Vivimos rodeados de dispositivos, aplicaciones y plataformas que organizan nuestro día a día. Van con nosotros a toda hora, prometen eficiencia, comodidad y nunca estar aislados. Hay quienes hacen crisis de ansiedad cuando la batería de su dispositivo baja del temido 5% de carga. Sin embargo, el verdadero poder de esta arquitectura digital no está en lo que vemos ni en lo que usamos, sino en todo aquello que no controlamos: la infraestructura invisible que extrae datos, concentra riqueza y redefine relaciones de poder.
El economista griego Yanis Varoufakis propone un concepto provocador para entender este fenómeno: tecnofeudalismo. No es una exageración retórica, sino una categoría política donde Varoufakis intenta explicar cómo, en plena era digital, el capitalismo productivo está siendo reemplazado por un sistema basado en la renta. Un sistema donde lo central no es la competencia entre empresas o la innovación como motor de crecimiento, sino el cobro por acceso, los “peajes digitales”, el control de la infraestructura y la captura de datos personales como recurso económico [1].
En esta nueva etapa, la “tierra” no es agrícola ni industrial, sino digital: la nube. Y los terratenientes – Google, Apple, Amazon, Meta, Microsoft – actúan como auténticos señores feudales: no producen bienes directamente, pero cobran tributo por cada actividad que ocurre en sus dominios.
Feudos digitales
Uno de los pilares del tecnofeudalismo son las tiendas de aplicaciones. Apple y Google no sólo venden celulares, venden el acceso a sus ecosistemas digitales. Cualquier desarrollador o empresa de software que quiera distribuir una aplicación en sus plataformas debe pagar una comisión que puede llegar al 30 % de sus ingresos. Como los campesinos medievales, los desarrolladores, si quieren llegar a millones de potenciales usuarios/clientes, sólo pueden trabajar dentro del terreno del señor e indudablemente bajo sus condiciones sin cuestionarlas o intentar transgredirlas.
Esta lógica se replica en el comercio digital. Amazon, Mercado Libre, Alibaba, Temu y otras plataformas de e-commerce no obtienen sus mayores ganancias vendiendo productos, sino cobrando alquiler digital a quienes desean vender. Ofrecen visibilidad, logística, pasarelas de pago, acceso a millones de compradores… a cambio de una pedazo de la torta. Si el comerciante no paga o no se adapta a los cambios constantes de los algoritmos, simplemente es borrado y desaparece del mapa. La libre competencia es una ilusión: lo que reina es el peaje por existencia digital.
El fenómeno se agrava aún mas cuando lo llevamos al mundo del trabajo. Plataformas como Uber, Rappi o PedidosYa organizan servicios esenciales, o que hoy día se han hecho imprescindibles, como el transporte o la entrega de alimentos, bienes o servicios, pero lo hacen externalizando todos los costos. Mas de un 30% de lo que pagamos por una cena a domicilio se lo comen las plataformas. A los trabajadores les llaman “socios” o “colaboradores”, pero carecen de todos los derechos básicos. Las empresas no brindan salario, cobertura previsional, ni seguro de accidentes. La empresa no asume ninguna responsabilidad sobre sus condiciones, pero sí controla cada aspecto de su actividad: horarios, precios, puntuaciones, rutas, reunión de mas de 3 o 4 “riders” en un mismo punto, etc. Y si no cumplen con lo esperado, pueden ser desconectados sin aviso. En este caso “desconectar” debe leerse “despedir”. Ya lo vivimos en nuestro país cuando el regalo de reyes en 2024 de mas de 250 trabajadoras de PedidosYa fue el despido y la empresa llevó sus oficinas a Argentina desde donde maneja todas las operaciones en Uruguay. Es bueno mencionar que desde el pasado 10 de julio de 2025 entró el decreto reglamentario de la le 20395 [2] que obliga a las empresas de plataformas digitales como PedidosYa, Uber o Cabify, entre otras, a brindar baños, espacio para comer, zonas de descanso, y estacionamiento a sus repartidores y choferes, tanto si trabajan como dependientes o sean “socios” o “colaboradores”. También la ley ordena el principio de igualdad y el de no discriminación respecto a los algoritmos que regulan cada una de las aplicaciones.
