Hace un siglo alguien dijo que ‘en política, lo más importante y lo más difícil, es definir por un lado las tendencias generales que determinan la vida de todos los países, y por el otro descubrir la combinación especial de estas tendencias para cada país’.
No es un secreto para nadie que nos hallamos inmersos en una guerra mundial en desarrollo cuyos rasgos visibles son el conflicto entre Rusia y la OTAN en Ucrania, el genocidio sionista en Gaza, el violento giro armamentista de las economías europeas, la ‘guerra de los chips’ entre EE.UU y China y muchos otros más (África, Asia Central, etc). Siguiendo al pensador citado correspondería, pues, analizar de qué modo este turbulento y trágico escenario internacional influye en el curso de los acontecimientos locales.
Nadie ignora que la dupla Milei-Villarruel profesan un explícito alineamiento con el llamado ‘mundo libre’, principalmente EE.UU, Gran Bretaña e Israel. El extravagante primer mandatario lo expresó incontables veces, antes y después de los comicios. Para que nadie piense que se trataba de un juego de palabras pre-electoral, se ocupó de sobreactuar ese seguidismo desde el primer día de su gestión. El discurso en el Foro de Davos, el presuroso viaje a Ushuaia para cortejar a la Jefa del Comando Sur norteamericano y el fugaz gabinete de crisis creado con motivo de las escaramuzas entre Israel e Irán, son algunas manifestaciones de un servilismo colonial difícil de encontrar en la turbulenta política internacional. Milei exhibe, sin pudor como en todo lo que hace, la obsecuencia indigna de un perro faldero del Imperio.
La vicepresidenta Villarruel, en cambio, es menos cínica y desequilibrada que su jefe, aunque más hipócrita. Enfrenta una contradicción insuperable que suponemos debe incomodar su conciencia personal pues cada vez que puede se vanagloria con orgullo de ser hija de un Veterano de Malvinas, pero al mismo tiempo integra el gobierno más hostil al espíritu malvinero de los últimos 40 años, por encima incluso del de Menem y Macri. La manera de resolver esa encrucijada moral parece extraída de un caso freudiano de personalidad escindida. Ilustrémoslo con un ejemplo reciente: el día 2 de abril, participó del acto conmemorativo con el presidente en el que este manifestó sin sonrojarse que para recuperar las Malvinas la Argentina debe honrar las deudas, es decir, pagarle al FMI, pues de ese modo ‘seremos creíbles’; al día siguiente, el 3 de abril, encabezó un acto en el Senado de la Nación en el que entregó algunos diplomas y pronunció un breve discurso ‘malvinero’ cuidándose muy bien de no asociar las palabras ‘colonialismo’ y ‘Gran Bretaña’; finalmente, 24 hs después, el 4 de abril, se reunió y se fotografió sonriente con la consabida Jefa del Comando Sur, Laura Richardson, para hablar de la base naval conjunta en Ushuaia. Todo un ejercicio de doble moral que pasa por alto un ‘pequeño detalle’: quienes ocupan las Malvinas son los británicos y sin el apoyo norteamericano en 1982 no podrían haber recuperado el enclave colonial ni haberlo sostenido hasta el día de hoy.
Lo de Milei es bien conocido y no presenta conflicto ni contradicción alguna. Prisionero de un conjunto de fórmulas de origen austríaco, su mente alocada habita el oscuro universo de las finanzas modernas en donde no existe la historia, el territorio ni la Patria. Su mundo se reduce a congraciarse con los Lobos de Wall Street, a pagarle al FMI y a inclinarse ante los Estados que gestionan los negocios turbios de los barones del dinero. Como parte de una estrategia cortoplacista de supervivencia bajo los golpes de la crisis, le ofrece el territorio nacional como plataforma geopolítica a la OTAN en su desesperado –y presumiblemente infructuoso– intento por preservar el comando global del capitalismo, amenazado por potencias emergentes. Es obvio que ese acto transformará al país en un blanco potencial de futuros enfrentamientos bélicos por el dominio del Atlántico Sur y por la proyección a la Antártida, arriesgando de esa manera a varias generaciones de argentinos y latinoamericanos. No se trata de un pronóstico catastrofista. No hay que olvidar jamás que cada vez que el capitalismo enfrentó rivalidades por el dominio del mercado mundial, las resolvió mediante la guerra abierta y el ejercicio de una violencia descomunal. Para algo invierten sumas fabulosas en toda clase de armas y tecnologías destructivas. En definitiva, de eso se trataron las dos conflagraciones imperialistas del siglo XX y no hay razón para suponer que ello no se repetirá, en un escala todavía más salvaje .
Muchas veces hemos señalado que Malvinas constituye una espina en la garganta de las clases dominantes autóctonas pues coloca al país objetivamente en colisión con Gran Bretaña, uno de los principales pilares del poder global al cual nuestras clases dominantes se subordinaron históricamente y se asociaron en innumerables negocios legales, semilegales e ilegales. Cada miembro de la actual dupla gobernante resuelve esa disyuntiva como puede en función de su estilo y sus ambiciones personales, aunque sin desviarse ni un milímetro de la estrategia de sometimiento periférico al poder global. Milei, en su mórbida estupidez y sus patéticos delirios de grandeza, simplemente no habla de Malvinas porque el tema no le interesa en lo más mínimo; Villarruel, en cambio, acicateada por su historia personal, recurre al mecanismo psíquico de la disociación esquizoide: habla del tema cada vez que puede, pero transforma a Malvinas en un significante políticamente vacío al que alude exclusivamente en su dimensión emotiva. De otro modo, la contradicción entre vociferar sobre la Patria e integrar al mismo tiempo un gobierno tan cerrilmente anti-nacional, sería intolerable.
Los Veteranos de Guerra que combatimos en Malvinas, con independencia de nuestro rango y de nuestra condición social, política o cultural, debemos darles la espalda a estos sepultureros de la causa Malvinas que gobiernan para el usurpador colonial y que pretenden, mediante las tramposas artes de la retórica vacía, ponernos de espaldas a las mayorías populares que se manifiestan de un modo cada vez más masivo en defensa de sus conquistas históricas.
Fernando Cangiano. Veterano de Guerra de Malvinas y miembro del Espacio de Reflexión ‘La Malvinidad’ de Argentina
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