en discursos y prácticas autoritarias: Alto Mando militar que busca salida cruenta a la crisis política, compra de armamentos, “el MAS perderá las elecciones…aquel que quiera desordenar va a acabar en una celda”[1], grupos paramilitares sembrando terror y violencia en varios puntos del país, una masa crítica de intelectuales de la derecha que repiten hasta el cansancio “voto útil a favor de Mesa”, los medios de comunicación que defienden a capa y espada la ideología de la oligarquía reaccionaria. A esto se ha reducido su propuesta política.
Por el contrario, el pueblo boliviano ha logrado construir y mejorar conciencia, organización y dirección, en los bloqueos de agosto se evidencio que habíamos recuperado fuerza organizativa y fuerza política, porque de la reivindicación de la convocatoria a elecciones, pasamos a la solución de la reactivación económica y parar la crisis económica, la solución a la crisis sanitaria y educativa, hasta la renuncia de Añez, y toda esta plataforma de lucha se lo hizo con los únicos métodos de lucha que posee el pueblo boliviano: bloqueo de caminos y la huelga general indefinida. Esto es lo que no quiere ver y comprender ese minoritario grupo oligarca autoritario y racista, no quieren responderse a la pregunta fundamental: ¿por qué el pueblo boliviano es débil en octubre-noviembre del 2019 y poderoso en agosto de 2020? Es el mismo pueblo, pero es mucha la diferencia entre un momento y el otro, y esta diferencia lo determinan los acontecimientos que ocurren en el país, las acciones políticas violentas de la derecha, toda esa verborrea que vomita los medios de comunicación social, la memoria larga escrita con la sangre de nuestros muertos, la derrota de noviembre como fuente de aprendizaje y, fundamentalmente, la voluntad por superar errores pasados.
De los casi 200 puntos de bloqueo en agosto hemos pasado a organizar el control social en las mesas electorales para cuidar y defender el voto popular, ahora sí podemos decir que tenemos una militancia con mística y convicciones, y esto es el resultado de un hecho colectivo: la “socialización de las conductas”, la pedagogía de masas. Hoy el pueblo boliviano posee una sabiduría adquirida, que le permite tener la confianza de que ese saber «sirve para vivir y para luchar», y esto le permite tener conciencia de lo que es capaz de hacer, de vivir y de contar; así como está desterrando prácticas caudillistas, camarillas cobardes, depurando de oportunistas y buscapegas; también el pueblo boliviano desde abajo sabe quiénes son los enemigos de la Nación y está dispuesto a luchar por ese sentimiento patrio y por sus hijos.
El pueblo boliviano ha superado con creces esa charlatanería izquierdosa que decía: «sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria», ahora se ha demostrado que la teoría es el resultado de la experiencia de lucha en las calles, en los bloqueos en las carreteras, en las huelgas, y el pueblo boliviano y sus movimientos sociales se estás transformando no desde interpretaciones teóricas, sino desde sus luchas que produce conciencia, organización y dirección, esto es lo que provoca y despierta al ala más feroz y salvaje de la derecha. Hoy la derecha quiere derrotar al pueblo boliviano mediante el uso de la fuerza, el fraude y la mentira mediática, no tiene más armas; mientras que los movimientos sociales tiene como arma el profundo trabajo político que se hizo en estos meses, esto es lo que define la correlación de fuerzas políticas; mientras que la derecha ofrece represión y un futuro incierto e inestable, los movimientos sociales ofrecen estabilidad económica, lucha contra la desigualdad y contra el racismo, esta es el “alma” que define y decide confrontaciones políticas y revoluciones sociales.
Esta convicción que poseen los movimientos sociales se llama “fuerza moral”, “guerra política”, es la lucha de clases, que en otras palabras es la conciencia política, algo que debe tomar en cuenta esa rosca oligarca racista, porque aunque vayamos a la confrontación física con la derecha en condiciones desiguales, porque la derecha tiene al Alto Mando militar y policial, grupos paramilitares y prensa amarilla, por encima de todo prima la política: la convicción de los movimientos sociales de que están haciendo y defendiendo lo justo, y que lo hacen en defensa de su clase, de su raza, que es lo mejor para la patria. En síntesis: el pueblo boliviano ha logrado ganar la mente de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de las mujeres, de los mineros para que con el puño cerrado se reconquiste la democracia, la dignidad, la soberanía y la libertad.
