El neoliberal Mauricio Macri y la progresista Cristina Fernández de Kirchner, principales protagonistas de estos últimos 20 años de gobierno, anunciaron que no serán candidatos presidenciales. En la famosa “grieta”, que los separaba, encontraron la forma de echarse mutuamente las culpas sin atender a las necesidades del país que se hundía y el pueblo que lo padecía.
El cierre de listas para oficializar precandidaturas en las Elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) vence el sábado 24 de junio, y las negociaciones y debates se acrecentaron en el marco de un posible escenario de tres tercios, donde dos de esos bloques aspiran a una segunda vuelta o a alcanzar el 40% necesario –más un 10% de diferencia– para conquistar la Presidencia en primera vuelta, el 22 de octubre.
Y si bien se espera que la confrontación final sea del candidato oficialista ante el neoliberal de Todos por el Cambio, que surjan de las PASO, hay analistas que consideran que el ultraderechista Javier Milei tiene posibilidades de meterse en la lucha, aunque las encuestas derriban el mito que indica que éste tiene prevalencia entre los y las jóvenes: 21% se identifica libertario pero el 32,1% se autodefine kirchnerista. La tendencia se amplía al sumar el “peronistas no kirchneristas”.
El poder económico que financia a los candidates derechistas está preocupado por unas elecciones internas que pueden dejarlos heridos como alternativa hacia octubre, sobre todo porque el fallo de la Corte Suprema de Justicia para suspender las elecciones en Tucumán y San Juan no sirvió para detener la avalancha de triunfos oficialistas. En el caso del “libertario” Milei, se ratifica una tendencia: sus candidatos tuvieron pobres desempeños, pese a que la prensa hegemónica trató de silenciar esta realidad.
El proceso electoral que se inició con votaciones en diferentes provincias continuará el próximo 11 de junio en Corrientes. Sin embargo su desarrollo se presenta contaminado por dos decisiones del Partido Judicial: la proscripción y la suspensión de las elecciones en Tucumán y San Juan, en abierta violación de las autonomías provinciales y del principio federal que las agrupa. Las instituciones y los resultados electorales que se sucederán suponen una clara desvirtuación del sistema democrático.
No cabe duda que un sistema judicial que demuestra y garantiza parcialidad a favor de la derecha económica y social puede perfectamente generar cualquier fallo contra Cristina en cualquier momento, lo que supondría un acto de violencia jurídica contra todo el pluralismo democrático argentino. Un Poder Judicial especializado en hostigar a una sola de las fuerzas políticas legales más importantes del país es un peligro para la democracia.
La dura realidad
Las escalofriantes cifras de inflación y pobreza acompañaron a los argentinos todo este período. El hambre, la falta de trabajo y la bronca une a la mayoría de los argentinos.
Semanas atrás Mauricio Macri había anunciado que no sería candidato en las próximas elecciones. Reuniones inmediatamente posteriores ratificaron que eso no significaba quedar fuera de la política del PRO, la fuerza neoliberal que él había creado años atrás.
La última semana, en momentos que deliberaba el Congreso partidario del Partido Justicialista (PJ), la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo pública una carta anunciando que no sería candidata a ningún cargo en las elecciones del mes de octubre. De inmediato se anunció que sería la única oradora en un acto a realizarse el 25 de este mes, en la Plaza de Mayo, al conmemorarse los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner como presidente.
Obviamente, Cristina y Macri no son lo mismo, pero las fuerzas políticas que encabezaron son las principales responsables (particularmente el macrismo) de no haberle puesto fin a la presencia del Fondo Monetario Internacional quien, con sus condicionalidades, viene imponiendo sus políticas.
Macri es el principal ejecutor de un endeudamiento que ha hundido al país, quien ahora huye de sus responsabilidades refugiándose en instrumentos y eventos internacionales, bajo el amparo del organismo responsable del fútbol mundial, la FIFA, que tiene a varios de sus principales dirigentes denunciados, acusados, juzgados y condenados por diferentes actos de corrupción. Y desde allí espera mantener una parte de su menguado poder local.
