Como solían decir las abuelas, en muestra de su sabiduría: “Las desgracias nunca vienen solas”. Economía y pandemia vinieron tomadas de la mano. Eso pasó en el mundo y mucho más en la Argentina, que venía de cuatro años de pandemia macrista: la economía destruida, con salarios depreciados y trabajo hundido, la esperanza deshecha y la deuda impagable.
Nada de ello es un invento de este gobierno. Cuando el gobierno -enamorado de los efectos positivos de la valiosa e inicial cuarentena- decidió prorrogarla una y otra vez, llovieron las observaciones sobre los riesgos mayores de clausurar gran parte de la economía.
En esos momentos, no faltaron las advertencias sobre la falsa contradicción planteada entre economía y vida. Los números actuales, sin conocer todavía otros efectos en el más largo plazo, nos indican que ésa no fue la mejor opción.
Con los imperfectos y tradicionales números basados en el crecimiento económico, los organismos internacionales estiman que la caída de la economía abarca a todo el planeta, aunque sus dimensiones no son iguales. La estimación de la caída mundial está en una baja del 4,9%, la mayor caída de los últimos 70 años; el promedio de América Latina y el Caribe, refleja la caída más grande de los últimos 120 años reconociendo una baja del 7,7%; en Brasil esa cifra ronda el 5,5%, mientras que en la Argentina la contracción estará cerca del 11%. Solamente Perú y Venezuela tendrán bajas peores, primero con el 13% y el segundo, estaría entre el 25 y 30%.
Estos datos trasladados a la vida cotidiana dan como resultado que la desigualdad y los indicadores en materia sanitaria, económica y social constituyen a América Latina y el Caribe como la región más golpeada de lo que se conoce como mundo emergente.
Cabe agregar que la desigualdad social se profundizó en este período. Respecto a la Argentina, los datos de la economía -integrados a los ya proporcionados sobre la pandemia- no avalan las principales decisiones del gobierno tomadas en este 2020.
La herencia macrista, sumada a la emergencia sanitaria con sus largas cuarentenas hizo que asistamos a una de las peores crisis económicas de las que tengamos memoria. En términos productivos y sociales sus efectos, aún no terminados, podrían ser peores a los conocidos del 2001/2002 y 2008.
No obstante que ella está afectando a todos, son las mujeres, los menores de 17 años y los trabajadores en negro los principales afectados. Las mujeres fueron las primeras desplazadas del mercado del trabajo.
Los recientes datos, que indican que dos terceras partes de los niños y adolescentes están bajo la línea de pobreza, eximen de todo comentario; respecto a los trabajadores en negro – particularmente quienes sobrevivían con changas- quedaron fuera de toda protección y sin posibilidades de darle continuidad –por el confinamiento- a sus eventuales trabajos, todo lo cual incrementó notablemente el volumen de la pobreza.
Es bueno reconocer que el IFE (para quienes no tenían otra protección) y los ATP (para los trabajadores en blanco) impidieron que los efectos de las cuarentenas fueran aún más catastróficos.
Hay un dato, la desocupación, que es bueno desmenuzar para observar las complejidades que encierra. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) el desempleo, al finalizar el 2019 era del 8,9%; para fines del primer trimestre había trepado al 10,4%; cuando culminó el segundo estaba en el 13,7% y al terminar el tercer trimestre la cifra descendió al 11,7%.
Las mejoras vinieron por el lado del trabajo informal. Sobre el cuarto trimstre aún no hay datos oficiales. Sin embargo los analistas consideran que el dato del 11,7% con el que cierra el tercer trimestre no da cuenta de quienes ya no buscan trabajo y que –consecuentemente- la cifra de desocupación más aproximada a la realidad estaría rondando el 20%.
Por último hay algunos temas puntuales que son causa de preocupaciones y/o satisfacciones en estos días de fin de año.El déficit fiscal (los ingresos y egresos de Caja) no deja de preocupar. Las cifras oficiales indican que el déficit primario, sin contar los intereses por deudas, estaría cerca del 7% anual, una cifra que el FMI ordenará bajar.
El gobierno festeja, sin mucho ruido, la evolución del precio de la soja en los mercados internacionales. Los valores actuales –cerca de los 500 dólares por tonelada- hace años que nuestro país no veía. Por otro lado, el gobierno no deja de observar la evolución de la temperatura social. Fue por ello que suspendió por 3 meses los aumentos en las tarifas de gas y luz.
El gobierno tampoco deja de atender a los vaivenes del dólar paralelo (negro), una referencia imprescindible del mercado, que tanto lo acosa.
Llegaron las primeras dosis de la vacuna rusa. Con ella el alma volvió al cuerpo de los principales funcionarios estatales. Este hecho ha sido cubierto con una propaganda con rasgos de épica patriótica semejantes a la malvinense.
Además ahora espera que el resto de las vacunas lleguen antes que venga el rebrote del virus. Esa es la apuesta para confiar que el próximo año la economía pueda arrancar por encima de las actuales previsiones.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)