Los cánticos de los combatientes y partidarios de la segunda república se han integrado a la memoria colectiva de sucesivas generaciones. Entonarlas es un modo perenne de tributo a quienes enfrentaron el avance del fascismo plenos de valor y escasos de armas.
En general no fueron creaciones por completo novedosas. Algunas tuvieron su basamento en canciones tradicionales españolas de mucha antigüedad. A las que se dotó de nuevas letras alusivas al combate que se libraba en tierras hispánicas.
Federico, como tantas veces
Una de las fuentes folklóricas de ese cancionero fueron las melodías compiladas unos años antes por Federico García Lorca. De las que algunas fueron registradas en disco, con Lorca al piano y Encarnación López Julve, La Argentinita en canto, castañuelas y zapateo.
Al menos dos de los temas grabados por ese singular dúo pasaron al repertorio bélico. Nos referimos a Los cuatro muleros, que pasó a ser El puente de los franceses.
Algo similar ocurrió con Anda jaleo, rebautizada El quinto regimiento. Se volvió así un homenaje a la unidad militar fundada por los comunistas, de un marcado protagonismo en el período inicial de la guerra, en particular en el frente de Madrid.
En esos ejemplos hubo por lo menos tres escalones. El primero canciones folklóricas con siglos de existencia. El segundo el rescate del olvido facilitado por el poeta granadino, incluido su registro fonográfico. Y por último su recreación al calor de la defensa de la segunda república.
De
los cuatro muleros,
que
van al campo,
el de la mula torda,
moreno y alto.
De
los cuatro muleros,
que van al agua,
el de la mula
torda,
me roba el alma.
De
los cuatro muleros,
que van al río,
el de la mula
torda,
es mi marío.
A
qué buscas la lumbre
la calle arriba
si de tu cara sale
la brasa viva.
Esa letra se transforma por completo y se renombra la canción como El puente de los franceses. Estaba destinada a la celebración de la resistencia de Madrid frente al asedio franquista, a partir de los primeros días del mes de noviembre de 1936. El puente mencionado era un viaducto ferroviario que fue escenario de una de las primeras batallas de la defensa de Madrid.
El puente de los
Franceses
puente de los Franceses
mamita mía nadie te
pasa, nadie te pasa.
Porque los milicianos
porque los
milicianos
porque los milicianos
mamita mía que bien te
guardan, que bien te guardan
Por la Casa de Campo
Por la
Casa de Campo
Por la casa de Campo
mamita mia y el
Manzanares, y el Manzanares
Quieren pasar los moros
Quieren
pasar los moros
Quieren pasar los moros
mamita mia no pasa
nadie, no pasa nadie
Madrid ¡que bien resistes!
Madrid
¡que bien resistes!
Madrid ¡que bien resistes!
mamita mía
los bombardeos, los bombardeos
De las bombas se ríen
de
las bombas se ríen
de las bombas se ríen
mamita mía los madrileños, los madrileños.
Se sumó otra letra, bajo el título de Los cuatro generales, en alusión a José Sanjurgo, Gonzalo Queipo de Llano, Emilio Mola y Francisco Franco.
Cantabria, la brigada Lincoln, los himnos
Otro motivo de origen popular corresponde a Dime dónde vas morena. El antecedente fue una canción de origen cántabro llamada La fuente de cacho.
La letra fue parcialmente modificada para hacer referencia a un episodio de lucha obrera anterior a la guerra, la llamada “revolución de Asturias” de octubre de 1934. En referencia sobre todo a la represión que se desató a raíz de este alzamiento, con miles de trabajadores encarcelados. La visita a una fuente de agua de la letra original se ha trocado a la concurrencia a la cárcel de Oviedo para ver a los prisioneros de “la canalla fascista”..
Otro venero de cantos e himnos fueron las brigadas internacionales. Sus miembros entonaron sus propias canciones, en sus idiomas originales. O bien adaptaron las del repertorio que ya circulaba entre las tropas de origen hispano.
La unidad que dejó las marcas más fuertes, con melodías que se escuchan hasta hoy fue la Brigada Lincoln, que nucleaba a los estadounidenses.El cantante contestatario Pete Seeger interpretó y grabó versiones de algunos de esos cantos.