Forzados por las circunstancias, ambos optaron por dar un paso al costado. En realidad, están pretendiendo mantener su peso político bajo otras condiciones. Cristina, pretende guardarse “la lapicera” para imponer sus candidatos, sin tener que responder por sus errores. entre los cuales se destaca la entronización de la gris figura del actual presidente.
No es menor su responsabilidad por haberle dado un barniz de legalidad, al siniestro crédito del FMI que tomó Macri. Por su lado, Macri es el principal ejecutor de un endeudamiento, que suena a castigo del poder financiero internacional contra Argentina, recuerda el analista Juan Guahán.
“Ahora huye de sus responsabilidades refugiándose en instrumentos y eventos internacionales, bajo el amparo del organismo responsable del fútbol mundial (la FIFA), que tiene a varios de sus principales dirigentes y allegados denunciados, acusados, juzgados y condenados por diferentes maniobras de corrupción y desde allí espera mantener una parte de su menguado poder local”, añade.
¿No hay luz al final de túnel?
El marco general de empeoramiento económico, financiero y social de la Argentina. Los argentinos esperan conocer las propuestas que plantean las opciones políticas como alternativas, tanto inmediatas como de largo plazo.
Toda la trayectoria del actual gobierno no se ha caracterizado precisamente por la capacidad de previsión y anticipación de problemas. Desde la muy demorada construcción del importante gasoducto Néstor Kirchner hasta los deslizamientos constantes de precios, los ataques especulativos y el asalto sobre las divisas del Banco Central, el gobierno siempre parece retrasado e improvisando en relación a eventos más que previsibles.
En Argentina se vive un factor dinámico de crisis y dos factores de estabilización. El factor de crisis es evidente (8,4% de inflación en abril y la proyectada anual de 115% para 2023), es la economía. Y los factores de estabilización son las elecciones de octubre y la contención social.
Pero la contención se resiente porque incluso entre los trabajadores ocupados formales como los docentes y estatales pesa el atraso salarial, continua el problema de los precarizados y entre los movimientos de desocupados independientes está cotidianamente el malestar de la miseria que cobran.
El peronismo gobernante ofició de continuador de la obra económica del neoliberal Mauricio Macri: bajo su propia discursividad política, perpetuó la subordinación a los dictados del Fondo Monetario Internacional, aplicó un duro ajuste, orquestado en función del gran capital financiero, que padecen millones de jubilados y porciones inmensas del pueblo trabajador.
Cristina marca la cancha
Por tercera vez en cinco meses, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, sin duda la candidata más resistida por el llamado Círculo Rojo -representantes del capital concentrado que vertebra el sistema de desigualdad e injusticias- sostuvo que no aceptará ninguna candidatura en las elecciones de este año.
Explicó que la democracia, ya perdida en lo económico y degradada en lo social, también «ha comenzado a romperse en lo político e institucional». Cristina atribuye la pérdida de la democracia económica al «brutal nuevo ciclo de endeudamiento externo» y al retorno del Fondo Monetario Internacional, que «toma el timón de la economía argentina, impone su programa económico, que dispara otra vez el proceso inflacionario sin control».
No considera «casual que ninguno de los dos presidentes que aceptaron el programa del Fondo Monetario Internacional conserve aptitud electoral» y volvió a señalar «el carácter bimonetario de la economía argentina», que se suma a la ya histórica restricción externa y la formación compulsiva de activos en dólares en el exterior.
Mientras, este jueves 25, fecha patria, el peronismo se encamina hacia uno de sus rituales más sagrados: el encuentro cara a cara con su líder. Sin redes sociales, ni cartas, ni entrevista personal de por medio, la vicepresidenta Cristina Fernández hablará a la multitud en uno de los momentos de mayor incertidumbre, marcado por el traspaso generacional en medio de la campaña en la que ya dijo que el elemento clave para lograr reemplazarla es superar su piso que históricamente rondó el 30% del electorado.