Datos: el oro del siglo XXI
Este modelo económico se sostiene sobre un recurso fundamental: nuestros datos personales. Cada vez que aceptamos cookies, usamos una app, hacemos una búsqueda o interactuamos en redes sociales, estamos alimentando un sistema de extracción masiva de información. Esa información se convierte en perfiles detallados que luego son vendidos a anunciantes, agencias, gobiernos. La publicidad personalizada no es un servicio; es una forma de explotación silenciosa [3].
En promedio, los uruguayos pasamos más de 7 horas diarias conectados a internet. En países como Brasil, la cifra llega a 9 horas. A lo largo del día, millones de personas dedican tiempo, atención y energía a plataformas que no les pagan nada a cambio, pero que sí obtienen ganancias multimillonarias gracias a ese uso constante. Como advierte Varoufakis, es una forma de trabajo no remunerado, en la que el usuario se convierte en siervo digital, productivo sin saberlo [1].
Las redes sociales, los asistentes virtuales, los motores de búsqueda: todos funcionan como interfaces amigables que ocultan un sistema de vigilancia e inmenso lucro. Y cuando estos mecanismos son denunciados, las sanciones resultan insignificantes. En 2024, Amazon pagó en un solo día de ganancias el total de sus multas anuales por violaciones a la privacidad. Meta tardó una semana. Las multas son costos operativos, no castigos disuasivos [4].
Uno de los usos mas preocupante la infraestructura colectada refiere a campañas sistemáticas de desinformación, muchas veces impulsadas desde el poder político o económico. Como advirtió la abogada y exrelatora de libertad de expresión Catalina Botero, entrevistada por la periodista Pilar Teijeiro en TVCiudad el pasado 4 de agosto, “la desinformación no es gente mintiendo en internet: son estrategias estructuradas para engañar a ciertos grupos y hacerlos actuar contra sus propios intereses” [5]. Esa desinformación, explicó, se nutre de nuestros datos, de la inteligencia artificial, de la microsegmentación emocional y del modelo de negocio de las plataformas, que premian lo más indignante y viral. “Son capaces de diseñar el mensaje que a ti te va a convencer, aunque sea falso, porque saben qué te conmueve, qué te enoja y qué te da miedo”, señaló.
Como documentó The Washington Post, durante la campaña de Donald Trump en 2020 se usaron datos recolectados por aplicaciones cristianas para orientar anuncios emocionales sobre aborto y “valores tradicionales” a segmentos religiosos sensibles, sin que supieran que sus datos habían sido compartidos [6]. Esa misma lógica se utilizó en el Brexit y en el referéndum colombiano, como también recordó Botero en la entrevista.
El control sin democracia
A diferencia del capitalismo clásico, que al menos prometía cierta movilidad y competencia, el tecnofeudalismo impone barreras de entrada cada vez más altas. Nadie puede competir con la escala de datos de Google, con el ecosistema cerrado de Apple o con la logística global de Amazon. No hay igualdad ante la ley ni ante el mercado: hay subordinación estructural de personas y Estados.
Peor aún: los marcos regulatorios suelen llegar tarde y con poca fuerza. Los gobiernos nacionales no tienen las herramientas ni el poder político para frenar a estos gigantes. Y los intentos de imponer regulaciones internacionales chocan con la fragmentación geopolítica y con el lobby de las propias empresas.
Botero, que integró durante cuatro años el Consejo Asesor de Contenido de Meta (Facebook, Instagram y Whatsapp), sostuvo que el modelo de autorregulación falló, y que es hora de regular las plataformas, no el discurso. “No se trata de que los gobiernos decidan qué se puede decir y qué no. Pero sí se puede exigir transparencia, auditoría de algoritmos, límites a la microsegmentación política y mecanismos de debido proceso”, afirmó. Señaló que la Unión Europea ha tomado la delantera con la Ley de Servicios Digitales[7], y que Brasil está explorando un camino propio, aunque con riesgos si no se garantiza que el gobierno no abuse de esa facultad.
El gran desafío, dice Botero, es que “las autoridades estatales no tienen la capacidad técnica ni la estructura para enfrentar a las plataformas en igualdad de condiciones”. Y en América Latina, la falta de consensos regionales agrava el problema: “No nos ponemos de acuerdo ni en campañas de vacunación, menos aún en gobernanza digital”.
