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El nada extraño retorno de Acción Nacional

Fuentes: Rebelión

Como si se tratara de una adelantada noche de muertos, el pasado fin de semana el Partido Acción Nacional realizó en Ciudad de México un acto público en el que quiso anunciar su regreso al mundo de los vivos. Después de más de doce años de una presencia mediana y opaca en el escenario político del país, en los que casi sólo vio desde la barrera el estrepitoso derrumbe del PRI y el incontenible ascenso de su antitético Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, y sobre todo la pérdida de varias de las posiciones que había alcanzado en gobiernos y cargos de representación popular, el PAN se dice dispuesto a regresar desde el más allá que p’acá.

¿Cómo piensa hacerlo? En el acto político y marcha del sábado 18 de octubre, su dirigente Jorge Romero anunció una “nueva etapa”, la ruptura de todas sus alianzas con otros partidos, la “apertura total” para la afiliación de cualquier ciudadano que quiera adherirse al partido, y la realización de elecciones primarias para la selección de sus candidaturas. Pero además, como una innovación política de avanzada, una aplicación descargable en los teléfonos celulares, que hará posible incluso la afiliación instantánea, y la rifa de costosos dispositivos que motivarán el acercamiento de los jóvenes al partido conservador. Como distintivo, un rediseño de su emblema tradicional, que lo hace parecer más moderno.

¿Propuestas sociales? ¿Políticas? Ninguna. ¿Alguna redefinición ideológica? No se plantea. ¿Autocrítica? Menos. O sólo la hay en el anuncio de prescindir de cualquier alianza futura, asumiendo tácitamente —como fue— que sus vínculos con el ya extinto PRD y con el agonizante PRI le fueron adversos. Pero no se deriva de ahí una propuesta estratégica que permita hablar de una auténtica renovación.

En la concentración participaron los recientes candidatos presidenciales panistas Ricardo Anaya y Xóchitl Gálvez, aunque no los ex presidentes Vicente Fox ni Felipe Calderón. También estuvieron el ex presidente español José María Aznar, el empresario e inspirador de alianzas opositoras Claudio X. González y, con un mensaje por teletransmisión, el ex consejero presidente del INE Lorenzo Córdova.

Pese a todo, no fue, ciertamente, un acto intrascendente. Algunos de todos los cambios anunciados merecen un comentario. En primer lugar, el hecho de que la estrategia para renovarse de un partido no sean cambios políticos o ideológicos, sino el ofrecerse, sobre todo al sector juvenil, como un producto de la mercadotecnia. En segundo término, la afiliación abierta, prácticamente de manera indiscriminada, a los ciudadanos, que a continuación comentaré. En tercer lugar, lo que sería realmente transformador, un procedimiento novedoso y transparente de selección de candidatos. En cuarto, que parece dejarse de lado su lema histórico “Por una patria ordenada y generosa”, en favor del nuevo “¡Patria, Familia y Libertad!”.

La oferta de abrir de par en par las puertas a todo ciudadano que desee afiliarse al casi nonagenario partido, el más representativo del conservadurismo en el siglo XX, debe verse como, ante todo y casi nada más, un recurso para el crecimiento cuantitativo y el ensanchamiento de su base territorial. La captación de elementos pertenecientes a las distintas clases sociales es uno de los rasgos de casi todos los partidos modernos, desde la segunda mitad del siglo pasado. Pero ello no determina el carácter de una organización política como “popular”. Su línea puede ser conservadora y plutocrática, y, al mismo tiempo, contar con una base amplia captada desde las clases trabajadoras. Y ello es una característica, particularmente, de las formaciones políticas populistas, que se presentan con la pretensión de llegar a representar a todas las clases y sectores de la sociedad.

Por lo demás, resulta del todo dudoso que un partido tan tradicionalmente elitista como ha sido Acción Nacional, elimine todo filtro y reciba sin discriminación alguna a todos los ciudadanos y ciudadanas, con los riesgos que ello representa. Esto es, desde la infiltración de elementos adversos hasta el uso de las estructuras y recursos partidarios con fines muy distintos a los que les son propios, incluso encubrimiento de acciones delincuenciales.

Lo que sí puede resultar innovador en el contexto político que nos envuelve es el modificar la forma de selección de sus candidatos, realizando primarias. Habrá que ver cuáles serían los requisitos para participar en éstas, quiénes podrán ser votantes en la elección y si hay condiciones parejas para los contendientes por cada cargo; pero podría ser un avance —limitado— que contribuya a elevar el nivel de debate, integrar más a sus bases y dar consenso y legitimidad a las candidaturas, haciéndolas más competitivas. Lo fundamental sería —veremos— que las listas de candidatos plurinominales se sometan también a un procedimiento transparente de competencia, lo que obligaría a otros partidos a hacerlo también.

Pero lo que resulta muy revelador es que, a pesar de que sale a relucir el nombre de Manuel Gómez Morín, el fundador del PAN en 1939, y el de sus ideólogos de ayer como Carlos Castillo Peraza, se decida cambiar el lema que ha sido tradicional desde la creación del partido. “¡Patria, Familia y Libertad!” no es un mero enunciado de valores. Enlaza directamente con el ideario y la acción de grupos y partidos de la derecha radical como Patria y Libertad, de Chile. “Dio, patria e familia”, fue lema usado por el fascismo italiano desde 1940. Más recientemente, el mismo fue adoptado por el Partido Renovador Laboralista Brasileño, de Jair Bolsonaro durante su campaña de 2022. Sobre su uso contemporáneo el escritor italiano Antonio Scurati plantea: “significa proponer una perspectiva de retorno a una sociedad en la que el padre toma su autoridad del padre de la patria, quien la recibe directamente de Dios. Significa que hay un solo Dios, un solo país y un solo tipo de familia. Un eslogan muy utilizado por Mussolini durante 20 años de fascismo” https://n9.cl/4ld96.

La pretendida o real renovación del PAN no anuncia, entonces, sino su corrimiento hacia la ultraderecha, alejándose de sus orígenes en la derecha católica tradicional, y su acercamiento a las expresiones actuales del protofascismo internacional. En primer lugar, para un mayor alineamiento con el gobierno de ese carácter de Donald Trump en Washington; prioritariamente con el PP y Vox de España, con los que el panismo tiene lazos políticos ya añejos —basta recordar la visita, hace unos años, de Santiago Abascal a la bancada del PAN en el Senado de la República—; y a continuación con los gobiernos también ultraderechistas de Daniel Noboa en Ecuador, Javier Milei en Argentina o la propia Giorgia Meloni en Italia.

No es casual, entonces, la ruptura de Jorge Romero de sus alianzas recientes con el PRI del desacreditado Alejandro Alito Moreno y con los restos de lo que fue el izquierdista PRD, que le estorban no por su escaso peso político sino por no ajustarse al posicionamiento ideológico elegido. Sus convergencias serán ahora, abiertamente, con expresiones que aún no figuran como partidos con registro, pero representan un gran poder económico, como las del mencionado Claudio X. González, Eduardo Verástegui y Ricardo Salinas Pliego. Este último ha iniciado ya, sin disimulo, su lanzamiento con miras a la elección presidencial de 2030, y son seguros, así, sus acercamientos con Acción Nacional. ¿Será el atrabiliario y déspota empresario el próximo candidato del partido históricamente fundado por el pensador que fue Manuel Gómez Morín?

Eduardo Nava Hernández. Politólogo – UMSNH

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.