La incertidumbre es costosa, por eso se realizan contratos y las tarifas legales pueden llegar a ser tan elevadas, lo que sea si eso implica que podamos estar más seguros de que los acuerdos van a cumplirse.
En economía nadie tomaría una decisión sin ese tipo de certezas, pues en política no puede ser de otra forma.
Un compromiso creíble de parte de nuestros aliados y de nuestros representantes es un punto elemental para asegurarnos que nuestros propósitos se cumplan. Esto se aplica desde la política más micro, como puede ser una junta vecinal, hasta lo macro, como los partidos políticos que disputan los poderes ejecutivo y legislativo.
Si una de las partes carece del mínimo de compromiso con sus electores y aliados, poco a poco irá quedándose aislado y eventualmente será excluido. No por nada un partido hegemónico como lo fue el PRI durante buena parte del siglo XX finalmente fue debilitándose hasta convertirse en la pantomima que hoy conocemos.
Cuando el PRI rompió abiertamente su compromiso con los sectores populares y abrió la puerta a las políticas neoliberales -ajenas a su proyecto original- fue cuestión de un sexenio para que su hegemonía se resquebrajara, la que ya estaba bastante minada desde su respuesta represiva en 1968.
Morena está muy lejos de tener una hegemonía como la que logró el PRI, un partido emanado de una lucha popular y que supo aglutinar los intereses de los capitalistas mexicanos y de la incipiente clase media que se estaba ilustrando en las escuelas y universidades que se abrieron de forma acelerada desde la década de 1920.
Sin embargo, la fuerza que ha logrado ante la falta de opciones políticas y el descontento de la mayoría de la población amenazada por la precariedad que ha generado el neoliberalismo, le ha dado una soberbia que le hace creer a sus integrantes que pueden burlarse de las normas más elementales de la política, y que a base de golpes mediáticos van a seguir gobernando.
Gerardo Fernández Noroña ha denunciado que Morena y la presidenta electa Claudia Sheinbaum han faltado a un acuerdo previo a las elecciones y lo han dejado fuera del gabinete, a pesar de que éste mostró un compromiso total tanto con el proyecto de la 4T como con su candidata.
Seguramente habrá quien crea que el engaño es una estrategia tan válida como cualquier otra, son las personas que han recibido su formación política y moral de los taquillazos de Hollywood, pero la realidad es muy distinta, o acaso siguen visitando al doctor que casi los mata o comiendo en el restaurante que les provocó una enfermedad.
De ese mismo modo, un político que falta a su palabra simplemente no puede ser alguien a tomar en cuenta y por tanto no puede tener mucho futuro. El mejor ejemplo de ello son los dirigentes de los partidos recientemente derrotados: Alejandro “Alito” Moreno y Marko Cortés.
Si bien en este momento la mayoría de los mexicanos, tanto los que están hartos de la miseria que el modelo neoliberal ha provocado, como los que tienen convicciones progresistas se han visto obligados a votar por Morena, no porque sea la mejor opción, sino porque es la “menos peor”, todo tiene un límite.
Lo mismo se puede decir de los políticos, si bien estamos acostumbrados a que falten a su palabra y recurran al engaño tanto como les sea posible, siempre habrá un límite permisible. Y actualmente a todos les ha quedado claro el mensaje, si Morena y su presidenta electa son capaces de faltar a sus acuerdos con sus aliados más cercanos, qué nos espera al resto.
Más allá de la polémica que genera el nombre de Fernández Noroña, lo más cuestionable aquí es que Morena incumpla sus acuerdos, porque esa nunca puede ser señal de vocación política. El político audaz es aquel que a pesar de los obstáculos -a veces impuestos por sus propias alianzas- es capaz de cumplir su programa, no el ruin que primero acuerda y luego falta.
@PacoJLemus
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