The Guardian informó recientemente que Meta, TikTok y Google están desarrollando estrategias para evitar que las leyes europeas les obliguen a abrir sus algoritmos o limitar la microsegmentación, lo que pone en evidencia la resistencia empresarial a los marcos democráticos [8].
Resistencias posibles
Frente a este panorama, Varoufakis no propone un regreso al pasado ni una utopía tecnofóbica. Su apuesta es política y colectiva: una alianza entre trabajadores, desarrolladores, comerciantes y usuarios para democratizar la tecnología. No se trata sólo de proteger datos personales, sino de repensar el modelo mismo de propiedad digital.
Algunas alternativas ya existen. Proyectos de software libre, cooperativas tecnológicas, servidores comunitarios, buscadores web éticos. También hay iniciativas legales en curso, como la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea o los intentos de regulación brasileña. Pero aún son minoritarias. Y sin un impulso ciudadano fuerte, corren el riesgo de quedar aisladas o cooptadas.
En América Latina, donde el acceso a internet crece pero los derechos digitales son frágiles, el desafío es mayor. La región no puede limitarse a ser un mercado pasivo. Necesitamos políticas públicas activas, alianzas regionales (ver Brecha Edición 2071 Soberanía digital o nuevo jardín amurallado), marcos regulatorios comunes y, sobre todo, una alfabetización digital que genere masa crítica que permita a la ciudadanía comprender qué está en juego cuando usa la nube. Como dice Botero, “si no hacemos nada, estamos permitiendo que se afecten los derechos políticos de los electores”. En la entrevista Botero citó el hecho icónico del Brexit (referéndum en el Reino Unido en 2016 del que habláramos en otros artículos) que, contra todos los pronósticos y previsiones, sacó por voto popular al Reino Unido de la Unión Europea.
Final abierto
El tecnofeudalismo no es una distopía futura: es el presente que ya habitamos. Pero como todo sistema, puede ser desafiado. Si los datos son el nuevo petróleo o el nuevo oro, debemos exigir soberanía sobre ellos. Si las plataformas son la nueva tierra, debemos disputar su control. Si la nube es el nuevo campo de batalla, no podemos seguir siendo peones y tenemos que tener que armarnos para combatir en igualdad de condiciones a los gigantes señores feudales.
Como escribió Varoufakis en el
cierre de su ensayo:
“Siervos de la nube,
proletarios de la nube, vasallos de la nube: uníos. No tenemos nada
que perder salvo nuestras cadenas mentales.” [9][10]
Referencias
[1] Yanis Varoufakis – Technofeudalism: What Killed
Capitalism
https://www.penguin.co.uk/books/450558/technofeudalism-by-varoufakis-yanis/9781847927279
[2] Ley 20395
02/2025
https://www.impo.com.uy/bases/leyes-originales/20396-2025
[3]
Shoshana Zuboff – The Age of Surveillance
Capitalism
https://www.publicaffairsbooks.com/titles/shoshana-zuboff/the-age-of-surveillance-capitalism/9781610395700/
[4] The Guardian – “Amazon and Meta treat privacy fines as
cost of doing
business”
https://www.theguardian.com/technology/2024/jan/18/amazon-meta-gdpr-fines-profits
[5] TVCiudad – Entrevista a Catalina Botero
(04/08/2025)
https://www.youtube.com/@tveciudaduy
[6] The Washington Post – “Christian apps are harvesting your
data”
https://www.washingtonpost.com/technology/2021/12/20/christian-prayer-app-data/
[7] European Commission – Digital Services
Act
https://digital-strategy.ec.europa.eu/en/policies/digital-services-act-package
[8] The Guardian – “Tech firms resist EU transparency
laws”
https://www.theguardian.com/technology/2023/oct/10/eu-big-tech-dsa-meta-google
[9] La Izquierda Diario – “Acerca de Tecnofeudalismo de Yanis
Varoufakis”
https://www.laizquierdadiario.com/Acerca-de-Tecnofeudalismo-de-Yanis-Varoufakis
[10] Archive.org – Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del
capitalismo
https://archive.org/details/tecnofeudalismo-yanis-varoufakis
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