El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ha desatado una ola de legítimo hartazgo en Michoacán y que amenaza con llegar a nivel nacional, sin embargo los discursos en torno a tas movilizaciones brillan por su falta de perspectiva, mientras que el gobierno es opaco por su insebilidad o por su incompetencia.
En general esta situación abre paso a un clima de riesgo ya no sólo para la seguridad de la mayoría de los ciudadanos, sino incluso la soberanía nacional cuando el gobierno estadounidense está ávido de mostrar su vocación autoritaria en un país que se muestra como ingobernable, en buena medida consecuencia de sus políticas de drogas y armas.
Más allá de la figura mediática en que se convirtió Carlos Manzo, más por sus declaraciones que por acciones en pos del uso de la fuerza por encima de la ley; su muerte ha servido de estandarte para las pugnas de poder en México, y aunque los discursos del difunto daban para muchas causas, Morena es quien menos puede capitalizarlas.
Los gobiernos federal y michoacano, ambos morenistas, se mantienen en su discurso vacuo de minimizar la situación y si pudieran dirían que los asesinados murieron de causa natural. Además de la incompetencia e indolencia, muestran muy poco compromiso con la justicia al defender a sus correligionarios acusados de nexos con la delincuencia.
Esto ha desembocado en la actual situación, en la que la gente está mostrando todo su desagrado hacia el gobierno y simpatía hacia posturas autoritarias hasta niveles igualmente criminales, como aquellos que claman por un Bukele nacional o por la intervención de fuerzas extranjeras, concretamente del gobierno de EEUU.
Estos son síntomas de la descomposición del proyecto de nación, pero lo adereza un factor que no es para nada menospreciable, la escasa cultura política nacional que tiende a buscar soluciones en los personajes y no en los procesos participativos.
Cherán el verdadero referente de la lucha contra la delincuencia
El ejemplo claro queda en el ensalzamiento del mismo Manzo, quien fue tildado del “Bukele” michoacano, mientras que a pocos kilómetros de Uruapan se encuentra Cherán, un pueblo en el que la comunidad ha tomado la seguridad en sus manos y ha enfrentado a los delincuentes a pesar de la poca colaboración de gobiernos de todos los colores.
A pesar de que Cherán ha sufrido ataques constantes y apenas el 2 de julio se enfrentaron a un grupo de delincuentes, sufriendo una baja, no se han dado esas muestras de apoyo tras el asesinato del edil uruapense, y claro, nadie saca raja política en un lugar donde los partidos políticos han quedado proscritos y la organización comunitaria los ha sustituido.
Pero además Cherán no se explica como fruto de la acción de un salvador por el que únicamente hubo que votar y luego delegarle toda responsabilidad, es un proceso que ha exigido una participación activa, el compromiso con la comunidad, diálogo e inacabables horas de reuniones y deliberaciones, algo que la política electorera ha erradicado.
Ningún partido político está interesado en promover la organización y participación de la ciudadanía, no vaya a ser que en una de esas se den cuenta que tienen el poder de derogar sus mandatos, mejor será seguir sirviendo solamente a los intereses de aquellos que tienen recursos para patrocinar sus campañas.
A la ciudadanía nos han enseñado que no tiene caso organizarnos y que es mejor dejar todo en sus manos, es lo más cómodo y eficiente. Lo que no nos dicen es que los costos de esa comodidad son tan altos como las vidas no de un alcalde, sino de miles de mujeres y hombres que se han convertido ya en la cotidianidad de este horror llamado México.
@PacoJLemus
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