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Defensores de la Patria 1846-1848, Batallón de San Patricio

Fuentes: La Jornada

El 18 de septiembre de 1997, en mi calidad de diputado federal, presenté un proyecto de decreto para inscribir con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, el nombre de Defensores de la Patria 1846-1848 y Batallón de San Patricio, el cual siguió los trámites correspondientes en las respectivas comisiones y en el pleno de la Cámara, hasta que finalmente fue aprobado el 29 de abril de 1999, celebrándose una sesión solemne para develar las placas el 28 de octubre de ese año, con la presencia inédita de una banda de gaiteros irlandeses en el salón principal de sesiones, para escándalo de algunos diputados puntillosos. 

En la exposición de motivos destacaba que al conmemorarse el 150 aniversario de la injusta guerra de conquista que sufrió nuestro país por parte de EU, el presidente en turno, Ernesto Zedillo, en la ceremonia conmemorativa de la batalla de Chapultepec, el 13 de septiembre, lejos de dedicar su discurso a la guerra del 47, aprovechó una vez más la oportunidad para propagandizar su proyecto económico neoliberal, para beneficio exclusivo de los herederos de los grupos oligárquicos que nos impusieron la guerra. 

Honrar a los Niños Héroes, ofreciendo perpetuar una política que genera la proliferación de los niños hambrientos y perseguidos de la calle y de las infancias marginados del progreso, resulta tan inaceptable como el discurso oficial que pretende convertir la defensa nacional en un evento exclusivamente militar, con olvido y menosprecio de la participación activa del pueblo mexicano, verdadero protagonista de la resistencia contra la invasión que sufrió nuestro país en 1847. El patriotismo, el valor y el decoro nacional no son monopolio de los militares, sino patrimonio de todo el pueblo de México. 

Por esta razón, la propuesta de las letras de oro en el Muro de Honor reivindicaba la insurrección popular en la capital del país durante los días 14 y 15 de septiembre de 1847, dado que el Ejército de línea mexicano, que contaba con suficientes hombres y pertrechos para proseguir la lucha armada, que había sido repetidamente vencido pero no destruido, abandonó a su suerte a la población civil, y a los militares patriotas que sin hacer caso de la política derrotista de Antonio López de Santa Anna y su alta oficialidad, permanecieron junto al pueblo, preparándose para resistir la inminente ocupación del centro político administrativo de la República. 

Conmemorar, entonces, el aniversario de la guerra con Estados Unidos, atribuyendo todos los méritos de la resistencia a las fuerzas armadas, no sólo constituye un recurso ideológico simplemente apologético, sino una grave falta a la verdad histórica, porque en realidad, el alto mando del Ejército, junto con la jerarquía eclesiástica, los latifundistas y los grandes propietarios fueron, con su egoísmo de clase y la nula participación en la defensa nacional, los causantes de la derrota frente a Estados Unidos.

La alta oficialidad del Ejército, que se distinguió por su ineptitud, por la predominancia entre sus miembros de rivalidades, envidias y rencillas personales y de facción, fue incapaz en su mayoría de dirigir una sola acción de guerra con acierto, sufriendo derrota tras derrota, no por la acción victoriosa del enemigo, sino por las indecisiones, errores, veleidades, cobardías y traiciones de los generales, dirigidos por el gran terrateniente y aventurero López de Santa Anna. 

La historia no es cosa del pasado, como lo pretende el discurso oficial; la historia es asunto de nuestro presente y nuestro futuro. Tampoco hemos vivido el fin de la historia, como lo proclamó algún profeta neoliberal; nuestra historia, al menos, está viva y duele, y la historia duele más mientras desde el poder capitalista se busca acabar con las identidades nacional-populares. 

La historia de agresión de los círculos expansionistas de Estados Unidos contra México, ni empezó ni terminó con el despojo de más de la mitad de nuestro territorio original en 1848, y la lucha del pueblo mexicano contra el destino manifiesto, la prepotencia y el racismo de nuestros buenos vecinos, nos han legado su ejemplo de valor, constancia y ese sentimiento patriótico que va más allá de la retórica, el chovinismo y la suave patria

La inscripción Batallón de San Patricio está dedicada a la memoria, pocas veces recordada, de los voluntarios irlandeses que se incorporaron a la defensa de México, y en su mayoría sucumbieron en combate o fueron fusilados o ahorcados por el enemigo, cuya lista de efectivos fue entregada al Congreso, tomada de un documento del Archivo General de la Nación. El poeta Guillermo Prieto escribió: “Y tú, grupo marcial, querido grupo, ¡ramo de adelfas de la verde Irlanda, hijos de San Patricio¡, que con sangre quisisteis bautizaros mexicanos; alma de O’Conell, nuestra causa era digna de ti”.

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