La educación de un buen ciudadano pasa por la asunción de responsabilidades ante la sociedad, pero las fuerzas que intervienen en la sociedad vierten sobre ella, y mantienen de manera regular, componentes inadecuados para que el ciudadano medio se sienta próximo a los demás y se haga responsable. Hay un aforismo de Lichtenberg que dice: […]
La educación de un buen ciudadano pasa por la asunción de responsabilidades ante la sociedad, pero las fuerzas que intervienen en la sociedad vierten sobre ella, y mantienen de manera regular, componentes inadecuados para que el ciudadano medio se sienta próximo a los demás y se haga responsable. Hay un aforismo de Lichtenberg que dice: «El bienestar de muchos países se decide por mayoría de votos pese a que todo el mundo reconoce que hay más gente mala que buena». Es una máxima propia de gentes que rechazan la voluntad popular, como todo reduccionismo no tiene en cuenta las condiciones, y aquí la capacidad de presión de los grupos de poder sobre el conjunto social, los condicionamientos históricos, la influencia moral de los sectores que se escudan en la costumbre, los servilismos, los miedos, la división como signo de desconfianza y dominio; ¿para Lichtenberg quiénes eran los buenos (minoría) y quiénes los malos (mayoría)? La sola división social en tales términos nos sitúa a los que formamos parte de la mayoría entre los básicamente «malos», entonces ¿quiénes son los «buenos»? Cuando hablamos de la educación de un buen ciudadano ¿hablamos de la educación de los «buenos» de Lichtenberg?. Los buenos a los que él alude me parece que no asumen responsabilidades ante la sociedad, y generalmente crean condiciones que disuelven los cauces de comunicación y encuentro en torno a objetivos de mejora y progreso para la mayoría de la sociedad. Hay dichos, lenguajes, discursos, hay formas de nombrar y hacer la vida que socavan los derechos de la inmensa mayoría. La inmensa mayoría ¿»somos malos»?, ¿o es una idea creada y difundida a partir de condiciones de desencuentro social; los franquistas decían y escribían que las clases trabajadoras solo debían obedecer, y ellos solo darían cuentas ante Dios y ante la Historia; el fracasado golpe de Estado y la consiguiente guerra la hicieron bajo el temor a las mayorías que buscan una sociedad basada en la justicia. Se necesita conocer las condiciones que se dieron para saber sobre que pilares estamos asentados y conozcamos la dirección al futuro. Dar cuentas, ser crítico, responsabilizarse para la mejora de la mayoría, profundizar en la justicia social, tiene algo que ver con la memoria y con los planes a llevar a cabo. ¿Seremos capaces entonces de comprender lo que es determinante para conseguir un buen ciudadano o para que reconozcamos a un mal ciudadano?. Puestos en marcha, nuestra experiencia sobre la realidad y nuestra asunción de esa experiencia nos lo dirá. En el libro «La sombra del general. Qué queda del franquismo en España», de Enrique González Duro, se trata del pasado inmediato de nuestra reciente Historia, desde la transición hasta hoy, de las condiciones que tenemos. De todos los capítulos, sorprendentes en ocasiones, capaces de recuperar situaciones del pasado inmediato, pero olvidado, en otras, amenos y planteando interrogantes en su conjunto, de todos ellos quiero destacar dos apartados: «Las fosas del silencio» y «Los obispos en guerra». Del primero, «Las fosas del silencio», se desprenden varias interrogantes: ¿Tienen las víctimas del fascismo, sus descendientes, y el pueblo español en general, derecho a conocer la verdad de lo ocurrido en el pasado? ¿tienen las victimas del fascismo derecho a que se les devuelva la dignidad como demócratas y se les reconozca social y políticamente?, y, ¿después de la muerte de Franco los franquistas han seguidote controlando el poder político? En la respuesta que demos estará contenido nuestro grado de reconocimiento y asunción de responsabilidad social. En el apartado «Las fosas del silencio» se hace un seguimiento de lo ocurrido desde la promulgación de la Ley de Amnistía de 1977 hasta hoy. Nos encontramos con que debido a la no intervención de quienes hicieron la transición sobre el aparato del Estado, y debían sacar a la luz la documentación existente, se dio la posibilidad a los fascistas de hacer desaparecer aquello que podía aportar datos y aclarar lo ocurrido en todos los ámbitos de la vida durante esa etapa negra