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Reseña de "Software libre para una sociedad libre" de Richard M. Stallman:

A favor de la cooperación voluntaria

Fuentes: El Viejo Topo

Richard M. Stallman: Software libre para una sociedad libre. Traficantes de sueños Madrid (España), 2004. Introducción de Lawrence Lessig. Traductores principales: Jaron Rowan, Diego Sanz Paratcha y Laura Trinidad. Una de las claves básicas del significado del movimiento del software libre fue señalada en el coloquio de una conferencia -recogida en el volumen con el […]

Richard M. Stallman:

Software libre para una sociedad libre. Traficantes de sueños

Madrid (España), 2004. Introducción de Lawrence Lessig.

Traductores principales: Jaron Rowan, Diego Sanz Paratcha y Laura Trinidad.

Una de las claves básicas del significado del movimiento del software libre fue señalada en el coloquio de una conferencia -recogida en el volumen con el título «Software libre: libertad y cooperación» (pp. 223-271) y, en mi opinión su capítulo central- que Richard M. Stallman impartió en la New York University el 29 de mayo de 2001: Stallman, comentó el presentador del acto Ed Schonberg, «ha inyectado en una profesión, que es conocida entre el público general por su terminal ineptitud política, un nivel de debate político y moral que, creo, no tiene precedentes en nuestra profesión. Le debemos mucho por ello» (p. 271). La historia de esta «inyección política» es, sucintamente, la siguiente.

Durante la década de los sesenta, el ámbito de la informática estaba dominada por los grandes ordenadores que se instalaban, básicamente, en las grandes empresas e instituciones gubernamentales. Sin duda, y con neta diferencia, IBM era la principal empresa fabricante. Durante estos años, cuando se adquiría un ordenador, el software venía como acompañante usual. Si, además, se contrataba el mantenimiento, se tenía acceso al catálogo del software que ofrecía la empresa fabricante de ordenadores, e, incluso, desde un punto de vista comercial, no era usual considerar los programas como un ámbito separado: el software solía distribuirse junto con su código fuente y sin restricciones prácticas. De hecho, grupos de usuarios participaban y, hasta cierto punto, organizaban estos intercambios.

Puede afirmarse, por tanto, que durante estos años el software era comunitario, al menos en el sentido de que los que tenían acceso a él podían disponer habitualmente del código fuente, estaban acostumbrados a compartirlo, a modificarlo y a compartir igualmente estas modificaciones. Refiriéndose a la situación en el M.I.T., el mismo Stallman, que fue un hacker del mítico laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto, ha comentado que aunque no denominaban «software libre» a sus programas de aquel tiempo, ya que el término no existía, lo que realmente hacían era eso: cuando una persona de una Universidad, de una institución cultural o de servicios quería portar y usar un programa se le permitían con gusto y si ellos veían a alguien usando un programa interesante y poco conocido, se le solía pedir el código fuente para verlo, de manera que pudiera leerse, cambiarse o incluso «canibalizar» ciertas partes del mismo para crear un nuevo programa adaptado a sus propias necesidades. En síntesis: obraban en el secular sendero del espíritu científico cooperativo.

Pero el 30 de junio de 1969, IBM anunció que a comienzos de 1970 iba a empezar a vender parte del software por separado. Sus clientes ya no pudieron obtener, incluido en el precio del hardware, los programas que necesitaban para sus trabajos. Se hizo cada vez más habitual restringir escrupulosamente el acceso a aquellos y se limitaron tanto técnica como legalmente las posibilidades que tenían los usuarios para compartir, modificar o estudiar el software. En la década de los setenta, era usual., en cualquier ámbito informático, encontrarse con software propietario. Pues bien, una década más tarde apareció., de forma organizada y como reacción a esta situación, lo que hoy se conoce como movimiento del software libre. El papel de Stallman y de la Free Software Foundation (FSF), fundada con la finalidad de conseguir fondos para el desarrollo y proyección del software libre, ha sido esencial y ampliamente reconocido.

El concepto de software libre, o de programas libres o no propietarios, tal como fue concebido por Stallman, se caracteriza por la negación de una serie de restricciones aceptadas por el software privatista (pp. 59-60): 1. Libertad para ejecutar el programa en cualquier lugar, con cualquier propósito y para siempre. 2. Libertad para estudiarlo y adaptarlo a nuestras necesidades, lo que exige acceso público al código fuente. 3. Libertad de redistribución, de modo que se nos permita colaborar con vecinos y amigos. 4. Libertad para mejorar el programa y publicar las mejoras, lo que también demanda el código fuente.

Software libre para una sociedad libre es una magnífica introducción a los puntos nodales de este movimiento, a su kernel político-moral y a sus finalidades. Recoge una gran parte de los trabajos, conferencias e intervenciones de Stallman de estos últimos años sobre este movimiento y sobre el copyleft e incluye la versión castellana de la Licencia pública general GNU (GNU-GPL), de la Licencia pública general menor (GNU-LGPL) y de la licencia de documentación libre (pp. 283-317).

Puede acaso señalarse críticamente que el libro presenta repeticiones, que algunas reflexiones aparecen reiteradamente en el volumen, que algunos conceptos no necesitan definición doble sin ganancia e incluso que algunos comentarios políticos de Stallman son netamente ingenuos. A las primeras críticas puede objetarse que lo señalado es casi inevitable en un libro de estas características (recopilación de trabajos no homogéneos) y respeto a lo segundo habría que señalar que cuando uno lee reflexiones como la siguiente: «Si no queremos vivir en una jungla, debemos cambiar nuestras formas de comportarnos. Debemos empezar enviando el mensaje de que un buen ciudadano es aquel que colabora cuando es apropiado, no aquel que logra éxito cuando roba a los demás. Espero que el movimiento por el software libre pueda contribuir a esto: al menos en un área, reemplazaremos la jungla por un sistema más eficiente que anime y se base en la cooperación voluntaria» (p. 189), lo primero que le viene en mente es aceptar lo básico del planteamiento. Si a eso le queremos llamar «ingenuidad», pues entonces bienvenida y bienbendita sea.

Mientras tanto, al gigante Microsoft, la tenacidad de un informático coherente y amante de la cooperación y la consistencia del movimiento por él iniciado no le producen migraña pero sí algún que otro quebradero de cabeza. No es mucho, pero ¿se sabe de la existencia de muchos otros ejemplos similares?