Una mención cabe para los himnos que venían de épocas anteriores y se convirtieron bajo la segunda república en canciones oficiales, con alcance nacional o regional. Así el Himno de Riego, alusivo a las luchas contra la monarquía absolutista del siglo XIX. Tomó el lugar de himno oficial de la segunda república y se hizo popular con distintas modificaciones de su letra.
En Cataluña ocupó un sitio destacado Els Segadors queremite a luchas del siglo XVII y ha llegado a la actualidad como himno oficial del país catalán, con una letra proveniente de fines del XIX con un contenido nacionalista más preciso.
En el país vasco brilló Eusko Gudariak. Es un homenaje a los soldados de ese origen, los gudaris. Quedó asociado a la resistencia contra el centralismo de pretensión imperial de los partidarios de Francisco Franco. Su simbolismo no terminó junto a la guerra, ya que luego pasó a ser una divisa de resistencia a la dictadura.
Casi 90 años después del alzamiento militar y civil que dio comienzo a la contienda hispana las canciones continúan allí. En España y asimismo en América Latina. Aún las jóvenes generaciones no parecen hallarse frente a una lejana referencia histórica sino a algo integrado a sus propias vidas. Trasmitido de padres a hijos y de hijos a nietos, pareciera que la lucha contra el fascismo sostiene su vigencia. Y en más de un sentido es así.
En un proceso curioso el ramillete de canciones de la guerra ha quedado unido a otras posteriores, expresivas de la resistencia contra la dictadura de Francisco Franco. Así Gallo rojo, gallo negro; Canción de soldados o Hay una lumbre en Asturias.
El autor de algunas de ellas, “Chicho” Sánchez Ferlosio alcanzó a ver como sus composiciones echaban a andar y eran reapropiadas por un público masivo. Como si fuesen anónimas. Hoy son pocos quienes pueden distinguir entre el repertorio de la contienda y el que vio la luz bajo la dictadura. No importa mucho. Unos y otros temas están fecundados por un espíritu similar.
En definitiva lo que se hizo fue unir en una sola serie las expresiones musicales populares de más de cuatro décadas de combate contra el fascismo.
Hoy y mañana
En América del Sur este repertorio ha sido incorporado por músicos populares. A veces a través de algún tema aislado, como el dúo uruguayo Los Olimareños con la mencionada Gallo Rojo. Otros, como Rolando Alarcón, de Chile, le han dedicado un álbum entero, uniendo temas de distintos momentos y procedencias. También aportaron el asesinado Víctor Jara y el trupo Quilapayún.
Algo similar hizo el artista mexicano Oscar Chávez, a través de Canciones de la guerra civil y resistencia española, también muy difundida en todo el ámbito latinoamericano.
En Argentina han alcanzado notoriedad en los últimos años dos bandas con integrantes de generaciones jóvenes que difunden los sones hispánicos. Nos referimos al Club Artístico Libertad y a El violinista del amor y los pibes que miraban.
Ambos se han involucrado fuerte con ese repertorio, incluidas grabaciones y ciclos de recitales. Entre los aportes discográficos corresponde citar a Rojo y Negro del Club, un eficaz recorrido por la memoria musical, no por casualidad colocada bajo la invocación de los colores que usaba el anarquismo.
Hemos tenido en nuestro país un aporte más a estos rescates, esta vez por medio de la palabra escrita. Nos referimos a Cancionero español y de la guerra civil, compilado por Patricia Lamanuzzi y Adriana Taboada y publicado por la cooperativa editorial “La minga”. En ese volumen se aúnan piezas del cancionero tradicional español, himnos proletarios y cánticos específicos de la guerra. La edición data de 2017.
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Es más que comprensible que en un país como Argentina, donde el conflicto español tuvo y tiene tanta presencia, sean millares los que identifican las melodías que nos ocupan apenas suenan un par de acordes. En épocas que a veces parecen signadas por discontinuidades y olvidos es más que alentador que las voces alzadas contra los poderosos sobrevivan a un océano de distancia y a casi un siglo de historia viva.
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