de España. Hubo actuaciones que hablaban por sí solas del abandono de principios democráticos y la asunción de posturas de la etapa anterior, como por ejemplo intervenciones contra quienes reclamaban su derecho a conocer, a desenterrar de las cunetas y fosas comunes a los suyos. Enrique González Duro hace relación histórica de condenas, multas, amenazas y prohibiciones expresas a quienes reclamaban justicia; la memoria es flaca cuando no se habla de las cosas, por eso la documentación en poder de los afectados, en hemerotecas, en juzgados y ayuntamientos permiten ahora hacer la relación histórica pertinente. Parece que hubo ciudadanos que no asumieron que la justicia con los que han sufrido injusticia es una responsabilidad del Estado democrático. ¿Eran buenos o malos ciudadanos?. Se puede extraer una lección: la insistencia y el quehacer de los buenos ciudadanos, al cabo de los años, ha ido abriendo hueco en nuestra sociedad, gana espacio y ha puesto en claro los pilares sobre los que asentamos el futuro. Como decíamos al comienzo: la educación de un buen ciudadano pasa por la asunción de responsabilidades. Los que reclamaban atención sobre los asesinados por el fascismo, lo fueron. Los gobernantes no han sido buenos ciudadanos: Han impedido aprender a la mayoría, han vertido sobre la sociedad, y han mantenido sobre ella, los componentes adecuados para que los ciudadanos se mantengan alejados entre si y alejados de la Historia. ¿Los gobernantes aprenden o retroceden?: Han pasado de las multas, las prohibiciones y las detenciones, a los permisos institucionales y a las ayudas. En qué momento empezaron a cambiar. La movilización de los ciudadanos responsables ha aumentado la comprensión de la población y ha hecho aparecer una pequeña aprobación gubernamental. «Se hace camino al andar» dijo don Antonio Machado. Pero no olvidemos, sigue habiendo protectores del legado franquista. Ese espíritu de persecución ha ido declinando por la acción desarrollada por familiares y amigos demócratas cuyos intereses hoy han sido recogidos en el Foro por la Memoria Histórica y la Asociación por la Memoria Histórica con representación a lo largo y ancho del Estado Español. A las excavaciones que han llevado a cabo han asistido voluntarios internacionalistas y de la Península, periodistas gráficos y televisiones de diferentes países, a ello hay que sumar las denuncias en el Parlamento que han llevado a cabo los diputados de IU ante los diferentes gobiernos que se han sucedido, las reclamaciones de Amnistía Internacional y organismos como el Equipo Nizkor que reclaman el derecho a conocer la Historia por parte del pueblo español, y el reconocimiento democrático y la justicia para los asesinados por el fascismo empezando por la anulación de aquellos juicios en los que se burlaba toda moral y principio de humanidad. «Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica está consagrada a la memoria histórica de los que no tienen nombre», dijo Walter Benjamín.
- El segundo apartado que he elegido, del libro «La sombra del general. Qué queda del franquismo en España» de Enrique González Duro, «Los obispos en guerra», lo abro con unas líneas que se pueden leer en otro libro que no hace mucho se encuentra en las librerías: «La Iglesia de Franco», autor: Julián Casanova, editorial: Crítica: «…resultados en las elecciones para las Cortes constituyentes de junio de 1931…: de los 478 miembros de la Cámara, apenas una cincuentena parecían dispuestos a defender los intereses de la Iglesia.» Capítulo Primero, página 35 en la edición de bolsillo. «… un sacerdote, Alejandro Martínez, le contó a Ronald Fraser para su historia oral de la guerra civil varias décadas después…» que » la República firmó su sentencia de muerte aquella primavera de 1931: «Fue a partir de aquel día cuando comprendí que nada se conseguiría por medios legales, que para salvarnos tendríamos que sublevarnos antes o después». Capítulo Primero, página 34 de la misma edición. «Fueron los legisladores de 1931, y luego el poder ejecutivo del Estado con sus prácticas de gobierno, los que se empeñaron en torcer bruscamente la ruta de nuestra historia en un sentido totalmente contrario a la naturaleza y exigencias del espíritu nacional, y especialmente opuesto al sentido religioso predominante en el país». «Carta colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero. 1 – VII – 1937. No voy a comentar estas