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Los límites de la emisión en Argentina

Fuentes: Rebelión

Asistimos a la peor crisis socioeconómica de los últimos años que tenga memoria el país sumidos en una crisis pandémica internacional que profundiza el cuadro alusivo de manera superlativa.

Los países centrales ven caer en picada sus indicadores –ya previo a la crisis financiera en ciernes– donde la afamada libre movilidad de los factores económicos se ve afectada por la expansión de un virus que a ciencia cierta todavía no se encuentra una explicación concreta de su origen y de su cura.

Se han suscitado innumerables análisis sobre la futura viabilidad del sistema capitalista de su superación o de su acentuación en función no solo de la economía sino de la política general que discurra en los próximos meses o años.

La solidez del mundo desarrollado se ha visto dañada de sobre manera lo que ha impulsado a sus gobiernos a estimular –o lubricar– su sistema económico vía la polémica emisión monetaria que ya desde la crisis del 2008 se ha utilizado.

Las espaldas de la Reserva Federal y del Banco Europeo expresan a las principales potencias del mundo cuyos mercados internos y su inserción en el comercio internacional –como así también factores geopolíticos y militares– son sus resguardos casi institucionales ante cualquier estampida que pueda llegar a suscitarse.

Es por ello por lo que la inflación –en términos mundiales– ha sido relativamente moderada también empujada por el desarrollo de una recesión económica de larga data que empuja hacia la baja las ganancias empresariales corporativas y de una caída sostenida en el poder adquisitivo fruto de las políticas de austeridad implementadas ya hace varios años.

La situación de la Argentina es otra.

Desde mediados del año 2018 el célebre economista británico Michael Roberts afirmo en su columna dominical que la moneda argentina carecía de valor y que iba a sucumbir.

De hecho, esto sucedió durante los 2 últimos años de la gestión del Presidente Macri encontrando el actual mandatario Alberto Fernández un Banco Central vaciado de reservas y un país con una deuda de casi el 100% de su PBI.

¿Qué hacer? Diría el camarada Lenin.

Emitamos todo lo que sea necesario poniendo dinero en las manos de la gente y atribular con los liberales de siempre si existe o no efecto inflacionario en una economía recesiva.

Tenemos el marco internacional perfecto pues todos los países han echado mano al mismo instrumental que nos dará justificación política a nuestro hacer.

Sin dudas si no existiera un acuerdo previo con los sectores económicos – concentrados– de aceptar un instrumento de pago casi carente de validez este proceso seria mas complejo pues se daría la aritmética de que a través del paso del tiempo dichos sectores demandarían mas y mas dinero por sus bienes a lo que daría lugar – ahora si– a una aceleración inflacionaria casi galopante por el efecto hacia abajo en la cadena de producción y de consumo.

Se enfatiza dicho problema al demandar constantemente este sector dólares frescos para su remisión externa o su acumulación fuera del circuito económico local.

El país no solo no produce dólares, sino que ahora en una situación de cesación de pagos solo los puede obtener vía un comercio mundial alicaído en términos de precios y cantidades.

El fin de la cuarentena tiene que albergar como Política de Gobierno o de Estado la re edición de algún tipo de Pacto Social que evite a nuestra población –ahora tan golpeada por la situación en ciernes– una nueva re edición de fenómenos hiperinflacionarios harto conocidos por todos.

La llave la tiene Alberto.

Ezequiel Beer. Geógrafo UBA. Analista Político.