El golpe de Estado de noviembre del 19 montado por la embajada yanqui, fue el escenario para que cada uno de los dirigentes de la derecha cumplan sus roles, donde Camacho fue la voz cantante de un proyecto reaccionario que tuvo proyecciones ideológicas que nos permitieron conocer más a la derecha con la que debemos enfrentarnos.
Esas proyecciones tuvieron que ver con la quema de instituciones públicas; casas de campaña del MAS; quemas de casas y persecución de militantes masistas; pateaduras a mujeres de pollera; rompimiento de relaciones con Venezuela y Cuba; adjetivos de salvajes, indios, terroristas para referirse a las naciones originarias, etc. Ahora ha pasado el tiempo y Camacho con su conducta reproduce esas proyecciones: prohibición de izar la wiphala; llamar al presidente dictador e impedir que hable el vicepresidente; dejar que nuevamente se humille a gente humilde.
Camacho nuevamente ratifica que no está por la labor de construir una democracia intercultural, la misma que se sustenta en la ampliación de la noción de “nosotros”, donde no solo se respeta otras formas de vida, sino que también, esos “otros”, pueden realizar juicios, debates y acciones que van a influir en la vida comunitaria de la que formamos parte. Camacho ha perdido la fe democrática, porque al anular a una persona en su derecho a hablar, por más diferencias culturales o políticas, opciones de vida, o lo que sea que tenga con el Vicepresidente; anula toda posibilidad de construir la democracia como una forma de vida, de convivencia. Y esto es lo que no desea Camacho, porque como todos construimos la idea democrática, Camacho nos dice “vamos a respetar como viven los kollas…pero que no se metan y si es posible que no vengan”, esto no es interculturalidad, no es compartir un espacio social y político.
Y aquí, algo de culpa tiene el gobierno del MAS, que durante muchos años prefirió impulsar la democracia como forma de gobierno, democracia política, que todos sabemos se refiere a instituciones, procedimientos formales, presupuestos, etc.; cuando la democracia también es un estilo de vida, o sea nos referimos a la cultura política y práctica cotidiana de la democracia, a las experiencias, a la lucha por el reconocimiento, que es lo que le da el contenido a la democracia como forma de gobierno. Por eso hoy vemos cómo Camacho y la elite cruceña manejan, manipulan, maniobran a los indígenas de tierras bajas, como si fueran incapaces, en una actitud paternalista etnocéntrica: mi grupo étnico y cultural es superior y solo nosotros sabemos hacer política.
Lo importante en el contexto que estamos viviendo, en el que deseamos construir un proyecto intercultural, es el respeto a otras formas de vida, pero fundamentalmente la necesidad que tenemos de otras culturas para construir las identidades plurinacionales. Por esto es urgente preguntarnos, también dentro del MAS, cómo nos acercamos al indio, al negro, a la lesbiana, al homosexual, pero no desde el victimismo del discriminado; sino en cómo nos vemos a nosotros mismos, qué necesidad tenemos de encontrarnos con los otros, si realmente queremos formar parte de este proyecto con los otros y de las consecuencias que esto conlleva en nosotros, en nuestra forma de vida, y si merece la pena apostar por este proyecto.
Camacho y su élite han reafirmado su incapacidad de construirse a sí mismos sin excluir al otro, por eso su reiterado afán de reivindicar mil veces el “éxito del modelo cruceño”, donde los otros no pueden entrar y a los que les queda solo la desvalorización y el odio. Parodiando a Castoriadis, él decía que en un tiempo mítico solo existían los cruceños y después llegan los kollas, en esta situación solo hay tres posibilidades: que los kollas sean vistos como superiores, como inferiores o como equivalentes. En el primer caso, para los cruceños sería un suicidio real, y solo quedan dos caminos: los kollas son inferiores o son iguales.
Camacho y su élite no creen en la conversión de los kollas, para considerarlos como iguales; solo le queda mirarlos como inferiores y por eso nos grita que su cultura cruceña nunca aceptará que otras culturas sean equivalentes, y por lo tanto son basura y, si es posible, desea su muerte. Por esto Camacho es un peligro, porque expresa una mezcla de autoritarismo, nacionalismo, populismo, conservadurismo, racismo, etnocentrismo, y desprecio del pluralismo, rasgos que manifiestan un posfascismo.
El fascismo era un movimiento de masas, quería cambiarlo todo, tenía la voluntad de derribar el Estado de derecho y borrar la democracia, no eran neoliberales sino estatistas e imperialistas, impulsan políticas de expansión militar, apoyan la idea de comunidad nacional o racial, y plantean un orden global a un orden decadente.
El posfascismo de Camacho no comulga con esos valores fuertes del fascismo clásico, pero parten de una matriz antifeminista, antiindia, homofóbica, quiere cambiar el sistema desde dentro, sueña con la balcanización del país en coordinación con las élites de países limítrofes, aspira a construir la identidad cruceña pura, borrar todo vestigio de un pluralismo democrático y que el Estado de derecho sirva a los poderosos. Camacho y su élite no comprenden ni entienden que el conflicto es el motor de la expansión democrática, piensa que con arder el país se logrará una mejor democracia; además, como la calidad de una democracia se basa en la capacidad de resistencia y desafío de los gobernados, utiliza a los indígenas como carne de cañón solo para saciar sus apetitos de grandeza.
A esto nos llevan Camacho, la derecha y la embajada yanqui, a matar el sueño de construir un país plurinacional, que no es un proceso “culturalista”, “tengo que conocer a los guaranís, aymaras, chiquitanos, tengo que enarbolar la wiphala”, es un proceso de ser más cercanos, más abiertos a los otros; es trabajar por el progreso moral de la comunidad, porque si decimos o hablamos de democracia también estamos hablando de cuidar, de velar, la diversidad, porque el progreso moral es incluir el mayor número de culturas posibles en condiciones de igualdad, de respeto y de reconocimiento. Cuanto mayor diversidad, mayor progreso moral. ASÍ PODREMOS DERROTAR A CAMACHO Y SUS HORDAS POSFASCISTAS.
Jhonny Peralta Espinoza. Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka.
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