La fecha promete marcar un punto de inflexión al interior del oficialismo, donde esta semana levantaron la cabeza los presidenciables de todos los sectores dispuestos a disputar la sucesión del actual jefe de Estado.
Más que una retirada, la carta que Cristina Fernández de Kirchner difundió después del Congreso Nacional del Partido Justicialista, la entrevista televisiva en C5N, la difusión del informe de la Auditoría General de la Nación sobre la deuda externa y su discurso como única oradora en el acto del próximo 25 de mayo, señalizan el comienzo de una nueva etapa en el papel de la aun vicepresidenta.
Desastre
Hay cifras más graves que la de la inflación: el 61,6% de los niños, niñas y adolescentes de la Argentina sobreviven por debajo de la línea de la pobreza, es decir, sin tener el costo de la canasta básica cubierta. Eso implicaría que unos 8,2 millones se encuentra en esa situación. De ese total, 1,6 millones, incluso, viven en condiciones de indigencia, el 13,1% del total de la población de hasta 17 años.
Entre 2019 y 2022 creció casi veinte puntos porcentuales la cantidad de niños, niñas y adolescentes cubiertos por algún tipo de asistencia del Estado en términos alimentarios. Hubo en ese lapso varios fenómenos: el principal fue la puesta en marcha de la tarjeta Alimentar, que se otorga a titulares de la Asignación Universal por Hijo, desde 2020.
Y además, muchas familias pasaron a sus hijos desde escuelas privadas a escuelas públicas (76,3% en 2019 hasta 83,5% en 2022), que tienen algún tipo de asistencia alimentaria. Esto se refleja más claramente en otro dato: mientras en 2020 el 33,2%de los hogares de sectores medios estaban alcanzados por asistencia de esta naturaleza, en 2022 eran nada menos que el 62,4 por ciento.
«Así resulta imposible para cualquier gobierno administrar razonablemente la natural puja distributiva por el ingreso y convierte a la inflación en el más fenomenal instrumento de transferencia de recursos de toda la sociedad a los sectores más ricos y concentrados de la economía, que se apoderan de esa renta extraordinaria en un marco de laxitud tributaria», señaló Cristina en sus intervenciones.
Desde hace bastante tiempo que el sistema institucional argentino, con esta división de poderes y su necesaria articulación para que la sociedad pueda desarrollarse plenamente, no funciona. Tampoco tiene vigencia el federalismo que suele invocarse.
Si la derecha se congratulaba con el alejamiento de Cristina, deberá reperfilar festejos y prepararse para tener que enfrentarla en un lugar menos expuesto pero con más capacidad de lidia sin la perspectiva de candidaturas ni gestión.
Es que tan idolatrada como odiada, Cristina se convirtió en una figura excluyente de la política argentina: dos veces presidenta, ahora vicepresidenta y con gran liderazgo sobre las nuevas generaciones, que solamente conciben con ella la posibilidad de un gobierno popular.
El odio de sus enemigos (más que adversarios, ya que hasta intentaron matarla) los llevó a calificarla de “Yegua”, un ejemplo de la misoginia del poder masculino, y de la degradación de lo femenino en la política
Más allá de los Macri y los Kirchner, la falta de respuestas a la grave crisis económica y social hace que hoy millones de argentinas y argentinos se sientan protagonistas (o agonistas) de la crónica de un nuevo fracaso anunciado, una nueva frustración con cielo totalmente nublado. Las protestas en las calles se multiplican. Muchos temen un nuevo estallido social: es que las imágenes del 2001 y la huida en helicóptero del entonces presidente Fernando de la Rúa, permanece en sus retinas, pasada la borrachera emocional del Mundial de Fútbol.