citas, solo quiero ponerlas en paralelo con lo que viene a continuación. En el apartado «Los obispos en guerra» del libro «La sombra del general» dedicado al pasado más inmediato y a la actualidad, sorprende la voracidad, el acaparamiento por parte de esas criaturas extrañas, los obispos, de cuantas prohibiciones se puedan hacer, ¿son acaso representantes fieles del fascismo? Por ellos no pasa la vida, los cambios democráticos. Entre sus últimos deseos y exigencias de prohibición levantan la que tienen preparada para los matrimonios homosexuales, y emplean frases y términos como «los verdaderos matrimonios», «el justo orden social», e insisten en el «significado social» de su matrimonio: reproducción, aunque ellos no se casan, el Vaticano es el Estado con menor índice de crecimiento en el mundo, crecimiento cero por ciento, le niegan el derecho al uso de los preservativos y los anticonceptivos a sus seguidores que se sirven en farmacias y otros lugares de venta de los condones y los anticonceptivos. De la España católica, según una encuesta realizada por Durex, el 75% de la población hace uso de medios contra la concepción. ¿Cómo entienden los Derechos Humanos? Aquí se presenta un dilema ¿les falta práctica o es la costumbre de prohibir, perseguir y castigar? Apoyándose en sus supersticiones dogmático-religiosas reclaman más libertad y más derechos para ellos que para el resto. Veamos declaraciones concretas y actuales: Obispo de Sigüenza Guadalajara: «para un cristiano, por encima de las normas humanas de la soberanía popular está el Evangelio» y «por encima de todo proyecto político está el poder de Dios». Vuelvan a leer lo que declaraban a partir del año 31 para apoyar al fascismo contra la democrática Segunda República Española. Cardenal Rouco, de retórica infernal, amenaza: «Sí, llegará el día ardiente como un horno, en que los malvados y los perversos serán la forja, en el que no quedará de ellos ni rastro; pero en cambio, los que honraron el nombre de Dios los iluminarán con sol de justicia que lleva la salud en las alas», y juzguen ustedes mismos. Del Arzobispo de Pamplona: «… apoyándonos en la capacidad, en la razón y la revelación divina (…) la democracia resulta insostenible,…» El Obispo de Mondoñedo al Ministro Bono en carta, 6-12-04, da otra parrafada que les invito a leer en el libro. Continúan diferentes representantes de la Iglesia con párrafos atronadores, frases apocalípticas, de condenación sin remedio, párrafos y frases tan ofensivas que hacen pensar por qué se consiente que estos alentadores del terror contra la democracia utilicen la libertad de todos. ¿No hay ningún ciudadano responsable en las altas instancias del Estado que escuche? ¿tienen derecho a aprovecharse de la libertad quienes la atacan y claman por la tiranía? Termino reproduciendo las palabras del cardenal Rouco empleadas en el llamamiento que hizo a la manifestación del 18 de Junio: «El alma y el futuro de España serán cristianas en plenitud, es decir, católicas, o no serán» porque si España perdía sus raíces (resume el autor del libro) «no por ello dejará de ser cristiana católica, sino que dejará de ser España». ¿Recuerdan el encabezamiento del Primer Capítulo de «La Iglesia de Franco» de Julián Casanova?: «Fueron los legisladores de 1931, y luego el poder ejecutivo del Estado con sus prácticas de gobierno, los que se empeñaron en torcer bruscamente la ruta de nuestra historia en un sentido totalmente contrario a la naturaleza y exigencias del espíritu nacional, y especialmente opuesto al sentido religioso predominante en el país». (Carta colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero. 1-VII-1937). Es una carta terrible con la que vuelven a amenazar, ciudadano responsable.
- ¿De qué libertad de educación hablan los que han educado en la sumisión, en la obediencia ciega, en el miedo? ¿de qué familia?. No han cambiado. Tras la guerra se emplearon en lo que llamaron «reeducación», suprimieron todos los avances sociales e imprimieron las costumbres y hábitos fascistas, impusieron con la mayor de las violencias su pensamiento y su sistema de relaciones entre la población sobre la división de ricos y pobres, buenos y malos, y aún tienen muchos colaboradores que hacen su propaganda. ¿Qué clase de ciudadanos son los clérigos integristas?.
- Título: La sombra de Franco. Qué queda del franquismo en España.
- Autor: Enrique González Duro.
- Editorial: Debate.