La derecha que se impone a sangre y fuego y que defiende uno de los proyectos más reaccionarios y antinacionales de los últimos 40 años, ha tomado la decisión no de exterminar militarmente a una parte de la población como lo hicieron Barrientos, Banzer, Natusch Busch, García Meza, sino el objetivo estratégico es declarar la inexistencia del pueblo demócrata, o sea, la definitiva aniquilación política del pueblo como tal, lo que implica un genocidio político de proporciones inusitadas. Pero este proyecto reaccionario tiene problemas y limitaciones para que sea una realidad, primero, no hay unidad entre la oligarquía racista y las fuerzas armadas, porque una cosa es que el alto mando militar sea conservador en su esencia, esto no quiere decir que lo sean oficiales, suboficiales y tropa, y si quieren hacer uso del monopolio del uso de la fuerza que tiene el Estado, la derecha tiene mucho que pensar; segundo, como decía Zavaleta Mercado “el ejército es ya la síntesis del Estado”, y precisamente esta crisis política, conduce al ejército a un escenario donde se refleja la lucha de clases, y a pesar de que pueda prevalecer la ideología reaccionaria, donde por encima de todo les obliguen a defender la patria y la democracia, haciéndoles creer que la fuerza de las armas puede provocar la debilidad y el miedo del pueblo, esto significa prepararse para perder porque ahora el pueblo y los movimientos sociales son más conscientes de lo mucho que están perdiendo y perderán con cualquier gobierno de la derecha.
Con seguridad en estos momentos la discusión política en el ejército es alta, sabemos que esta oficialidad, no es la de Buch, Villarroel o Tórrez que constituyen la excepcionalidad del ejército, es la oficialidad de la democracia iniciada el 82, que actuó en la Guerra del gas, en Senkata y Sacaba, donde impera un control neocolonial yanqui, pero también, donde se refugia un pensamiento nacional popular en los oficiales y suboficiales que decidirán si el ejército, como todo el mundo, que pertenece en primer término a su propia historia, ahora podrán darle otro significado y sentido a su presente. En otras palabras que el ejército comience a respetar, ayudar, defender al pueblo, con el fin de ganar su confianza, su afecto y realizar una perfecta alianza entre pueblo y ejército; para de esta manera construir un nuevo proyecto de convivencia entre estos dos sujetos, basado exclusivamente en el afecto y el apoyo de su pueblo, que es la fuente inagotable del poder de los militares.
Hoy la Nación, los y las ciudadanas, los movimientos sociales están en procesos de transformación profundos y complejos, las experiencias políticas y sociales están provocando la ampliación del espacio moral de forma colectiva en todos los sectores y clases sociales, así esa moral que la construyen los sujetos responden a determinados intereses, por esta razón la moral es un valor humano colectivo estratégico para afrontar cualquier batalla. Y si nos preguntamos cómo está la moral de la derecha y de los movimientos sociales, lo que queremos saber es qué tipo de relaciones están estableciendo dentro de la derecha y dentro de los movimientos sociales, y saber en última instancia la toma de conciencia que cada clase social está haciendo en torno a su realidad: en concreto, la experiencia nos da la certeza de saber dónde estamos parados y esto al menos dota de dignidad a los movimientos sociales, porque la oligarquía racista todo a entender que nunca ha comprendido nuestra realidad y solo quiere imponerse por la fuerza pura y dura.
Hoy el pueblo boliviano posee conciencia, organización, dirección, unidad, factores fundamentales para afrontar estas batallas políticas, y esto es producto de la derrota de noviembre, de asumir los errores cometidos, de la barbarie racista ejercida por la derecha, se está superando esa política envejecida reservada a un grupo de “políticos profesionales”, ahora la política es una práctica colectiva donde la unidad como acción política se refleja en una confrontación ideológica que es la lucha de las creencias, ideas y valores, para después generar acciones colectivas. Los movimientos sociales van comprendiendo que “no es momento de espíritus pequeños y mezquinos”, como decía Mariátegui, es el momento de la unidad combativa que no repara en sacrificios ni descansos.
La derecha está equivocada al pensar que el voto popular pertenece a los dizque caudillos masistas, los movimientos sociales piensan y sienten, aunque no lo crea la derecha, y a partir de la defensa del voto popular, en los movimientos sociales se está pariendo una nueva relación política de un compañerismo auténtico y, con esto se cae otra teoría, en la medida en que nos hicieron hacer creer que en el ser humano hay algo que le inclina a la política por “esencia”, pero esto no es así, la política nace en la relación entre los seres humanos, o sea la política es una relación social; y la política que se materializará el 18 de octubre será una política de mucha organización, dignidad, conciencia y moral. A tomar en cuenta la oligarquía racista y violenta.
Nota:
Jhonny Peralta Espinoza. Ex militante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka.